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sábado, 1 de enero de 2011

Magia y arte.

"La magia es el oficio de la Brujería, y hay pocas cosas que sean, al mismo tiempo, tan atractivas, tan aterradoras y tan mal comprendidas. Realizar magia es tejer las fuerzas invisibles dándoles forma; elevarse más allá de lo visible; explorar el inexplorado reino de los sueños y de la realidad oculta; infundir a la vida color, movimiento y extraños aromas embriagadores; saltar más allá de la imaginación, hacia un espacio que está entre los mundos, donde la fantasía se hace realidad; ser, al mismo tiempo, animal y dios. La magia es el arte de dar forma, el oficio de lo sabio, vigorizador, peligroso: la aventura de lo fundamental."

Aleister Crowley dijo que la Magia es la ciencia y el arte de provocar el cambio ajustado a la voluntad. Sin embargo es Dion Fortune quien con su definición nos aclara como podemos modificar nuestra realidad: "La Magia es el arte de cambiar a voluntad la consciencia". En cuando uno ha aprendido a cambiar la consciencia, aprende a cambiar la realidad. Y eso es Magia.

"El poder de la magia no debería ser subestimado. Funciona muchas veces de maneras inesperadas y difíciles de controlar. Pero tampoco se debería sobreestimar el poder de la magia. No funciona de forma sencilla o sin esfuerzos; no confiere omnipotencia. "El arte de cambiar la consciencia a voluntad" es un arte exigente que requiere un aprendizaje largo y disciplinado.  El mero hecho de agitar una varita, encender una vela y cantar en voz baja un conjuro no hace nada en y por sí mismo. Pero cuando la fuerza de una conciencia entrenada está detrás de él, es mucho más que unos gestos vacíos.
Aprender a hacer magia es un proceso de reestructuración neurológica, de cambiar el modo en que usamos el cerebro. Es un poco como aprender a tocar el piano: ambos procesos implican el desarrollo de nuevos caminos a seguir para las neuronas, ambos requieren de práctica y tiempo, y los dos, cuando se dominan, pueden ser canales emocionales y espirituales para conseguir una gran belleza. La magia exige primero el desarrollo y luego la integración de la percepción del hemisferio derecho: espacial, intuitiva, holística y modeladora. Abre las puertas que hay entre las mentes consciente e inconsciente, entre la luz de estrellas y la luz de linterna y, al hacerlo, influye profundamente en el desarrollo, la creaividad y la personalidad del individuo."

Solo Salomón Reinach, en pleno auge de la interpretación materialista sobre sus orígenes, se atrevió a refutar la reiterada opinión de que el arte era meramente un pasatiempo o entretenimiento, situando sus orígenes en el rito y la magia. En su ensayo, titulado "L'art et la magie", influenciado por J. G. Frazer, B. Spencer y F. J. Guillen, liga el impulso principal de su nacimiento en la "edad del reno", al desarrollo de la magia, aludiendo a ciertas tallas de pequeños fragmentos de hueso que muestran cabezas de caballo desolladas, que para él servían de amuleto para atraer a otros caballos a las proximidades de la caverna, dado que en la Prehistoria, con el pensamiento del hombre centrado en su relación con fuerzas invisibles, el impulso más hondo a la creación artística residía para él en los poderes de la magia, donde el arte se convertía en el auxiliar más precioso del hombre. Primero como abstracción que puede adoptar la forma de un signo repleto de significado simbólico especial, de carácter mágico o sagrado, que han utilizado todas las religiones, cuando trataban de exorcizar los poderes hostiles, luego utilizando figuras de animales; el caballo, el elefante, la serpiente, los ciervos, etc..

"¿Crees en una realidad invisible detrás de las apariencias? "
Dion Fortune

Ya el hombre auriñaciense entraba en posesión mágica de los animales que trataba de cazar o de vencer, dibujando sus contornos en la obscuridad de las cavernas, a la escasa luz de las antorchas. A lo largo de un dilatadísimo período de tiempo, el hombre sólo supo expresar objetos por medio de contornos simples. Por ello resulta aún más asombroso que pudiera plasmar imágenes forjadas por su imaginación. Estas primeras fantasías rituales nacieron, sin duda, con el deseo de establecer alguna relación con lo invisible, deseo que debió ser ardiente para producir tal abundancia de símbolos, compuestos híbridos o imágenes mezcla de animal y hombre.

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Magia y religión.

Aproximación a la magia, la brujería y la superstición

Son clásicos los estudios de James Frazer sobre la magia (1890), a la que considera basada en dos principios fundamentales: 1º Lo semejante produce lo semejante y 2º las cosas que estuvieron en contacto actúan recíprocamente a distancia una sobre otra, aun después de haber sido cortado todo contacto físico. Podemos sintetizarlas así:
1. Ley de semejanza (magia imitativa u homeopática).
2. Ley de contacto o contagio (magia contaminante o contagiosa).
La magia, dice J.G Frazer, es para el primitivo un arte, no una ciencia. Le sirve para razonar a su manera lógicamente, pero igual que digiere sus alimentos, es decir ignorando por completo los procesos fisiológicos y mentales esenciales para una u otra operación. La lógica se basa en una simple o a veces complicada asociación de ideas, sea por semejanza, sea por contigüidad. Frazer comprende ambas formas de magia bajo la denominación general de magia simpática (Ley de simpatía). La Ley de simpatía que rige la magia, se compone de preceptos positivos y negativos. Los primeros son los encantamientos, los segundos son los tabús, las prohibiciones. "Haz esto para que acontezca esto otro", o bien, "No hagas esto para que no suceda esto otro". Son dos ideas contrapuestas: producir el acontecimiento que se desea o evitar el suceso que se teme.

Recientes obras en campos tan dispares como la antropología, el folklore y las religiones comparadas han demostrado la necesidad de mirar con ojos nuevos las antiguas costumbres y creencias relacionadas con la magia. Pero dar una definición acertada de lo que es la magia es algo que no resulta fácil. Hoy en día el hombre medio parece haber perdido la clave de su propio ser; el denominador común de credo y ritual, que en otro tiempo vinculaba a los hombres entre sí, ha perdido su fuerza. Mientras que en los tiempos antiguos la magia, el rito y la religión suministraban al hombre una coraza espiritual contra el entorno hostil, el hombre moderno se deja llevar por otra clase de creencias, abocado al materialismo.
El estudio de aquellas ceremonias, ritos y prácticas de nuestros antepasados, ejecutadas por medio de ritos mágicos, será el objeto de este trabajo, que procuraremos llevar a cabo con el mayor rigor posible, dado el recelo que estos estudios pueden (y suelen) suscitar, debido a la pretendida vulgarización y proliferación actual de los usos mágicos y astrológicos, aprovechándose los «magos» actuales de la eterna credulidad de la raza humana, siempre dispuesta a llenar con prodigios su imaginación y con una respuesta inmediata sus íntimos deseos. El ser humano permanece a través de los tiempos. Y con él, la imperiosa necesidad de protegerse contra las fuerzas maléficas y de atraerse las benéficas. Esta necesidad podría ser, en opinión de diversos autores, el origen de la magia. Pero, esta proliferación de «detestables charlatanes», como los define Cumont, no es nueva. Ya en el siglo II de nuestra Era, Vettius Valens se quejaba de los que se erigían en profetas, sin la larga preparación necesaria, convirtiendo en ridícula u odiosa la ciencia que osaban invocar.
Comenzaremos nuestro estudio por algunas cuestiones previas: Qué significa la palabra "Magia", qué se entiende por tal y algunas ciencias o disciplinas que tienen relación con ella, continuando por el análisis de las prácticas más comunes de magia y brujería que conocemos dentro del ámbito cronológico de la Historia Antigua, tales como la magia del nombre, el sonido, las ataduras, clavos y nudos mágicos, los espejos y la inversión de la imagen, las tabellae defixionum, etc..

Significado de la palabra Magia
Magia es una palabra griega: "μαγεία". Este substantivo viene del adjetivo "μἀγος, ου", que, en griego, reproducía un vocablo persa cuya consonancia era casi idéntica. El latín lo tradujo por magus y Cicerón la emplea para designar a los sabios persas.
La raíz de esta palabra es "MAG", en hebreo. De una manera general, significa «formar» o «modelar», evocando también el sentido de «maceración». Esto hace pensar que tal vez los antiguos magos se dedicaban a amasar polvos o productos análogos a la harina de trigo, y también, sin duda, a la fabricación de drogas con productos macerados en los líquidos. En su empleo más restringido, en el mundo clásico, magia es la ciencia, la industria y la religión de los Magos, los sacerdotes de la secta de Zoroastro importados a Grecia.

Qué se entiende por Magia

Partimos de la base de que la magia es una ciencia. Ésta, al igual que la astrología, parte de la concepción fundamental de que existe en la naturaleza un orden y unas leyes y que la misma causa produce siempre el mismo efecto. El ser humano es religioso y mágico a la vez, en lo más profundo de sí mismo. Las ideas mágicas tienen su punto de partida en una serie ilimitada de observaciones exactas. En el estadio de vida primitiva, en la pesca y en la caza, el hombre estaba en un contacto más íntimo con la naturaleza que un hombre civilizado. Su atención, fija en un mismo punto, a veces durante largas horas de acecho, pudo conducirle a certidumbres, mil veces comprobadas, referentes a las fuerzas a las que obedecen los demás seres: el poder de la mirada que fascina, el del canto que apacigua a un toro, que duerme a un niño o que vuelve inofensiva a la serpiente. Llegando a la convicción de que existían en la naturaleza fuerzas escondidas, a las que se conocen por el nombre de «fluidos». Estos fluidos, según Piobb son de tres naturalezas:

— Magnética y puramente terrestre.
— Vital y principalmente humana.
— Esencial y generalmente cósmica.

A medida que iba evolucionando, la magia se ayudaba de técnicas cada vez más prácticas, de las que en realidad podía depender la eficacia de los ritos. Lo que son los fluidos magnéticos no necesita explicación aquí. La Física moderna se sirve de ellos de una forma mucho más completa de la que se podían servir los Magos de la India o de Persia. Y este es solo uno de los múltiples fenómenos de la naturaleza que los practicantes de la magia supieron aprovechar.
Los fluidos vitales son aquellos a los que hay que atribuir los fenómenos del psiquismo, es decir, las manifestaciones misteriosas e hiperfísicas del Ser, una fuerza vital del ser humano, más allá de las formas conocidas de energía, a la que Paracelso llamaba spiritus vitae. En cuanto a los fluidos esenciales o cósmicos, son de un orden más elevado y varían de nombre dependiendo de la forma en que los diferentes pueblos los han presentado, a menudo guardados por y para un pequeño número de iniciados y conservados casi secretos. La ceremonia oculta, que se realizaba con el mayor cuidado, debería tener siempre el resultado apetecido. Solo era necesario conocer la afinidades misteriosas que unían a todos los seres para poner en movimiento los mecanismos del universo.
Así pues, podemos decir que la magia utiliza fuerzas naturales, del propio hombre, de la naturaleza y los fluidos terrestres y estelares, dando lugar a la "Magia macrocósmica" y a la "Magia microcósmica", ejerciéndola de dos formas esenciales, la "personal", cuando el fenómeno se opera sin la ayuda de un rito exterior y la "ceremonial" cuando sí lo hace. Y será de este segundo modo como la Magia entre en el dominio de las religiones, hasta el punto de que la religión, en sus manifestaciones exteriores, no es muy diferente de la magia ceremonial.

Quien se pregunte qué es la magia, o mejor aún, qué se entiende por magia en las diferentes culturas, debe tener en cuenta varias ciencias, tanto la antropología cultural como la etnología, que tienen sobre el historiador la ventaja de la «presencia» actual del objeto de su estudio, el poder comparar entre sí series de mitos, ritos y usos, extraídos de las culturas actuales, estudiar sus variantes y buscar sus estructuras básicas. El historiador, en cambio, estudia una sociedad definida, encerrada en un ámbito espacio-temporal bien delimitado. Y debe tener en cuenta que dicha sociedad nunca es una sociedad cerrada, que las influencias exteriores deben ser identificadas y evaluadas constantemente, absorbidas y estratificadas. Y debe aprender el dinamismo concreto del mundo que estudia, preguntándose las causas y el por qué de ellas, así como los mecanismos internos. Todo esto sin olvidar que la magia es, en sí, un elemento profundamente conservador" y a lo largo de la Historia lo que ha cambiado es más el concepto que la sociedad tiene de la magia que las mismas prácticas mágicas. Así, mientras que en la Edad Media se era acusado de magia cuando se establecía una actuación por medios diabólicos, en el siglo xx, como dice Piobb uno se puede encontrar acusado de magia cuando se esfuerza, a través de medios llamados «sobrenaturales», en llegar a unos resultados imposibles de conseguir de otra forma.

Pero, a lo largo de los tiempos, la opinión sobre la Magia ha variado, y como hemos visto, también su definición. Para unos autores, Magia es la posibilidad de obrar por medio de ritos, cuya revelación, en la Antigüedad, era atribuida a los dioses, sobre los seres visibles o invisibles de la tierra y de las aguas, de los abismos y del cielo. Según algunos, la magia comprende todas las artes y ciencias ocultas, las supersticiones y el folklore. Otros, en fin, la definen como una técnica fundamentada en la creencia en unos poderes localizados en el alma humana y en el universo externo o interno, una técnica que tiende a imponer el deseo humano de dominar sobre la naturaleza o sobre los principios mismos del ser humano, utilizando poderes sobrenaturales. Pero también puede ser considerada como una creencia fundamentada en los ilimitados poderes del alma. La multitud de todos esos poderes, posiblemente, pueden reducirse a una única noción de "poder" o "mana". El equivalente, o los equivalentes griegos de esta palabra, hallado en textos helenísticos, puede ser dynamis, "poder", charis, "gracia", y arete, "eficacia". Este "mana" mágico se puede utilizar libremente. Necesita solo un "canal" y el verdadero mago es solo su médium, un transmisor, cuyas ropas o todo lo que toca pueden recibir y almacenar el "mana".
Para Bouché-Leclercq, la magia es distinta de la adivinación o mántica y es preciso separarlas, aunque a veces una esté ligada a la otra, ya que están estrechamente unidas en su principio. La adivinación es, para este autor, la penetración del pensamiento divino por la inteligencia humana, siendo su dominio todo lo que el espíritu humano no puede conocer por sus solas fuerzas, en primer lugar el porvenir, luego el pasado y también el presente. La magia es el arte de producir efectos contrarios a las leyes de la naturaleza.
Pero es bien sabido que un gran número de métodos adivinatorios consisten en la interpretación de efectos maravillosos producidos antes por recetas mágicas. Y es la magia la que proporciona el tema sobre el que se ejerce la penetración mántica. Pongamos como ejemplo el caso de la adivinación por medio de las piedras preciosas o "litomancia", que el mismo autor trata algo más adelante, o la "lecanomancia" o adivinación por medio de un espejo mágico.

Se puede decir, generalizando, que hay un elemento mágico en toda ceremonia o práctica destinada a preparar o producir un efecto adivinatorio. Y no queda a la adivinación propiamente dicha más que la observación de los signos fortuitos, sobre los que la voluntad humana no puede ejercer ninguna influencia. Como la magia sirve de auxiliar y de vehículo a la adivinación, ella, a su vez, aclara la magia y la ayuda a perfeccionar sus métodos. Y existe toda una rama de la adivinación, la «iatromántica» o mántica aplicada a la medicina, que no es otra cosa que una mezcla, en proporciones variables, de adivinación y magia. Los remedios descubiertos por esta adivinación eran verdaderas recetas mágicas, y los maestros en tal arte sabían que les estaba prohibido resucitar a los muertos, pero que no era para ellos una cosa imposible. Reinach, a su vez, definió la magia como la «estrategia del animismo».

Magia, en fin, es el medio por el que el ingenio humano se sirve para disponer, en la medida que lo permiten sus posibilidades, de las energías existentes, sea cual sea la forma en que estén en el Universo.







domingo, 22 de junio de 2008

Magia y religión.

¿Se puede hacer una clara distinción entre religión y Magia? Se han intentado muchas aproximaciones al problema, pero ninguna parece ser la correcta para los mismos autores. En general, podemos decir que se han discutido, en diversas obras, por diferentes estudiosos, cuatro posiciones fundamentales:

1. La magia se convierte en religión (K. T. Preuss).
2. La religión intenta reconciliar poderes personales después que la magia ha fallado (Sir James Frazer).
3. Religión y magia tienen raíces comunes (R. R. Marrett).
4. La magia es una forma degenerada de religión (P. Wilhem Schmidt).

Es bien sabido que una persona religiosa reza a unas divinidades de una forma humilde y sumisa, mientras que el mago obliga a esos mismos dioses por medio de amenazas. La persona religiosa confía en la bondad de los dioses, mientras que el mago utiliza algunos conocimientos especiales que le dan poder sobre ellos (algunas veces conoce el nombre secreto, al que responde un demonio). La religión, en cambio, se dirige a la divinidad mediante la plegaria, mientras la magia conmina a la divinidad a ayudarla. El sacerdote "ruega". El mago "impone", "ordena".

Aquél «sirve» a la divinidad, éste «se sirve» de la divinidad, pasando los límites de respeto, temor y consideración impuestos por la religión.

Estas premisas suelen o pueden ser generalmente verdad, e incluso encontramos un talante «religioso» en algunos textos mágicos, como vemos en Egipto en el Papiro Mágico de Leiden:

"Yo te invoco, tú que eres el más grande, que has creado todo, tú, el que se ha creado a sí mismo, que ves todas las cosas pero no puedes ser visto. Tu has dado al sol toda su gloria y poder, tú has situado a la luna en el cielo...
Todas las cosas están sujetas a ti y ninguno de los dioses puede ver tu verdadera forma. Tú puedes transformarte a ti mismo en todo lo que puede ser. Tú eres el invisible Aion de Aion".

El mago usa también rituales y liturgias como los que se utilizaban en las grandes religiones del pasado o del presente.
Lo que concierne y concernía al sacerdote y mago era lo mismo; salud, riqueza, amor, buenas miradas, protección contra peligros o desastres etc..

Apuleyo, en el siglo II d.C. define al mago como "aquél que por su capacidad de hablar con los dioses inmortales tiene poder en todo lo que quiere por la fuerza increíble de sus ensalmos".

Para el mago, sin embargo, hay algo como la "magia negra" (o "Goética", del griego goáo, γοἀω, γοώ: gemir), que persigue el mal de la persona a la que desea encantar (opuesta a la "magia blanca" que busca efectos extraordinarios sin hacer daño), considerando casi por definición que la religión por sí misma no puede hacer daño. Sin embargo, las amenazas de los dioses no son desconocidas en contexto religioso.
Y así, cuando Germánico, el hijo adoptivo del emperador Tiberio (no muy querido por su padre adoptivo), muere, las circunstancias no muy claras del hecho provocaron reacciones en el pueblo romano. Entre los años 69-73, el historiador Tácito no excluía que fuese causada por operaciones mágicas y cuando las gentes de Roma oyeron las noticias, irrumpieron en los templos y echaron las estatuas de los dioses a la calle a puntapiés.

De la misma forma, en tiempos más recientes, los pescadores italianos, trataban las estatuas de sus santos de la misma forma. Cuando tenían una buena pesca, ofrecían a los santos el típico incienso, flores y velas, pero cuando la pesca no era buena, maldecían y echaban a puntapiés a los santos de las iglesias.

La ley de la "simpatía" es, en efecto, como veremos más abajo, que si tú das puntapiés a la estatua de su santo o dios, él sentirá de alguna manera el dolor y reaccionará.

Por tanto, algunos estudiosos creen que no hay diferencia fundamental entre religión y magia.
Pero, según algunos autores, sí que puede haber alguna: rezar por algo, dar gracias por algo, es también concebible en magia, y algo natural en la religión, pero no existe en magia la conciencia de pecado y el rezar a los dioses pidiendo perdón.

El mago no reconoce el pecado. Él está, en cierto modo, por encima de la moralidad y de la ley, tiene una ley para sí mismo. En una sociedad en la que prácticamente todos creían en la magia y la practicaban de una forma u otra, este desprecio por la moralidad convencional y las leyes del Estado podía haber impulsado el comportamiento criminal, pero las razones por las que magos y astrólogos (incluso filósofos) eran periódicamente discriminados en el tiempo del Imperio eran, principalmente, de tipo político. En cuanto a la fe, recordemos lo que, hablando de la astrología en la antigüedad dice Cumont :

"Lo que hacía a la astrología invulnerable a los golpes que le daban la razón y el sentido común, es que era, a pesar del rigor aparente de sus cálculos y sus teoremas, una fe. No solamente implicaba una creencia en postulados indemostrables, sino que había nacido y crecido en los templos de los Caldeos, después en Egipto e incluso en Occidente y no olvidó jamás sus orígenes sacerdotales y solo se separó a medias de la religión que la había engendrado".

Y esta fe en los ritos mágicos, que encontramos no solamente en la Antigüedad sino también en nuestros días, es inherente al hombre cuando ejerce un rito, mágico o religioso. Y de «fe» se puede hablar, tanto en la religión cristiana como en cualquier religión, antigua o moderna. Siempre que una persona reza, implora, ora, ruega o intenta influir de alguna manera en las potencias divinas, es porque cree en ellas.

Aunque la magia se halla fundida y amalgamada con la religión en muchos países y edades, hay, según Frazer, fundamentos para pensar que esta fusión no es primitiva y que hubo un tiempo en el que el hombre recurrió a la magia sólo para satisfacer las necesidades que excedían a sus inmediatos deseos animales. La consideración de las nociones mágicas y religiosas fundamentales puede inclinarnos a deducir que la magia es más antigua que la religión en la historia de la humanidad. Para Frazer, «la magia no es más que la equivocada aplicación de los más simples y elementales procesos de la inteligencia, es decir, la asociación de ideas en virtud del parecido o la contigüidad, y la religión presupone la acción de agentes personales y conscientes, superiores al hombre, tras del telón visible de la naturaleza».

Tal vez, debido a la mayor complejidad del proceso religioso, según este autor, la magia pudo preceder a la religión en la evolución de nuestra raza y el hombre intentase sujetar la naturaleza a sus deseos por la fuerza cabal de sus conjuros y encantamientos antes de esforzarse en apaciguar a una divinidad por medio de oraciones y sacrificios.

Para Cumont, la magia y la astrología tuvieron un origen religioso, y la magia quedó siempre como una «hermana bastarda de la religión». Magia y astrología crecieron juntas en los templos de Oriente. Sus prácticas formaron parte del saber equívoco de los encantadores y fabricantes de amuletos que pretendían, por medio de ritos conocidos sólo por ellos, actuar sobre los espíritus que poblaban la naturaleza.

Entre otros autores actuales, Dupuis, piensa que, cuando se quiere hablar de la vida religiosa de las sociedades neolíticas, hay que evitar la confusión constante que se hace entre "religión" y "magia". Para este autor, los pueblos primitivos no tenían una clara noción de lo que nosotros llamamos religión. Para ellos, ésta no era más que una parte integrante de un saber total que no discriminaba lo que podríamos llamar "el complejo religión-magia-tecnología". En estas sociedades neolíticas, la religión se confundía con la magia. Y la magia era una parte esencial de la tecnología, que permitía ejercer una acción sobre el entorno.

Magia y medicina.

El pensamiento historicista de finales del pasado siglo XIX intentó ver el nacimiento de la medicina en los términos de una evolución en el sentido darwiniano. Según Hofschiaeger, la medicina nació del sentimiento instintivo del hombre a curarse. Y el hombre, una vez que estuvo ya en posesión de instrumentos, se serviría de los adecuados para evitarse el dolor de las heridas y sobre todo de las picaduras de insectos y reptiles y de las heridas producidas por ellos.

El hombre primitivo entendió la enfermedad como la introducción en el organismo de un cuerpo extraño, que puede extraerse, si es un ectoparásito, bien por succión, bien haciendo presión o con una sencilla operación, como puede ser una ligera incisión o levantar la costra con algo punzante.

Cuando la enfermedad es interna y se desconoce la naturaleza y la localización de ese cuerpo extraño, se hace lo mismo, pero de una manera simbólica, mediante un proceso mimético que representa plásticamente la extracción. De aquí arrancan las danzas y los cantos medicinales que son el más antiguo precedente del exorcismo.

Cuando del preanimismo se pasa al estadio animista, se identifica la enfermedad con un espíritu, al que se intenta expulsar por medio del exorcismo. Y este concebir los métodos terapéuticos como una acción expulsatoria es algo tan arraigado en la metalidad del hombre, que hasta la misma medicina hipocrática se basa en la creencia de que los agentes farmacopéuticos favorecen la expulsión de la materia peccans.

Para Ackernecht, de este modo se hace una historia de la medicina empírica químicamente pura, anterior en su origen y paralela en su evolución a la medicina sacra y a la medicina mágica.

Pero dejando aparte los diversos procedimientos de adivinación empleados para el diagnóstico de las enfermedades, los principios en que se basa la medicina de los pueblos primitivos están, como reconoce Ch. Coury, muy cerca de los principios mágicos. Antes de la fase animista, el hombre primitivo tiene una vaga noción de «fuerza», de carácter más o menos material (el «mana» al que nos referimos en otro lugar), que emana de las cosas de un modo espontáneo o provocado por la acción del mago. Estas fuerzas tienden a transmitirse por contacto y entran en relaciones mutuas de atracción y repelancia (similia similibus, contraria contrariis). De ahí la práctica de remedios homeopáticos y las curas por contrarios.

El contacto con estas fuerzas, algunas maléficas y opuestas a la naturaleza humana, produce la enfermedad, que puede lavarse y disolverse por medio de procedimientos purificatorios y elementos catárticos, como el agua. A veces se curan con plantas, de las que se tenía un conocimiento empírico, a cuyas virtudes se añadía el empleo de las palabras mágicas( "ἐπωδή, ῆς"; lat. incantum y "ἐζορκιομός, οῦ"; lat. exorcismus), sobre las que nos extenderemos más adelante).

La extracción de la enfermedad se hacía por vía de contagio a otra persona o a un animal (transferencia y sustitución). Como profilaxis se empleaban amuletos, talismanes y fetiches, que transmiten su fuerza a quienes los porta y rechazan la de la enfermedad.

Desde las épocas más remotas, junto a la medicina empírica en principio, luego técnicas, de carácter profano, hubo el otro tipo de medicina al que nos hemos referido, la ritual y mágica, ejercida por hombres de características muy complejas. Si en la prehistoria del pueblo griego cabe imaginar la existencia de herboristas, antecesores de los "ῥιζοτόμοι" o «corta-raíces» de la época histórica, como en otras sociedades primitivas, desde los documentos más antiguos se perfila en Grecia la figura del "ἰατρός, οῦ" o «curador». La mención más antigua de la profesión
médica corresponde a una tablilla de Pilos en la que aparece un "i-ja-te" en posesión de tierras, lo que demuestra no sólo su elevado status social, sino también la distinción de sus funciones con respecto a la de sacerdote "ἱερεθς, ἐος" y las de adivino, "μάυτ'ς, εως".
Desde la época micénica no se dieron en Grecia estas interferencias de atribuciones que había en Babilonia, donde los «conjuradores» (asipu o masmasu), aparte de sus demás cometidos rituales, se empleaban contra el demonio de la fiebre (Labartu) o en Egipto, donde la medicina fue competencia de la casta sacerdotal. Pero la medicina mágica fue ejercida por los denominados con el término esquileo de "ίατρό-μαυτις, εως", alusivo a su doble naturaleza y para la época tardía el de «hombres divinos» "θεουργός, ός", teurgos o "θεοι-αυδσες", curadores de almas por medio de la fuerza divina o «mana» que pasa a través de él. Estos continuaron actuando a lo largo de los siglos, con importancia social y personal variable, según las distintas épocas.

Inexistentes o silenciados en los momentos de ilustración, adquirieron un singular relieve en las épocas de angustia o crisis, cuando enfermos como Elio Arístides (siglo II d.C.) se sometían a tratamientos increíbles prefiriendo a la actuación racional del médico la acción directa en su persona de lo numinoso. Un Simón el Mago, un Apolonio de Tiana en el siglo I d.C. y un Alejandro de Abonutico en el siglo II d.C. son los más genuinos sucesores de los «chamanes» griegos de época arcaica.

Ahora bien, habida cuenta la similitud en las operaciones de quienes manipulaban las ciencias ocultas y las de los «hombres divinos», en la práctica era muy difícil trazar una división entre ambos. L. Gil señala cómo términos tan desagradables en su significación como "σοφιστής, οῦ," se revalorizan en los papiros mágicos en la acepción más elevada de «sabio» y a la inversa, cómo Platón utiliza irónicamente el término de "ἄνθρωπος θειος", que un epicúreo como Filodemo, emplea en su acepción más popular. Vemos pues que la gama de matices entre vidente, mago, profeta, sabio y portador de mana era tan sutil y vanada que a veces eran similares para el vulgo.

jueves, 19 de junio de 2008

Los fenómenos Mágicos.

El uso de la magia comprende diversos fenómenos mal determinados, ya que la extensión de la palabra magia es variable. En su empleo más restringido, desde el mundo clásico, significaría, como ya dijimos, la ciencia, la industria y la religión de los Magos, es decir, de los sacerdotes de la religión de Zoroastro importados a Grecia, que fue tenida en ciertos momentos de la Historia como la más preciosa de todas las artes y la reina de las ciencias.
Lo que pretende el mago, en términos generales, por medio de sus ensalmos y acciones rituales, es conocer, realizar y obtener aquello que por medios naturales no puede lograr un ser humano, porque lo impiden las leyes de la naturaleza. Por ello, su primer objetivo es superar esas leyes, para lo que sólo puede utilizar tres procedimientos:

I. Convertirse él mismo en un ser sobrenatural, tornándose inmortal, ya que solamente estos seres, de naturaleza extraordinaria, con poderes fuera de lo normal, pueden romper el orden natural. Esta inmortalización del mago consiste en su «solarización», es decir, en la unión (systasis) fortalecedora con la divinidad solar y otras veces toma el aspecto de una iniciación mistérica. Este es el caso de la «Liturgia de Mitra», con la que el mago se inicia en los misterios para convertirse en inmortal y, tras un viaje por el mundo cósmico, ya puede enfrentarse cara a cara con el dios supremo y allí aprender «su verdadero Nombre», el Nombre que no se puede pronunciar, es decir: alcanzar el conocimiento supremo y el poder supremo, puesto que conocer el nombre secreto de dios significa poder dominarle, llegar a destruirle y, por tanto, obligarle a actuar según convenga al mago.

II. Una segunda forma de romper las barreras de las fuerzas de la naturaleza es conseguir que un dios, de naturaleza superior, se ponga directamente al servicio del mago, ya sea indirectamente, a través de un ser intermedio, demon, ángel o arcángel. Ésto sólo puede conseguirse a través de la utilización de objetos o palabras mágicas que puedan obligar al dios a obedecer a un ser inferior.

III. Y, finalmente, el procedimiento más corriente suele ser el obligar a uno de estos seres intermedios inferiores, demon o ánima (a veces de un difunto muerto en circunstancias especialmente dramáticas), a que se ponga al servicio del mago. Ésto se consigue con la utilización de fórmulas mágicas, que aterrorizan a los demones o seres inferiores, ya que sus palabras les obligan inexorablemente, bajo terribles amenazas.

miércoles, 18 de junio de 2008

Universalidad de la Magia.

La magia la encontramos a lo largo de la Historia en todos los pueblos en los que la fe en los presagios y en las predicciones sobre el porvenir era general. El mundo primitivo que la vio nacer era el de las concepciones animistas, un mundo donde todos los seres animados e inanimados, hombres y dioses, estrellas, árboles, fuentes y roca se encerraban por igual un alma, un espíritu o, más exactamente, muchas almas. La creencia de nuestra civilización en la existencia en el hombre de una sola alma, de la unidad y permanencia del «yo», creencia que, desde luego, dista mucho de ser universal, nos hace difícil, a veces, entender la concepción animista que se halla en el origen de la magia.
La constatación de la diferencia radical entre una persona viva y muerta, la gran pregunta de qué es lo que un momento antes de la muerte «animaba» al cuerpo vivo, que le «abandona» en su último suspiro, las apariciones en sueños de las personas muertas a los vivos y el mismo cariño de los seres vivos que se niegan a dejar desaparecer de su mente y de su vida a las personas queridas, debió dar origen a unas creencias universales de la existencia en el Más Allá, al mismo tiempo que seguían queriendo ver en los objetos y lugares donde sus allegados habían vivido su presencia espiritual, recabando su intercesión y su ayuda ante las divinidades en el otro mundo.

Según Taylor, esta fe surgió debido al interés peculiar que sentía el hombre primitivo ante estos estados especiales que sentía de vez en cuando el mismo hombre y quienes le rodeaban: los estados de sueño, el desmayo, las alucinaciones y hasta la propia muerte.

Cuando los Egipcios, ya convertidos al cristianismo, hablan del alma, empleaban la palabra griega"Ψuχη, ηζ"(genio). Mostraban claramente con ello que ninguno de los términos empleados en su lengua se adaptaban claramente para definir sus creencias, sus nociones sobre la idea cristiana de alma.

En el más antiguo estadio de la Religión egipcia, que conservamos gracias a la compilación de los más antiguos textos religiosos egipcios, los llamados Textos de las Pirámides, había ya tantas almas como centros de actividad se percibían en el cuerpo humano:
a) El ka, en el que algunos han querido ver un reflejo inmaterial del cuerpo, el doble, que reproducía la imagen del cuerpo y que recobraba su vida propia al morir el cuerpo físico, pero no podía tener entidad propia sin la existencia del soporte físico, como la momia o la estatua del difunto y del que otros hablan como del genio protector que nacía con el hombre, que vivía con él y que cuidaba del hombre hasta su muerte.
b) el ba, o «alma-pájaro», que la muerte tiene aún en sus brazos en las pinturas funerarias, algunas veces en forma de pájaro con cabeza y brazos humanos y presentando a la momia una vela, jeroglífico del viento y el aliento. Es la parte espiritual del individuo que, después de la muerte, encuentra su individualidad y puede errar a su antojo. Que puede quedarse en la cámara funeraria, al lado de la momia, pero que prefiere, sobre todo, pasearse por el cielo y volver a los lugares donde el difunto vivía, siendo a su vez, el alma itinerante de un ser viviente, capaz de acción material.
c) Otros de sus principios espirituales era expresado por medio del ibis con cresta, era el akh, un principio inmortal, «el luminoso», de la misma esencia del fuego y los astros, que, al morir el cuerpo, iba hacia la región ígnea situada por encima del cielo.

El akh es un principio inmortal y a la misma raíz corresponden las palabras «brillar» y «ser eficaz». Y parece que hay que ver en el akh un poder invisible que puede prestar su eficacia a lo hombres y también a los dioses. En algunos contextos, akh se aplica a los «espíritus», genios
intermediarios entre los dioses y los humanos. Algunas veces, designa a los muertos privilegiados o tal vez a los fantasmas o aparecidos, entre los Coptos, los akhou, en otros tiempos seres prestigiosos, que se convierten en «demonios».

Al lado de estos principios, ka, ba y akh, que se unían al cuerpo para formar un ser completo, la personalidad de un egipcio contaba aún con otros elementos, como la sombra negra que salía por las noches de la tumba o «Khaibit», y el «nombre», la esencia misma de la persona, su fuerza, que se mantenía en secreto, del que nos ocuparemos más tarde.
Tal vez estos principios coinciden con la afirmación de Diógenes Laercio cuando dice:
«Todo el aire está lleno de almas, y éstas se consideran démones y héroes y por ellos les son enviados a los hombres los ensueños, las señales y las enfermedades, y no sólo a los hombres, sino a las ovejas y demás animales. Con respecto a ellos se han producido los ritos purificatorios
y apotropaicos, toda la mántica, los rumores y las cosas semejantes.

En la civilización egipcia, llena de creencias en las fuerzas sobrenaturales, la magia se distinguía mal, tanto de la práctica de la religión como de la ciencia o la medicina. Y no es en los templos o en sus representaciones donde se encuentran testimonios.

El culto oficial mencionaba, en ocasiones, la magia, como una ciencia legítima, enseñada y practicada por los dioses, pero no estaba fundamentada sobre ella. En la religión funeraria sucedía todo lo contrario. Su punto de partida estaba fundamentado sobre un conjunto de fórmulas y ritos mágicos compuestos por los sacerdotes de Heliópolis, que tendía a reformar el orden establecido en el otro mundo por medio de encantamientos irresistibles e incluso de amenazas. El procedimiento, heredado sin duda de usos prehistóricos, permaneció en las prácticas funerarias desarrolladas ulteriormente y su espíritu penetró usos que, como la momificación y las fórmulas funerarias, no habían sido mágicos en su origen.

En cuanto a la vida diaria, al lado de operaciones mágicas consideradas criminales, como la hechicería, se usaba sobre todo una magia profiláctica contra espíritus malignos, los animales dañinos, las enfermedades o el mal de ojo. Esta magia actuaba sobre todo por medio del recitado de fórmulas mágicas, por el poder de los nombres mágicos, por encantamientos, figuras y pinturas mágicas y por la posesión de amuletos que representaban dioses o sus emblemas, o por medio de la posesión de signos jeroglíficos que anotaban el nombre de los bienes cuya posesión se quería asegurar, todo acompañado de ceremonias y sobre todo de las poderosas palabras mágicas, que producen resultados sobrenaturales.

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