domingo, 10 de octubre de 2010

El jardín Zen

Pensados para relajar al observador e iniciarlo en los secretos del arte de la contemplación y la meditación, los jardines zen son auténticos instrumentos de iluminación que durante generaciones han inspirando la mente de filósofos y maestros.

Los jardines Zen son espacios en armonía con la naturaleza, concebidos por la filosofía Zen como ambientes exteriores propicios para la contemplación y el recogimiento más que para la meditación.
Se entiende mejor un jardín Zen conociendo la ideología en la que se basa. El budismo Zen que arraigó en Japón, es un camino y concepción de la vida. No es una religión ni una filosofía; no es una psicología ni una ciencia. Es un ejemplo de lo que en la India y en la China se conoce como un “camino de liberación”, y en este sentido es similar al Taoísmo y al Yoga. Esta unión entre tradiciones indias y chinas constituyen los orígenes del Zen que tiene tanto de taoísta como de budista.

El budismo cree que el practicante debe pasar por grados progresivos de meditación. Pero el Zen afirma que existe un acceso directo al estado superior de meditación – el que precede inmediatamente a la experiencia del Nirvana o Satori – sin necesidad de experimentar los anteriores. Ello se logra mediante vías de acceso espontáneas, ajenas a la racionalización de lo aprendido o a un perfeccionamiento espiritual progresivo. El Zen se basa en la intuición, la sencillez y la espontaneidad; sus jardines también se basan en estos principios.

El jardín Zen persigue dar vida en el espectador,
el significado de las esencias ocultas bajo las meras apariencias.
Para ello se utiliza el espacio de un modo puro y simbólico.
Por ejemplo a través de la confección de un paisaje seco con diseño de surcos
y crestas perfectamente proporcionados; trazados en la arena con un rastrillo de bambú.

En el siglo VIII, el maestro chino Hyakujo, concibió por primera vez un monasterio diseñado especialmente para monjes Zen. Desde antaño, estos lugares se encuentran en la ladera sur de montañas o colinas, formando con éstas y con los bosques, valles y riachuelos, un conjunto armonioso de gran belleza. Generalmente, los monasterios están totalmente inmersos en la naturaleza, pero de manera tal que la atención no es atraída por el entorno sino que éste ayuda a recogerse y abismarse. Aquí vemos ya un importante rasgo característico del arte Zen. Refleja una sencillez extrema. El arte Zen no se propone atraer la atención sobre sí mismo, sino que procura humildemente abrir el acceso a la simplicidad esencial de todas las cosas.

Así como en música se valoran los silencios,
el arte del Wabi, se caracteriza por la relación íntima con el silencio y el "vacío" 
en el sentido del Zen.

"The Great Wave off Kanagawa" de Katsushika Hokusai (1760–1849)
El vacío del Zen se puede comparar con un vaso lleno de agua muy limpia. Si el agua es completamente pura, se podría llegar a pensar que el vaso está vacío. Pero si el agua está sucia, se ve enseguida que el vaso está lleno. "Vacío", por lo tanto, es sinónimo de puro y tiene un gran valor, mientras que "lleno" significa todo lo contrario. Otra comparación aporta un aspecto más: en el caso de una ventana. si el cristal está totalmente limpio, en este sentido vacío, no puede ser visto, pero a la vez y precisamente por ello, todas las cosas que hay al otro lado de la ventana aparecen con mucha mayor claridad, tal como realmente son. El arte del jardín Zen está íntimamente realcionado con este vacío y el silencio unido a él.

Los jardines Zen son asimétricos, ya que la asimetría supone para la filosofía zen
una constante del mundo y la Naturaleza.
Si el jardín fuera simétrico, no invitaría al hombre a participar y cocrear junto a él.

Si antes se habían realizado en Japón amplios jardines paradisíacos, "islas y lagos sagrados", por los que se podía deambular, disfrutar de un paseo en barco o celebrar fiestas, tiempo después, bajo la influencia del Zen de China, se impuso una marcada tendencia a lo esencial. En los jardines Zen no se puede pasear. Están ahí para ser contemplados. Con el tiempo se les fue llamando Kare Sansui, "paisaje seco de montaña y agua". Aunque muy limitados en lo externo transmiten algo infinito. Muchas veces el jardín Zen queda enmarcado por un conjunto de árboles, el lomo de una colina o un paisaje, que cual escenario prestado - en japonés shakkei-, se encuentra más allá del jardín.

Jardín Zen del templo Ryoan-ji en Kyoto
El jardín Zen en su perfección y el más conocido es el jardín seco del templo Ryoan-ji, en Kyoto, creado en 1473. En unos pocos metros cuadrados están dispuestas quince rocas en tres grupos de siete, cinco y tres, colocadas sobre un mar de grava rastrilleada. El jardín original tenía 16 rocas. Cuenta la leyenda que, tan pronto como el jardinero terminó su obra, llamó al emperador para contemplarla. "¡Magnífico!" - dijo el emperador - "Es el más hermoso del Japón. Y ésta es la más bella roca del jardín". Inmediatamente el jardinero sacó del jardín la piedra que el emperador tanto había apreciado y la tiró. "Ahora el jardín está perfecto" - dijo al emperador - "No existe nada que sobresalga y así puede ser visto en toda su armonía. Un jardín, como la vida, tiene que ser visto en su totalidad. Si nos detenemos en la belleza de un detalle, todo el resto parecerá feo."

Los jardines Zen están concebidos para inspirar serenidad, no solo se emplean en templos y monasterios con fines contemplativos, sino que también pueden hallarse junto a casas, restaurantes y posadas. El jardín Zen tiene forma rectangular, carece de color, de adornos. Generalmente compuestos únicamente de fina gravilla rastrillada y algunas rocas; aunque en algunas ocasiones, se incorpora musgo y algunas plantas. El jardín representa a la naturaleza en su forma mas abstracta, donde todo se encuentra en su justo lugar para generar armonía y equilibrio. Sin usar agua, las modulaciones de la arena simulan ríos y océanos, una abstracción que induce la sensación de un gran ambiente. Y es que los diseñadores de jardines, consumados maestros de meditación, intentan representar en ellos el camino de la vida, repleto de cambios, giros, movimientos, altos y bajos. Más que lograr un ambiente determinado, lo sugieren.

El jardín Zen es monocolor como la pintura japonesa del Sumi-e en blanco y negro, en la que se trata de percibir y representar el "alma" de la flor. Sin embargo, esto no significa de ninguna manera que la flor no se represente en su unicidad tal como la percibe el ojo, con capullo, florecido o con hojas marchitas. Un algo imposible de representar se manifiesta precisamente en esta forma concreta. Responde a una percepción que cabe expresar aproximadamente de la siguiente manera:
"Veo una hoja, pero no es exactamente la hoja lo que veo y, a la vez, la veo mucho mejor".
En el jardín Zen se trata de algo similar. Quien lo contempla con el ojo interior, percibe la esencia de la realidad: una superficie rastrillada de una manera regular, sin forma determinada, infinita, ilimitada como el mar. De lo ilimitado, sin forma ni color, surgen, cual islas, algunas rocas, un grupo armónico de tres piedras, por ejemplo, de diferentes tamaños. Al dejarse impregnar por el conjunto, la paz y el silencio toman posesión de quien lo contempla.

Arte Sumi-e
 Estos recintos de simplicidad elegante, están despojados de toda suntuosidad; la grandeza reside en las cosas simples. El jardín Zen es sobrio y abstracto, sirve para tranquilizarse, para serenar la mente sin distracción. Tiene relación con el Taoísmo, según el cual el vacío es la parte útil de las cosas: un cuenco no es la arcilla moldeada, sino el vacío de su interior. Con unos medios mínimos se intenta conseguir un efecto máximo. Se trata sobre todo del arte de suprimir cosas. Justo por esta limitación se potencia el efecto y se apela a la imaginación. Son espacios energéticos que ofrecen un lugar donde la persona busca establecer el equilibrio, y según la doctrina del budismo Zen, el ser humano pueda aspirar a vivir en armonía consigo mismo y el entorno que le rodea. El Jardín Zen representa el camino de la vida, constantemente lleno de cambios, diversos zurcos, altas y bajas, tropiezos y obstáculos, brillo y obscuridad, sombra y luz. A través del Jardín Zen podemos reproducir el principio fundamental de la vida, valorar la oportunidad de existir, representa la secuencia de los pasos que llevan a la realización de algo y su verdadera naturaleza. Cuando contemplamos algo, tenemos la oportunidad de profundizar, y ver las formas de integración y desintegración. La belleza de un Jardín Zen es invisible, porque solo se revela cuando observamos en silencio, meditando en nuestro interior, la relación que cada objeto tiene, las figuras que se van formando, los elementos que se integran. La mente cesa de estar limitada, comienza la búsqueda de entendimiento, captamos el complemento oculto, disipamos los velos del ensueño, abrimos la puerta a la imaginación, dejando que los objetos de la naturaleza nos revelen lo que queremos expresar.


La piedra en el jardín Zen rodeada de arena blanca, provoca ondas.
La piedra simboliza la figura de un pensamiento
que provoca ondulaciones (interferencias) distorsionando la realidad.
El agua en reposo es el símbolo de la mente en reposo y refleja la realidad en toda su pureza.

Es el jardín del Tao chino. "Hay una realidad sin forma, nacida antes del cielo y de la tierra, inmóvil, solitaria, independiente e inmutable. Se la puede considerar la madre de todas las cosas. No conozco su nombre, la llamo Tao." Tao es Wu, no-forma, vacío, y Yu es forma. Donde actúa Tao, (Yu-Wu) reina Te,
espíritu de paz. Te es lo maternal, lo que nutre y protege. Resultan muy sugerentes en este contexto algunas de las reflexiones de Joseph H. Wong sobre ciertas afinidades entre taoísmo y cristianismo. En el jardín Zen la superficie sin forma corresponde al Padre a quien nunca nadie ha visto, las rocas al Hijo y en él a la maravillosa multitud de las criaturas. El espíritu que rezuma el conjunto corresponde al Espíritu Santo y dador de vida. Aquí se manifiesta claramente la estructura trinitaria de la realidad. En su entramado esencial más íntimo es a la vez igualdad y diferencia. Uno pero dos, dos pero uno, como lo expresa un poema Zen. La realidad en su misma esencia es igualdad absoluta, diferencia absoluta y unidad absoluta de ambas. Igualdad y diferencia no se pueden separar. Separarlas equivaldría, por decirlo con una imagen, a separar la palma de la mano del dorso.

El jardín zen representa la espiritualidad porque no posee riqueza material, sino austeridad y simpleza. Todos sus elementos son objetos naturales, colocados como al azar, aunque nada hay al azar en un jardín Zen. La ubicación de las rocas, el diseño de la grava, están concebidos para inspirar en nosotros la actitud contemplativa. El vacío entre los elementos ayuda a equilibrar la composición; sólo la mente contemplativa puede captarlo. En suma, una perfecta miniaturización del Cosmos, un microcosmos a la medida del hombre. 

El shintoismo, el confucionismo y el Zen nos enseñan que el hombre
no estaría completo sin la naturaleza.
Sería como un huérfano si no se sintiera hermano del agua, las plantas o las rocas.

Para el filósofo Zen, obedecer los ritmos sutiles de la Naturaleza es el único camino posible para integrarnos en la vida universal. En el jardín Zen, el devenir, lo accidental, marcan las relaciones entre los objetos. El Zen sabe que pocas veces nos detenemos a contemplar los detalles. Con sus jardines pretenden invitarnos justamente a eso, incitándonos a otorgar nuevo valor al hecho de estar vivos. La belleza de un jardín Zen es invisible y únicamente se revela cuando la mente se calma. Sólo entonces disipamos las brumas del vivir diario y permitimos, siquiera por un momento, que una simple roca nos revele su verdadera esencia y su valor.

Cuando la experiencia de la realidad no está enraizada en la triple raíz, de la que precisamente da testimonio de un modo único el jardín Zen, pueden ocurrir dos cosas: que se olvide la igualdad en aras de la diferencia, así surge el dualismo, o que se olvide la diferencia en aras de la igualdad, entonces surge el monismo. Hablando de manera general, el "défaut de la qualité", el fallo de la virtud de Occidente, con su gusto por el mundo de la diversidad de las formas existentes, es la tendencia al dualismo, mientras que "el fallo de la virtud" de Oriente, con su profundo sentido del "vacío", del misterio de todas las cosas, es la tendencia al monismo. Pero si se permanece arraigado en la experiencia esencial de la realidad no hay dualismo en Occidente ni monismo en Oriente. Cuando se cae en uno de los extremos, no se está en consonancia con la realidad, lo que tiene consecuencias desastrosas en las relaciones sociales y ecológicas del ser humano. En el primer caso el ser humano y la naturaleza se convierten en objeto que se usa y explota. En el segundo caso no existe el otro y por lo tanto nada ni nadie a quien respetar, lo que tiene consecuencias igualmente destructivas.


Desde su aparición, los jardines Zen se concibieron como una representación del cosmos.
Una miniaturización donde las piedras representan las montañas,
la arena la inmensidad del océano y un trozo de musgo un bosque frondoso.

El jardín Zen es expresión visible de la realidad tal como se la percibe en su núcleo en una experiencia madura de Zen. El jardín se extiende cual alma hecha visible de cuanto lo rodea: la colina, el grupo de árboles, personas que están sentadas en zazen, cocinan, cavan, limpian o sacan hierbas malas. El jardín Zen también es el alma hecha visible de cuantos, gozando y sufriendo, viven y trabajan. Para el ojo que sabe verlo, el jardín Zen se extiende ahí de una manera maravillosa, como el alma de todo y como el ser humano visto en su más profundo centro. En el lenguaje Zen no se habla de alma sino de Sho. El ideograma con que se escribe consta del radical "vida" y el prefijo "corazón" o "núcleo". Lo que se percibe en una experiencia Zen, lo que se "ve", es el corazón de la vida o, dicho con otras palabras, la naturaleza esencial. El "paisaje seco de montaña y agua" del jardín Zen es una manifestación de esta vida en su núcleo, de la naturaleza esencial.

El rastrilleado de la grava alrededor de las rocas simboliza las ondas
que se producirán en la superficie de un lago si cayera una gota de agua.
De la misma manera que la gota altera la superficie lisa,
el pensamiento acude a la mente para interpretar esa realidad.
Es entonces cuando la modifica.


Shizen o Jinen, naturaleza, no significa en japonés lo que normalmente entendemos por ello en occidente al hablar de naturaleza. Mientras nosotros pensamos en bosques, paisajes, flora y fauna, "naturaleza" en el sentido de Shizen, según sugiere el ideograma sinojaponés, significa: el yo-mismo cuando se ha quemado todo lo visible. Se refiere al ser en sí mismo. Mirándolo de esta manera, el jardín Zen, precisamente por su desnudez, es plenamente naturaleza, Shizen.

El jardín Zen es un arte, el arte de representar lo más esencial de la realidad, tal cual es, haciendo aflorar su belleza íntima. De esta belleza vacía de un jardín Zen se puede decir con palabras de Ueda Shizuteru: "Algo es verdaderamente bello, cuando es más que bello." Ahí se reflejan una simplicidad y naturalidad extremas, una belleza que hace brillar el ser-tal-cual-es, la totalidad de las cosas.

Lo que pretende el Zen a través de los jardines es precisamente
mostrar que la realidad no debe ser entendida desde el pensamiento
sino desde lo que se ha dado en llamar la intuición pura.

En el jardín Zen se puede experimentar lo que la realidad es en su raíz, en su ser-como-es-en-sí-misma: esencialmente vacío, misterio; y a la vez diversidad. Igualdad y diferencia están entroncadas ambas de manera esencial en el mismo núcleo de la realidad, juntas son la realidad. "En la igualdad hay diferencia", como dice Yamada Koun Roshi comentando el "Hôkyôzammai". Y también: "Unidad y dualidad simultáneas son la verdadera manifestación de todas las cosas del universo." Son uno como palma y dorso de una mano. Un antiguo dicho Zen reza Shinku Myou, el verdadero vacío es la maravillosa diversidad de cuanto existe.


Se trata de que esta realidad no sólo se llegue a manifestar en un jardín Zen, en la pintura Sumi-e o en un arreglo floral, sino sobre todo en el arte de la vida cotidiana, libre de velos y distorsiones debidos a los "elementos venenosos" de odio, codicia y orgullo. El jardín Zen, al modo de imagen arquetípica, es una invitación que habla al fondo del corazón y lo evoca. En él brilla la verdadera realidad, la belleza del ser que transforma al ser humano y lo convierte en instrumento de paz.




Fuentes:

sábado, 9 de octubre de 2010

Sexta tarea: La separación entre esto y aquello

En esta parte del cuento, Baba Yagá impone a Vasalisa dos tareas muy difíciles. Las tareas psíquicas de una mujer son las siguientes:
Aprender a separar una cosa de la otra con el mejor criterio posible, aprender a establecer sutiles distinciones de juicio (separando el maíz añublado del bueno y sacando las semillas de adormidera mezcladas con un montón de tierra).
Observar el poder del inconsciente y su funcionamiento incluso cuando el ego no es consciente de ello (los pares de manos que aparecen en el aire).
Aprender algo más acerca de la vida (el maíz) y la muerte (las semillas de adormidera).
A Vasalisa se le pide que separe cuatro sustancias: que aparte el maíz añublado del maíz bueno y que aísle las semillas de adormidera de la tierra con la que están mezcladas. La muñeca intuitiva consigue realizar ambas tareas. A veces, este proceso de clasificación se produce a un nivel tan profundo que apenas somos conscientes de él hasta que un día...
La clasificación a la que se refiere el cuento es la que se produce cuando nos enfrentamos con un dilema o una pregunta, pero casi nada nos ayuda a resolverlo. Sin embargo, si lo dejamos reposar y regresamos más tarde, es posible que nos encontremos con una buena respuesta allí donde antes no había nada. "Si nos vamos a dormir, a ver qué soñamos", puede que la vieja de los dos millones de años venga a visitarnos desde su tierra nocturna. A lo mejor, nos traerá una solución o nos mostrará que la respuesta se encuentra debajo de la cama o en nuestro bolsillo, en un libro o detrás de la oreja. Se ha observado a menudo que una pregunta hecha antes de acostarse engendra con la práctica una respuesta al despertar. Hay algo en la psique, en la muñeca intuitiva, algo debajo, encima o en el inconsciente colectivo que clasifica el material mientras dormimos y soñamos. El hecho de confiar en esta cualidad también forma parte de la naturaleza salvaje.
Simbólicamente, el maíz añublado posee un doble significado. En forma de licor, se puede usar como sustancia embriagadora o como medicamento. Hay un tipo de micosis llamado tizón -un hongo velloso y negruzco presente en el maíz añublado- que se considera alucinógeno.
La clasificación del maíz que la Yagá le exige a Vasalisa está relacionada con la recolección de medicinas por parte de las viejas curanderas que hoy en día siguen desarrollando esta labor en todo Norte, Centro y Sudamérica. Vemos también los antiguos remedios y tratamientos de la curandera en la semilla de adormidera, que es un soporífero y un barbitúrico, y también en la tierra que se lleva utilizando desde la más remota antigüedad y se usa todavía actualmente en emplastos y cataplasmas, en baños e incluso, en determinadas circunstancias, para su ingestión oral.
Se trata de uno de los pasajes más deliciosos del cuento. El maíz bueno, el maíz añublado, las semillas de adormidera y la tierra son vestigios de la antigua botica curativa. Estas sustancias se utilizan como bálsamos, ungüentos, infusiones y emplastos para la aplicación de otras medicinas al cuerpo. Como metáforas también son medicinas para la mente; algunas alimentan, otras favorecen el descanso, otras provocan languidez y otras son estimulantes. Son facetas de los ciclos de la Vida/Muerte/ Vida. Baba Yagá no sólo le pide a Vasalisa que separe esto de aquello para establecer la diferencia entre cosas parecidas -como el verdadero amor del falso amor, la vida nutricia de la vida inútil- sino que, además, le pide que diferencie una medicina de otra.

Como los sueños, que pueden interpretarse a nivel objetivo sin que pierdan su realidad subjetiva, estos elementos de las medicinas/alimento también tienen un significado simbólico para nosotras. Como Vasalisa, también tenemos que clasificar nuestros agentes curativos psíquicos, clasificar incesantemente con el fin de comprender que el alimento de la psique es también una medicina para la psique, y extraer la verdad y la esencia de todos estos agentes curativos para nuestro propio alimento.
Todos estos elementos y estas tareas le enseñan a Vasalisa la existencia de los ciclos de la Vida/Muerte/Vida, del toma y daca del cuidado de la naturaleza salvaje. A veces, para aproximar a una mujer a esta naturaleza, le pido que cuide un jardín. Un jardín psíquico o un jardín con barro, tierra, plantas y todas las cosas que rodean, ayudan y atacan. Y que se imagine que este jardín es la psique. El jardín es una conexión concreta con la vida y la muerte. Incluso se podría decir que existe una religión del jardín, pues éste nos imparte unas profundas lecciones psicológicas y espirituales. Cualquier cosa que le pueda ocurrir a un jardín le puede ocurrir también al alma y a la psique: demasiada agua y demasiado poca, plagas, calor, tormentas, invasiones, milagros, muerte de las raíces, renacimiento, beneficios, curación, florecimiento, recompensas, belleza.


La jardinera

Para olvidarme de ti
voy a cultivar la tierra,
en ella espero encontrar
remedio para mis penas.

Aquí plantaré el rosal
de las espinas más gruesas,
tendré lista la corona
para cuando en mi te mueras.

Para mi tristeza violeta azul,
clavelina roja pa' mi pasión
y para saber si me correspondes
deshojo un blanco manzanillón.
Si me quiere mucho, poquito, nada,
tranquilo queda mi corazón.

Creciendo irán poco a poco
los alegres pensamientos:
cuando ya estén florecidos
irá lejos tu recuerdo.

De la flor de la amapola
seré su mejor amiga,
la pondré bajo la almohada
para dormirme tranquila.

Cogollo de toronjil,
cuando me aumentan las penas
las flores de mi jardín
han de ser mis enfermeras.

Y si acaso yo me ausento
antes que tú te arrepientas,
heredarás estas flores:
ven a curarte con ellas.

Violeta Parra

Durante la vida del jardín, las mujeres llevan un diario en el que anotan todas las señales de aparición y desaparición de vida. Cada entrada crea un alimento psíquico. En el jardín aprendemos a dejar que los pensamientos, las ideas, las preferencias, los deseos e incluso los amores vivan y mueran. Plantamos, arrancamos, enterramos. Secamos semillas, las sembramos, las mojamos, las cuidamos y cosechamos.

"Aquellos que gustan de la jardinería o quienes han sentido el relajo de un acto tan simple como regar el pasto, habrán podido comprobar que existe un efecto sanador en la entrega y el cuidado de las plantas. En muchos monasterios budistas por ejemplo, el trabajo en la huerta constituye parte de la diciplina de meditación diaria y se realiza como un ejercicio de contemplación activa. Cuidando el jardín se establece un vínculo afectivo y vibratorio, a través de actos y de palabras, beneficioso tanto para las personas como para la plantas. Comprobado es el hecho de que estas crecen mejor cuando se les habla con cariño o se les estimula de forma armónica.

"Cuando trabajo en el jardín me siento feliz, llena de alegría. El placer de ver crecer cosas es infinito", dice una jardinera. Esta misma sensación la comparten miles de personas en todo el mundo, quizás sin saber que mientras siembran unas semillas, trasplantan un geranio o podan un almendro están realizando una de las artes curativas más antiguas. Se le llama terapia hortícola y hace relativamente poco tiempo que se ha incluido en las ciencias de la salud. El doctor Benjamin Rush (1746-1813), al que llaman padre de la psiquiatría americana, declaró en su época que "excavar la tierra con las manos tiene un efecto psicoterapéutico". Mucho antes, en 1699, Leonard Maeger, autor de "El jardinero inglés", dijo que "no hay mejor forma para preservar la salud que pasar el tiempo libre en el jardín". Así como en la antigüedad se recetaban "baños de sol", o los actuales siquiatras hablan de "curas de sueño", este tratamiento consiste en estimular todos los sentidos, recorriendo, oliendo, palpando y escuchando acerca de las plantas y sus características.

En las últimas dos décadas, una serie de investigaciones han constatado que las plantas y las actividades relacionadas con ellas, si bien son beneficiosas para cualquiera y para quienes padecen estrés, depresión o alguna enfermedad crónica, tienen efectos especialmente destacables en personas con discapacidades físicas y mentales. También se ha visto que ayudan a los pacientes con enfermedades graves a recuperar su independencia, sus habilidades manuales y su calidad de vida. Además, las personas con problemas de comunicación aprenden a expresar sus sentimientos y a entablar relaciones intercambiando trucos de cultivo."
El jardín es una práctica de meditación en cuyo transcurso vemos cuándo es preciso que algo muera. En el jardín se puede ver llegar el momento tanto de la fructificación como de la muerte. En el jardín nos movemos, no contra sino con las inhalaciones y las exhalaciones de una más vasta naturaleza salvaje.
A través de esta meditación reconocemos que el ciclo de la Vida/ Muerte/Vida es algo natural. Tanto la naturaleza que da vida como la que se enfrenta con la muerte están deseando nuestra amistad y nuestro eterno amor. En el transcurso de este proceso nos convertimos en algo análogo a lo salvaje cíclico. Tenemos capacidad para infundir energía y fortalecer la vida y también para apartarnos del camino de lo que se muere.

Fuentes:

Clarissa Pinkola Estés
"Mujeres que Corren con los Lobos"


Apadrina el Blog "Hombres que corren con los lobos"









viernes, 1 de octubre de 2010

Sobre género, sexo y mujeres

En los últimos tiempos, debido sin duda a la relevancia de algunos temas relacionados con las mujeres, se han instalado en el lenguaje cotidiano conceptos propios del feminismo académico, como el género, o de la política feminista, como la paridad. Sin embargo, estos términos no siempre son bien utilizados, de forma que con frecuencia conducen a confusión más que a la clarificación de las situaciones.

Los profesionales del periodismo se han hecho eco de la desorientación general y están apostando por aclarar conceptos y simplificar los términos. En un programa televisivo, la conductora explicó públicamente que hablar de género conducía a dudas, ya que se trataba de un término gramatical, y que por tanto había decidido hablar de “mujeres” en su lugar. Es decir, no se trataría de violencia de género sino de “violencia contra las mujeres”, por poner un ejemplo. Un periodista veterano de nuestro país ha puesto de manifiesto en los últimos días el eufemismo que a su juicio significa hablar de violencia de género cuando en realidad el hecho al que nos referimos tiene ya un término, conocido por todo el mundo y de larga tradición cultural, que es el “crimen pasional”.

Admitiendo que se trata de un tema polémico y que, ciertamente, hablar de mujeres en lugar de género clarifica y simplifica los discursos, me propongo hacer algunas matizaciones respecto a los conceptos y sus implicaciones.

Una primera confusión es la que se produce entre género y sexo. El sexo viene determinado por la naturaleza, una persona nace con sexo masculino o femenino. En cambio, el género, varón o mujer, se aprende, puede ser educado, cambiado y manipulado. Se entiende por género la construcción social y cultural que define las diferentes características emocionales, afectivas, intelectuales, así como los comportamientos que cada sociedad asigna como propios y naturales de hombres o de mujeres. Ejemplos de esta adscripción de características en nuestra sociedad es pensar que las mujeres son habladoras, cariñosas y organizadas y los hombres son activos, fuertes y emprendedores. Podemos decir, usando las palabras de la doctora Victoria Sau, que el género es la construcción psicosocial del sexo. Una primera función implícita en el género es la de hacer patente que hombres y mujeres son más diferentes que similares, y éste es el motivo de que la sociedad humana haya establecido la existencia de estos dos géneros, fenómeno que tiene una dimensión universal.

La división que configura el género no es neutra, como han puesto de manifiesto muchas pensadoras a lo largo de la Historia. No hay más que mirar a nuestro alrededor para ver cientos de ejemplos: el vestidito rosa o el traje azul para el bebé que acaba de nacer según sea niña o niño; grandes zonas en los supermercados con juguetes de construcción, deportes o coches para niños y otras fácilmente identificables por los tonos pastel llenas de muñecas-bebé a las que cuidar y mimar, juguetes representando electrodomésticos y muñecas similares a las modelos televisivas que se pretende que las niñas emulen en un futuro próximo. Si alguien cree que esto pertenece al pasado no tiene más que visitar unos grandes almacenes cualesquiera, observar los anuncios televisivos para niños o revisar los regalos que han traído en las pasadas navidades los Reyes Magos. Los análisis realizados por el Consell Audiovisual de Catalunya sobre spots publicitarios de juguetes correspondientes a la navidad de 2004 mostraron una tendencia al incremento del sexismo y no a su disminución, como cabría esperar. Otros signos muestran la incidencia cultural en la determinación del género como, por ejemplo, la forma de vestir que aún impide a muchas niñas subir a determinados columpios o tirarse por el suelo mientras que los niños tienen absoluta libertad de movimientos. Si una niña llora, todos la consuelan; si es un niño, se le secan las lágrimas y se le pide que se comporte como un “hombrecito”. Insisto una vez más en que estos comportamientos educativos por parte de las personas adultas son todavía muy mayoritarios, pese a que existe la percepción social de que están ya superados. La realidad social dista mucho de la percepción que la ciudadanía tiene en este aspecto, como muestran una y otra vez los estudios que se realizan periódicamente al respecto y como puede observar cualquier persona con interés en el tema.

Después de estos ejemplos, no puede decirse en conciencia que las mujeres son diferentes de los hombres por naturaleza, más allá de sus características sexuales. Las diferencias educativas que hemos visto se ponen diariamente en práctica tanto por hombres como por mujeres: la mayoría de educadores tratan de forma diferente a los niños y niñas según su sexo, aunque sea inconscientemente. Al hacerlo, les están proporcionando, sin saberlo, un conjunto de comportamientos válidos, un género con el que identificarse. En las diversas sociedades se configuran roles y estereotipos asignados a hombres y a mujeres que conforman diversas maneras de sentir, pensar, actuar y vivir, en muchas ocasiones opuestas, incompatibles y, lo que todavía es peor, terriblemente injustas.

Del mismo modo, la forma como se generan y desarrollan las relaciones de poder viene determinada directamente por la socialización en función del género a que están sometidos niños y niñas desde que nacen. Las niñás observan a su alrededor que la mayoría de puestos importantes están ocupados por hombres. Consejos de Administración de las empresas, gobiernos locales y autonómicos, cargos de dirección de instituciones, los científicos galardonados... una abrumadora representación masculina en puestos de poder que dificulta su posible identificación con estos lugares donde se toman decisiones. Es cierto que cada vez con mayor frecuencia se oye hablar a médicas, alcaldesas, científicas, e incluso ministras, pero desde un punto de vista global y también debido a la menor presencia mediática, son casos que todavía resultan relativamente infrecuentes. El Programa de la Mujer que lleva a cabo la Universidad Politécnica de Barcelona, tratando de promover el interés de las jóvenes hacia carreras técnicas, podría aportar muchos datos sobre este particular. Esta educación que orienta mayoritariamente a un chico hacia una carrera técnica y a una chica hacia una carrera “humanística”, esta educación diferenciada en función del género, es la que genera discriminación hacia las mujeres en la gran mayoría de las sociedades conocidas.

El género se configura, por tanto, como una categoría conceptual que explica cómo la construcción social de nuestra cultura ha transformado las diferencias entre los sexos en desigualdades sociales, económicas y políticas. Esta traslación de diferencias biológicas a sociales es primordial ya que el concepto de género no sólo designa lo que en cada sociedad se atribuye a cada uno de los sexos sino que evidencia esta conversión cultural en desigualdad. En teoría, el tipo de relación existente entre los géneros podría ser igualitaria, con dominante masculina o con domnante femenina. Evidentemente, en la mayor parte de las sociedades conocidas, existe el sistema de género/sexo con dominante masculina pero esa división entre los sexos es siempre construida socialmente y no el producto de diferencias biológicas. No hay ninguna razón objetiva que explique que la diferencia deba convertirse en desigualdad.

Otra de las situaciones que dan lugar a confusiones es que, muy a menudo, se identifica género con mujer y no con relaciones sociales de género, como sería más adecuado teniendo en cuenta el origen del concepto. Por eso no debería olvidarse que cuando se habla de género las mujeres feministas nos estamos refiriendo a las relaciones entre mujeres y hombres y a las construcciones sociales que se hacen de la feminidad y de la masculinidad. Éste es el motivo de que género sea tanto una categoría relacional como una categoría política ya que las atribuciones de género son opresivas y rígidas tanto para los hombres como para las mujeres, aunque tradicionalmente las mujeres hayan salido perdiendo en este reparto.

De acuerdo con las premisas anteriores, las políticas llamadas de género no sólo se dirigen hacia las mujeres, sino también hacia los hombres, tratando de cambiar los patrones que la cultura les ha asignado a ambos. Parten de la base de que el género compromete a todas las personas, hombres y mujeres, y parten de la reflexión desde la experiencia. El género como categoría relacional permite tratar a todas las personas como iguales, en el sentido de tener el mismo valor, independientemente del sexo. No se trata, y ésta es ya la última confusión a la que aludiré, de considerar la igualdad de género como “igualdad a” los hombres, ya que eso significaría colocar a los hombres como medida de lo deseable, sino como “igualdad entre” diferentes personas de diferente sexo ante el mundo público y el privado.

Resulta en cualquier caso altamente estimulante y sano para nuestra sociedad comprobar cómo los conceptos relacionados con las mujeres tienen por fin un espacio en los medios de comunicación y contribuirán, como no puede ser de otra forma, a visualizar y reconocer los derechos de todas las mujeres, asignatura todavía pendiente para una auténtica proclamación de los derechos humanos.

Fuentes:

lunes, 27 de septiembre de 2010

Los rituales: rituales de purificación

En "El principito" de A. Saint Exupéry, el zorro y el Principito entablan un curioso y trascendente diálogo sobre los ritos. El zorro asevera solemnemente: «Los ritos son necesarios». El principito, con el espíritu que le caracteriza, pregunta: "¿Qué es un rito?". A lo que el zorro responde:
"Es lo que hace que un día sea distinto de los otros días; una hora, de las otras horas. Entre los cazadores, por ejemplo, hay un rito. El jueves bailan con las muchachas del pueblo. El jueves es, pues, un día maravilloso. Voy a pasearme hasta la viña. Si los cazadores no bailaran en día fijo, todos los días se parecerían, y yo no tendría vacaciones".
Los ritos constituyen una defensa instintiva del ser humano frente al desarrollo unilateral de la inteligencia y su influjo antisocial. Son una respuesta a la angustia que produce en el ser humano la realidad amenazadora que se le impone y no siempre puede controlar. Representan, a su vez, un buen antídoto frente a la rutina de la vida, al romper la uniformidad y monotonía en que se desarrolla la existencia humana. A esta ruptura del tedio que impone la pesada cotidianidad se refiere el zorro cuando dice que el rito es lo que hace que no todos los días y todas las horas sean iguales.

El ritual de purificación es uno de los mas extendido a lo largo de continentes y épocas. Sea mediante el agua, el ayuno o el fuego, este ritual no introduce necesariamente los conceptos de pecado, impureza o maldad, sino más bien la idea de renovación y regeneración, de dejar atrás y renunciar a un nivel, un estado o una posición. Es decir para liberar al cuerpo, a la mente y al espíritu de las ataduras de un estado anterior.
A menudo es utilizado antes de realizar algún acto ceremonial afín de arrastrar lo pasado, lo inútil, lo superfluo, y de este modo crear un vació donde tenga cabida lo nuevo, lo fresco y lo fértil. En este sentido el ritual de purificación se asemeja a las labores agrarias que concluyen con la espera de la próxima cosecha, representa la renovación de la naturaleza. Por ejemplo, la quema de los rastrojos, el barbecho, son formas de regenerar la tierra, son prácticas de renovación. De igual modo, tras el paso por un ritual de purificación como símbolo de nacimiento a una nueva vida, el novicio esta preparado para recibir la siembra de la iniciación.

Rituales de purificación:

La ceremonia del Temazcal o ceremonia del Inipi

Temazcal es el termino Náhuatl, mientras que Inipi es la palabra que se utiliza en Lakota.
El Temazcal o Inipi, es un ritual milenario que trasciende desde los Mayas, los Toltecas y los nativos Norteamericanos, y consiste en una ceremonia realizada dentro de una construcción cerrada a manera de choza, donde se tira agua sobre piedras al rojo vivo para crear un ambiente similar a un baño de vapor. Se utiliza también hierbas, especias e incienso.
El propósito de esta antigua ceremonia es la purificación tanto del cuerpo como del alma. Es más que un simple baño de vapor u otro tipo de sauna ya que es, en si mismo, toda una ceremonia o ritual de purificación, tanto física como mental. El temazcalero, curandero o Chamán guía todo el proceso y se busca una depuración física, emocional y espiritual. El Temazcal es considerado como un lugar sagrado donde se va a pedir por algún propósito o simplemente a agradecer y recibir la bendición y purificación de los cuatro elementos, Tierra, Agua, Aire y Fuego. Dentro se está caliente y recogido. Es en este espacio, donde nos sentimos protegidos, donde podemos iniciar una ceremonia que nos limpie y nos transforme. Queremos volver a salir (renacer) siendo una persona nueva.
Hay que recordar que el Temazcal está hecho a semejanza del vientre de la mujer, del útero de la madre. Es el mismo vientre de la madre Tierra o Pachamama, donde por un agujero estrecho y oscuro, entramos lo más desnudos posible y salimos, renaciendo a nuestra vida en el Planeta, con una visión más clara de lo que tenemos que hacer, sanar, reconciliar y trabajar.
En el intento de recobrar nuestra memoria ancestral y abrir nuestro corazón, necesitamos reestablecer nuestra conexión con la Madre Tierra: Pachamama. El Temazcal es la vuelta al Útero Materno de la PachaMama, de donde la vida se cobija y gesta, y también es volver a Nacer, más livianos, más alegres, más vitales.

Las abluciones

El agua tiene propiedades purificadoras innatas. Limpia y purifica la energía negativa y estancada y devuelve la sensación de paz y claridad. Cada vez que nos bañamos liberamos energía negativa e incorporamos influjos positivos.
Desde los tiempos más remotos se ha utilizado en las ceremonias espirituales y se ha asociado con los misterios de la existencia humana. Aunque un ritual no necesariamente  se ha de cumplir dentro de un contexto religioso, el ritual de lavado o abluciones (latín ablutio, "me lavo; lavado") se ha incorporado en numerosas doctrinas y se realiza mediante la inmersión, aspersión o afusión de una persona en el agua.
Dicha práctica se ejecuta en religiones como el judaísmo donde es denominada mikve y en el cristianismo donde toma el nombre del sacramento del bautismo.
En el Hinduismo el agua es considerada como un elemento purificador con poderes espirituales. Lavarse con agua por la mañana es una obligación diaria. Cerca de cada templo se encuentra una fuente de agua y los adeptos deben bañarse en ella antes de entrar en el templo.
Según el islam, las cinco oraciones al día (o salat) deben llevarse a cabo después de haber lavado ciertas partes del cuerpo usando agua limpia o abdesto; sin embargo, en caso de que no hubiese agua limpia se realizan abluciones con polvo o arena las cuales son denominadas tayammum.
En el sintoísmo el agua es empleada en casi todos los rituales para purificar una persona o un lugar, como es el caso del ritual misogi. El culto de los kamis (deidades), comienza, siempre, por un acto de purificación mediante el agua. La purificación permite restablecer el orden y el equilibrio entre la naturaleza, los humanos y las divinidades. El Sintoísmo es la religión autóctona de Japón basada en la veneración de los kamis, esas innumerables deidades que contiene la naturaleza. Las cascadas se consideran sagradas.
Algunos cultos emplean agua especialmente preparada para propósitos religiosos, como el agua bendita de algunas denominaciones cristianas o el amrita en el sijismo y el hinduismo.

El ayuno

La mayoría de las religiones tienen como bien el de ayunar , cada una lo practica y lo dispone de un modo diferente y hasta tienen propósitos un poco diferentes , pero lo importante es ayunar, en la Iglesia Cristiana se tiene como bien Ayunar antes de cualquier evento de carácter Espiritual , como: antes del miércoles Santo de ceniza y la comunión, en el Islam se realiza un mes entero de Ayuno que se conoce como Ramadán. En las culturas indígenas los Chamanes lo utilizan tanto para ellos como para sus aprendices antes de realizarse un rito de iniciación sagrado o para la toma de alguna sustancia enteogena.
El ayuno limpia el cuerpo de podredumbre y lo mantiene sano eliminando todo lo indeseable acumulado en el cuerpo durante años de alimentación inadecuada, también en el ayuno se elimina la materia astral inferior del hombre, provenientes de la alimentación carnívora y del consumo de elementos contaminantes; si bien un proceso de completa purificación puede llevar años, según el grado de envenenamiento del ser holístico.
En la Medicina Ayurveda se aconseja que se Ayune un día a al semana para tener una muy buena salud, tanto física como mental. El ayuno permite que el organismo descanse de la función de digestión y actúe en las funciones de eliminación y desintoxicación activando las capacidades de regeneración y renovación de todo el organismo, es el método de purificación mas natural y efectivo que se conoce, los animales lo realizan cuando se sienten enfermos, se abstienen de comer hasta que se mejoren y la Fuerza Vital de la naturaleza les devuelve la salud ; al ayunar se le permite a la naturaleza obrar en el cuerpo físico y los otros cuerpos (el emocional, el mental y el espiritual), y ella se encarga de restablecer la armonía y el equilibrio orgánico.
Los propósitos del ayuno son muchos : por salud, de higiene, a nivel anímico, sociales y espirituales , y cada uno de ellos no se puede separar del otro, van interrelacionados, pero los principales son dos: por salud y espiritual , de hecho el espiritual fue el mas usado antiguamente, ahora las medicinas alternativas y naturistas lo aconsejan y utilizan mucho pues han encontrado en el un método eficaz para la desintoxicación del organismo y para curar y ayudar a mejorar un sin fin de enfermedades.
El propósito del ayuno en la parte espiritual: es el de sacar todo lo venenoso, podredumbre, vibraciones astrales inferiores y energías negativas. En este proceso la fuerza vital de la naturaleza echará del cuerpo todo lo indeseable para que teniendo un cuerpo mas sano y purificado, el Ser se manifieste mas claro y profundo. El ayuno se asemeja a derribar los cimientos de una vieja casa, elimina todo lo que no sirve y estorba, para levantar nuevamente sólidos cimientos y construir con materiales nobles una morada digna donde el Espíritu pueda vivir y expresarse mas claramente.

La purificación por el fuego

Los innumerables rituales de purificación por el fuego de todas las culturas, son característicos de culturas agrarias. Simbolizan, en efecto, los incendios de los campos que se embellecen luego con un manto verde de naturaleza viva, representan la renovación. La más conocida de esas manifestaciones puede ser, tal vez, la de las hogueras, también llamadas candelas o queimadas. Las culturas antiguas, ya fuera la cretense, la helénica, la etrusco-romana o la ibérica, nos han legado esos ritos y costumbres de componente místico donde predominan la preocupación del hombre por la identificación con la naturaleza y la purificación a través del fuego el agua, la tierra y el viento.
Sin duda, la gran noche de las hogueras es la de San Juan, o Litha para los paganos, entroncada con las antiguas celebraciones del solsticio vernal y considerada como una de las noches mágicas por excelencia. La noche de San Juan, donde se queman los malos augurios en forma de objetos del pasado y se piden los deseos al mar, se convierte en un homenaje a la Madre Naturaleza que nos ofrece misterios con los que el hombre ha convivido miles de años. En el Sabbath de Litha celebramos la noche más larga del año, la llegada de una nueva estación, la estación de la cosecha, y el solsticio de verano.
Otro ritual de purificación es el Agnihotra de la tradición ayurvedica. Es un proceso de purificación de la atmósfera mediante la acción del fuego preparado en una pirámide de cobre, sintonizado al biorritmo de la salida y la puesta del sol. Este ritual ayuda a establecer un equilibrio bioenergético en toda la naturaleza: atmósfera, suelos, aguas, plantas, animales, y seres humanos.
La custodia del fuego sagrado como símbolo purificador y regenerador se extiende de la antigua Roma a Angkor, desde el Occidente al Japón. EI fuego es el símbolo divino esencial del mazdeísmo. La liturgia católica del fuego nuevo se celebra en la víspera pascual. La del Shintó coincide con la renovación del año. El papel del herrero introduce al de su pariente el alquimista, que confecciona la inmortalidad en el fuego de su hornillo. En Oriente, el fuego del crisol interior, se corresponde con al plexo solar y al Chakra Manipura que evoca también "el fuego que no quema" del hermetismo occidental. Los taoístas, por otra parte, entran en ese fuego para liberarse del condicionamiento humano. Buddha substituye el fuego sacrificial del hinduismo por el fuego interior, que es a la vez conocimiento penetrante, iluminación y destrucción de la envoltura: "Atizo en mí una llama... Mi corazón es el hogar, la llama es el yo domado". El hombre es fuego, y como tal ha de disolver su envoltura y unirse a la fuente de la que está separado. Los Upanishad aseguran paralelamente que quemar por fuera no es quemar. De ahí los símbolos de la kundalini ardiente en el yoga, y del fuego interior en el tantrismo tibetano.
El Fuego, en los ritos iniciáticos de muerte y renacimiento, se asocia a su principio antagonista, el Agua. Así, la purificación por el fuego es complementaria de la purificación por el agua. Como el sol por sus rayos, el fuego por sus llamas simboliza la acción fecundante, purificadora e iluminadora. Pero presenta también un aspecto negativo: obscurece y sofoca por su humo, quema, devora, destruye. El fuego también simboliza el intelecto, es decir la conciencia, con toda su ambivalencia: la Ilama que sube hacia el cielo representa el impulso hacia la espiritualización. El intelecto en su forma evolutiva es servidor del espíritu. Pero la llama es también vacilante, lo cual explica que el fuego se preste igualmente a representar el intelecto en cuanto olvida al espíritu. Recordemos que el espíritu se entiende aquí en el sentido de supraconsciente. EI fuego humeante y devorador, todo lo contrario de la llama iluminante, simboliza la imaginación exaltada, lo subconsciente, la cavidad subterránea, el fuego infernal, el intelecto en su forma rebelde: en pocas palabras, todas las formas de regresión psíquica. El fuego es también, en esta perspectiva, en cuanto quema y consume, un símbolo de purificación y de regeneración. Hallamos aquí el aspecto positivo de la destrucción. Purificadora y regeneradora, el agua también lo es. Pero el fuego se distingue de ella en que simboliza "la purificación por la comprensión", hasta su forma más espiritual, por la luz y la verdad; el agua simboliza la purificación del deseo hasta su forma más sublime, la bondad.

Definición

En un proceso ritual se incluye prácticas de muy distinta complejidad. Un ritual comprende un conjunto de actos y/o interacciones más o menos estructuradas, emparentadas y marcadas de algún valor simbólico y que generalmente encuentran un sentido o razón de ser en un contexto especifico. El ritual no se restringe únicamente a la ceremonia de realización, sino que incluye el proceso completo de preparación, la experiencia misma de ejecución y reintegración posterior a la vida cotidiana. Pues en todo ritual se distingue un aspecto formal y un aspecto vivencial, que forman un todo indisoluble. Un rito desde el aspecto formal prescribe un conjunto de acciones simbólicas que han de ejecutarse de un modo determinado y en cierto orden (tiempo y lugar adecuados) y pueden o no estar acompañados por fórmulas verbales. El componente vivencial implica la exigencia de un fuerte compromiso en su realización, sin el cual la experiencia carecería de significado privado, convirtiéndose en algo vacío. Cuanto más flexible sea el proceso de ejecución de un ritual, mas sencillo sera incorporar nuevos significados que se ajusten a los cambios históricos e individuales, potenciando de ese modo, un estado adecuado de conciencia que evoque emociones intensas.


Funciones de los rituales

Las principales funciones descritas que cumplen los rituales en la vida de las sociedades, pueblos, familias e individuos son las siguientes:

1. Los ritos hacen predecible la vida, proporcionando un sentimiento de pertenencia al grupo, que incide en el sentimiento de identidad de los individuos que lo forman. Los rituales ordenan y regulan el funcionamiento social, confirmando la estructura social, promoviendo a la vez una evolución en esta con mínimos conflictos.

2. Otra función primordial es la transmisión de la cultura, valores y normas más perdurables. Por un lado, crean un sentimiento de solidaridad, cohesión y continuidad en los grupos, y por otro, contribuyen notablemente a la creación de los sistemas de creencias de un grupo.

3. Los rituales tradicionales no sólo canalizan la coordinación social entre individuos, familias, y pueblos o comunidades en el aquí y ahora, sino también entre el pasado, presente y futuro representados por las diversas generaciones.

4. Los rituales de transición señalan y al mismo tiempo permiten efectuar el paso de una etapa a otra del ciclo vital. Su componente de acción hace que los roles, relaciones, normas y concepciones del mundo se modifiquen durante su ejecución. Admitiendo que toda transición supone en mayor o menor medida un desequilibrio, las ceremonias rituales aportan una estructura conductual en la cual pueden acontecer los cambios y, después, normalizan la vida que sigue a los mismos.

5. Gracias a los símbolos que engloban, los rituales cumplen una triple función:
(a) En primer lugar, proporcionan significados polivalentes a conductas, afectos y cogniciones, lo que incide directamente en las partes abiertas o creativas de los rituales;
(b) en segundo lugar, dichos símbolos caracterizados por la multiplicidad de significados evocan intensas emociones, uniendo en una misma experiencia fenómenos muy distintos que no podrían asociarse simplemente por medio de palabras;
(c) trabajan al mismo tiempo con los polos sensoriales y cognitivos del significado, razón por la cual es importante cultivar la potencialidad de cambio del más mínimo detalle, también del estético.

6. La naturaleza simbólica del ritual hace posible que operen y se mantengan al mismo tiempo los dos aspectos de una contradicción. En el ritual de correr el gallo, por ejemplo, la continuidad y el cambio.

7. Los rituales aportan apoyo y contención a las emociones generadas por crisis vitales. Esta función se ve mejor en situaciones vitales difíciles, por ejemplo la muerte de un ser querido. En tales situaciones es frecuente que las personas no manifiesten sus emociones ni sentimientos por miedo a la abrumadora amenaza de una pérdida de control. Precisamente, en dichas circunstancias, es cuando los rituales favorecen y encauzan la expresión de fuertes emociones, impidiendo que se desborden. Asimismo, propician una elaboración no consciente de la crisis, haciendo que los sujetos contemplen los cambios, operados en ellos y en sus relaciones, como algo que escapa a su comprensión.

8. Finalmente, los rituales favorecen cambios en el estado de conciencia, ya que, como mínimo, centran la atención de los participantes en aquello que están experimentando o presenciando, creando un ×estado de atención. Diversos autores han propuesto la utilización de vías no conscientes de transmisión de mensajes, por parte del ritual, como una posible forma de evitar posibles resistencias conscientes a los mensajes que este trasmite.

En algunas ocasiones se emplea el ritual como “herramientas de trabajo” con el objetivo de conseguir un cambio sistémico. Los rituales son procedimientos propios de pueblos y grupos que promueven el cambio individual, tribal y social. Las acciones y símbolos forman parte de ellos, aunque varíen en complejidad y duración. La repetición, aunque puede componer algunos rituales no es un elemento necesario.
Los antropólogos fueron los primeros en analizar los rituales. Sostienen que los ritos convalidan la estructura social actual y promueven la resolución de problemas personales y sociales, al facilitar la manifestación de ideologías, valores, normas y emociones mediante los actos simbólicos.
En las sociedades y culturas africanas, el paso de la niñez-adolescencia-adultez, es representado con el “rito de iniciación de la serpiente”. Este rito consiste en que al igual que la serpiente que muda de piel, el niño se transforma en adulto y se hacen una serie de danzas y junto con pinturas y vestidos representa el paso de una etapa a otra.
Los “ritos de iniciación” ayudan a los participantes a integrarse de forma exitosa a nuevos modelos de conducta dentro de la comunidad. Son un método formalizado para redistribuir el poder tribal y reorganizar las nuevas relaciones, le brinda a los adolescentes la oportunidad de aumentar su autoconfianza cuando experimentan la aceptación y el éxito de su crecimiento.

Todo ritual debe ser lo suficientemente flexible para así adaptarse a las nuevas necesidades individuales y colectivas.
Los rituales de las sociedades primitivas cumplen una triple e indisoluble función sociocultural:
1. Organizar la vida de los pueblos definiendo y confirmando su estructura social.
2. Si son adecuadamente flexibles, introducir armónicamente las nuevas normas y valores que la evolución histórica exige.
3. Dotar de significado a las experiencias vitales, convirtiéndose en un valioso instrumento para aprender no sólo las normas y valores patrimonio de la tribu, sino también todo un compendio de conocimientos y habilidades imprescindibles para la vida.

Tipos de rituales

1. Rituales de Transición:

Actúan en las transiciones normativas experimentadas por personas y grupos a lo largo de su vida, marcando el final de una etapa de desarrollo y comienzo de otra nueva. Estos procedimientos cambian el funcionamiento del grupo al que pertenecen los protagonistas de la transición. Transforman los roles y estatus de los participantes, alteran sus frecuencias de interacción, organizan sus estados internos afectivos y cognitivos e introducen cambios prescritos en sus relaciones, que quedan reemplazadas por otras nuevas y cualitativamente diferentes.

Se diferencia tres etapas fundamentales en una situación de transición:
a) Etapa de separación o “segregación”: Comprende una serie de ritos de separación. Su finalidad es que la interacción del sujeto con el grupo que se desliga se reduzca ostensiblemente o termine por completo.
b) Etapa marginal: Es sumamente compleja. En ella, el sujeto se encuentra entre 2 posiciones, la antigua y la nueva. El proceso de cambio del ritual declara simbólicamente muerta la antigua situación.
c) Etapa de incorporación a la vida” normal”: Se delimita a través de un rito de reunión con la comunidad, normalmente concretado en una gran fiesta, que define que las relaciones han cambiado y que las frecuencias de interacción ahora serán diferentes. En este ritual de paso se incorporan los ritos de iniciación.

2. Rituales de Continuidad:

A diferencia de los ritos de transición que generalmente se realizan solo una vez en la vida de cada individuo, los rituales de continuidad se ejecutan repetidamente, siendo su finalidad marcar el ritmo de la vida y mantener una continuidad, una normalidad dentro de cada etapa del ciclo vital.
Entre los ritos de continuidad se encuentran: Telécticos e intensificación.

a) Telécticos: Pueden ser diarios, semanales o anuales. El término griego “teléctico” significa desprenderse de lo viejo (despedida y dar la bienvenida a los nuevo, saludo).
Hechos tan comunes en la vida cotidiana como las acciones de saludar y despedirse producen un intercambio de mensajes emocionales como alegría y tristeza, fundamentalmente a través de canales no verbales. Los participantes indican que juntos forman un sistema en el que ciertos sentimientos juegan un papel importante y en el que ocupan ciertas posiciones y representan ciertos roles.

b) Intensificación: Actividades ritualizadas colectivas de un grupo, actividades que pueden coincidir con los cambios periódicos del entorno.
En nuestra cultura, la ausencia de rituales de continuidad conduciría a un elevado grado de confusión o ambigüedad y a conflictos acerca de los roles dentro de la comunidad.
Las celebraciones constituyen acontecimientos anuales festejados ampliamente en el contexto cultural: Año Nuevo, Acción de Gracias, Natividad, la festividad de Holi. La universalidad de sus símbolos designa al clan o a la tribu como grupo perteneciente a una determinada cultura, aportándole una identidad cultural.
Las tradiciones como conmemoración del principio o final de un ciclo: nacimientos, aniversarios, cumpleaños, siembras o cosechas están menos establecidas culturalmente y forman parte de la identidad e idiosincrasia de cada grupo, diferenciándolo del resto de su misma cultura.
Las rutinas de la vida cotidiana, son actividades diarias, de las que por habituales se tiene menos conciencia, con alto contenido simbólico, desarrolladas en torno a la hora de la comida, la hora de acostarse, las visitas de amigos o familiares y momentos de ocio.

Fuentes:


Apadrina el Blog "Hombres que corren con los lobos"




jueves, 23 de septiembre de 2010

Las madres de la Vida/ Muerte/Vida: Mujer Araña

En el conjunto de creencias humanas primitivas, a lo largo de cinco continentes y de un periodo que abarca 5000 años, la araña ha sido vinculada a importantes divinidades en las que residen a un tiempo tanto poderes creadores como destructores. La araña ha sido símbolo de Vida (Creación, fertilidad y sexo) por su capacidad para la construcción de telas orbiculares a partir de sí misma, pero también de Muerte (Guerra y destrucción) por su capacidad predadora y la toxicidad de su veneno. Esta ambivalencia, basada en la interpretación de la actividad, biología y capacidades generales de las arañas, puede rastrearse en antiguos mitos mediterráneos (Mesopotamia, Egipto, Grecia), pero también en el continente africano, en las culturas mesoamericanas (especialmente en la civilización Maya) y entre las tribus de nativos norteamericanos o en las islas del Pacífico.
La araña además ha atribuido a sus divinidades portadoras otros poderes o facultades como la astucia y habilidad para la caza o las actividades de hilado y confección textil. Resulta sorprendente la extensión del mito pero, especialmente, en un símbolo de esta complejidad, asombra la coincidencia de interpretaciones entre civilizaciones tan alejadas en el tiempo y en el espacio.

En la cultura de los navajos, el tejido del Mundo depende de Na´asheje´ii Asdzáa, Mujer Araña, pues es la que teje el destino de los seres humanos, animales, plantas y rocas. Ella es la Tejedora, Creadora de la red del orden cósmico, una representación mítica de la Mujer Sagrada, la Diosa del destino de la vida y de la muerte, así como uno de los personajes que aparece en los mitos sobre los orígenes de este pueblo. Las telas de araña eran las manifestaciones de su excepcional talento en el arte de la tejeduría y su espíritu guiaba la mano de las hábiles tejedoras navajo. Su genio dependía de las leyes de la naturaleza directamente ligadas a la fuerza del sol y del trueno. Así, cuentan los navajos, que Mujer Araña, que vivía en una caverna secreta en el Cañón de Chelly, tejió su primera tela sobre un impresionante bastidor forjado por relámpagos y rayos del sol, en lo alto de Spider Rock, y después enseño a tejer a las mujeres. Mujer Araña explico a las tejedoras cómo utilizar cuerdas para crear figuras alegóricas basadas en los relatos sobre la formación de las estrellas. Los conocimientos pasan de madres a hijas, con arreglo a una tradición que se remonta muchas generaciones. Con frecuencia, se heredaban los utensilios, como la tablilla de separar la urdimbre (hilos verticales), y el peine para apretar la trama (hilos horizontales). En las tribus navaja, toda la propiedad pasaba de madres a hijas.


Para los Navajos, la vida de los seres humanos debes de estar en relación con las estrellas, el Sol, los animales y cualquier elemento natural. Esto sirve para mantener los pensamientos y las acciones en orden, ya que de lo contrario se pierden.

La mujer salvaje. La araña como arquetipo. Lo lúdico, como motor vital.

"La ciudad se va transformando en un organismo, donde los individuos comienzan a sentirse oprimidos e invadidos, ya sea por el ruído, la contaminación visual, la agresión, etc.
Las mujeres, como individuos sociales, ciudadanas, y habitantes de la ciudad, nos encontramos atravesadas por esta realidad, sumándole a ello, las opresiones todavía vigentes, propias de las cuestiones de género. Pero las mujeres, poseemos en nuestra psique, una fuente inagotable de energía y vitalidad que se relaciona con el contacto íntimo que podemos sostener con nuestro lado salvaje, la cual es manantial para la creatividad, que nos permite reciclar y resignificar los infortunios y las luchas cotidianas con las que nos tenemos que encontrar y superar en nuestras diarias tareas, desde las cargas del hogar, hasta el encuentro con la calle y el diario salir a “ganarse el mango”. En la ciudad, la gran parte de las mujeres, nos encontramos solas sosteniendo la estructura del hogar, ya sea porque de echo, lo estamos, o solas a medias, porque el hombre no logra contrapesar y ocupar el lugar que le cabe, para que las cosas sean parejas, en el caso de formar un hogar en conjunto, o tener hijos en común, viviendo tal vez bajo distintos techos. Y las mujeres, como decíamos, tenemos un importante pilar, que nos posibilita dar batalla a los inconvenientes que se nos presentan, ya que como dijéramos antes, la mujer salvaje es el contrapeso que aliviana y ayuda a sopesar el cumplimiento de obligaciones a veces ineludibles, por ser únicos sostenes de hogares.
La mujer salvaje, nos libera, y nos conecta, con lo que Pikola Estés nombra como “el hogar”, ese lugar, donde nos encontramos con nuestra intimidad, lográndose a través de actividades creativas como pintar, dibujar, cantar, etc., u otras tan simples como salir a caminar, sentarnos a comer mandarinas al sol del invierno, disfrutar del silencio de la madrugada, tomar un baño, cepillar nuestro cabello, etc. La mujer salvaje, nos permite, liberarnos, nos da la posibilidad de echar a volar con nuestros sueños, y también la fuerza de realizarlos, nos permite, vislumbrar cada día un día distinto, cada momento único. Sin la conexión con nuestro lado salvaje, las mujeres perdemos el norte de nuestra vida, el sentido, el “qué, cómo y dónde”, porque este nexo es un complejo entramado de sentires, visiones, emociones, que se expresan en acción.
Una mujer que sólo sueña, no está en contacto con su parte salvaje, ya que la mujer salvaje acciona, pelea, lucha, aún con una sonrisa plácida.
Y una mujer que se conecta con su arquetipo salvaje, también, se siente parte de otros, con otros y para otros. Ya no es la mujer, dentro de su hogar o en su trabajo preocupada por los suyos y lo suyo, sino, que es una mujer inserta en un contexto que la sensibiliza hasta la acción, sintiéndose parte pero también comprometiéndose como necesaria para ocupar lugares donde se requiere en forma urgente la visión femenina.
La mujer salvaje que nos habita, nos alienta a recuperar hábitos dormidos y tapados por la creencia que una mujer de hierro, podría ser la solución. Al contrario, la mujer salvaje, conoce sus partes vulnerables, y cuando hace falta para su salud, se retira “a lamer sus heridas”, para reconfortarse y sí regresar a la manada. Porque la mujer que se vincula con su parte salvaje, se sabe parte de un entramado invisible de vínculos y redes, que vienen siendo tejidas desde antepasados. La mujer salvaje, puede sentarse con sus amigas y colegas, y sentirse alrededor del caldero, o vincularse con el sentimiento de las mujeres tejedoras de antaño, que en sus silencios, y en sus puntos y contrapuntos tejían sus propias historias y secretos compartidos. Porque las mujeres nos sentimos “compartidas” por el solo echo de sabernos mujeres. ¡Cuántas nuestras casas se han convertido en guarderías, consultorios seudo sicológicos, bares de ocasión!?, a veces con vecinas, vendedoras de paso, o amigas entrañables.
En la cultura de los navajos existe Na´asheje´ii Asdzáa, la Mujer Araña, que teje el destino de seres humanos, animales, plantas y rocas. Nosotras tomamos la figura de la araña, desde éste lugar, como gestora y tejedora del destino de todos los seres, pero también, tomándonos como parte de un entramado, que nos atraviesa y nos alienta en la fibra más íntima de nuestros corazones a ser arañas que alienten a otros y otras a considerarse parte de éste planeta que habitamos, disfrutarlo y concientizarnos de cuidarlo.
Para tener en cuenta, que el juego, como el arte, son disparadores para conectarnos con nuestra intimidad para encontrar allí, lo necesario para responder como mujeres, a la urgencia que se nos plantea, que nos atañe y nos urge, realizar acciones que tiendan a concientizar y hacernos cargo de que si queremos un mundo mejor para todos, podemos comenzar por realizar mínimas acciones. Que las mujeres, desde nuestro lugar de nutricias -entiéndase la energía femenina- nos debemos el derecho y el protagonismo de ayudar y ser potavoces como lo hemos sido a lo largo de la historia- pero ahora, con más fuerza, de voces que están acalladas o que aún nadie las oye o no fueron oídas, sobre el derecho de vivir en un planeta con tanta riqueza y belleza como el que recibimos al nacer, para las generaciones que nos siguen y también para nuestra propia vejez.
En muchas culturas antiquísimas (como los indios Hopi) aparece la araña, como un ser femenino dador de vida, nutriente también de las piedras, los vegetales, los animales y los seres humanos. Nos interesamos, entonces, por ésta figura, significado y significante de una deidad, que nos identifica, en las grandes y pequeñas cosas, que cotidiana o extraordinariamente realicemos."

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Las madres de la Vida/ Muerte/Vida: Las Moiras

Llama la atención el gran número de culturas y de panteones que poseen una o varias divinidades, femeninas o masculinas, relacionadas con el tema de tejer el hilo de la vida de los hombres. En la antigüedad, se creía que el destino del hombre estaba determinado desde el nacimiento por una o por varias diosas. Estas diosas, las Parcas de los romanos, las Moiras de los griegos, las Atroz de los egipcios, estaban siempre haciendo algo así como hilar o tejer un hilo.
Diversos pueblos han tenido la creencia de que la vida humana está determinada, a veces desde el nacimiento, por diosas maternales o por seres sobrenaturales, y que la vida termina cuando ellas cortan una cuerda o un hilo.

De los conceptos asociados con el tiempo surge, en la mitología griega deidades preolímpicas que personificaban el destino, son las Moiras (Μοῖραι, repartidoras).
Como Diosas Lunares, aparecían siempre en número de tres, representación de las fases de la Luna y consecuentemente simbolizaban el presente, pasado y futuro, o sea: el nacimiento, la vida y la muerte. No solo eran las dueñas de la vida y del destino del hombre, cuya trama hilaban, sino que también se encargaban de velar porque se cumpliera el designio de cada ser, incluyendo el de los propios dioses. Estas tres hilanderas, hijas de Ananqué (Necesidad) se relacionaban con los nacimientos, ya que en esos momentos ellas decidían el sino de los recién nacidos, deparándoles la parte de suertes, alegrías y desgracias que les correspondían, predestinandoles y asignandoles una "función", rumbo u objetivo durante su existencia que inexorablemente concluía con la muerte.
Tanto en la Ilíada como en la Odisea se hace alusión a las Moiras que han tejido los hilos de la vida de cada persona en el momento de su nacimiento. La primera hilaba el hilo de la vida, que era medido por la segunda y cortado por la tercera, acto con el cual la existencia del sujeto llegaba a su fin. Se las representaba habitualmente bajo la forma de tres pálidas y solemnes ancianas vestidas de blanco que hilan en silencio a la tenue luz de una lámpara de aceite, dotadas de sus instrumentos: el huso, la vara de medir y las tijeras. Todavía en la tradición griega moderna está presente la figura de las Moiras que aparecen tres días después del nacimiento del niño para hilar su hilo.

Cloto, (Κλωθώ, ‘hilandera’) la más joven, la que hila, lleva un ovillo de lana, se encarga de crear las hebras o hilos de la vida con su rueca. Ella decide el momento del nacimiento de una persona.
Láquesis, (Λάχεσις, ‘la que echa a suertes’) la que asigna el destino, enrolla el hilo en un carrete dirigiendo el curso de la vida y determinando el futuro de los seres. Es la que decide que tan largo va a ser el hilo del destino de todos los hombres y por tanto la duración de la vida;
Átropos, (Ἄτροπος, ‘inexorable’ o ‘inevitable’) la inflexible, es una anciana que toma del carrete el hilo de la vida y lo corta con ayuda de sus tijeras. Determina el momento de la muerte de los seres, sin discriminar edad, posición, riqueza ni ninguna otra prerrogativa, pues la muerte nos llega a todos por igual.
Las Moiras eran a la vez diosas de la vida y de la muerte. Al conocer el destino de los hombres conocían su futuro, por lo que se les atribuía también la capacidad de hacer profecías.



"Las Moiras"

Tristes doncellas, casi sin vida,
inmortales damas tejedoras,
tres melancólicas personificaciones,
nacidas de la negra Nix…la obscura noche
tejen día a día un incansable destino ,
hilan escondidas en un infinito silencio,
bajo la débil luz de una lámpara de aceite.

Cloto “La Hilandera”

Testigo de cada nacimiento,
la mas joven de las tres divinidades,
la rueca en su mano
lleva hilos de todas las calidades
teje la vida incansablemente,
para cada quien con un hilo diferente,
oro y seda a los bienaventurados
lana e hilos ásperos para los infortunados
ella teje la vida sin algún consentimiento.

Láquesis “Mide el Destino”

Segunda en edad entre las diosas,
surca todos los hilos,
sin importar si son ásperos o finos
de ella de pende curso de las cosas,
en un carrete se van las vidas,
se enrollan los tejidos,
dirigiendo el curso de las existencias,
hasta estas quedar sin salidas.

Átropos “La Inevitable”

Mayor que todas las anteriores
ni los dioses pueden con sus decisiones
sus miradas…las mas melancólicas
su vida…la mas apagada
a pesar de ser inmortal
ella ve a sus hermanas hilar
hasta llegar el momento de vidas cortar
le da fin a los hilos
sin importar posición social
corta con tijeras de oro
el tejido de la vida
sus inexorables decisiones
son ordenes para la muerte.

"Los Tres Destinos..."
...Tejen, enrollan y cortan los hilos de la vida
y al cortar los hilos se cumple lo inevitable.


El huso y la rueca, como la acción de hilar, son símbolos de la vida y de la duración, por lo cual están relacionados con la esfera de la luna, es decir, de lo transitorio, de lo que tiene fases. Por ello, las deidades que han integrado las cualidades de la luna, la tierra y la vegetación, acostumbran tener como atributo el huso o la rueca. Es el caso de Ishtar, la diosa madre de los asirios, que teje el hilo de la vida y lo corta. Este significado se ratifica, definiendo el huso como símbolo de la Magna Mater, que hila con él en la montaña de piedra o en la copa del árbol del mundo. Por su forma, el huso es una mandorla y tiene el significado de la interpretación de los dos círculos (cielo y cierra), es decir, del sacrificio que renueva la fuerza generadora del universo. Todos los símbolos fusiformes significan la idea general del sacrificio mutuo y la fuerza de la inversión.
Diccionario de símbolos
Por Juan-Eduardo Cirlot

Hilar, como también cantar, resulta una acción equivalente a crear y mantener la vida.El hilo es un símbolo universal: éste es el que liga a todos los estados de la existencia entre sí y con el Principio, además de representar el hilo de la Tradición, o de la Sabiduría Perenne que se transmite siempre renovada, pero idéntica en esencia, de edad en edad, de tiempo en tiempo, aquí o allí, pues su mensaje es imperecedero.
En la simbología general, el acto de hilar o de tejer se considera, por lo general, que representa procesos de creación y de crecimiento. Símbolos relacionados con éste, como el de la red, la tela, la cuerda y el tejido, así como otros parecidos, se utilizan frecuentemente para sugerir el desarrollo de las vidas humanas individuales y del universo en su conjunto. Estos símbolos tienen también connotaciones negativas como instrumentos de sujeción o como herramientas de prisión, tal como el de un destino ineludible y fatal.
La simbología del hilo es muy amplia, y la encontramos como elemento fundamental en creencias y tradiciones tanto populares como cultas desde la antigüedad.  Según el Zohar, el hilo simboliza la conexión esencial, en cualquiera de los planos, espiritual, biológico, social, etc.


Aunque en la simbología se asemeja el hilar y el tejer, no conviene para simplificar los mitos confundir a propósito estas dos actividades. Pues al hilar, las Moiras proveen simbólicamente al ser humano la sustancia nacimiento/vida/muerte, lo que es la vida orgánica o biológica, programada, hay que reconocerlo, por unos finos hilos "genéticos", no solo del ADN, sino también cosmicos y espirituales. En el plano cósmico hay que distinguir el hilo de la urdimbre y el hilo de la trama: la urdimbre liga entre ellos los mundos y los estados; la trama representa el desarrollo condicionado y temporal de cada uno de ellos.

Con todo ello, otras Diosas nos procuran la tela de fondo de nuestra vida en tanto actos y hechos, en la cual podemos tener la aspiración en participar...

Para seguir "deshilachando" sobre el simbolismo del hilo, os recomiendo a tod@s leer el libro de Aliske Webb: "Los Doce Hilos de Oro".
Recopilado de la Red para "Hombres que corren con los lobos"

 

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