jueves, 13 de marzo de 2008

"Jiriki" y "Tariki".

Los términos "Jiriki" o Poder de sí mismo, y "Tariki" o Poder del otro, son de origen budista.
El Budismo describe la existencia humana como actividad social inspirada por las fuerzas naturales.
Los aspecto pasivos de la vida están bajo el control de "Tariki", mientras que sus aspectos activos están controlados por "Jiriki" (Yo).
El camino de la vida es congruente con el ser humano tal como lo describe el Budismo:
Vida activa fundada en una existencia pasiva.

Sin embargo en la realidad el hombre contemporaneo tiende a dejarse sumergir por su vida social y descuidar sus raices naturales.
Para conseguir sus ideales, el Budismo, ademas de las enseñanzas escrita, tambien ha puesto a punto practicas de despertar.
Entre ellas podemos distinguir someramente entre las prácticas "Jiriki", como el Zazen y las prácticas "Tariki" donde la plegaria y el canto expresan un abandono total a "Tariki".

Distinguemos entre el "Tariki" tal como se expresa en las doctrinas budistas que veneran al ser natural, las obras naturales y el orden escondido, y el "Tariki" de las religiones teísta que integran todos estos elemento en un dios personal y trascendente.
El sentimiento de gratitud hacia las fuerzas que nos animan se expresa fácilmente en el amor que dedicamos a nuestros padres.
De la misma manera, en el Budismo, desligado originalmente de un dios personal, Shinram y Honem han introducido el culto del "Buda Amitabha" que es una forma de teísmo.
Segun las enseñanzas de Shinram y Honem, la fe en la recitación de "Jodomon" o "Canto de la confianza y abandono en Amitabha", autoriza a entrar en el "Jodo", la "Tierra Pura" o Paraíso, después de la muerte.

A pesar de que todas estas prácticas son diferentes y se adaptan a las necesidades de cada uno, son comparables en la medida en que facilitan el despertar a las fuerzas naturales que alimentan las raíces de nuestra vida.
Sin embargo se puede pensar que las prácticas de "Jiriki" permiten, al regularizar las funciones cerebrales, un despertar más facil a "Tariki".
Existen pues dos vías. Una la del Zen, trata de alcanzar el control de sí mismo por el despertar a Tariki; la otra, la vía teísta, sostiene que el control no puede ser alcanzado más que colocándose bajo la autoridad de un dios como Amitabha.
Existen, además, diversos medios de abordar estas vías. Pero la comprensión de este punto permite captar el papel y el sentido de las diferentes religiones.

Sin embargo, instalarse confortablemente en "Tariki", fuente de nuestra vida natural, y abandonar la vida práctica y social, puede constituir una trampa.
Por su parte la enseñanza de "Tariki" esconde un peligro: el de perder de vista el objetivo ultimo y dejar el ser social abandonado a la vida del ser natural.
Cuando más extendida esta una religión, mas va acompañada de una actitud de dependencia y de una búsqueda de los beneficios terrestres.
Cuanto menos elaborada, más atrae las criticas de las demás religiones. Aquel que se convierte a ellas se encuentra a menudo esclavo de ella y conoce entonces dificultades para vivir.
El Budismo es, en el esencial, una religión intelectual que se caracteriza por una fe pura y un rechazo de los ídolos y de los dioses trascendentes.

Aunque, por ejemplo el "Jodomon", la "Vía de la Tierra Pura", que enseña la sumisión al Poder del Otro y la existencia de una Buda personal, Amitabha, que permite acceder al Paraíso, muestra un parecido con el Cristianismo.
No obstante, se concibe también esta tendencia como un pastor llenor de Amor que abre el mundo de la religión a los sufrimientos y la tristeza del mayor numero de personas.
Aquellos que llegan a la unidad con el Cielo y la Tierra, con la certeza serena de que su vida y la de los demás seres también tienen una raíz común, son muy poco numerosos.
Los demás, los más numerosos que forman la base del monte, requieren diferentes tipos de enseñanza y diferentes pastores.


miércoles, 12 de marzo de 2008

El Koan.

Rompiendo las barreras de la Mente:

El Koan, ese juego irracional y aparentemente absurdo de preguntas y respuestas entre maestro y discípulo del esoterismo oriental asiático, es uno de esos estímulos al que el maestro somete al discípulo, a lo largo de todo el proceso de iniciación, que conduce a que la conciencia dormida despierta a la Realidad que tiene ante sí.
En apariencia, el Koan se plantea como autentico despropósito; en realidad, es un intento de ruptura de la visión racionalista de la vida cotidiana y, sobre todo, de la relación causa-efecto, con la intención de que el discípulo salte por encima de lo aceptado para encontrar su propia ubicación en el desarrollo armónico del Universo.

"Si es dificultoso hablar del Zen, lo es porque todo intento de explicarlo lo hace más oscuro."

El filósofo Kitarō Nishida nos dice: "...Koan, el problema paradójico para la meditación, es creado para quebrar el intelecto. Todo esto sólo tiene valor como un medio para aclarar la senda para la intuición; está ideado sólo para ayudar a abrir la puerta desde dentro".

El primer koan fue atribuido al Buddha. Los maestros dicen que al centrar la atención en un koan se pueden interrumpir los pensamientos habituales y la naturaleza interior puede ser percibida. El biólogo Francisco Varela escribió sobre este tema: "Este es…el motivo por el cual aparece la paradoja en situaciones como la de los ejercicios zen, en los que justamente debería aprenderse a saltar a un plano cognoscitivo superior para poder observar en este nuevo plano sus pensamientos y conceptos valorativos en forma imparcial. Mientras el que aprende se mantenga atado a uno u otro plano, a una predilección o juicio, a lo bueno o lo malo, lo positivo o lo negativo, a lo espiritual o lo mundano, la meta de la enseñanza no se habrá alcanzado. Un buen maestro es aquel que puede transmitir vívidamente la reflexividad y lo entreverado de la situación hasta que el estudiante se vea obligado a extraerse de ella".

Según la filosofía Zen no se puede enseñar con palabras lo que es el Zen por lo que es el propio alumno el que debe aprender por si solo. Esto significa que en la relación maestro-alumno, el maestro tiene la función de guiar al alumno. Una de las formas para conseguirlo es utilizando los koans que parecen no contener información en si mismos pero ayudan a que el alumno sin darse cuenta pueda llegar a un mayor entendimiento del universo. Es como intentar comunicar algo sin decirlo directamente, algo que en cierta medida ha llegado hasta la mente de los japoneses de hoy en día y sobre todo a los escritores japoneses.

Quizás de los koans más conocidos son estos que dicen:
"¿Qué sonido hace una sola mano al aplaudir?".

¿Cómo era tu cara original, antes de nacer tus padres?

Si comprendes, las cosas son tal como son. Si no comprendes, las cosas son tal como son.

Veamos un koan que nos intenta acercar al entendimiento de que el universo es inmutable y es nuestra mente la que lo interpreta a su manera:
Dos monjes estaban discutiendo acerca de una bandera. Uno dijo, “La bandera se está moviendo”. El otro dijo, “El viento se está moviendo”. Sucedió que el sexto patriarca, Zenón, pasaba justamente por ahí. El les dijo, “Ni el viento, ni la bandera; la mente se está moviendo”.

Al terminar de leer un koan se nos queda un sabor agridulce, nos quedamos sorprendidos, nos quedamos por unos instantes en un estado alógico. Cuando estamos en un estado de perplejidad es cuando nuestro cerebro comienza a pensar de forma algo no lógica, nuestros pensamientos se tambalean, de esta forma según las filosofías orientales podremos avanzar hacia la iluminación.

El discípulo Doko se apersonó a un maestro zen, y le dijo: “Estoy buscando la verdad. ¿Cuál es el estado mental en el que debo perfeccionarme para encontrarla?”.
Dijo el maestro: “No hay mente, de modo que no puedes ubicarte en estado alguno. No hay verdad, de modo que no puedes perfeccionarte para alcanzarla”.
“Si no hay mente que perfeccionar, ni verdad por encontrar, ¿por qué tienes aquí esos monjes que se reúnen todos los días ante ti para estudiar el zen y perfeccionarse mediante ello?”
“Pero si aquí no hay siguiera un palmo de sitio”, dijo el maestro, “cómo podría haber una reunión de monjes?”. “¿Y yo no tengo lengua, ¿cómo podría entonces llamarlos o impartirles enseñanzas?”.

“Oh, ¿cómo puedes mentir así?”, dijo Doko.
“Pero si no tengo lengua que me permita hablar, ¿cómo podría mentirte?”, respondió el maestro.
Entonces, Doko dijo con tristeza, “no puedo seguirte. no puedo comprenderte”.
“Yo no puedo comprenderme a mí mismo”, dijo el maestro.

Y para terminar un último koan para terminar de perturbar totalmente la lógica de nuestro pensamiento.

Joshu preguntó al maestro Nanse, “¿Cuál es el verdadero Camino?”
Nansen respondió, “El camino de cada día es el verdadero Camino”.
Joshu preguntó, “¿Puedo estudiarlo?”.
Nansen respondió, “Cuanto más lo estudies, más te alejarás del Camino”.
Joshu pregunto, “Si no lo estudio, cómo puedo conocerlo?”.
Nansen respondió´, “El Camino no es de las cosas que se ven, ni de las cosas que no se ven. No es de las cosas conocidas, ni de las cosas desconocidas. No lo busques , ni lo estudies, ni lo nombres. Para alcanzarlo, ábrete con la amplitud del cielo”.

Fuentes:
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La Zen Koans Database fue diseñada originalmente por James Collado, en Febrero del 2007. Desde entonces trabaja manteniendo y expandiendo el sitio.

Mumonkan, "La Entrada sin Puerta"
(Mumon Ekai, 1183-1260)

La práctica del Zazen.

La práctica de zazen es el secreto del Zen:

Para practicar zazen, siéntese en el centro del zafú (cojín redondo y alto), manténgase bien derecho y extienda la columna vertebral a partir de la quinta vértebra lumbar.
Cruce las piernas en posición de loto o de medio loto, de manera que las rodillas estén firmemente apoyadas en el suelo. Empuje el cielo con la cabeza, empuje la tierra con las rodillas.
La mano izquierda reposa sobre la palma de la mano derecha; los pulgares se tocan, con una ligera presión, las dos manos están en contacto con el abdomen.
El mentón está recogido, la nuca estirada, la nariz en la vertical del ombligo, los hombros caen naturalmente. La boca está cerrada sin crispación, la extremidad de la lengua toca el paladar, detrás de los dientes superiores. Los ojos a medio cerrar, la mirada se posa sin fijarse a un metro delante de uno.
La respiración debe ser calma, larga y profunda. La atención ha de estar dirigida sobre la espiración, que debe empujar hacia abajo sobre toda la masa abdominal. La inspiración viene naturalmente, automáticamente, espontáneamente. El vientre siempre debe estar libre, distendido y en expansión.
En esta postura, se interrumpe el flujo de pensamientos incesantes y de maquinaciones mentales, porque toda la atención está dirigida a la tensión muscular y a la respiración.

Cuando el espíritu no permanece sobre nada aparece el verdadero espíritu
Cuando más se practica zazen, más uno comprende con todas las fibras de su cuerpo que los pensamientos son contenidos vacíos desprovistos de toda sustancia real, que vienen y van. Uno se da cuenta finalmente que existe una conciencia intuitiva, original y universal, radicalmente distinta de la conciencia habitual del yo. Si Ud. mantiene la postura justa, si su respiración es cada vez más profunda y calma, sentirá la realidad d ella vida que impregna todo el universo. A esto puede llamarlo el campo integral de conciencia. El funcionamiento del cerebro se aclara espontánea y automáticamente, este estado no es el de una conciencia particular sino el simple retorno a la condición más normal del cerebro. Si Ud. mantiene este perfecto estado de conciencia en zazen, se activa la vida natural e inconmensurable más allá de los pensamientos del yo personal, y se siente entonces que uno está ligado al mundo exterior, a todos los elementos de la poderosa naturaleza.
El impulso de despertar, dado por la tensión muscular, actúa directamente en el cerebro y vuelve más clara a la conciencia.
Debemos tomar conciencia del aspecto efímero e impermanente del espíritu. Hishiryo, el estado de conciencia durante zazen, significa dejar pasar los pensamientos. Es la conciencia que está más allá de todo juicio específico, como el que nos hace buscar lo que amamos y huir de lo que detestamos.

Hishiryo es el pensamiento que pasa por el punto cero del tiempo, el pensamiento que las razones y las consideraciones personales no alcanzan. Es la conciencia universal que sigue el orden del universo y el movimiento de la naturaleza. Es la conciencia integral que surge natural y automáticamente de la postura y d ella respiración de zazen. Esto sólo puede ser comprendido por la práctica. Esta conciencia de zazen es no -provecho (mushotoku), no tiene objeto. Depositado como un grano en las neuronas, esta idea germina y se vuelve conciencia natural.
En el capítulo "Shoji" del Shobogenzo, puede leerse con respecto a este tema: "No trate de evaluar esto con su espíritu ni expresarlo con palabras." En otros términos, al menos que una evidencia subjetiva venga a corroborarlo, es difícil aprehender objetivamente, científicamente la conciencia.

Dogen dijo a su maestro Nyojo: "Abandoné mi cuerpo y mi espíritu." Esto significa que a través de zazen, uno puede emanciparse de la conciencia del pasado y que se vuelve, en cuerpo y en espíritu a la auténtica conciencia de antes de la existencia humana. La conciencia del pasado ya no es un problema, su cuerpo y su espíritu anteriores se resuelven en zazen. Usted crea su verdadera vida, en donde la sabiduría se engendra naturalmente.

La práctica del Zazen no es algo distinto del despertar. Así, durante el Zazen no es preciso buscar la obtención de nada. La práctica del Zazen es el secreto del Zen.
No es fácil, mas si se ejercita cotidianamente es muy eficaz para la liberación. El Zazen no solo desprende energía, sino que es también posición.
El Zazen es simplemente concentración sobre la postura, modo de respirar y actitud del espiritu.
Su práctica a diario nos lleva a la liberación de la conciencia y al desarrollo de la intuición.

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La postura o posición auroral:

Sentado en el centro del zafu (cojín redondo), se cruzan las piernas en loto o medio loto. Si no es posible se cruzan simplemente cuidando de no poner un pie sobre el muslo. No obstante, conviene apoyarse firmemente en el suelo con las rodillas. En la posición de loto los pies oprimen en cada muslo zonas que comprenden los principales puntos de acupuntura correspondientes a los meridianos del hígado, la vesícula y el riñón. Antiguamente los samuráis estimulaban estos centros de energía, de forma natural, por la presión de los muslos sobre el caballo.

Pelvis caída hacia adelante, al nivel de la quinta vértebra lumbar (según mi maestro, es como si el ano mirara al sol), columna vertebral arqueada, espalda recta. Se toca la tierra con las rodillas y el cielo con la cabeza. Mentón hundido, nuca erguida, vientre distendido, nariz en línea vertical con el ombligo; se es como un arco tenso cuya flecha sería el espíritu.

Una vez en posición se colocan los puños cerrados, apretando el pulgar sobre los muslos, cerca de las rodillas, y se balancea la espalda muy recta a derecha e izquierda siete u ocho veces reduciendo lentamente el movimiento hasta encontrar la vertical de equilibrio. Se saluda (gassho) entonces, es decir, se juntan las manos delante de sí, palma con palma, a la altura de los hombros; los brazos, doblados, permanecen horizontales. No queda más que poner la mano izquierda sobre la derecha con las palmas mirando al cielo y contra el abdomen. Los pulgares en contacto por su extremidad, horizontales por una ligera tensión, no dibujan hondonada o pico. Los hombros caen naturalmente retirados hacia atrás. La punta de la lengua roza el velo del paladar. La mirada se posa a un metro de distancia, pero está volcada hacia el interior. Los ojos semicerrados no miran nada, intuitivamente se «ve» todo.

La respiración:

Juega un papel primordial. El ser vivo respira. Lo primero es el aliento. La respiración Zen no es comparable a ninguna otra. Tiende ante todo a establecer un ritmo lento, poderoso y natural. Si nos concentramos en una espiración suave, larga y profunda, la inspiración viene de forma natural. El aire se retira paulatina y silenciosamente, mientras que el empuje debido a la espiración desciende con fuerza en el vientre. Se «oprimen los intestinos» provocando así un saludable masaje de los órganos internos.

Los maestros comparan la respiración Zen al mugido de la vaca o al grito del recién nacido. Este hálito es el «om», la simiente, el pneuma, fuente de vida.

Actitud del espíritu:

La respiración adecuada brota de una posición correcta. De igual modo la actitud del espíritu fluye naturalmente de una profunda concentración en la posición física y en la respiración. El ejercicio correcto nos hace vivir largamente, apaciblemente, con intensidad. Neutralizamos los shocks nerviosos, dominamos los instintos y las pasiones, controlamos la actividad mental. La circulación cerebral mejora notablemente. El córtex descansa y el flujo consciente de pensamientos cesa. La sangre afluye a las capas profundas que, mejor irrigadas, se despiertan de un semisueño; su actividad produce una sensación de bienestar, serenidad y paz parecida al sueño profundo pero en pleno despertar. El sistema nervioso se relaja, el cerebro «primitivo» entra en plena actividad. Plenamente receptivos y atentos, pensamos con cada una de las células de nuestro cuerpo. Inconscientemente, toda dualidad, toda contradicción desaparecen.

Los pueblos llamados primitivos han conservado un cerebro profundo muy activo. La civilización occidental ha educado y refinado el intelecto al tiempo que perdía fuerza, intuición y sabiduría, ligadas al núcleo interno del cerebro. Por eso el Zen es un tesoro inestimable para el hombre de hoy, para el que aún tiene ojos para ver y oídos para oír.

Por la práctica regular del zazen nos es dado convertirnos en hombres nuevos volviendo al origen de la vida.

Podemos acceder a la condición normal del cuerpo y del espíritu (que son uno) captando la existencia en su raíz.

Sentados en zazen dejamos correr las imágenes y pensamientos que atraviesan el inconsciente como nubes por un cielo límpido. Sin oponernos, sin agarrarnos a ellas, como sombras delante de un espejo las emanaciones del subconsciente pasan, tornan y se desvanecen. Y se llega al inconsciente profundo, sin pensamiento, más allá de todo pensar (hishiryo), pureza verdadera. Zen es muy simple y muy difícil de comprender. Es un problema de esfuerzo y repetición, como la vida.

Sentados, sin ningún tipo de ocupación, sin fin ni espíritu de provecho. Si la posición-respiración y actitud de vuestro espíritu están en armonía, comprenderéis el verdadero Zen, captaréis la naturaleza de Buda.



martes, 11 de marzo de 2008

¿Que es el Zen?

El Despertar:

Aunque poseyéramos todo lo que deseamos, aún no estaríamos satisfechos. Tal es la causa de nuestra enfermedad, sobro todo en el seno de una sociedad que nos promete todo, pero que no nos priva de lo esencial, ya que lo esencial no pertenece de ninguna manera al orden del tener, sino del ser, y contra más poseemos, más deseamos, menos somos.

Nuestra verdadera riqueza, la que nos pertenece en propiedad y la que nadie puede robarnos, está dentro de nosotros, profundamente escondida y casi siempre mal conocida.

No se puede llegar a alcanzar este fondo de nosotros mismos, estable y apacible, no se puede descubrir esta riqueza olvidada sin un método radical y riguroso.

El Zazen, la práctica constante y asidua del Zen, es la llave que abre este reino interior.

El Zen no es un conocimiento para añadir a otros, y menos aún un objeto de especulación, intelectual o de discusión. El Zen no puede ser más que una experiencia personal, la más íntima de todas, algo que nadie puede hacer en nuestro lugar. Por el contrario, es suficiente practicar el Zen, es decir, ponerse en postura, la columna vertebral lo más derecha posible, sentado sobre un cojín redondo, piernas cruzadas, completamente inmóvil, en un lugar tranquilo y en el silencio, respirar lenta y profundamente y dejar así que el espíritu agitado se apacigüe, se aclare, para sentir rápidamente los efectos beneficiosos: las preocupaciones cotidianas dejan de inquietarnos, se alejan y, por último, aparecen como lo que son pequeñas e insignificantes oleadas en la superficie de nosotros mismos. Poco a poco la angustia deja lugar a la seguridad, la turbulencia incesante e inquieta a una calma desconocida anteriormente, primer anuncio de la serenidad.

Comienza a manifestarse una sensación de alivio, de equilibrio recuperado.

El control de la respiración modera y apacigua el ritmo del corazón, regulariza la circulación, hace decrecer la tensión; al volverse profunda, la expiración expulsa de los pulmones los residuos de gas carbónico que, habitualmente se estancan ahí, provocando nerviosismo y ansiedad; el grado de ácido láctico en la sangre, factor de la agresividad, baja muy sensiblemente, mientras que el hecho de estirar la columna vertebral le hace encontrar su agilidad y libera las contracciones nerviosos que desaparecen.

Por último, y sobre todo, el funcionamiento del cerebro se modifica muy sensiblemente, al pasar la actividad de las capas superficiales a las capas profundas, las ondas alfa aparecen en él muy rápidamente, lo cual origina un estado de conciencia completamente diferente al de la vida cotidiana, a la vez más distenso y más perspicaz, con una sensibilidad permanente y muy despierta.

De esta manera solamente, gracias a este ejercicio continuo, el cual poco a poco formará parte de nuestra vida y constituirá su mejor parte, comenzaremos, al principio imperceptiblemente, más tarde más sensible a cambiar; y no solamente nosotros, sino nuestra vida, los demás, el mundo.

En realidad, lo que habrá cambiado será nuestra relación con la vida, con los demás, con el mundo. Poco a poco nos iremos deshaciendo de la envoltura del ego. Nuestra conciencia cesara al fin no solamente de estar dividida, sino también de estar retraída. Al estar derrumbadas y abolidas todas las barreras, la comunicación se establecerá y el otro ya no será el "otro". Nuestra conciencia participara en la vida sintiéndose una emanación del cosmos, identificándose a él.

Zazen es en su origen la postura misma de Buda, gracias a la cual obtuvo la completa liberación, el desapego soberano, el conocimiento perfecto. El Zen nos recuerda que todos nosotros tenemos, "aquí y ahora", esta posibilidad, pero simplemente lo ignoramos. A través de la practica y de la enseñanza del maestro, nos acercamos, a través de una transmisión ininterrumpida, a esta experiencia, a esta prodigiosa metamorfosis del ser que es el Despertar.

Conocerse a sí mismo:

En la base del Despertar está el conocimiento de sí mismo. Este punto es y fue el esencial de la enseñanza de muchas filosofías y religiones, si bien es verdad que esta búsqueda del conocimiento de sí mismo ha podido desembocar en el egoísmo y en el individualismo. Hoy día, después de los descubrimientos de la psicología profunda, del psicoanálisis, la concepción del yo y del sí mismo ha evolucionado y no puede ser ceñida a un estudio objetivo racional de la conciencia, y tampoco a un análisis puramente intelectual.

Por otra parte, parece que el hombre no pueda vivir basándose simplemente en valores sociales, religiosos y morales exteriores a él. Actualmente necesita un afianzamiento interior, descubierto y vivido en lo mas profundo de él mismo.

La vida en sociedad educa al hombre según condicionamientos que le enseña a juzgar el bien y el mal según unos criterios que son más un habito adquirido que una noción realmente vivida.

Además hoy día, todo el mundo toma conciencia de este estado de hechos, lo cual produce uno de los factores más importantes de la incomodidad sentida por los individuos.

Todo esto nos conduce a una búsqueda interior más aguda y personal, y nos acerca de una manera diferente al problema:

¿Cuál es la naturaleza del hombre y del universo?
¿Qué es la vida?
¿Qué es la muerte?

Ni la ciencia, ni la religión, a través de la historia de los hombres, han aportado una respuesta satisfactoria.

Nosotros, en tanto que cuerpo y espíritu, somos la vida. Esta es la respuesta Zen. Ver claramente en nuestro propio espíritu. El hecho de vivir y de realizar profundamente esta unidad cuerpo-espíritu, nos hace descubrir la fuente de la vida en nosotros mismos, aquí y ahora.

Este sentimiento de vida es lo universal en nosotros y nosotros en lo universal, mas allá del ego y más allá de la vida y de la muerte, en la interdependencia de todas las existencias.

Este sentimiento de unidad universal es la base del amor que une a todo lo que vive.

Zen y calidad de vida:

“El Zen purifica y eleva a la más alta dimensión los deseos sanos del hombre. El Zen puede ayudar a resolver la crisis de la civilización moderna, no solamente en la conciencia profunda de cada uno, sino en la de toda la Humanidad”, escribió Taisen Deshimaru.

El Zen desarrolla un alto grado de conciencia de sí y de paz interior. Abandonando el egoísmo individual y aprendiendo a tranquilizar la mente, se puede acceder al flujo interno de la actividad y de la energía y al conocimiento intuitivo.

Esta es la sabiduría que nos conduce a la sabiduría por la puerta del silencio y sin deseo de provecho personal.

“Mantened las manos abiertas, toda la arena del desierto pasará por vuestras manos. Cerrad las manos, sólo obtendréis un puñado de arena”, escribió el maestro Dôgen.

Zen y creatividad:

La actividad creadora surge de la espontaneidad manifestada 'aquí y ahora' en tanto que actitud realista y apropiada.

En el Zen, la vida cotidiana está fundada sobre la espontaneidad y sobre el entrenamiento a la concentración del cuerpo y del espíritu. Es creadora.

Aquel que practica el Zen puede realizar ‘aquí y ahora’ sus potencialidades, despertándose a su verdadera naturaleza, siendo plenamente él mismo. La creatividad no es solamente una cualidad de genios. El niño es espontáneamente creador. Todo el mundo puede serlo en su vida.

Zen y energía vital:

Para purificar el espíritu no hay que detener la actividad. El Zen no es una técnica de evasión o de huida. Por el contrario, la practica de Zazen desarrolla nuestra energía y la concentra sobre el instante presente, nos permite afrontar la realidad cotidiana con una calma, con una perspicacia, con una objetividad, de las que no nos creíamos capaces, y que nos sorprenden.

Frente a las dificultades, de cara a los problemas, se produce la reacción justa y eficaz, naturalmente, espontáneamente, ya que nos hemos desembarazado de los obstáculos interiores que antes nos lo hacían imposible. Debemos encontrar nuestra verdadera paz interior en la actividad.

Zen y libertad:

Trascender los limites de los propios conflictos, sentirse uno con los demás, conducirse naturalmente es la vía de la libertad. La verdadera libertad es interior. Significa confianza en sí mismo. De esta manera es posible conformarse a las reglas exteriores e interiormente permanecer libre.

El comportamiento es igualmente importante. Cada gesto es la ocasión de un entrenamiento a la concentración, a la simplicidad, a la armonía y al control del cuerpo y del espíritu.

Zen y religión:

El Zen es la esencia del budismo. Pero ante todo y esencialmente es “contacto con el absoluto en nosotros mismos; despertar a la realidad más allá de las apariencias visibles; comprensión de nuestra profunda naturaleza humana, invisible. Y en esto es universal.

El Zen es ante todo una postura, la postura sedente de zazen, con sus tres elementos: actitud del cuerpo, actitud del espíritu y respiración.

Una postura es una actitud. Una postura quiere decir evidentemente, en el sentido amplio del término, una actitud ante la vida: actitud de fuerza y de equilibrio, de serenidad y de vigilancia, de respeto y de tolerancia, de unión con la vida cósmica.

El Zen se sitúa más allá de todas las religiones tradicionales, pero al ser la raíz misma del espíritu religioso, puede vivir entre todas las religiones, dar a cada una su verdadero poder religioso, y, en el seno de todas las místicas, de la misma manera que un pez viviendo en el agua. “El agua es la vida para el pez, pero el pez es también la vida para el agua”, decía Dôgen.

Zen y psicología:

La noción de inconsciente cósmico ha dado a la psicología una dimensión que anteriormente no tenía.

El desarrollo de la personalidad ligada a lo universal, trasciende los limites del individuo y del ego en particular. No existe un yo separado de los demás, sino un sí mismo, plenamente sí mismo, diferente y parecido a los otros a la vez. El dinamismo interior tiende hacia la unidad y hacia la superación de las contradicciones, empezando por la noción de vida y de muerte.

La naturaleza de la conciencia es especial y profundamente estudiada en el Zen.
Una imagen ilustra claramente la transformación que se instaura: es la imagen de la puerta que separa simbólicamente el consciente del inconsciente. Esta puerta sólo se abre generalmente hacia el exterior, pero debería llegar a ser "batiente", libre.

El Zen es la vía sin atolladeros. Nos enseña a tomar conciencia de nuestros propios recursos y de la profunda humanidad que esta en cada uno de nosotros.

Fuentes:
Taisen Deshimaru, "La práctica del Zazen".

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sábado, 1 de marzo de 2008

La Revolución de la Información

La imprenta fue la gran revolución de la cultura escrita, gracias al invento del alemán Johannes Gutenberg, hacia 1440. Esta trascendente revolución permitió la masificación del saber y una mayor circulación del conocimiento científico, transformándose el libro en un instrumento liberador base de un nuevo sistema cultural.
El mundo fue más pequeño, menos distante de un lugar a otro, desde que las imprentas empezaron a reproducir textos.

Durante la Edad Media, el modelo de poder fue el feudalismo, su característica fue la ruralización. Hubo un desprecio hacia la escritura y la lectura, excepto por parte de la Iglesia. Recordemos que en la época anterior al desarrollo de la imprenta, los libros eran difundidos a través de las copias manuscritas de monjes y frailes dedicados exclusivamente al rezo y a la réplica de ejemplares por encargo del propio clero o de reyes y nobles. Estos manuscritos solían ser elaboradamente ilustrados, pero ello implicaba un proceso costoso en tiempo y dinero. En la Edad Media, los copistas eran monjes que trabajaban sin prisa y con el fin de mantener el saber dentro de la estructura de la Iglesia, esta tarea se llevaba a cabo en los monasterios. A pesar de lo que se cree, no todos los monjes copistas sabían leer y escribir. Realizaban la función de copistas, imitadores de signos que en muchas ocasiones no entendían, lo cual era fundamental para copiar libros prohibidos que hablasen de medicina interna o de sexo. Las ilustraciones y las mayúsculas eran producto decorativo y artístico del propio copista, que decoraba cada ejemplar que realizaba según su gusto o visión. Cada uno de sus trabajos podía requerir hasta diez años.

La invención de la imprenta con caracteres móviles no fue solo un simple adelanto tecnológico, marco un paso trascendental en la historia de la humanidad. En los cuarenta años siguientes a su invención se publicaron mas obras que durante toda la historia anterior de la humanidad. La invención salio de los talleres de Maguncia (Alemania), difundiéndose rápidamente por toda Europa. Esa difusión de las ideas y el conocimiento marcaron el fin del oscurantismo medieval y el comienzo de la edad moderna. Uno de los grandes cambios que trajo fue el debilitamiento de la institución de la Iglesia católica, pues le quito el monopolio que tenia sobre la educación y la difusión del conocimiento, los cuales pasaron a manos del Estado.

Según Elizabeth Eisenstein la invención de la imprenta provocó la llamada “revolución inadvertida”, una discontinuidad histórica, tecnológico-industrial, esencial como desencadenante de las revoluciones científicas que inauguraron la etapa moderna de la ciencia occidental, dando lugar con ello a otros importantes cambios sociales, económicos, políticos y culturales en el mundo. Hizo del libro, hasta entonces carísimo e irreproducible, un bien de bajo precio y casi popular, que permitía a un público vastísimo el acercamiento a textos que sólo podía oír contar oralmente. Dada la importancia revolucionaria que adquirió, el libro ha sido, y sigue siéndolo, una especie de símbolo de la expansión del conocimiento y de la cultura.

Los efectos de este invento han sido vastos y diversos. Pondra en marcha unos movimientos cataclísmicos que aún no han terminado. Súbitamente los libros dejan de ser un artículo de hiperlujo hecho a medida en escasos lugares y por tanto estrictamente controlado en su contenido. La iglesia católica, entonces la única de Occidente, se opone a la extensión de la tecnología detectando con rapidez su amenaza al sistema social, económico y político establecido. Es inútil: en breve la imprenta se extiende por toda Europa y sus consecuencias no tardarán en ser históricas.

Produjo la revolución protestante y reorientó la práctica religiosa católica. La Reforma Protestante, facilitada por la nueva tecnología, es el detonante de una serie de guerras de religión que devastan Europa y acaban por facilitar el colapso del Antiguo Régimen a través de una combinación de nuevas ideas políticas (extendidas a través, por ejemplo, de la Enciclopedia Diderot-D'Alembert), cambios en la economía relacionados con el nacimiento de la ciencia, y la presión social de una creciente población cada vez más capaz de acceder a la información, por precio y por nivel de formación.

Afectó al desarrollo del capitalismo moderno, cambió la familia y la política, difundió el conocimiento como nunca antes y alteró la vida social e intelectual. En tal sentido, prohibir los libros fue una prerrogativa asumida por los que estaban en el poder y los escritores no tenían hasta entonces ningún recurso contra los decretos y las fogatas, excepto las ediciones clandestinas y la fe en un futuro más tolerante.

Es también en esta época cuando nacen los primeros periódicos, y arranca el concepto (y el negocio) de lo que habrían de ser más tarde los medios de comunicación. La información, aunque mucho más ampliamente repartida, se hace incluso más valiosa, por la posibilidad de rentabilizarla haciendo y vendiendo numerosas copias. Por primera vez aparece un verdadero negocio de la información, que consiste paradójicamente en limitar y controlar el número de copias que se hacen de una obra determinada. Cuestión casi imposible de limitar por medio de la tecnología.

La imprenta introdujo técnicas y formas de trabajo intelectual incomparablemente más potentes que las de la época de los manuscritos, que dinamizaron de manera espectacular la producción de conocimiento, lo que fue cristalizando en ideas y métodos novedosos y fecundos: un saber más fiable, experimental, compartido, acumulativo, crítico y progresivo:

1. Con la imprenta, desde mediados del siglo XV, se fue generando una acumulación de conocimiento sin apenas precedentes en la Historia. Se recuperó e imprimió toda la sabiduría tradicional, que circuló con profusión desconocida antes y estuvo fácilmente accesible a los intelectuales europeos, cuyas nuevas creaciones también se agregaron al conocimiento social disponible, en acelerado crecimiento, promoviéndose una fácil intercomunicación entre los eruditos.
2. Con la imprenta terminó la veneración del saber idealizado del pretérito, conocido antes a duras penas a través de textos copiados a mano, con errores, y además dificilísimos de conseguir. La familiarización con múltiples fuentes impresas del saber y la contemplación desde cerca de las discrepancias entre unas y otras, y de sus posibles equivocaciones, estimuló la crítica intelectual de la tradición y el recurso a la observación y la experiencia para dirimir las controversias.
3. Con la imprenta resultó mucho más fácil y rápido que antes, en ediciones sucesivas de una obra o en obras diferentes, enmendar gradualmente errores, subsanar omisiones, corregir observaciones y datos, mejorar la organización de la información, perfeccionar en suma los resultados de la indagación. Se abrió paso sobre bases firmes al progreso en la calidad y cantidad del conocimiento público fiable.

La rápida difusión en Europa de la imprenta de tipos móviles significó verdaderamente una revolución. La imprenta, además, generó una dinámica industria, una nueva actividad económica digna de tenerse en cuenta, tanto en lo que se refiere a la producción de materias primas para ella -el papel, por ejemplo- como al comercio del principal de sus productos, el libro, y, más tarde, la prensa periódica. Recordemos que el papel desplazó al pergamino y permitió el abaratamiento en los costos en la producción de libros.

Es decir, la nueva industria de la comunicación, y no un genio o espíritu de la Modernidad, provocó la eferverscencia intelectual que revolucionó los saberes hasta desembocar en la ciencia del s. XVII.

La Evolución de la Comunicación Humana desde la perspectiva tecnológica.

Desde siempre, el hombre ha tenido la necesidad de comunicarse con los demás, de expresar pensamientos, ideas, emociones; de dejar huella de sí mismo. Así también se reconoce en el ser humano la necesidad de buscar, de saber, de obtener información creada, expresada y transmitida por otros. La creación, búsqueda y obtención de información son pues acciones esenciales a la naturaleza humana. Tal vez por eso los grandes saltos evolutivos de la humanidad tienen como hito la instauración de algún nuevo instrumento de comunicación.
En este sentido, Cordeiro señala que "La historia de la humanidad ha sido un proceso largo y complejo a través de muchos miles de años. Dicho proceso no ha sido lineal sino que, por el contrario, ha pasado por grandes revoluciones que han transformado completamente la forma en que los seres humanos se relacionan con el universo, cuya historia es muchísimo más larga."

Cordeiro divide la historia de la evolución humana en tres etapas que califica como revoluciones, cada una de ellas caracterizada por una invención o nueva tecnología, a su vez relacionadas con alguna nueva forma de comunicación.

La primera fue la Revolución Agrícola, a partir del año 8000 a.C. cuando el hombre inventa la agricultura e inicia una nueva forma de vida: deja de ser nómada, abandona su etapa primitiva, comienza a formar comunidades estables y aparecen las primeras ciudades. El hombre hace de la agricultura su principal forma de sustento y, con ella, aparece también la ganadería y un poco después el comercio. La necesidad de contar obliga a la invención de los números, los cuales evolucionan hasta dar origen a la escritura (cuneiforme y jeroglífica). Hacia el año 1000 a.C. los fenicios inventan el alfabeto, un conjunto de grafías que permite la representación de sonidos. Así, se conoce a la escritura como el hecho más trascendental de la revolución agrícola y, además de ser inclusive el punto de inicio de la historia misma de la humanidad, representa el primer gran avance tecnológico logrado por el hombre en su proceso de comunicación.

La segunda revolución de la humanidad, según la cronología de Cordeiro, es la Revolución Industrial, que precisamente marca su inicio a partir de la invención de la imprenta de Johannes Gutenberg hacia los años 1450 d.C. Con la imprenta se inicia una nueva etapa caracterizada por la masificación del conocimiento, porque crece el número de personas con acceso a la información escrita. Además comienzan a plasmarse los nuevos conocimientos teóricos y surgen nuevos desarrollos tecnológicos: la máquina sumadora, el reloj mecánico, la máquina de coser. Se dieron en esta etapa también importantes descubrimientos en biología, electricidad, química, medicina; todos con posibilidades de perdurar y darse a conocer gracias a la imprenta: El segundo gran paso tecnológico del hombre en la evolución de su proceso comunicativo.

La tercera revolución, en la cual se encuentra inmersa aún la humanidad, es la Revolución de la Inteligencia. Cordeiro explica que esta última revolución se centra en el ser humano, en su capacidad de comunicarse y transformarse, y que la riqueza ya no estará determinada por el dinero y por las posesiones materiales sino por el conocimiento. La revolución de la inteligencia de Cordeiro es análoga a la denominada Tercera Ola de Alvin Toffler o a la Aldea Global de Mc Luhan.



martes, 26 de febrero de 2008

La Revolución Darwiniana

"Todo cuerpo se resiente de todo lo que se haga en el universo; de tal modo que aquél que todo lo ve podría leer en cada uno lo que ocurre en todas las partes, e incluso, lo que ocurre y lo que ocurrirá; advirtiendo en el presente lo que está alejado, tanto según los tiempos como según los lugares"
Gottfried W. Leibniz.

La revolución darwiniana fue la mayor revolución en las ciencias del siglo diecinueve. Destruyó el concepto antropocentrista del universo y ‘causó una gran conmoción en el pensamiento del hombre como ningún otro avance científico desde el resurgimiento de la ciencia en el Renacimiento’ (Mayr, 1972, 987). La revolución darwiniana es la única revolución biológica mencionada en la lista usual de las grandes revoluciones en la ciencia, las cuales son tradicionalmente asociadas con los nombres de científicos de la física: Copérnico, Descartes, Newton, Lavoisier, Maxwell, Einstein, Bohr y Heisenberg. La revolución darwiniana, como perceptivamente observó Sigmund Freud fue una de las tres que asestaron golpes significativos a la imagen narcisista que el hombre tiene de sí mismo -siendo las otras dos la copernicana y la que el propio Freud había iniciado. Además, la revolución darwiniana difiere de todas las otras revoluciones en la ciencia en que es la única, a mi conocimiento, que contenía en la primera presentación completa de la teoría, el anuncio formal de que iba a producir una revolución.
En el capítulo final del "Origen", que contiene el anuncio completo y formal de su teoría, Darwin dice simple y directamente que "cuando las ideas propuestas por mí en este volumen, o cuando visiones análogas sobre el origen de las especies son generalmente admitidas, podemos vagamente vislumbrar que habrá una revolución considerable en la historia natural".

El tremendo impacto revolucionario que tuvo la evolución darwiniana surgió en alguna medida de un componente extra-científico, lo que se ha llamado la revolución ideológica concomitante. Esto es cierto incluso para la reacción de los científicos, puesto que éstos -como otros seres humanos- tienden a estar fuertemente influenciados en sus juicios por cuestiones filosóficas, religiosas y otros preconceptos. Así, uno de los críticos de Darwin sostenía que El Origen de las Especies ‘ofendió grandemente’ su sentido moral. Darwin, decía, se había desviado de la visión de que la causación es la voluntad de Dios.
Este crítico decía que él podía ‘probar’ que Dios ‘actúa por el bien de Sus criaturas’, y temía que la visión alternativa propuesta por Darwin terminaría causando que la humanidad sufriera un daño que podría brutalizarla. Estaba preocupado por que Darwin causara el hundimiento de la raza humana a un grado de degradación tan bajo como ningún otro en que hubiera caído desde que los registros escritos nos hablan de su historia’. Estos temores se expresaban en una carta dirigida a Darwin por el Profesor Woodwardiano de Geología de la Universidad de Cambridge, quien firmaba su carta como ‘tu verdadero y viejo amigo’, Adam Sedgwick. Este parecer subrayaba la profética verdad de la advertencia que Huxley hizo a Darwin del ‘abuso considerable... que, a menos que me equivoque en gran medida, está reservado para ti’.

El darvinismo nació dentro de un contexto social y cultural en el que se daban las condiciones para que brotara. Antes de que Darwin publicase su "Origen de las especies", otro investigador, Wallace, por caminos independientes, llegaba a la hipótesis de la evolución por selección natural. Juntos presentaron en 1858 un artículo en la reunión de la Sociedad Lineana de Londres con las tesis que difundiría una año después el libro de Darwin.

Tampoco es casual que hubiesen ya nacido, o fuesen a aparecer por aquellas fechas, nuevas ciencias con aspectos comunes como veremos luego con el darvinismo: la economía política, la termodinámica, la teoría celular o la sociología.

En cuanto a su contenido, o propósito, el de explicar la evolución de las especies, Darwin se inscribe dentro de una remota tradición que se remonta a los primeros filósofos griegos, como Anaximandro, aunque totalmente renovada con las ideas de desarrollo y progreso que aportó la Ilustración en el s. XVIII y con la perspectiva histórica teorizada ya por Vico y personalizada por Hegel.

En el campo de la naturaleza, la hipótesis de que todas las especies se derivan de un numero reducido de antepasados fue sostenida ya por Maupertuis en 1745 y por Diderot en 1749. Lamarck había publicado en 1809 su Filosofía zoológica, una explicación de la evolución que durante años constituyó la alternativa del darwinismo. Según ella, los organismos y las especies desarrollan algunas de sus posibilidades orgánicas potenciales para adaptarse a los cambios del medio, lo que produce pequeños cambios en los organismos individuales, que se trasmiten a la descendencia, amplificándose a lo largo de varias generaciones. Aunque posteriormente falseada, se trataba de una explicación plausible y científica, formulada medio siglo antes que "El origen de las especies".

Tampoco la metodología de Darwin fue excepcionalmente novedosa. Darwin adoptó los métodos científicos ya establecidos en su época: huyó de la pura especulación, y su habitual minuciosidad y seriedad permite explicar por qué sus hipótesis no fueron arrinconadas, como probablemente lo hubieran sido las de Alfred Wallace si éste hubiese quedado como su único difusor. Nunca fue un empirista puro apegado a los datos, como no lo ha sido ningún científico creativo. Este método fue descrito como hipotético-deductivo. De cualquier forma se adaptó a los estándares de su tiempo.

Ahora bien, con el ambiente, las ideas y la metodología de la época, Darwin consiguió construir una explicación nueva y aparentemente sencilla del fenómeno evolutivo, que sigue siendo hoy fundamentalmente admitida. Para ello tuvo que sintetizar diversas líneas de pensamiento, algunas de ellas ausentes hasta entonces del ámbito de las ciencias naturales, llevando a cabo su revolución epistemológica. Al integrar a la biología la estadística de los grandes números y la causalidad emergente sustituyó el modo de explicación causal imperante y desterró de ella el vitalismo o finalismo.

En efecto, como se sabe, la teoría darviniana se articuló en torno a tres hipótesis clave, a cuyo desarrollo están dedicados los capítulos centrales de El origen de las especies:
1. La variabilidad natural.
2. La lucha por la existencia.
3. La selección natural o supervivencia de los más adaptados a lo largo de las generaciones.

Pero atravesando todas ellas alentaba una nuevo tipo de explicación científica. La que tiene en cuenta los fenómenos masivos, pertenecientes al dominio de los grandes números. Gracias a ello, aparecerá en la escena de la ciencia un nuevo tipo de explicación causal: la causalidad emergente o resultante de microprocesos aleatorios.

Esa epistemología era reciente y rompía con las explicaciones mecanicistas y deterministas que imperaban en las ciencias bajo el influjo de la física (mecánica clásica). Gracias a ella y durante mucho tiempo el darviniano se convertirá en el modelo de otras teorías de la morfogénesis.

El nuevo tipo de pensamiento se caracterizaba pues por:
- Consideración de los fenómenos masivos. Dominio del azar y de los grandes números.
- Nueva forma de apreciar las relaciones entre un individuo y una totalidad de individuos, como puede ser la especie o una sociedad.
- Nuevo tipo de explicación causal (la causalidad emergente o resultante), que explica los fenómenos macro mediante mecanismos de nivel micro.

En efecto, el modelo de Darwin no se fija en la evolución de individuos concretos sino en la de muchos individuos, poblaciones o especies. No busca la causa concreta de cada pequeño cambio, sino el resultado estadístico (en cuanto sea funcional o adaptativo) de pequeños cambios producidos al "azar". La especiación aparece como un fenómeno estadístico que lleva a término la diferenciación progresiva de los individuos.

Conviene precisar que el azar que introduce Darwin en las ciencias es un azar para nosotros, para nuestra forma de conocer (azar epistemológico) y todavía no un azar ontológico. Pues ahí Darwin conserva la concepción deterministas de la realidad y la concatenación de causas y efectos:
"Hasta aquí he hablado algunas veces como si las variaciones, tan comunes en los seres orgánicos en la domesticidad, y en menor grado en los que se hallan en estado natural, fuesen debidas a la casualidad. Esto, por supuesto, es una expresión completamente incorrecta, pero sirve para confesar francamente nuestra ignorancia de las causas de cada variación particular."

Sin embargo la legalización del azar en la práctica no deja de ser un paso trascendental. Permitirá explicar científicamente fenómenos globales, como el de la especiación, sin tener que buscar las causas concretas y determinadas de cada variación particular. Mientras que las explicaciones mecanicistas, con una concepción lineal causa-efecto, todavía estaban presentes en la obra de Lamarck.

Esta epistemología darviniana tiene sus raíces y sus condiciones de posibilidad en el desarrollo de nuevos campos de las matemáticas como el cálculo de probabilidades y la estadística. Y tuvo como su precedente científico inmediato la Economía Política. Solo posteriormente las probabilidades serán utilizadas en la Física (Termodinámica estadística de Boltzmann).

A su vez, esas novedades matemáticas, que ya contaban con dos siglos de antigüedad, habían sido impulsadas por nuevos fenómenos sociales. En primer lugar, la irrupción de las masas o de la población en la historia; su protagonismo político y económico en los Estados Modernos a partir del Renacimiento y más aún tras la revolución industrial y demográfica; con la imperiosa necesidad de censos, estadísticas e inventarios por parte del estado, los comerciantes, las compañías de seguros, y el forzado desarrollo de medios de transporte masivos. Si la política parlamentaria ya no podía asentarse únicamente en las individualidades, tampoco la economía podía mantenerse en el modelo doméstico de Aristóteles ni en el de los fisiócratas.

El juego de los grandes números, que estará en la base del pensamiento liberal y de la Economía Política inspiradores de Darwin, también permitió pensar de una forma nueva las relaciones entre los individuos y las colectividades (sociedad, población, especie...), o mejor dicho, las relaciones de los individuos entre sí.

Ahora bien, para que la escena quedase libre tenía antes que ponerse fin a la teoría esencialista de los individuos y de las especies dentro del campo biológico; esto es, la consideración del individuo como perteneciente a una clase que lo define; como portador de una esencia (inmutable) que es la de la especie.

Aquí Darwin encontró el trabajo hecho. Locke, uno de los padres del liberalismo político, resucitando la tradición nominalista ya había situado al individuo concreto como única realidad. Las especies, como grupos taxonómicos, corresponden a las "esencias nominales" y son construcciones nuestras (las esencias reales las desconocemos). Son conjuntos de individuos que agrupamos convencionalmente según determinadas características; siendo la reproductividad la principal de ellas en el campo biológico. Después de Locke, Hume había consumado el trabajo acabando con la noción de esencia.

La reafirmación de lo individual frente a lo genérico (sociedad, clase, población) también sustentaba todas las nuevas teorías políticas modernas, basadas en el pacto social (los individuos son anteriores y creadores de una sociedad que depende de ellos). Hijas y creadoras del pensamiento liberal, estas teorías individualistas están tan alejadas del esencialismo anterior como de alternativas del tipo organicista o socialista, pues éstas últimas subordinan lo individual a lo genérico o colectivo; la parte al todo.

El Peligro del "Darwinismo social"

La teoría evolucionista significó una revolución para las ciencias naturales y la sociedad toda, pero su búsqueda en pos de establecer leyes generales contenía un peligro: que las concepciones evolucionistas aplicables al plano biológico de las especies fueran extrapoladas a otros contextos asumiendo nuevos sentidos. Tal fue el sentido equivocado e inaplicable que numerosos autores del siglo XIX le dieron a la teoría evolucionista cuando ésta fue aplicada al plano social. Cuando se propone conceptos tales como "lucha por la existencia", "supervivencia del más apto" o "selección natural" al desarrollo de las sociedades se encuentra subliminalmente disfrazado el germen del determinismo racial. En el mismo siglo donde las potencias europeas se repartían el mundo "no civilizado" para sus colonias, la aparición de teorías como la evolucionista podían justificar "científicamente" la superioridad de la "raza blanca" sobre las "salvajes culturas no occidentales". Herbert Spencer (1820-1903) intentó desde la teoría evolucionista de Darwin establecer la leyes generales del progreso humano. Trasladando la "supervivencia del más apto" al plano social desde lo biológico. Las consecuencias de este error son varias, se justificaba así la conquista de un pueblo por otro, esos pueblos eran subyugados como consecuencia de la selección natural, no había otra alternativa histórica para ellos, su destino era ser colonizados y sucumbir. Para Lamarck la naturaleza, regida por leyes generales, conducía a la producción de especies cada vez más adaptadas a su entorno, cada vez más perfectas. Lo cual iba a ser retomado por Spencer para la tesis de su obra, "un esquema continuo y progresivo de desarrollo". Las sociedades fueron analizadas como si fueran organismos vivos, y sus órganos funcionales fueron caracterizados en base a distintos grados de evolución. De aquí ya no había mucha distancia a sostener que "..los pobres eran pobres porque eran biológicamente inferiores, los negros esclavos como resultado de la selección natural...los blancos superiores por ser los más aptos". Darwin tambien fue incapaz de discernir en su momento los cambios aprendidos culturalmente de aquellos cambios biológicos de carácter hereditario. Pero "es sobre Spencer y no sobre Darwin sobre quien recae la mayor parte de la responsabilidad de haber mutilado la potencia explicativa de la teoría evolucionista cultural por haberla mezclado con el determinismo racial" (Harris, 1983). Con el darwinismo social como marco se legitima la expropiación, la esclavitud y los crímenes, si las cosas se daban así no era por la política imperialista, era simplemente porque las leyes naturales de la evolución tambien regían en el plano de las sociedades humanas. Era la lucha por la existencia, la supervivencia del más fuerte, y Europa era el más fuerte: "La idea de que los salvajes contemporáneos pudieran ser tan inteligentes como los civilizados le resultaba lisa y llanamente inconcebible" (Harris, 1983). Las actuales investigaciones arqueológicas y genotípicas demuestran que todos descendemos de una población de homo sapiens sapiens en común que se originó en Africa hace unos 120-100.000 años. Todos los representantes humanos del planeta poseemos las mismas cualidades, la misma capacidad intelectual. Un análisis como el de Spencer hubiera servido para comparar poblaciones contemporáneas de australopithecus y homo sapiens por ejemplo. Las diferencias "externas" (fenotipos) de los sapiens sapiens pueden ser atribuidas a distintas interacciones entre la constitución genética común y las adaptaciones locales a ambientes específicos. Pero es claro que las diferencias se dan a un nivel fenotípico y no a nivel genotípico, internamente "todos somos iguales".

Enlaces relacionados con este tema:

Desarrollo de la teoría de la evolución.

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La teoría de la evolución y algunas de sus implicaciones.
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¿Cómo responde la Iglesia Católica a la Teoría científica de Darwin?

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domingo, 24 de febrero de 2008

Auge del razonamiento cartesiano

El paradigma en el que han confiado"las ciencias duras" en el mundo occidental se basa en las ideas de dos de las grandes figuras del XVII: Isaac Newton y René Descartes. Por una parte, y gracias a Descartes, el paradigma dominante en nuestra forma de comprender el mundo, se apoya en la certeza de los conocimientos científicos:

Toda la ciencia, es sabiduría cierta y evidente. Rechazamos todos los conocimientos que sólo son probables y establecemos que no debe darse asentamiento sino a los que son perfectamente conocidos y de los que no cabe dudar.

En este sentido, Descartes desarrolló un método de razonamiento analítico para evidenciar la certeza de las ciencias: los problemas se dividen en cuantas partes es posible y luego se ordenan en forma lógica. El método cartesiano, que se conoce como "Cógito", hace una separación definitiva entre ente la mente y el cuerpo, entre el pensamiento y la materia, se ha convertido en “una característica esencial del pensamiento científico moderno y ha demostrado su utilidad en el desarrollo de teorías científicas y en la realización de proyectos tecnológicos extremadamente complejos. Gracias al método cartesiano la NASA logró poner un hombre en la luna.”

Para Descartes el universo material es una máquina, la naturaleza funciona de acuerdo a las leyes mecánicas, y el mundo puede explicarse en términos de la disposición y el movimiento de sus partes.
Descartes dio una estructura conceptual a la ciencia del siglo XVII pero su idea de una máquina del mundo regida por leyes matemáticas siguió siendo sólo una visión ilusoria durante toda su vida. Isaac Newton logró realizar el sueño cartesiano.

En sus "Principa", Newton expone detalladamente su sistema matemático y físico de definiciones, proposiciones y pruebas. Contienen también un comentario explícito del método experimental que él veía “como un procedimiento sistemático en el cual la descripción matemática se basa en una evaluación crítica de las pruebas experimentales realizada en cada una de sus etapas.”
El modelo mecanicista del universo de Newton (física clásica) fue la base de la filosofía durante tres siglos ( XVII, a XIX ).
El espacio era absoluto, siempre igual, inmutable y tridimensional de acuerdo a la geometría Euclidiana.
En una dimensión aparte estaba el tiempo que también era absoluto y que no tenía conexión con el mundo material y que fluía lentamente desde el pasado pasando por el presente, hacia el futuro. Sin ser afectado por nada externo a el.
Los elementos del mundo Newtoniano que se movían en este espacio y tiempo absoluto eran partículas materiales. La materia era una partícula sólida, dura y móvil, que no se consume ni se rompe en pedazos, no existiendo ningún poder que sea capaz de dividir lo que Dios ha unido. Además entre las partículas existen fuerzas que dependen de su masa y distancia (gravedad). Tanto las partículas como las fuerzas existentes entre ellas se consideraban creada por Dios y, por consiguiente, no eran sujeto de mayor análisis. Dios en un principio formó la materia en partículas sólidas, duras, impenetrables, móviles, con ciertos tamaños y formas y con otras propiedades tendentes en su mayoría a cumplir la finalidad para la cual fueron formadas. Todo lo que sucede obedece a una causa definida y origina a su vez unos efectos definidos. La base de este riguroso determinismo era la separación existente entre el yo y el mundo, introducida por
Descartes. Se creía que el mundo podía ser descrito objetivamente, es decir sin mencionar jamás al observador humano.
La mecánica Newtoniana se aplicó a la astronomía, al movimiento de los fluidos, a las vibraciones de los cuerpos elásticos y a los fenómenos térmicos y en todos funcionó. Sus leyes fueron consideradas como las Leyes Básicas de la naturaleza, se convirtió en la teoría definitiva que explicaba todos los fenómenos naturales. Laplace en su obra llamada Mecánica Celeste demostró que las leyes Newtonianas relativas al movimiento aseguraban la estabilidad del sistema solar, tratando al universo como una máquina perfecta autorregulada.

Newton fundamentó matemáticamente sus conceptos y dejo para Dios la creación de las partículas materiales, las fuerzas existente entre ellas y las leyes fundamentales del movimiento.
El universo fue puesto en movimiento y así ha continuado desde entonces, gobernado por leyes inmutables, como una máquina. Basado en estos principios se aceptaba que conociendo todos los detalles se podría conocer el futuro. Esta visión mecanicista de la naturaleza está por consiguiente estrechamente relacionado con un riguroso determinismo, sistema filosófico que subordina las determinaciones de la voluntad humana a la voluntad divina.
Mecánica es el estudio del movimiento y de las fuerzas que lo producen. Las ecuaciones del movimiento de Newton constituyen la base de la mecánica clásica.

De esta forma, utilizando el pensamiento analítico, el enfoque mecanicista y el método experimental derivado de las ideas de Descartes y Newton, la ciencia ha tratado de explicar
con precisión todos los fenómenos naturales (y sociales). La imagen mecanicista ha dominado el paradigma científico y ha tenido una influencia decisiva en la evolución de las ciencias.

Este paradigma, emanado de la física de Newton ha influido dramáticamente en las otras “ciencias exactas” y, las ciencias sociales - en busca de credibilidad y de aceptación por el paradigma dominante- han tratando de emular, adoptando y adaptando el “método científico y racionalista”. Por más de doscientos años, los científicos han aceptado esta visión, como la correcta (y única) descripción válida de la naturaleza.
En el siglo XX, sin embargo la física nos ha demostrado con la fuerza de sus argumentos que no existe una certeza científica absoluta y que todos nuestros conceptos y nuestras teorías son limitadas y aproximativas. La evolución del paradigma de la física comienza con la extraordinaria contribución de Albert Einstein quien, por una parte expone la teoría general de la relatividad y por otra se aproxima a la radiación.


miércoles, 20 de febrero de 2008

El paradigma cosmológico posmedieval

La caída y surgimiento de los paradigmas científicos es un tema que ha ocupado a muchos filósofos de la ciencia en las últimas décadas. Sabemos que un paradigma no se construye por la obra de una sola persona, ni tampoco es mérito de un sólo descubrimiento. Gracias a los aportes de Thomas Kuhn comprendemos que un paradigma es el resultado de una compleja red de conocimientos que es configurado por el esfuerzo colectivo de una comunidad. Pero también es cierto que en la historia de los paradigmas y cosmologías aparecen personajes y obras que decididamente impulsan a revisar radicalmente los paradigmas heredados. Tal es el caso del clérigo y astrónomo Nicolas Copérnico (1473-1543), cuya propuesta fue difícil de digerir aún para las mentes reformadoras del protestantismo.

Copérnico ciertamente contó con el beneficio de la sospecha que lanzaran previamente sobre el rígido universo medieval pensadores como Roger Bacon (1220-1292) y Nicolás de Cusa (1401-1464) entre otros. Pero fue el astrónomo polaco quien puso en su lugar las observaciones astronómicas y formulaciones matemáticas de sus antecesores en un nuevo marco teórico que significó el principio del fin del universo ptolemaico-medieval. Demostrando que una visión heliocéntrica del universo era perfectamente armonizable con los datos científicos a disposición de todos, postuló una teoría cosmológica que ofrecía una interpretación más sólida que los paradigmas anteriores. Su obra De revolutionibus orbium caelestium (1543) reacomodó los seis planetas conocidos hasta entonces en seis esferas celestes, cuyas órbitas trazaban círculos perfectos alrededor de lo que ahora constituía el centro del universo, el sol. Las investigaciones y observaciones del danés Tycho Brahe (1546-1601), del alemán Jonahhes Kepler (1571-1630) y del italiano Galileo Galilei (1564-1642) confirmaron la teoría, aún cuando ésta requiriera de importantes ajustes.

Para estos astrónomos y pensadores la armonía del universo, aún en sus órbitas irregulares-elípticas, estaba todavía garantizada por la providencia de un Dios creador. El luterano Kepler, por ejemplo, siendo de la opinión que el estudio de los cuerpos celestes era una manera de conocer los planes del Dios creador, explicó que las variaciones en las velocidades orbitales de los planetas al acercarse al sol confirmaban no sólo que Dios era un arquitecto, sino un músico. El universo, explicaba Kepler, era un concierto para la gloria de Dios, cuyos instrumentos -los planetas- rotaban en forma elíptica y a distintas velocidades a fin de producir las diversas notas musicales determinadas por la mente polifónica divina. Por su parte Galileo no se abocó a una explicación directamente teológica de los fenómenos observados, sino que más humildemente aportó una metodología científica basada en la estricta observación de los fenómenos celestes por medio del telescopio (perspiscillum). Los datos que aportó este poderosísimo instrumento abrió nuevas vistas hacia el universo que corroboraron la teoría de Copérnico y las órbitas elípticas de Kepler –¡sin por ello decir que Dios estaba abocado a la música!

La explicación todavía teológica de Kepler sobre la irregularidad de las órbitas planetarias dio paso en Isaac Newton (1642-1727) a una explicación más “científica”, en el sentido baconiano del término, al problema de las órbitas celestes y de los movimientos planetarios. Para Newton no hacía falta recurrir, en principio, a una fuerza metafísica como el alma universal (Platón), inteligencias varias (Aristóteles), o ángeles (teólogos escolásticos) para explicar los fenómenos celestes observados por Copérnico, Brahe, Kepler y Galileo. En su Philosophiae naturalis principia mathematica (1687) demuestra que una fuerza que él denomina “gravedad” ofrece una buena explicación de las orbitas elípticas y de la mutua atracción de los cuerpos celestes (establecido en analogía con los diversos experimentos con cuerpos de diversos tamaños arrojados desde ciertas alturas). La fuerza de gravedad desplazó así la injerencia directa de seres sobrenaturales o aún de Dios al momento de explicar convincentemente la regularidad de estos fenómenos.

Newton, sin embargo, aún necesitaba de Dios como hipótesis científica para explicar ciertas irregularidades en las orbitas celestes que necesitaban de la corrección, de tanto en tanto, por parte de la providencia divina. Aún imaginaba un universo tutelado por Dios. Sin embargo el francés Pierre Simon Laplace (1749-1827), ya contemporáneo de Schleiermacher, era de otra opinión: por medio de sus cálculos demostró que todos los movimientos planetarios podrían explicarse por medio de la ley de la atracción universal y que, por ello, la hipótesis de las ocasionales intervenciones de Dios no eran necesarias. Es célebre la respuesta que Laplace dio a la inquietante pregunta de Napoleón sobre el lugar de Dios es su sistema cosmológico: “de esa hipótesis, Señor, no tengo necesidad” –se alega que fue su réplica.

lunes, 18 de febrero de 2008

El paradigmo cristiano.

Introducción

La historia de la Humanidad es como el ADN, una larga cadena de elementos interconectados, que de forma independiente pierden su sentido, pero que en conjunto nos ayudan a entender qué somos y de dónde venimos. Dentro de esta cadena, hay sucesos que por su mayor significación cobran una importancia especial, y adquieren el valor de fechas de referencia, piedras miliares del cambio social, cultural y político a lo largo de los siglos.

El Concilio de Nicea es uno de esos acontecimientos sobre los que ha pivotado nuestra historia. Auténtico punto de inflexión de la cultura clásica, supone un fín y un inicio. El fin de una cultura gestada a lo largo de casi mil años, en las tierras de la lejana y turbulenta Grecia, y que tiene su punto de máximo esplendor en la Roma Imperial. Es también un inicio, por lo que supone de consolidación de una nueva forma de ver y entender el Mundo, el Hombre y la relación entre ambos. De hecho, podemos afirmar sin demasiado riesgo de error que este Concilio es un punto de referencia de un largo proceso de cambio de civilización, de la clásica por la cristiana. Si bien este proceso es gradual y tiene lugar durante unos cuantos siglos, adoptamos esta fecha como símbolo de aquello que acaba y de aquello que se gesta. Su importancia es tal que, hoy en día y de forma más o menos voluntaria, todos nosotros somos resultado de Nicea.
Breve resumen histórico

Las fases que llevaron desde el judeo-cristianismo de Jerusalén hasta el catolicismo romano fueron tres:
La primera fue de expansión, desde el año 30 hasta el 125 y llevó a la separación entre el judaísmo y el cristianismo.

En la segunda, del 125 al 250, la pequeña secta judeocristiana se fue transformando en una Iglesia relativamente numerosa. Es la época de las herejías, de Orígenes y del nacimiento de la ortodoxia. La Iglesia católica sostiene que desde el comienzo el cristianismo tuvo una ortodoxia, eso es una fe verdadera, y que tuvo que defenderse de múltiples herejías, pero es una afirmación absolutamente falsa. Sólo tras la lucha encarnizada entre decenas de sectas cristianas se llegó, a partir del concilio de Nicea, al triunfo de la herejía católica y la imposición de la ortodoxia que aún defiende la Iglesia actual. El concepto de herejía, que no significa más que “la opinión elegida para sostener algo”, en el siglo II fue pervertido por el obispo Ignacio, creador también del concepto "católico" y lo convirtió en sinónimo de falso, sectario, sin fundamento ni credibilidad.

Durante la tercera fase, entre el 250 y el 325, la Iglesia estuvo básicamente ocupada el definir sus relaciones con el poder y en transformar el cristianismo en un factor político de primer orden.

Resultan sorprendentes los acontecimientos que se van a producir en el siglo IV d.C., cuando la religión tradicional pagana, politeísta e imperial es sustituida, en su condición de religión oficial del Imperio, por la religión cristiana.

El emperador Galerio, en el año 311, promulga el llamado Edicto de Tolerancia en el que se proclama “que vivan de nuevo los cristianos y que puedan reconstruir los lugares en los cuales acostumbran a reunirse, con la condición de que nada hagan que pueda perturbar el orden”. Esta medida de tolerancia pone fin a las persecuciones de que fueron objeto los cristianos por parte del Imperio.

Dos años más tarde, en 313, el emperador Constantino promulga el Edicto de Milán, en el que se dispone que se debe dar a los cristianos y a todos los otros “libre oportunidad para profesar la religión que cada uno desee...” La libertad concedida a los cristianos no se va a limitar al ámbito religioso; permitirá que de una manera progresiva puedan acceder a las magistraturas públicas, preparando de este modo la conversión del cristianismo en religión oficial del Imperio.

El Emperador Teodosio, en el año 380 decretará que “todos los pueblos que son gobernados por la administración de nuestra clemencia profesen la religión que el divino Pedro dio a los romanos... Ordenamos que los que sigan esta regla sean llamados cristianos católicos. Los demás, empero, a los cuales juzgamos estar dementes y locos, sufrirán la infamia de los dogmas heréticos; sus lugares de reunión no se denominarán con el nombre de Iglesias y serán destruidos en primer lugar por la venganza divina y después por la retribución de nuestra iniciativa, que tomaremos de acuerdo con el juicio divino”.

Fueron suficientes setenta años para que una religión ilegal, perseguida y menospreciada como una secta, se convirtiera en la religión oficial del Imperio Romano. Una religión monoteísta, en clara contradicción con el politeísmo pagano, sin ninguna vinculación tradicional con Roma y cuyos creyentes se negaron sistemáticamente a aceptar, aunque fuera formulariamente, el culto romano, a hacer sacrificios a los dioses paganos y, lo que es más significativo, a reconocer el culto al emperador y realizar los ritos y las ceremonias obligatorias para todos los ciudadanos. Qué había ocurrido en Roma para que se pudiera producir este singular cambio cualitativo en la política romana?

La evolución de las creencias de la sociedad romana puede explicar parcialmente este cambio. El paso del politeísmo al monoteísmo se produjo de una manera paulatina como consecuencia de la propia evolución interna de la religión pagana. En este proceso ejercerán una notable influencia las doctrinas filosóficas, especialmente el estoicismo, el platonismo y el hermetismo. Estas doctrinas coinciden en la existencia de un Dios único y supremo, siendo las demás divinidades accidentes de esa sustancia eterna. Esta evolución hacia el monoteísmo se intensifica con el relieve social y político adquirido por la teología solar.

Se ha interpretado que el culto solar ha podido servir de puente entre el paganismo y el cristianismo. Constantino hizo del Sol Invicto su divinidad suprema. Su política religiosa tuvo un tono conciliador, en la que procuró, en un ambiente de libertad de cultos, resaltar los puntos comunes entre ambas religiones, marginando las cuestiones conflictivas.

Con Constantino se inicia el periodo de mayor libertad para los cristianos y para los demás cultos; sin embargo, cuando en el año 380 el cristianismo se convierte en la religión oficial del Imperio, concluye esta época de libertad religiosa y se prohibirá la práctica de los demás cultos. Esta decisión imperial provocará una grave convulsión dentro de la comunidad cristiana, desde donde habían salido voces clamando por la libertad religiosa.

Se trata de una contradicción, al menos aparente, entre el espíritu de las primeras comunidades cristianas y la posterior incorporación del cristianismo como religión oficial del Imperio.

El paradigmo cristiano

Cuando el cristianismo triunfa políticamente con Constantino, no era más que una de las múltiples corrientes neoplatónicas por las que podía optar el Imperio. De hecho, pocos años después, optó por la corriente helenística de Jámblico, cuando el emperador Juliano tomó el poder. La diferencia era que la Iglesia cristiana se encontraba mejor organizada que cualquier corriente pagana y, por lo tanto, su triunfo fue más duradero. La consolidación de la creencia cristiana, como platonismo religioso representa una de los más extraños y decisivos giros de la historia. Occidente será en adelante cristiano y desde el siglo XVI extenderá esa creencia al resto del mundo, bajo el férreo yugo de la colonización. Ese sentimiento ha llegado, por tanto, a ser natural y nos acompaña como una imagen conocida en cada etapa de la existencia y en cada rincón de la vida cotidiana. Parece que el mundo tuviera que ser así y que no existen otras posibilidades de existencia. Este sentimiento es tan persistente que es difícil comprender hasta qué punto contradice las más elementales tendencias de la vida.

El Cristianismo es un paradigmas no sólo en el orden religioso y moral sino también en el científico, es decir, en la interpretación del origen del mundo y consecuentemente en la representación del mismo. Ya no se guía el hombre por la razón y la experiencia, por ejemplo, para explicar los movimientos de la tierra. Como creyente se ve obligado a seguir las pautas que le marcan los textos sagrados. El Cristianismo rompe con la tradición clásica y vive una primera fase de absoluta simplificación donde la investigación deja paso a la fantasía con en un mosaico de símbolos no siempre fáciles de interpretar. Aunque se alimenta de la tradición grecolatina muy mediatizada por dos elementos característicos: la religiosidad y la fantasía narrativa.

En el mundo grecolatino la ciencia se desarrolló en situación de completa armonía con la religión y la filosofía. Con el advenimiento del cristianismo se produce la primera ruptura, momento en que la Iglesia condena a los filósofos porque sostiene que sólo se puede llegar a la verdad por la revelación, a través de la fe, y rechaza cualquier otro camino que pudiera abrirse gracias a especulaciones de la mente humana. En completo acuerdo con esto, no era admisible ser filósofo y cristiano al mismo tiempo y esta ruptura entre filosofía y religión queda plasmada con el decreto de Justiniano, en el 529, cerrando la Academia Platónica y procurando que durante seis siglos sólo haya una filosofía solidaria de la teología. A partir de allí y hasta el nacimiento del «intelectual», en el siglo XII, el cambio de actitud de la Iglesia frente al problema del conocimiento -que permitirá el establecimiento de nuevas relaciones entre religión y filosofía- será el resultado de una lenta preparación a partir de cambios en los dominios de lo económico, lo social y lo político.

La hegemonía del Cristianismo supuso el rechazo de gran parte del legado científico griego, pero sobre todo de su espíritu crítico y de su laicismo. Todo el patrimonio científico cristiano o estaba contenido en los textos sagrados o no podía ir en contra de sus enseñanzas y por lo tanto se considera a la ciencia es en sí misma ridicula y falsa.

Los planteamientos dogmáticos del Cristianismo comulgan mal con la postura racionalista grecolatina. De ahí el abandono, cuando no el rechazo y la beligerancia, de toda la ideología pagana. Las propuestas científicas sobre el origen, composición y movimientos de la tierra sufren idéntica revisión, como no podía ser de otra manera. Casi nada de lo antiguo es válido y ha de pasar por el cedazo de las Escrituras Sagradas y de la fe. Es bien sabido que todo nuevo paradigma epistemológico barre por completo al anterior: ley de vida para unos, los vencedores, y de muerte para otros, los perdedores. En este caso el enfrentamiento surge entre
una concepción revelada y celestial en auge y otra terrenal que se guía por la luz
de la razón. Se pierden numerosos conocimientos de la cultura clásica, pero sobre todo se abandona la curiosidad por el saber contrastado desde la razón.

El símbolo Niceno

El símbolo niceno o símbolo de la fe es una declaración dogmática de los contenidos de la fe cristiana promulgada en el Concilio de Nicea I (325). El objeto del credo niceno fue consensuar una definición de los dogmas de la fe cristiana, impedida hasta entonces por la escasa institucionalización y las fuertes variantes regionales. El principal adversario de la doctrina nicena fue el arrianismo, una corriente teológica que negaba la divinidad de Jesús; otros problemas teológicos, en especial trinitarios, no se resolverían hasta el Concilio de Constantinopla, cuando el carácter divino del Espíritu Santo se afirmó definitivamente.

El credo resume los principios básicos de la fe ortodoxa de una manera relativamente sencilla, con la intención de proporcionar un recurso para memorizarlos y proclamarlos a los fieles. Implícitamente condena los errores más difundidos, como medio para identificar las posibles disidencias; modificaciones posteriores del credo buscarían dar mayor precisión a la definición de las herejías contemporáneas.

Una versión ligeramente modificada dictada en el Concilio de Constantinopla I (381) se denomina símbolo niceno constantinopolitano, que surgió por la necesidad de la Iglesia de establecer claramente todo aquello en lo que debe creer cualquier bautizado. Además se establece para tener una referencia en contra de las ideas heréticas que surgían a cada momento.

El credo niceno, símbolo de la fe, es aceptado por la Iglesia Católica, las iglesias ortodoxas, la anglicana, y la mayoría de las iglesias protestantes, y representó la última versión del contenido teológico del cristianismo en la que ortodoxos y católicos se mostraron de acuerdo, un consenso que se rompería con la introducción en el IV Concilio de Toledo de 587 de la llamada "cláusula filioque".

Para la gran mayoría de las denominaciones cristianas, el credo niceno constituye la base central e incontrovertible de la fe. La profesión del mismo es parte de la celebración católica y ortodoxa de la misa, y forma parte de la prédica de la mayoría de las iglesias protestantes.
Fuentes:
Wikipedia

Más informacion:

La cosmovisión cristiana

La cosmovisión cristiana no se basa directamente en una experiencia, sino, según se presenta, en una revelación divina. La idea del universo personal, de lo que es el hombre y su dignidad, y de lo que son las relaciones humanas se basa en ella.

La cosmovisión cristiana se basa en tres puntos fundamentales:

1) Que Dios es creador, y que ha hecho el mundo cuando ha querido:

Que Dios es creador significa que Dios es un ser personal, alguien y no algo que ha creado el mundo libremente, y que no se confunde con el mundo sino que lo trasciende. Por eso puede actuar en el mundo y en la historia, cuando quiere y como quiere. Dios es el fundamento de todo, pero no se confunde con el todo. Está en el fondo de todo lo que existe, pero no es el fondo de todo lo que existe. Las cosas no son parte de Dios y Dios no es una parte de las cosas. Entre Dios y las cosas creadas hay una distancia, porque las ha creado con su voluntad, no proceden de Él como si fueran los efluvios de un gas caliente.

2) Que Dios es Trino, es decir una comunión vital de tres personas:

Que Dios es Trino es la gran revelación que nos ha transmitido Jesucristo, al presentarse como Hijo de Dios, lleno de su Espíritu Santo. Por Jesucristo sabemos que en el misterio de Dios hay una comunión de tres Personas. Esta verdad ilumina toda nuestra idea del cosmos y especialmente nuestra idea del hombre, de su capacidad de relación y de la vida social. En la entraña de la realidad, el ser más importante de todos los seres, Dios, resulta que contiene, que es, una comunión de tres personas. Dios no es un ser inerte, ni un espíritu gaseoso con una inteligencia inmutable y perpleja. En el núcleo del misterio de Dios -lo sabemos por Jesucristo- hay una comunión de tres personas.

c) Que el hombre ha sido hecho a imagen de Dios.

La tercera gran afirmación es que el hombre es imagen de Dios. Hecho a semejanza de Dios y con una huella y parecido de Dios. Esto significa, entre otras cosas, que podemos buscar en el hombre el reflejo de las dos afirmaciones anteriores: que Dios es Creador y que es Trino. Si es verdad que el hombre es imagen de Dios, es la imagen de un Dios creador y de un Dios Trino.

Fuentes:
Las cuatro cosmovisiones actuales.

La concepción bíblica del universo, se basa en estos cuatro principios:
1) Dios es el creador de los cielos y la tierra, según el Génesis.
2) La Humanidad también es creada a su imagen y semejanza después de haber colocado sobre la tierra a todos los demás seres.
3) La Naturaleza está al servicio del Hombre, como lo demuestra el hecho de que el Creador le instara a que pusiese nombre a todos los animales.
4) El pecado por desobediencia rompe el equilibrio entre la Naturaleza y el Hombre.



Bajo el gobierno del emperador Constantino el Grande (306-337), la cultura greco romana sufrió una transformación religiosa, cultural y social violenta y traumática, que tal vez puede señalarse como el fin de una época y el comienzo de otra: la Europa cristiana medieval. Por su importancia, lo tomare como el primer cambio de paradigma que deseo destacar en la historia de occidente. En efecto, mediante el Edicto de Milán del año 313; que fue un edicto de tolerancia religiosa para todas y cada una de las religiones que existian en ese momento, y no sólo para los cristianos, Constantino otorgó al cristianismo los mismos derechos de los cultos paganos, pero en los hechos, mas tarde el cristianismo pasó a ser la religión oficial del imperio y los paganos que no se convirtieron muy rápidamente, de perseguidores pasaron a perseguidos. Convocó y presidió el primer Concilio ecuménico en Nicea , donde se definieron importantes temas doctrinales, como por ejemplo, seleccionar los evangelistas o el carácter humano y divino de Cristo.
Fuentes:



domingo, 17 de febrero de 2008

La Revolución de Copérnico.

Acaso el ejemplo más famoso de revolución en el pensamiento científico es "De Revolutionibus Orbium Coelestium" de Copérnico. En la escuela Ptoloméica se utilizaban los ciclos y epiciclos (junto con algunos conceptos adicionales) para construir un modelo explicativo de los movimientos de los planetas en un universo cuyo centro era un planeta Tierra inmóvil y que esta era plana. Dado el conocimiento de la época, era el enfoque más plausible. A medida que las observaciones astronómicas se hicieron más precisas, la complejidad de los mecanismos cíclicos y epicíclicos ptolomeicos debió incrementarse para hacer coincidir lo más ajustadamente sus cálculos con las posiciones observadas de cada planeta. Copérnico propuso un sistema que tenía al Sol como centro, alrededor del cual orbitaban los planetas, uno de los cuales era la Tierra. Sus contemporáneos rechazaron su cosmología, y con pleno derecho, según Kuhn, dado que la cosmología de Copérnico carecía de credibilidad.

Kuhn ilustra cómo el cambio de paradigma fue posible sólo cuando Galileo Galilei introdujo sus nuevas ideas de movimiento. Intuitivamente conocemos que cuando un objeto es puesto en movimiento, eventualmente se detiene. Aristóteles sostenía que esto era una propiedad de la Naturaleza: para que el movimiento se mantenga, algo debe continuar poniéndolo en movimiento. Para el conocimiento disponible en la época, era la hipótesis más sensata y razonable.

Galilei propuso una alternativa radical para explicar el hecho de que el movimiento se detenga: supongamos, decía, que los objetos eventualmente se detienen porque están siempre sujetos a determinada fricción. Carecía de equipamiento para confirmar objetivamente su conjetura, pero sugirió que sin fricción que frenara al móvil, su tendencia inherente es mantener una misma velocidad sin necesidad de aplicarle ninguna fuerza adicional.

El enfoque ptolomeico, que utilizaba los ciclos y epiciclos comenzó a presentar problemas: el constante crecimiento en complejidad que se requería para dar cuenta de los fenómenos observables parecía no tener fin. Johannes Kepler fue el primero en abandonar el paradigma ptolomeico y sus herramientas conceptuales. Comenzó a explorar la posibilidad de que Marte tuviera una órbita elíptica en lugar de una circular. La velocidad angular no podía ser constante, pero resultó ser muy difícil encontrar una fórmula que describiese la forma en que se modificaba la velocidad angular. Luego de años de incesantes e infructuosos cálculos, Kepler dio con lo que hoy conocemos como la segunda de las leyes de Kepler.

La conjetura de Galilei era simplemente eso — una conjetura. También lo fue la cosmología de Kepler. Pero cada una de ellas aumentó la credibilidad de la otra, y juntas cambiaron la percepción de la comunidad científica. Más adelante Isaac Newton demostó que las tres leyes de Kepler podían ser derivadas de una única teoría del movimiento y del movimiento planetario. Newton unificó y solidificó el cambio de paradigma iniciado por Galilei y Kepler.

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