IntroducciónLa historia de la Humanidad es como el ADN, una larga cadena de elementos interconectados, que de forma independiente pierden su sentido, pero que en conjunto nos ayudan a entender qué somos y de dónde venimos. Dentro de esta cadena, hay sucesos que por su mayor significación cobran una importancia especial, y adquieren el valor de fechas de referencia, piedras miliares del cambio social, cultural y político a lo largo de los siglos.
El Concilio de Nicea es uno de esos acontecimientos sobre los que ha pivotado nuestra historia. Auténtico punto de inflexión de la cultura clásica, supone un fín y un inicio. El fin de una cultura gestada a lo largo de casi mil años, en las tierras de la lejana y turbulenta Grecia, y que tiene su punto de máximo esplendor en la Roma Imperial. Es también un inicio, por lo que supone de consolidación de una nueva forma de ver y entender el Mundo, el Hombre y la relación entre ambos. De hecho, podemos afirmar sin demasiado riesgo de error que este Concilio es un punto de referencia de un largo proceso de cambio de civilización, de la clásica por la cristiana. Si bien este proceso es gradual y tiene lugar durante unos cuantos siglos, adoptamos esta fecha como símbolo de aquello que acaba y de aquello que se gesta. Su importancia es tal que, hoy en día y de forma más o menos voluntaria, todos nosotros somos resultado de Nicea.
Breve resumen histórico
Las fases que llevaron desde el judeo-cristianismo de Jerusalén hasta el catolicismo romano fueron tres:
La primera fue de expansión, desde el año 30 hasta el 125 y llevó a la separación entre el judaísmo y el cristianismo.
En la segunda, del 125 al 250, la pequeña secta judeocristiana se fue transformando en una Iglesia relativamente numerosa. Es la época de las herejías, de Orígenes y del nacimiento de la ortodoxia. La Iglesia católica sostiene que desde el comienzo el cristianismo tuvo una ortodoxia, eso es una fe verdadera, y que tuvo que defenderse de múltiples herejías, pero es una afirmación absolutamente falsa. Sólo tras la lucha encarnizada entre decenas de sectas cristianas se llegó, a partir del concilio de Nicea, al triunfo de la herejía católica y la imposición de la ortodoxia que aún defiende la Iglesia actual. El concepto de herejía, que no significa más que “la opinión elegida para sostener algo”, en el siglo II fue pervertido por el obispo Ignacio, creador también del concepto "católico" y lo convirtió en sinónimo de falso, sectario, sin fundamento ni credibilidad.
Durante la tercera fase, entre el 250 y el 325, la Iglesia estuvo básicamente ocupada el definir sus relaciones con el poder y en transformar el cristianismo en un factor político de primer orden.
Resultan sorprendentes los acontecimientos que se van a producir en el siglo IV d.C., cuando la religión tradicional pagana, politeísta e imperial es sustituida, en su condición de religión oficial del Imperio, por la religión cristiana.
El emperador Galerio, en el año 311, promulga el llamado Edicto de Tolerancia en el que se proclama “que vivan de nuevo los cristianos y que puedan reconstruir los lugares en los cuales acostumbran a reunirse, con la condición de que nada hagan que pueda perturbar el orden”. Esta medida de tolerancia pone fin a las persecuciones de que fueron objeto los cristianos por parte del Imperio.
Dos años más tarde, en 313, el emperador Constantino promulga el Edicto de Milán, en el que se dispone que se debe dar a los cristianos y a todos los otros “libre oportunidad para profesar la religión que cada uno desee...” La libertad concedida a los cristianos no se va a limitar al ámbito religioso; permitirá que de una manera progresiva puedan acceder a las magistraturas públicas, preparando de este modo la conversión del cristianismo en religión oficial del Imperio.
El Emperador Teodosio, en el año 380 decretará que “todos los pueblos que son gobernados por la administración de nuestra clemencia profesen la religión que el divino Pedro dio a los romanos... Ordenamos que los que sigan esta regla sean llamados cristianos católicos. Los demás, empero, a los cuales juzgamos estar dementes y locos, sufrirán la infamia de los dogmas heréticos; sus lugares de reunión no se denominarán con el nombre de Iglesias y serán destruidos en primer lugar por la venganza divina y después por la retribución de nuestra iniciativa, que tomaremos de acuerdo con el juicio divino”.
Fueron suficientes setenta años para que una religión ilegal, perseguida y menospreciada como una secta, se convirtiera en la religión oficial del Imperio Romano. Una religión monoteísta, en clara contradicción con el politeísmo pagano, sin ninguna vinculación tradicional con Roma y cuyos creyentes se negaron sistemáticamente a aceptar, aunque fuera formulariamente, el culto romano, a hacer sacrificios a los dioses paganos y, lo que es más significativo, a reconocer el culto al emperador y realizar los ritos y las ceremonias obligatorias para todos los ciudadanos. Qué había ocurrido en Roma para que se pudiera producir este singular cambio cualitativo en la política romana?
La evolución de las creencias de la sociedad romana puede explicar parcialmente este cambio. El paso del politeísmo al monoteísmo se produjo de una manera paulatina como consecuencia de la propia evolución interna de la religión pagana. En este proceso ejercerán una notable influencia las doctrinas filosóficas, especialmente el estoicismo, el platonismo y el hermetismo. Estas doctrinas coinciden en la existencia de un Dios único y supremo, siendo las demás divinidades accidentes de esa sustancia eterna. Esta evolución hacia el monoteísmo se intensifica con el relieve social y político adquirido por la teología solar.
Se ha interpretado que el culto solar ha podido servir de puente entre el paganismo y el cristianismo. Constantino hizo del Sol Invicto su divinidad suprema. Su política religiosa tuvo un tono conciliador, en la que procuró, en un ambiente de libertad de cultos, resaltar los puntos comunes entre ambas religiones, marginando las cuestiones conflictivas.
Con Constantino se inicia el periodo de mayor libertad para los cristianos y para los demás cultos; sin embargo, cuando en el año 380 el cristianismo se convierte en la religión oficial del Imperio, concluye esta época de libertad religiosa y se prohibirá la práctica de los demás cultos. Esta decisión imperial provocará una grave convulsión dentro de la comunidad cristiana, desde donde habían salido voces clamando por la libertad religiosa.
Se trata de una contradicción, al menos aparente, entre el espíritu de las primeras comunidades cristianas y la posterior incorporación del cristianismo como religión oficial del Imperio.
El paradigmo cristianoCuando el cristianismo triunfa políticamente con Constantino, no era más que una de las múltiples corrientes neoplatónicas por las que podía optar el Imperio. De hecho, pocos años después, optó por la corriente helenística de Jámblico, cuando el emperador Juliano tomó el poder. La diferencia era que la Iglesia cristiana se encontraba mejor organizada que cualquier corriente pagana y, por lo tanto, su triunfo fue más duradero. La consolidación de la creencia cristiana, como platonismo religioso representa una de los más extraños y decisivos giros de la historia. Occidente será en adelante cristiano y desde el siglo XVI extenderá esa creencia al resto del mundo, bajo el férreo yugo de la colonización. Ese sentimiento ha llegado, por tanto, a ser natural y nos acompaña como una imagen conocida en cada etapa de la existencia y en cada rincón de la vida cotidiana. Parece que el mundo tuviera que ser así y que no existen otras posibilidades de existencia. Este sentimiento es tan persistente que es difícil comprender hasta qué punto contradice las más elementales tendencias de la vida.
El Cristianismo es un paradigmas no sólo en el orden religioso y moral sino también en el científico, es decir, en la interpretación del origen del mundo y consecuentemente en la representación del mismo. Ya no se guía el hombre por la razón y la experiencia, por ejemplo, para explicar los movimientos de la tierra. Como creyente se ve obligado a seguir las pautas que le marcan los textos sagrados. El Cristianismo rompe con la tradición clásica y vive una primera fase de absoluta simplificación donde la investigación deja paso a la fantasía con en un mosaico de símbolos no siempre fáciles de interpretar. Aunque se alimenta de la tradición grecolatina muy mediatizada por dos elementos característicos: la religiosidad y la fantasía narrativa.
En el mundo grecolatino la ciencia se desarrolló en situación de completa armonía con la religión y la filosofía. Con el advenimiento del cristianismo se produce la primera ruptura, momento en que la Iglesia condena a los filósofos porque sostiene que sólo se puede llegar a la verdad por la revelación, a través de la fe, y rechaza cualquier otro camino que pudiera abrirse gracias a especulaciones de la mente humana. En completo acuerdo con esto, no era admisible ser filósofo y cristiano al mismo tiempo y esta ruptura entre filosofía y religión queda plasmada con el decreto de Justiniano, en el 529, cerrando la Academia Platónica y procurando que durante seis siglos sólo haya una filosofía solidaria de la teología. A partir de allí y hasta el nacimiento del «intelectual», en el siglo XII, el cambio de actitud de la Iglesia frente al problema del conocimiento -que permitirá el establecimiento de nuevas relaciones entre religión y filosofía- será el resultado de una lenta preparación a partir de cambios en los dominios de lo económico, lo social y lo político.
La hegemonía del Cristianismo supuso el rechazo de gran parte del legado científico griego, pero sobre todo de su espíritu crítico y de su laicismo. Todo el patrimonio científico cristiano o estaba contenido en los textos sagrados o no podía ir en contra de sus enseñanzas y por lo tanto se considera a la ciencia es en sí misma ridicula y falsa.
Los planteamientos dogmáticos del Cristianismo comulgan mal con la postura racionalista grecolatina. De ahí el abandono, cuando no el rechazo y la beligerancia, de toda la ideología pagana. Las propuestas científicas sobre el origen, composición y movimientos de la tierra sufren idéntica revisión, como no podía ser de otra manera. Casi nada de lo antiguo es válido y ha de pasar por el cedazo de las Escrituras Sagradas y de la fe. Es bien sabido que todo nuevo paradigma epistemológico barre por completo al anterior: ley de vida para unos, los vencedores, y de muerte para otros, los perdedores. En este caso el enfrentamiento surge entre
una concepción revelada y celestial en auge y otra terrenal que se guía por la luz
de la razón. Se pierden numerosos conocimientos de la cultura clásica, pero sobre todo se abandona la curiosidad por el saber contrastado desde la razón.
El símbolo NicenoEl símbolo niceno o símbolo de la fe es una declaración dogmática de los contenidos de la fe cristiana promulgada en el Concilio de Nicea I (325). El objeto del credo niceno fue consensuar una definición de los dogmas de la fe cristiana, impedida hasta entonces por la escasa institucionalización y las fuertes variantes regionales. El principal adversario de la doctrina nicena fue el arrianismo, una corriente teológica que negaba la divinidad de Jesús; otros problemas teológicos, en especial trinitarios, no se resolverían hasta el Concilio de Constantinopla, cuando el carácter divino del Espíritu Santo se afirmó definitivamente.
El credo resume los principios básicos de la fe ortodoxa de una manera relativamente sencilla, con la intención de proporcionar un recurso para memorizarlos y proclamarlos a los fieles. Implícitamente condena los errores más difundidos, como medio para identificar las posibles disidencias; modificaciones posteriores del credo buscarían dar mayor precisión a la definición de las herejías contemporáneas.
Una versión ligeramente modificada dictada en el Concilio de Constantinopla I (381) se denomina símbolo niceno constantinopolitano, que surgió por la necesidad de la Iglesia de establecer claramente todo aquello en lo que debe creer cualquier bautizado. Además se establece para tener una referencia en contra de las ideas heréticas que surgían a cada momento.
El credo niceno, símbolo de la fe, es aceptado por la Iglesia Católica, las iglesias ortodoxas, la anglicana, y la mayoría de las iglesias protestantes, y representó la última versión del contenido teológico del cristianismo en la que ortodoxos y católicos se mostraron de acuerdo, un consenso que se rompería con la introducción en el IV Concilio de Toledo de 587 de la llamada "cláusula filioque".
Para la gran mayoría de las denominaciones cristianas, el credo niceno constituye la base central e incontrovertible de la fe. La profesión del mismo es parte de la celebración católica y ortodoxa de la misa, y forma parte de la prédica de la mayoría de las iglesias protestantes.
Más informacion:
La cosmovisión cristianaLa cosmovisión cristiana no se basa directamente en una experiencia, sino, según se presenta, en una revelación divina. La idea del universo personal, de lo que es el hombre y su dignidad, y de lo que son las relaciones humanas se basa en ella.
La cosmovisión cristiana se basa en tres puntos fundamentales:
1) Que Dios es creador, y que ha hecho el mundo cuando ha querido:
Que Dios es creador significa que Dios es un ser personal, alguien y no algo que ha creado el mundo libremente, y que no se confunde con el mundo sino que lo trasciende. Por eso puede actuar en el mundo y en la historia, cuando quiere y como quiere. Dios es el fundamento de todo, pero no se confunde con el todo. Está en el fondo de todo lo que existe, pero no es el fondo de todo lo que existe. Las cosas no son parte de Dios y Dios no es una parte de las cosas. Entre Dios y las cosas creadas hay una distancia, porque las ha creado con su voluntad, no proceden de Él como si fueran los efluvios de un gas caliente.
2) Que Dios es Trino, es decir una comunión vital de tres personas:
Que Dios es Trino es la gran revelación que nos ha transmitido Jesucristo, al presentarse como Hijo de Dios, lleno de su Espíritu Santo. Por Jesucristo sabemos que en el misterio de Dios hay una comunión de tres Personas. Esta verdad ilumina toda nuestra idea del cosmos y especialmente nuestra idea del hombre, de su capacidad de relación y de la vida social. En la entraña de la realidad, el ser más importante de todos los seres, Dios, resulta que contiene, que es, una comunión de tres personas. Dios no es un ser inerte, ni un espíritu gaseoso con una inteligencia inmutable y perpleja. En el núcleo del misterio de Dios -lo sabemos por Jesucristo- hay una comunión de tres personas.
c) Que el hombre ha sido hecho a imagen de Dios.
La tercera gran afirmación es que el hombre es imagen de Dios. Hecho a semejanza de Dios y con una huella y parecido de Dios. Esto significa, entre otras cosas, que podemos buscar en el hombre el reflejo de las dos afirmaciones anteriores: que Dios es Creador y que es Trino. Si es verdad que el hombre es imagen de Dios, es la imagen de un Dios creador y de un Dios Trino.
Fuentes:
Las cuatro cosmovisiones actuales.
La concepción bíblica del universo, se basa en estos cuatro principios:
1) Dios es el creador de los cielos y la tierra, según el Génesis.
2) La Humanidad también es creada a su imagen y semejanza después de haber colocado sobre la tierra a todos los demás seres.
3) La Naturaleza está al servicio del Hombre, como lo demuestra el hecho de que el Creador le instara a que pusiese nombre a todos los animales.
4) El pecado por desobediencia rompe el equilibrio entre la Naturaleza y el Hombre.
Bajo el gobierno del emperador Constantino el Grande (306-337), la cultura greco romana sufrió una transformación religiosa, cultural y social violenta y traumática, que tal vez puede señalarse como el fin de una época y el comienzo de otra: la Europa cristiana medieval. Por su importancia, lo tomare como el primer cambio de paradigma que deseo destacar en la historia de occidente. En efecto, mediante el Edicto de Milán del año 313; que fue un edicto de tolerancia religiosa para todas y cada una de las religiones que existian en ese momento, y no sólo para los cristianos, Constantino otorgó al cristianismo los mismos derechos de los cultos paganos, pero en los hechos, mas tarde el cristianismo pasó a ser la religión oficial del imperio y los paganos que no se convirtieron muy rápidamente, de perseguidores pasaron a perseguidos. Convocó y presidió el primer Concilio ecuménico en Nicea , donde se definieron importantes temas doctrinales, como por ejemplo, seleccionar los evangelistas o el carácter humano y divino de Cristo.
Fuentes: