"La sabiduría más ancestral nos dice que podemos unirnos con lo divino mientras estemos en este cuerpo; el hombre ha nacido para ello. Si el hombre incumple su destino, la naturaleza no se apura; algún día lo atrapará y lo obligará a satisfacer su secreto propósito."
Sarvepalli Radhakrishnan
Todos queremos saber por qué estamos aquí. ¿Cuál es nuestra misión en la vida? Las personas que lo saben son fáciles de identificar: sus vidas están llenas de sentido. Su percepción del propósito existencial les da fuerzas para superar los malos momentos y para disfrutar de los buenos. Sin embargo, muchas personas se sienten confusas —o totalmente perdidas— en lo referente al sentido de la vida.
A lo largo de mis años como intuitiva médica —alguien que puede "leer" la condición fisiológica interna de una persona de forma intuitiva, y no mediante el examen físico o el diagnóstico médico— me han hecho con frecuencia esta pregunta: "¿Por qué estoy enfermo y cómo me puedo curar?" Y, más a menudo, y con mayor insistencia, me han preguntado: "¿Por qué estoy aquí? ¿Cuál es mi verdadero objetivo? ¿Qué debería hacer con mi vida?" En cierto sentido, esta falta de orientación y de comprensión de la propia existencia es un problema de salud en sí, porque puede generar toda clase de estrés emocional, incluyendo depresión, ansiedad y fatiga.Y cuando estos tipos de estrés o sentimientos negativos se consolidan, pueden contribuir al desarrollo de una enfermedad. Tu mente no es la única que quiere saber cuál es tu misión; este conocimiento es de una importancia vital para tu cuerpo y tu espíritu.
Una vida confusa o desorientada tiene otras consecuencias. La falta de conocimiento de tu misión puede convertirse en una fuerza destructiva para tus relaciones. Tal como decía con frecuencia el fallecido teólogo, místico y profesor de la Universidad de Harvard Howard Thurman, hay dos preguntas que debemos hacernos: "La primera es ¿Adonde voy? y la segunda es ¿Quién irá conmigo? Si te haces estas preguntas en el orden equivocado, estás perdido."
Si no entendemos nuestra existencia, si no tenemos objetivos, podemos perjudicar a quienes nos rodean y a nosotros mismos. Si no sabemos cómo identificar "lo realmente importante" cuando algo va mal, no podremos reaccionar de forma adecuada ante los acontecimientos o las personas presentes en nuestra vida. Un hombre llamado Philip me contó una vez que podría haber seguido felizmente casado de haber tenido más claro cuál era su objetivo y a qué lugar pertenecía. Se había sentido frustrado durante años, y su infelicidad crónica le suponía tanto esfuerzo a su mujer que al final ella lo dejó. Sin embargo, incluso tras el divorcio, Philip fue incapaz de hacer los cambios que necesitaba en su vida personal y profesional. "El problema del cambio —me dijo Philip— es que uno sólo no es suficiente. Una vez que empieza el proceso, no se puede parar."
Sin duda tenía razón, y aun así, tal como afirmó en una ocasión el famoso psicólogo junguiano James Hillman: "Debes abandonar la vida que tienes para conseguir la vida que te espera." Si Philip hubiera visto hacia adonde se dirigía, habría podido actuar de forma más apropiada. No se habría sentido tan confuso y, tanto su mujer como él, se habrían encontrado mejor. Pero no supo encontrar una forma de seguir adelante.
Después de intentar ayudar a las personas a encontrar y utilizar su brújula interna durante más de diecisiete años, he llegado a pensar que esa falta de orientación espiritual y emocional se ha convertido en una epidemia. Además de ser un problema personal para mucha gente, es una preocupación global. Por eso, desde un punto de vista cósmicamente práctico, me pregunto: ¿qué bien le hace al universo contar con un planeta lleno de almas que no tienen ni la menor idea de lo que están haciendo en este mundo?
Cuando mis pacientes me preguntaban qué hacer para "arreglar" o sanar su vida —cómo encontrar la dirección adecuada—, solía aconsejarles que rezaran para encontrar el camino. Sin embargo, pese a lo valiosa que pueda ser una oración, me preguntaba si no existiría otra forma o proceso mediante el cual lograrían exclarecer su vida y encontrar su propósito. Nadie puede preverlo todo, pero si tuviéramos acceso al significado simbólico de nuestras experiencias, estariamos mejor preparados para enfrentarnos yarnos y adaptarnos a los cambios inevitables. En lugar de luchar contra el cambio —y provocar una herida en el tejido emocional—.podríamos ver los acontecimientos desde una perspectiva diferente, aceptar los cambios y seguir adelante con nuestra vida.
Teniendo en cuenta la importancia personal y global de saber cuál es nuestra misión, ¿por qué resulta tan difícil encontrar la respuesta a esta cuestión? ¿Cuál es la mejor forma de averiguarlo? ¿Por qué algunas personas encuentran su misión con facilidad y otras tienen que luchar por dar con la solución? ¿Qué podemos hacer para encontrarla?
Por nuestro bien, debemos aprender cómo responder a la pregunta de cuál es nuestra misión, porque la forma en que vivimos la vida genera salud o enfermedad. Tal como he descubierto tras realizar más de ocho mil lecturas como intuitiva médica a lo largo de diecisiete años: "Nuestra biografía se convierte en nuestra biología", frase que escribí en mi libro "Anatomía del espíritu". En otras palabras, los pequeños problemas y los grandes traumas que experimentamos se instalan en nosotros, viven en nuestro cuerpo y afectan o bloquean el flujo de energía. Por ello, resulta razonable que, cuanto más nos alejemos de nuestra misión en la vida, mayor será nuestra frustración y menor la sintonía de nuestra energía.
Al conocer tu misión, podrás vivir aprovechando al máximo tu energía. Cuando sacas partido de tu energía, expresas de la forma más óptima tu poder personal; es lo que yo llamo "vivir de acuerdo con tu Contrato Sagrado".
Fuentes:
Caroline Myss
"El Contrato Sagrado"
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