domingo, 22 de junio de 2008

Magia y religión.

¿Se puede hacer una clara distinción entre religión y Magia? Se han intentado muchas aproximaciones al problema, pero ninguna parece ser la correcta para los mismos autores. En general, podemos decir que se han discutido, en diversas obras, por diferentes estudiosos, cuatro posiciones fundamentales:

1. La magia se convierte en religión (K. T. Preuss).
2. La religión intenta reconciliar poderes personales después que la magia ha fallado (Sir James Frazer).
3. Religión y magia tienen raíces comunes (R. R. Marrett).
4. La magia es una forma degenerada de religión (P. Wilhem Schmidt).

Es bien sabido que una persona religiosa reza a unas divinidades de una forma humilde y sumisa, mientras que el mago obliga a esos mismos dioses por medio de amenazas. La persona religiosa confía en la bondad de los dioses, mientras que el mago utiliza algunos conocimientos especiales que le dan poder sobre ellos (algunas veces conoce el nombre secreto, al que responde un demonio). La religión, en cambio, se dirige a la divinidad mediante la plegaria, mientras la magia conmina a la divinidad a ayudarla. El sacerdote "ruega". El mago "impone", "ordena".

Aquél «sirve» a la divinidad, éste «se sirve» de la divinidad, pasando los límites de respeto, temor y consideración impuestos por la religión.

Estas premisas suelen o pueden ser generalmente verdad, e incluso encontramos un talante «religioso» en algunos textos mágicos, como vemos en Egipto en el Papiro Mágico de Leiden:

"Yo te invoco, tú que eres el más grande, que has creado todo, tú, el que se ha creado a sí mismo, que ves todas las cosas pero no puedes ser visto. Tu has dado al sol toda su gloria y poder, tú has situado a la luna en el cielo...
Todas las cosas están sujetas a ti y ninguno de los dioses puede ver tu verdadera forma. Tú puedes transformarte a ti mismo en todo lo que puede ser. Tú eres el invisible Aion de Aion".

El mago usa también rituales y liturgias como los que se utilizaban en las grandes religiones del pasado o del presente.
Lo que concierne y concernía al sacerdote y mago era lo mismo; salud, riqueza, amor, buenas miradas, protección contra peligros o desastres etc..

Apuleyo, en el siglo II d.C. define al mago como "aquél que por su capacidad de hablar con los dioses inmortales tiene poder en todo lo que quiere por la fuerza increíble de sus ensalmos".

Para el mago, sin embargo, hay algo como la "magia negra" (o "Goética", del griego goáo, γοἀω, γοώ: gemir), que persigue el mal de la persona a la que desea encantar (opuesta a la "magia blanca" que busca efectos extraordinarios sin hacer daño), considerando casi por definición que la religión por sí misma no puede hacer daño. Sin embargo, las amenazas de los dioses no son desconocidas en contexto religioso.
Y así, cuando Germánico, el hijo adoptivo del emperador Tiberio (no muy querido por su padre adoptivo), muere, las circunstancias no muy claras del hecho provocaron reacciones en el pueblo romano. Entre los años 69-73, el historiador Tácito no excluía que fuese causada por operaciones mágicas y cuando las gentes de Roma oyeron las noticias, irrumpieron en los templos y echaron las estatuas de los dioses a la calle a puntapiés.

De la misma forma, en tiempos más recientes, los pescadores italianos, trataban las estatuas de sus santos de la misma forma. Cuando tenían una buena pesca, ofrecían a los santos el típico incienso, flores y velas, pero cuando la pesca no era buena, maldecían y echaban a puntapiés a los santos de las iglesias.

La ley de la "simpatía" es, en efecto, como veremos más abajo, que si tú das puntapiés a la estatua de su santo o dios, él sentirá de alguna manera el dolor y reaccionará.

Por tanto, algunos estudiosos creen que no hay diferencia fundamental entre religión y magia.
Pero, según algunos autores, sí que puede haber alguna: rezar por algo, dar gracias por algo, es también concebible en magia, y algo natural en la religión, pero no existe en magia la conciencia de pecado y el rezar a los dioses pidiendo perdón.

El mago no reconoce el pecado. Él está, en cierto modo, por encima de la moralidad y de la ley, tiene una ley para sí mismo. En una sociedad en la que prácticamente todos creían en la magia y la practicaban de una forma u otra, este desprecio por la moralidad convencional y las leyes del Estado podía haber impulsado el comportamiento criminal, pero las razones por las que magos y astrólogos (incluso filósofos) eran periódicamente discriminados en el tiempo del Imperio eran, principalmente, de tipo político. En cuanto a la fe, recordemos lo que, hablando de la astrología en la antigüedad dice Cumont :

"Lo que hacía a la astrología invulnerable a los golpes que le daban la razón y el sentido común, es que era, a pesar del rigor aparente de sus cálculos y sus teoremas, una fe. No solamente implicaba una creencia en postulados indemostrables, sino que había nacido y crecido en los templos de los Caldeos, después en Egipto e incluso en Occidente y no olvidó jamás sus orígenes sacerdotales y solo se separó a medias de la religión que la había engendrado".

Y esta fe en los ritos mágicos, que encontramos no solamente en la Antigüedad sino también en nuestros días, es inherente al hombre cuando ejerce un rito, mágico o religioso. Y de «fe» se puede hablar, tanto en la religión cristiana como en cualquier religión, antigua o moderna. Siempre que una persona reza, implora, ora, ruega o intenta influir de alguna manera en las potencias divinas, es porque cree en ellas.

Aunque la magia se halla fundida y amalgamada con la religión en muchos países y edades, hay, según Frazer, fundamentos para pensar que esta fusión no es primitiva y que hubo un tiempo en el que el hombre recurrió a la magia sólo para satisfacer las necesidades que excedían a sus inmediatos deseos animales. La consideración de las nociones mágicas y religiosas fundamentales puede inclinarnos a deducir que la magia es más antigua que la religión en la historia de la humanidad. Para Frazer, «la magia no es más que la equivocada aplicación de los más simples y elementales procesos de la inteligencia, es decir, la asociación de ideas en virtud del parecido o la contigüidad, y la religión presupone la acción de agentes personales y conscientes, superiores al hombre, tras del telón visible de la naturaleza».

Tal vez, debido a la mayor complejidad del proceso religioso, según este autor, la magia pudo preceder a la religión en la evolución de nuestra raza y el hombre intentase sujetar la naturaleza a sus deseos por la fuerza cabal de sus conjuros y encantamientos antes de esforzarse en apaciguar a una divinidad por medio de oraciones y sacrificios.

Para Cumont, la magia y la astrología tuvieron un origen religioso, y la magia quedó siempre como una «hermana bastarda de la religión». Magia y astrología crecieron juntas en los templos de Oriente. Sus prácticas formaron parte del saber equívoco de los encantadores y fabricantes de amuletos que pretendían, por medio de ritos conocidos sólo por ellos, actuar sobre los espíritus que poblaban la naturaleza.

Entre otros autores actuales, Dupuis, piensa que, cuando se quiere hablar de la vida religiosa de las sociedades neolíticas, hay que evitar la confusión constante que se hace entre "religión" y "magia". Para este autor, los pueblos primitivos no tenían una clara noción de lo que nosotros llamamos religión. Para ellos, ésta no era más que una parte integrante de un saber total que no discriminaba lo que podríamos llamar "el complejo religión-magia-tecnología". En estas sociedades neolíticas, la religión se confundía con la magia. Y la magia era una parte esencial de la tecnología, que permitía ejercer una acción sobre el entorno.

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