viernes, 27 de junio de 2008

Sócrates: Conócete a Ti Mismo.

En alguna parte del templo de Delfos, dedicado al dios Apolo, se hallaba la inscripción "conócete a ti mismo", "γνῶθι σεαυτόν"(Gnothi seautón). Esta advertencia tenía por objeto incitar al hombre a reconocer los límites de su propia naturaleza y a no aspirar a lo que es propio de los dioses. El exceso, la desmesura, la "hybris" es castigada por los dioses como la más grave falta que el hombre pueda cometer. Apolo es el dios de los sueños y las profecías (el oráculo de Delfos era el más visitado de toda Grecia), el dios de la claridad y la belleza, y, sobre todo, el dios de la estabilidad, de la medida, de la forma, de lo limitado. Nada tiene de extraño que en el templo a él dedicado, se halle esta inscripción que nos invita a evitar los excesos reconociendo nuestros propios límites.
Sócrates, que puede ser considerado como el fundador de la ética, de la ciencia de la moral, se sirvió en sus enseñanzas de la inscripción délfica. El sentido que para él tiene este lema está en relación no sólo con el reconocimiento de nuestros límites, de nuestra ignorancia, sino también con su afirmación de que la virtud reside en el conocimiento. Vayamos por partes.

Sócrates nació en Atenas en el 470 o el 469 a.C., hijo de Sofronisco, de oficio cantero o escultor, y Fenáreta, comadrona. Que su madre tuviera por nombre Fenáreta y se dedicara a asistir en los partos es difícil de creer, pues Fenáreta significa "la que da a luz a la virtud", y sin embargo parece que era verdad. La atracción que Sócrates ejerció entre sus contemporáneos no se apoyaba, sin duda, en un físico agraciado. Muchas veces fue comparado con un sileno o un sátiro, por sus ojos saltones, nariz chata y respingona, labios gruesos y carnosos y una tripa considerable. Los antiguos narran una anécdota según la cual un adivino sirio, Zopiro, sin tener conocimiento de quién era Sócrates, le dijo que su rostro le denunciaba como estúpido y libidinoso; ante tal disparate los espectadores se rieron, pero Sócrates confesó que era verdad y que sólo la educación le había permitido superar estas malas inclinaciones. En este mismo sentido Platón lo comparaba con los silenos, por fuera grotescos y por dentro llenos de dioses.
La juventud de Sócrates coincide con el esplendor de la Atenas de Pericles, que finaliza con la guerra del Peloponeso (431 a.C.), originada por la rivalidad entre Corcira y Corinto, apoyadas, respectivamente, por Atenas y Esparta. La guerra se interrumpió y se reanudó por dos veces hasta acabar con el desastre de la escuadra ateniense en Egos Pótamos (404 a.C.), derrotada por Lisandro. Sócrates intervino en esta guerra y mereció grandes elogios por su valor y sangre fría.
La guerra le hizo perder toda su fortuna, que no era mucha pero le permitía vivir modestamente sin preocupaciones. De la necesidad hizo virtud: frente al lujo que permitía la prosperidad comercial de Atenas, él oponía el ejemplo de una vida austera. Viendo la abundancia de objetos que se exhibían en los comercios, exclamó: "¡Cuánto es lo que no necesito!". Vivía y vestía muy pobremente, no dando ninguna importancia a las apariencias (claro, que los que no le querían bien le llamaban "el que no se lava").
Casado con Xantipa, su vida conyugal no era un modelo de armonía. Nietzsche lo pone como ejemplo de la contradicción que se da entre los términos "filósofo" y "casado". Son numerosas las anécdotas que muestran a Xantipa haciendo la vida imposible a su marido, y éste, con pleno dominio de sí mismo, aguantándolo todo. Alcibíades le dijo que cómo soportaba a Xantipa siempre injuriándole; Sócrates le contestó: "Pues lo mismo que uno se acostumbra al ruido continuo de una polea de pozo, como tú aguantas el graznido de tus gansos"; "Pero -le interrumpió Alcibíades- me dan huevos y crían"; "También me da a mí Xantipa hijos -terminó el filósofo-".

El dominio de sí mismo, la doma de las pasiones, es uno de los grandes temas socráticos. "¿En qué se diferencia de una bestia el hombre sin dominio de sí e incontinente?", se pregunta Sócrates. Se trata de una idea que aparece por primera vez con él, pues en el mundo homérico los héroes dejan brotar sus pasiones e instintos violentos sin este control. Por el contrario, Sócrates incluso cuando bebía -no por afición sino por costumbre social- mantenía pleno autodominio. Se decía que bebiendo era capaz de tumbar a cualquiera, pero nadie le vio nunca borracho. Todos sus apetitos y pasiones los tenía bajo estricto control.

Aunque siempre vivió en Atenas, nunca aspiró a ningún cargo oficial en la ciudad. Rehusó tomar parte activa en la política. Sin embargo, los problemas a los que dedicó toda su atención fueron los que conciernen al hombre y a la ciudad: la cuestión de la virtud y de la justicia. Su respeto por la ley y su actitud crítica frente a lo que él consideraba injusto, le ocasionaron numerosas enemistades. Cuando se estableció la oligarquía de los Treinta tiranos, éstos, que ambicionaban las propiedades de algunos ricos ciudadanos, ordenaron a Sócrates y a otros cuatro más arrestar al rico León de Salamina, para ejecutarlo. Los otros obedecieron y León fue arrestado y muerto, pero Sócrates se negó a ser participe de semejante violencia y, simplemente, se fue a su casa. Nada le pasó gracias a la contrarrevolución que restauró la democracia en Atenas.
Sabido es, además, que gustaba del diálogo y la conversación, pero no sólo por pasar el rato, sino con intención de buscar la verdad, el bien y la justicia. Como un "tábano" picaba a sus conciudadanos para que abrieran los ojos ante la ignorancia, que es fuente de todos los males e injusticias.

La cuestión es que su actitud no gustaba a todos. Ya en democracia, en el año 400-399 a.C., el comerciante Ánito, el poeta Meletos y el orador Lycón presentaron ante el tribunal de los Quinientos una acusación contra Sócrates en la que le culpaban de impiedad. El texto de la acusación dice: "Esta acusación está presentada bajo juramento por Meleto, hijo de Meleto, del demo de Pito, contra Sócrates hijo de Sofronisco de Alópece. Sócrates es reo del delito de no reconocer a los dioses que el Estado reconoce y de introducir otras nuevas divinidades. Es también reo del delito de corromper a la juventud. El castigo que se pide es la muerte". También la postura política de Sócrates, crítica con respecto al régimen democrático, contribuyó a esta acusación, pero como la restaurada democracia había declarado una amnistía, no pudieron presentar cargos políticos contra él. En la segunda votación, Sócrates fue condenado a beber la cicuta por 368 votos frente a 141. Pudo haberse librado de la muerte con ayuda de sus amigos que le facilitaban la fuga, o aceptando una multa o el destierro, pero prefirió quedarse en Atenas y atenerse a la ley. Según la ley ateniense el mismo acusado podía proponer una pena menor y los jueces votaban de nuevo. Pero Sócrates no estaba dispuesto a considerarse culpable, y su contrapropuesta fue que ya que había contribuido al bien de la ciudad, se le deberían garantizar comida gratis en el Pritaneo, privilegio concedido sólo a los vencedores olímpicos y otros que habían honrado al Estado. Según Platón su contrapropuesta fue una multa de una mina. En cualquier caso, su actitud desdeñosa y altiva ante el tribunal contribuyó a aumentar el número de votos en su contra en esa segunda vuelta.

Su ejecución se retrasó un mes al coincidir con un momento en que las leyes religiosas prohibían matar a nadie. Había que esperar el retorno de la nave que había ido a las fiestas de Delos. Durante este período, Sócrates fue enviado a prisión; allí tienen lugar las conversaciones que Platón narra en el Critón y en el Fedón (el proceso seguido contra él lo recoge en la Apología de Sócrates). Su entereza y serenidad ante la muerte queda reflejada en esos textos y en otras muchas anécdotas a las que eran tan aficionados los antiguos. Una de ellas cuenta que cuando bajó del tribunal, ante el llanto de la gente, les dijo: "¿Por qué lloráis? ¿No sabéis que desde que nací estaba condenado por la naturaleza a muerte?". También se cuenta que un buen amigo -o su mujer Xantipa- le dijo: "Lo que más me duele es que mueras injustamente". El maestro replicó: "Preferirías que me hubiesen condenado a muerte por haberlo merecido". En el Fedón, después de narrar los últimos instantes de su maestro, Platón nos dice: "Esta fue la muerte de nuestro amigo, hombre del que podemos decir que fue el mejor de cuantos en su tiempo conocimos y además el más prudente y el más justo".

En cuanto al contenido de sus enseñanzas nada sabemos por él mismo, pues como es sabido Sócrates no dejó ninguna obra escrita. Todo lo que sabemos es lo que nos han transmitido Jenofonte, Platón, Aristóteles y el autor de comedias Aristófanes. Mientras que éste último ridiculiza al maestro caricaturizándole, los otros nos ofrecen una imagen elogiosa de él.

Es importante para comprender su mensaje tener presente la labor que en la misma época hacían los llamados sofistas, que eran maestros profesionales de retórica. Sócrates, aunque a veces fue confundido con uno de ellos, se opone a éstos al considerar que en sus enseñanzas no se preocupaban por la cuestión de la verdad y del bien, sino sólo del arte en el manejo de la palabra con el fin de persuadir. En contra de la pretendida sabiduría de los sofistas, él proclama la necesidad de conocerse a sí mismo y reconocer nuestra ignorancia. Su sabiduría, dice, no está en saber más cosas que los otros, sino en saber que no se sabe, frente a los que creen saber lo que no saben.

Esta conciencia de la propia ignorancia (condición primera e indispensable para que surja el deseo del verdadero conocimiento) quiere comunicarla a los demás para purificar sus almas del error, fuente de toda culpa. Por eso su enseñanza es un continuo examen de sus interlocutores, a los que asedia con preguntas, fingiendo querer aprender de ellos, pero convirtiéndose él auténticamente en su maestro.

«Pues la cosa es como sigue: ninguno de los dioses ama la sabiduría ni desea ser sabio, porque ya lo es, como tampoco ama la sabiduría cualquier otro que sea sabio. Por otro lado, los ignorantes ni aman la sabiduría ni desean hacerse sabios, pues en esto precisamente es la ignorancia una cosa molesta: en que quien no es ni bello, ni bueno, ni inteligente se crea a sí mismo que lo es suficientemente. Así, pues, el que no cree estar necesitado no desea tampoco lo que no cree necesitar». (Platón, Banquete, 203e-204a)

El método del que se sirve en su enseñanza tiene dos aspectos:
1) Negativo o crítico: la ironía, mediante la cual toma el discurso del otro y lo refuta, haciéndole tomar conciencia del vacío de su pretendido saber y purificando así su intelecto.
2) Positivo o constructivo: la mayeútica, o sea el arte (que él dice haber aprendido de su madre, partera o comadrona) de llevar la mente de sus interlocutores a dar a luz las ideas que subyacen en el fondo de la razón humana sin que ella se dé cuenta. Mediante el diálogo, mediante el método dialéctico de preguntas y respuestas en el que se contraponen razones o posiciones, se inicia la búsqueda común de la verdad.

«Muchos, en efecto, me reprochan que siempre pregunto a otros y yo mismo nunca doy una respuesta acerca de nada por mi falta de sabiduría, y es, efectivamente, un justo reproche. La causa de ello es que el dios me obliga a asistir a otros pero a mí me impide engendrar. Así es que no soy sabio en modo alguno, ni he logrado ningún descubrimiento que haya sido engendrado por mi propia alma. Sin embargo, los que tienen trato conmigo, aunque parecen algunos muy ignorantes al principio, en cuanto avanza nuestra relación, todos hacen admirables progresos (...). Y es evidente que no aprenden nunca nada de mí, pues son ellos mismos y por sí mismos los que descubre y engendran bellos pensamientos. No obstante, los responsables del parto somos el dios y yo». (Platón, Teeteto, 150c-e)

Lo que a Sócrates le interesa como maestro son los problemas éticos; las cuestiones físicas no son objeto de su investigación. Trata de establecer, en los asuntos morales, la esencia universal y permanente, pensando que no es posible poseer ciencia de lo mudable, sino sólo opinión engañosa. Por eso, con la inducción trata de obtener de los ejemplos particulares el concepto universal, en el cual se hallen comprendidos todos los casos particulares. Este concepto universal se expresa por medio de la definición. Sólo elevándonos desde lo particular (objeto de la sensibilidad) al concepto universal (objeto de la razón) es posible el verdadero diálogo, la verdadera ciencia.

El valor de esta ciencia de los conceptos está, para él, en el hecho de que la virtud se identifica con el conocimiento, con la ciencia. Aquel que se ha formado el hábito de conocer y evaluar el bien y el mal, en cada circunstancia busca el primero y huye del segundo. Nadie actúa mal voluntariamente, toda culpa proviene de la ignorancia, o sea, es fruto del error. Las confusiones son a la vez intelectuales y morales. Este intelectualismo moral es consecuencia de no ver en el alma (psyché) otra cosa que razón, desarrollada o no. La voluntad, entendida como facultad pasiva, requiere de la iluminación de la razón para actuar. Es decir, la voluntad no se decide sino por aquello que la razón, inspirada por el conocimiento, le señala. Por ello la educación debe tender a iluminar las mentes, purificándolas de los errores, porque cuando los hombres se hacen conscientes, se convierten también en virtuosos.

«Si entonces, dije yo, lo agradable es bueno, nadie que sepa y que crea que hay otras cosas mejores que las que hace, y posibles, va a realizar luego esas, si puede hacer las mejores. Y el dejarse someter a tal cosa no es más que ignorancia, y el superarlo, nada más que sabiduría. (...) ¿Qué entonces? ¿Ignorancia llamáis a esto: a tener una falsa opinión y estar engañados sobre asuntos de gran importancia? (...) Por tanto, dije yo, hacia los males nadie se dirige por su voluntad, ni hacia lo que cree que son males, ni cabe en la naturaleza humana, según parece, disponerse a ir hacia lo que cree ser males, en lugar de ir hacia los bienes». (Platón, Protágoras, 358b-d)

Además, para Sócrates, los virtuosos son también felices. El hacer el bien es también vivir bien; las leyes morales portan intrínsecamente una sanción natural, de modo que el bueno y justo es feliz y el malvado o injusto es infeliz. El bueno y justo no tiene en cuenta sólo el beneficio y la felicidad propia, sino que le mueve tanto el propio perfeccionamiento como el ajeno, y es esta conducta la que lo aproxima a lo divino. En cambio la injusticia representa el mal y la infelicidad mayores, porque no sólo convierte en peor al que la recibe, sino, más aún, porque corrompe el alma del que la comete. De aquí que sea peor cometer que recibir injusticia. Cometer injusticia, violar las leyes, es faltar a una especie de pacto que todo ciudadano ha contraído con las leyes de la ciudad; por ello Sócrates se empeña en mantener el respeto y la observancia de las leyes. A este principio se atiene cuando rechaza la posibilidad de escapar a la condena a muerte.

Es en el marco de esta concepción ética donde debemos situar, para comprenderlo, el precepto "conócete a ti mismo". Es posible que este precepto de la religión apolínea le impresionara a Sócrates en un viaje a Delfos, lo cual no es inverosímil si tenemos en cuenta que lo apolíneo le interesó siempre. Baste recordar que fue este oráculo de Delfos el que, interrogado por Querefonte, señaló a Sócrates como el hombre más sabio. Y de aquí nace la conciencia religiosa que él tenía de su misión. Muchas son, además, las referencias de Sócrates a su enigmático "daimon", especie de demonio o voz interior que le ponía en contacto con la divinidad, y que sería una forma de interiorización de la tradicional inspiración divina que se manifestaba en oráculos y otras formas de culto.

Pero volviendo a la interpretación del precepto, ya hemos señalado que para Sócrates la virtud reside en el conocimiento. Así, por ejemplo, para ser un buen zapatero es necesario, en primer lugar, conocer lo que es un zapato y su función. Por el mismo razonamiento, si nos preguntamos en qué consiste ser un hombre bueno, virtuoso, lo primero necesario es conocer en qué consiste eso de ser hombre. Nuestro primer deber, por lo tanto, es obedecer la orden délfica "conócete a ti mismo", porque, como dice el maestro, "una vez que nos conozcamos, podremos aprender a cuidar de nosotros, pero si no, nunca lo haremos".

Este cuidado de nosotros mismos no se refiere al cuerpo, sino al "alma" (psyché), pues es ésta la que utiliza y controla a aquél, es ella nuestro verdadero yo. Y ya que el alma (entendida sobre todo como "razón") debe ser quien nos dirija y regule, el conocerse a uno mismo implica también tener autocontrol, pues no podemos cuidar de nuestro verdadero yo si estamos sometidos a los deseos y pasiones que proceden de nuestra naturaleza corporal.

Dicho de otra manera, si conocer algo es conocer para qué sirve, el conocimiento de uno mismo parte de un descubrimiento básico: que nuestro yo real es el alma y que su función es gobernar, regir o controlar. Y esta función sólo puede ser bien ejercida si este gobierno esta asentado en la verdad. De aquí también que Sócrates no hable de una pluralidad de virtudes, sino de la unidad de la virtud: la sabiduría. El camino para encontrar esta sabiduría queda asimismo recogido en el precepto délfico: la búsqueda de la verdad es una búsqueda interior (eso sí, en diálogo con los otros), precedida e impulsada por el reconocimiento de la ignorancia.

La grandeza filosófica de Sócrates reside, entre otras cosas, en su descubrimiento de este yo real del hombre que debe gobernar en nosotros y de una moral de aspiración espiritual que ocupe el lugar de la moral entonces imperante, basada en la coacción social. Platón así lo reconoció al poner en boca de su maestro, en la Apología de Sócrates, las siguientes palabras:

«En efecto, voy por todas partes sin hacer otra cosa que intentar persuadiros, a jóvenes y a viejos, a no ocuparos ni de los cuerpos ni de los bienes antes que del alma ni con tanto afán, a fin de que ésta sea lo mejor posible, diciéndoos: "No sale de las riquezas la virtud para los hombres, sino de la virtud, las riquezas y todos los otros bienes, tanto los privados como los públicos". Si corrompo a los jóvenes al decir tales palabras, éstas serían dañinas. Pero si alguien afirma que yo digo otras cosas, no dice verdad. A esto yo añadiría: "Atenienses, haced caso o no a Ánito, dejadme o no en libertad, en la idea de que no voy a hacer otra cosa aunque hubiera de morir mil muertes"».



domingo, 22 de junio de 2008

Magia y religión.

¿Se puede hacer una clara distinción entre religión y Magia? Se han intentado muchas aproximaciones al problema, pero ninguna parece ser la correcta para los mismos autores. En general, podemos decir que se han discutido, en diversas obras, por diferentes estudiosos, cuatro posiciones fundamentales:

1. La magia se convierte en religión (K. T. Preuss).
2. La religión intenta reconciliar poderes personales después que la magia ha fallado (Sir James Frazer).
3. Religión y magia tienen raíces comunes (R. R. Marrett).
4. La magia es una forma degenerada de religión (P. Wilhem Schmidt).

Es bien sabido que una persona religiosa reza a unas divinidades de una forma humilde y sumisa, mientras que el mago obliga a esos mismos dioses por medio de amenazas. La persona religiosa confía en la bondad de los dioses, mientras que el mago utiliza algunos conocimientos especiales que le dan poder sobre ellos (algunas veces conoce el nombre secreto, al que responde un demonio). La religión, en cambio, se dirige a la divinidad mediante la plegaria, mientras la magia conmina a la divinidad a ayudarla. El sacerdote "ruega". El mago "impone", "ordena".

Aquél «sirve» a la divinidad, éste «se sirve» de la divinidad, pasando los límites de respeto, temor y consideración impuestos por la religión.

Estas premisas suelen o pueden ser generalmente verdad, e incluso encontramos un talante «religioso» en algunos textos mágicos, como vemos en Egipto en el Papiro Mágico de Leiden:

"Yo te invoco, tú que eres el más grande, que has creado todo, tú, el que se ha creado a sí mismo, que ves todas las cosas pero no puedes ser visto. Tu has dado al sol toda su gloria y poder, tú has situado a la luna en el cielo...
Todas las cosas están sujetas a ti y ninguno de los dioses puede ver tu verdadera forma. Tú puedes transformarte a ti mismo en todo lo que puede ser. Tú eres el invisible Aion de Aion".

El mago usa también rituales y liturgias como los que se utilizaban en las grandes religiones del pasado o del presente.
Lo que concierne y concernía al sacerdote y mago era lo mismo; salud, riqueza, amor, buenas miradas, protección contra peligros o desastres etc..

Apuleyo, en el siglo II d.C. define al mago como "aquél que por su capacidad de hablar con los dioses inmortales tiene poder en todo lo que quiere por la fuerza increíble de sus ensalmos".

Para el mago, sin embargo, hay algo como la "magia negra" (o "Goética", del griego goáo, γοἀω, γοώ: gemir), que persigue el mal de la persona a la que desea encantar (opuesta a la "magia blanca" que busca efectos extraordinarios sin hacer daño), considerando casi por definición que la religión por sí misma no puede hacer daño. Sin embargo, las amenazas de los dioses no son desconocidas en contexto religioso.
Y así, cuando Germánico, el hijo adoptivo del emperador Tiberio (no muy querido por su padre adoptivo), muere, las circunstancias no muy claras del hecho provocaron reacciones en el pueblo romano. Entre los años 69-73, el historiador Tácito no excluía que fuese causada por operaciones mágicas y cuando las gentes de Roma oyeron las noticias, irrumpieron en los templos y echaron las estatuas de los dioses a la calle a puntapiés.

De la misma forma, en tiempos más recientes, los pescadores italianos, trataban las estatuas de sus santos de la misma forma. Cuando tenían una buena pesca, ofrecían a los santos el típico incienso, flores y velas, pero cuando la pesca no era buena, maldecían y echaban a puntapiés a los santos de las iglesias.

La ley de la "simpatía" es, en efecto, como veremos más abajo, que si tú das puntapiés a la estatua de su santo o dios, él sentirá de alguna manera el dolor y reaccionará.

Por tanto, algunos estudiosos creen que no hay diferencia fundamental entre religión y magia.
Pero, según algunos autores, sí que puede haber alguna: rezar por algo, dar gracias por algo, es también concebible en magia, y algo natural en la religión, pero no existe en magia la conciencia de pecado y el rezar a los dioses pidiendo perdón.

El mago no reconoce el pecado. Él está, en cierto modo, por encima de la moralidad y de la ley, tiene una ley para sí mismo. En una sociedad en la que prácticamente todos creían en la magia y la practicaban de una forma u otra, este desprecio por la moralidad convencional y las leyes del Estado podía haber impulsado el comportamiento criminal, pero las razones por las que magos y astrólogos (incluso filósofos) eran periódicamente discriminados en el tiempo del Imperio eran, principalmente, de tipo político. En cuanto a la fe, recordemos lo que, hablando de la astrología en la antigüedad dice Cumont :

"Lo que hacía a la astrología invulnerable a los golpes que le daban la razón y el sentido común, es que era, a pesar del rigor aparente de sus cálculos y sus teoremas, una fe. No solamente implicaba una creencia en postulados indemostrables, sino que había nacido y crecido en los templos de los Caldeos, después en Egipto e incluso en Occidente y no olvidó jamás sus orígenes sacerdotales y solo se separó a medias de la religión que la había engendrado".

Y esta fe en los ritos mágicos, que encontramos no solamente en la Antigüedad sino también en nuestros días, es inherente al hombre cuando ejerce un rito, mágico o religioso. Y de «fe» se puede hablar, tanto en la religión cristiana como en cualquier religión, antigua o moderna. Siempre que una persona reza, implora, ora, ruega o intenta influir de alguna manera en las potencias divinas, es porque cree en ellas.

Aunque la magia se halla fundida y amalgamada con la religión en muchos países y edades, hay, según Frazer, fundamentos para pensar que esta fusión no es primitiva y que hubo un tiempo en el que el hombre recurrió a la magia sólo para satisfacer las necesidades que excedían a sus inmediatos deseos animales. La consideración de las nociones mágicas y religiosas fundamentales puede inclinarnos a deducir que la magia es más antigua que la religión en la historia de la humanidad. Para Frazer, «la magia no es más que la equivocada aplicación de los más simples y elementales procesos de la inteligencia, es decir, la asociación de ideas en virtud del parecido o la contigüidad, y la religión presupone la acción de agentes personales y conscientes, superiores al hombre, tras del telón visible de la naturaleza».

Tal vez, debido a la mayor complejidad del proceso religioso, según este autor, la magia pudo preceder a la religión en la evolución de nuestra raza y el hombre intentase sujetar la naturaleza a sus deseos por la fuerza cabal de sus conjuros y encantamientos antes de esforzarse en apaciguar a una divinidad por medio de oraciones y sacrificios.

Para Cumont, la magia y la astrología tuvieron un origen religioso, y la magia quedó siempre como una «hermana bastarda de la religión». Magia y astrología crecieron juntas en los templos de Oriente. Sus prácticas formaron parte del saber equívoco de los encantadores y fabricantes de amuletos que pretendían, por medio de ritos conocidos sólo por ellos, actuar sobre los espíritus que poblaban la naturaleza.

Entre otros autores actuales, Dupuis, piensa que, cuando se quiere hablar de la vida religiosa de las sociedades neolíticas, hay que evitar la confusión constante que se hace entre "religión" y "magia". Para este autor, los pueblos primitivos no tenían una clara noción de lo que nosotros llamamos religión. Para ellos, ésta no era más que una parte integrante de un saber total que no discriminaba lo que podríamos llamar "el complejo religión-magia-tecnología". En estas sociedades neolíticas, la religión se confundía con la magia. Y la magia era una parte esencial de la tecnología, que permitía ejercer una acción sobre el entorno.

Magia y medicina.

El pensamiento historicista de finales del pasado siglo XIX intentó ver el nacimiento de la medicina en los términos de una evolución en el sentido darwiniano. Según Hofschiaeger, la medicina nació del sentimiento instintivo del hombre a curarse. Y el hombre, una vez que estuvo ya en posesión de instrumentos, se serviría de los adecuados para evitarse el dolor de las heridas y sobre todo de las picaduras de insectos y reptiles y de las heridas producidas por ellos.

El hombre primitivo entendió la enfermedad como la introducción en el organismo de un cuerpo extraño, que puede extraerse, si es un ectoparásito, bien por succión, bien haciendo presión o con una sencilla operación, como puede ser una ligera incisión o levantar la costra con algo punzante.

Cuando la enfermedad es interna y se desconoce la naturaleza y la localización de ese cuerpo extraño, se hace lo mismo, pero de una manera simbólica, mediante un proceso mimético que representa plásticamente la extracción. De aquí arrancan las danzas y los cantos medicinales que son el más antiguo precedente del exorcismo.

Cuando del preanimismo se pasa al estadio animista, se identifica la enfermedad con un espíritu, al que se intenta expulsar por medio del exorcismo. Y este concebir los métodos terapéuticos como una acción expulsatoria es algo tan arraigado en la metalidad del hombre, que hasta la misma medicina hipocrática se basa en la creencia de que los agentes farmacopéuticos favorecen la expulsión de la materia peccans.

Para Ackernecht, de este modo se hace una historia de la medicina empírica químicamente pura, anterior en su origen y paralela en su evolución a la medicina sacra y a la medicina mágica.

Pero dejando aparte los diversos procedimientos de adivinación empleados para el diagnóstico de las enfermedades, los principios en que se basa la medicina de los pueblos primitivos están, como reconoce Ch. Coury, muy cerca de los principios mágicos. Antes de la fase animista, el hombre primitivo tiene una vaga noción de «fuerza», de carácter más o menos material (el «mana» al que nos referimos en otro lugar), que emana de las cosas de un modo espontáneo o provocado por la acción del mago. Estas fuerzas tienden a transmitirse por contacto y entran en relaciones mutuas de atracción y repelancia (similia similibus, contraria contrariis). De ahí la práctica de remedios homeopáticos y las curas por contrarios.

El contacto con estas fuerzas, algunas maléficas y opuestas a la naturaleza humana, produce la enfermedad, que puede lavarse y disolverse por medio de procedimientos purificatorios y elementos catárticos, como el agua. A veces se curan con plantas, de las que se tenía un conocimiento empírico, a cuyas virtudes se añadía el empleo de las palabras mágicas( "ἐπωδή, ῆς"; lat. incantum y "ἐζορκιομός, οῦ"; lat. exorcismus), sobre las que nos extenderemos más adelante).

La extracción de la enfermedad se hacía por vía de contagio a otra persona o a un animal (transferencia y sustitución). Como profilaxis se empleaban amuletos, talismanes y fetiches, que transmiten su fuerza a quienes los porta y rechazan la de la enfermedad.

Desde las épocas más remotas, junto a la medicina empírica en principio, luego técnicas, de carácter profano, hubo el otro tipo de medicina al que nos hemos referido, la ritual y mágica, ejercida por hombres de características muy complejas. Si en la prehistoria del pueblo griego cabe imaginar la existencia de herboristas, antecesores de los "ῥιζοτόμοι" o «corta-raíces» de la época histórica, como en otras sociedades primitivas, desde los documentos más antiguos se perfila en Grecia la figura del "ἰατρός, οῦ" o «curador». La mención más antigua de la profesión
médica corresponde a una tablilla de Pilos en la que aparece un "i-ja-te" en posesión de tierras, lo que demuestra no sólo su elevado status social, sino también la distinción de sus funciones con respecto a la de sacerdote "ἱερεθς, ἐος" y las de adivino, "μάυτ'ς, εως".
Desde la época micénica no se dieron en Grecia estas interferencias de atribuciones que había en Babilonia, donde los «conjuradores» (asipu o masmasu), aparte de sus demás cometidos rituales, se empleaban contra el demonio de la fiebre (Labartu) o en Egipto, donde la medicina fue competencia de la casta sacerdotal. Pero la medicina mágica fue ejercida por los denominados con el término esquileo de "ίατρό-μαυτις, εως", alusivo a su doble naturaleza y para la época tardía el de «hombres divinos» "θεουργός, ός", teurgos o "θεοι-αυδσες", curadores de almas por medio de la fuerza divina o «mana» que pasa a través de él. Estos continuaron actuando a lo largo de los siglos, con importancia social y personal variable, según las distintas épocas.

Inexistentes o silenciados en los momentos de ilustración, adquirieron un singular relieve en las épocas de angustia o crisis, cuando enfermos como Elio Arístides (siglo II d.C.) se sometían a tratamientos increíbles prefiriendo a la actuación racional del médico la acción directa en su persona de lo numinoso. Un Simón el Mago, un Apolonio de Tiana en el siglo I d.C. y un Alejandro de Abonutico en el siglo II d.C. son los más genuinos sucesores de los «chamanes» griegos de época arcaica.

Ahora bien, habida cuenta la similitud en las operaciones de quienes manipulaban las ciencias ocultas y las de los «hombres divinos», en la práctica era muy difícil trazar una división entre ambos. L. Gil señala cómo términos tan desagradables en su significación como "σοφιστής, οῦ," se revalorizan en los papiros mágicos en la acepción más elevada de «sabio» y a la inversa, cómo Platón utiliza irónicamente el término de "ἄνθρωπος θειος", que un epicúreo como Filodemo, emplea en su acepción más popular. Vemos pues que la gama de matices entre vidente, mago, profeta, sabio y portador de mana era tan sutil y vanada que a veces eran similares para el vulgo.

jueves, 19 de junio de 2008

Los fenómenos Mágicos.

El uso de la magia comprende diversos fenómenos mal determinados, ya que la extensión de la palabra magia es variable. En su empleo más restringido, desde el mundo clásico, significaría, como ya dijimos, la ciencia, la industria y la religión de los Magos, es decir, de los sacerdotes de la religión de Zoroastro importados a Grecia, que fue tenida en ciertos momentos de la Historia como la más preciosa de todas las artes y la reina de las ciencias.
Lo que pretende el mago, en términos generales, por medio de sus ensalmos y acciones rituales, es conocer, realizar y obtener aquello que por medios naturales no puede lograr un ser humano, porque lo impiden las leyes de la naturaleza. Por ello, su primer objetivo es superar esas leyes, para lo que sólo puede utilizar tres procedimientos:

I. Convertirse él mismo en un ser sobrenatural, tornándose inmortal, ya que solamente estos seres, de naturaleza extraordinaria, con poderes fuera de lo normal, pueden romper el orden natural. Esta inmortalización del mago consiste en su «solarización», es decir, en la unión (systasis) fortalecedora con la divinidad solar y otras veces toma el aspecto de una iniciación mistérica. Este es el caso de la «Liturgia de Mitra», con la que el mago se inicia en los misterios para convertirse en inmortal y, tras un viaje por el mundo cósmico, ya puede enfrentarse cara a cara con el dios supremo y allí aprender «su verdadero Nombre», el Nombre que no se puede pronunciar, es decir: alcanzar el conocimiento supremo y el poder supremo, puesto que conocer el nombre secreto de dios significa poder dominarle, llegar a destruirle y, por tanto, obligarle a actuar según convenga al mago.

II. Una segunda forma de romper las barreras de las fuerzas de la naturaleza es conseguir que un dios, de naturaleza superior, se ponga directamente al servicio del mago, ya sea indirectamente, a través de un ser intermedio, demon, ángel o arcángel. Ésto sólo puede conseguirse a través de la utilización de objetos o palabras mágicas que puedan obligar al dios a obedecer a un ser inferior.

III. Y, finalmente, el procedimiento más corriente suele ser el obligar a uno de estos seres intermedios inferiores, demon o ánima (a veces de un difunto muerto en circunstancias especialmente dramáticas), a que se ponga al servicio del mago. Ésto se consigue con la utilización de fórmulas mágicas, que aterrorizan a los demones o seres inferiores, ya que sus palabras les obligan inexorablemente, bajo terribles amenazas.

Rajan Sankaran: "La percepción de la realidad nos enferma"

Este prestigioso doctor indio asegura que si nuestros deseos e ilusiones no coinciden con la realidad que vivimos, nuestro cuerpo enferma.

--¿Por qué la homeopatía se respeta más en la India que en Catalunya?
--No tengo la respuesta a esa pregunta, pero apuntaré algunas opciones. Quizá se deba a que en la India no todo es blanco o negro y se aceptan varias posibilidades. Si tú no piensas lo mismo que yo, no voy a estar en contra de ti, porque puedes tener razón, y el otro también, y el de más allá. Las muchas religiones que conviven en nuestro país son una muestra de ello.

--Tienen tres medicinas oficiales.
--Sí. La llamada medicina convencional, el ayurveda y la homeopatía. La medicina homeopática tiene muchí- sima aceptación entre nuestra población. En estos momentos hay 300.000 estudiantes de homeopatía. Y, además, la homeopatía está incluida en la Seguridad Social.

--Como en Francia; pero aquí, no.
--Cada vez hay más países que la incluyen en la sanidad pública. En la India incluso tenemos universidad de médicos homeópatas.

--Pues aquí lo que tenemos, cada vez más, son especialistas que no paran de hacerte pruebas y que te envían a otros especialistas, que te harán más pruebas.
--Este tipo de medicina se especializa demasiado y se olvida de contemplar a la persona como un todo. La especialización se concentra en las pequeñas partes. Si me permite la broma, alguien va al doctor porque tiene un problema en la oreja derecha y este le dice: 'No, tiene que ir al especialista de la oreja izquierda'. Cuando el médico se ocupa de las partes pequeñas, se pierde el plano general. Y las enfermedades comienzan esencialmente en este llamado plano general y se manifiestan en partes concretas.

--¿Por qué enfermamos?
--Porque la percepción de nuestra realidad interna no se adecua a la realidad que vivimos. Es nuestra percepción de la realidad lo que nos enferma. Si nuestros anhelos e ilusiones no coinciden con lo que vivimos, podemos enfermar. Se establece una tensión entre la desilusión interna y la realidad externa.

--¿Y cómo se cura eso?
--Cuando alguien viene a mi consulta, lo primero que me interesa es su percepción de la realidad. Después vamos quitando capas, a través de la totalidad de signos y síntomas mentales y físicos, para saber cuál es el trastorno básico de la persona. Ese trastorno no pertenece a la mente ni al cuerpo: es algo más profundo, y a ese nivel la persona habla un lenguaje que es al mismo tiempo mental y físico.

--¿Qué es la realidad?
--La totalidad de la experiencia en este momento.

--¿Los sueños son realidad?
--Sí, claro. Hay diferentes niveles de experiencias: hechos, emociones, sueños, etcétera. Experimentamos la realidad a diferentes niveles en cada momento.

--¿Dios es real?
--Ni creo en él ni dejo de creer. Solo vivo y observo.

--¿Podemos estar enfermos sin tener ningún síntoma físico?
--Por supuesto que sí. Si no eliminamos la falsa percepción de la realidad que tenemos encerrada dentro de nosotros, tarde o temprano eso provocará una enfermedad. Por eso la homeopatía puede tratar al paciente sin que tenga síntomas evidentes.

--¿Cómo lo trata?
--Con cualquier sustancia de la naturaleza animal, mineral o vegetal que tenga la imagen exacta de lo que el paciente expresa.

--La homeopatía se basa en el principio de similitud.
--Sí. La misma sustancia que produce unos determinados síntomas en una persona sana es capaz de curarlos en una enferma. Es más fácil de entender si pensamos en el mecanismo de acción de las vacunas, en las que se administra al paciente la misma sustancia que provoca la enfermedad.

--¿Tiene efectos secundarios?
--No, si el tratamiento está bien llevado. No solo no tiene ningún efecto secundario, sino que es compatible con otros tratamientos.

--¿Por qué la homeopatía es tan lenta?
--Eso no es cierto. A veces actúa muy rápido. Lo que lleva tiempo es tratar enfermedades crónicas. La única limitación de la homeopatía es que depende mucho de las habilidades del médico para explorar y conocer a la persona. Conocer al paciente profundamente es una tarea que requiere tiempo.

--Ustedes los homeópatas son un poco psicólogos.
--En cierto modo vamos más allá de la psicología, porque, si nos limitamos a decirle al paciente que deje de preocuparse, no funciona. Nuestra percepción de la realidad no se puede cambiar solo con la voluntad. La homeopatía remueve esta percepción de la realidad, y esto hace que la enfermedad se disuelva.
Por Gaspar Hernández.

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miércoles, 18 de junio de 2008

Universalidad de la Magia.

La magia la encontramos a lo largo de la Historia en todos los pueblos en los que la fe en los presagios y en las predicciones sobre el porvenir era general. El mundo primitivo que la vio nacer era el de las concepciones animistas, un mundo donde todos los seres animados e inanimados, hombres y dioses, estrellas, árboles, fuentes y roca se encerraban por igual un alma, un espíritu o, más exactamente, muchas almas. La creencia de nuestra civilización en la existencia en el hombre de una sola alma, de la unidad y permanencia del «yo», creencia que, desde luego, dista mucho de ser universal, nos hace difícil, a veces, entender la concepción animista que se halla en el origen de la magia.
La constatación de la diferencia radical entre una persona viva y muerta, la gran pregunta de qué es lo que un momento antes de la muerte «animaba» al cuerpo vivo, que le «abandona» en su último suspiro, las apariciones en sueños de las personas muertas a los vivos y el mismo cariño de los seres vivos que se niegan a dejar desaparecer de su mente y de su vida a las personas queridas, debió dar origen a unas creencias universales de la existencia en el Más Allá, al mismo tiempo que seguían queriendo ver en los objetos y lugares donde sus allegados habían vivido su presencia espiritual, recabando su intercesión y su ayuda ante las divinidades en el otro mundo.

Según Taylor, esta fe surgió debido al interés peculiar que sentía el hombre primitivo ante estos estados especiales que sentía de vez en cuando el mismo hombre y quienes le rodeaban: los estados de sueño, el desmayo, las alucinaciones y hasta la propia muerte.

Cuando los Egipcios, ya convertidos al cristianismo, hablan del alma, empleaban la palabra griega"Ψuχη, ηζ"(genio). Mostraban claramente con ello que ninguno de los términos empleados en su lengua se adaptaban claramente para definir sus creencias, sus nociones sobre la idea cristiana de alma.

En el más antiguo estadio de la Religión egipcia, que conservamos gracias a la compilación de los más antiguos textos religiosos egipcios, los llamados Textos de las Pirámides, había ya tantas almas como centros de actividad se percibían en el cuerpo humano:
a) El ka, en el que algunos han querido ver un reflejo inmaterial del cuerpo, el doble, que reproducía la imagen del cuerpo y que recobraba su vida propia al morir el cuerpo físico, pero no podía tener entidad propia sin la existencia del soporte físico, como la momia o la estatua del difunto y del que otros hablan como del genio protector que nacía con el hombre, que vivía con él y que cuidaba del hombre hasta su muerte.
b) el ba, o «alma-pájaro», que la muerte tiene aún en sus brazos en las pinturas funerarias, algunas veces en forma de pájaro con cabeza y brazos humanos y presentando a la momia una vela, jeroglífico del viento y el aliento. Es la parte espiritual del individuo que, después de la muerte, encuentra su individualidad y puede errar a su antojo. Que puede quedarse en la cámara funeraria, al lado de la momia, pero que prefiere, sobre todo, pasearse por el cielo y volver a los lugares donde el difunto vivía, siendo a su vez, el alma itinerante de un ser viviente, capaz de acción material.
c) Otros de sus principios espirituales era expresado por medio del ibis con cresta, era el akh, un principio inmortal, «el luminoso», de la misma esencia del fuego y los astros, que, al morir el cuerpo, iba hacia la región ígnea situada por encima del cielo.

El akh es un principio inmortal y a la misma raíz corresponden las palabras «brillar» y «ser eficaz». Y parece que hay que ver en el akh un poder invisible que puede prestar su eficacia a lo hombres y también a los dioses. En algunos contextos, akh se aplica a los «espíritus», genios
intermediarios entre los dioses y los humanos. Algunas veces, designa a los muertos privilegiados o tal vez a los fantasmas o aparecidos, entre los Coptos, los akhou, en otros tiempos seres prestigiosos, que se convierten en «demonios».

Al lado de estos principios, ka, ba y akh, que se unían al cuerpo para formar un ser completo, la personalidad de un egipcio contaba aún con otros elementos, como la sombra negra que salía por las noches de la tumba o «Khaibit», y el «nombre», la esencia misma de la persona, su fuerza, que se mantenía en secreto, del que nos ocuparemos más tarde.
Tal vez estos principios coinciden con la afirmación de Diógenes Laercio cuando dice:
«Todo el aire está lleno de almas, y éstas se consideran démones y héroes y por ellos les son enviados a los hombres los ensueños, las señales y las enfermedades, y no sólo a los hombres, sino a las ovejas y demás animales. Con respecto a ellos se han producido los ritos purificatorios
y apotropaicos, toda la mántica, los rumores y las cosas semejantes.

En la civilización egipcia, llena de creencias en las fuerzas sobrenaturales, la magia se distinguía mal, tanto de la práctica de la religión como de la ciencia o la medicina. Y no es en los templos o en sus representaciones donde se encuentran testimonios.

El culto oficial mencionaba, en ocasiones, la magia, como una ciencia legítima, enseñada y practicada por los dioses, pero no estaba fundamentada sobre ella. En la religión funeraria sucedía todo lo contrario. Su punto de partida estaba fundamentado sobre un conjunto de fórmulas y ritos mágicos compuestos por los sacerdotes de Heliópolis, que tendía a reformar el orden establecido en el otro mundo por medio de encantamientos irresistibles e incluso de amenazas. El procedimiento, heredado sin duda de usos prehistóricos, permaneció en las prácticas funerarias desarrolladas ulteriormente y su espíritu penetró usos que, como la momificación y las fórmulas funerarias, no habían sido mágicos en su origen.

En cuanto a la vida diaria, al lado de operaciones mágicas consideradas criminales, como la hechicería, se usaba sobre todo una magia profiláctica contra espíritus malignos, los animales dañinos, las enfermedades o el mal de ojo. Esta magia actuaba sobre todo por medio del recitado de fórmulas mágicas, por el poder de los nombres mágicos, por encantamientos, figuras y pinturas mágicas y por la posesión de amuletos que representaban dioses o sus emblemas, o por medio de la posesión de signos jeroglíficos que anotaban el nombre de los bienes cuya posesión se quería asegurar, todo acompañado de ceremonias y sobre todo de las poderosas palabras mágicas, que producen resultados sobrenaturales.

lunes, 16 de junio de 2008

Chamane y Druidismos.

El Druidismo tiene una clara herencia chamánica. Si se analiza el druidismo, se pueden ver muchos elementos propios de los chamanes, hasta el punto de que se puede decir que los druidas eran chamanes celtas aunque el trabajo chamánico no es lo único que define a un druida, puesto que además de chamanes, son jueces, poetas, historiadores, médicos, maestros, consejeros, artistas, astrólogos, magos.

Es necesario para entender la relación de ambos saber qué es un chamán. Se identifica como chamanes a personas del mundo que son originarias de lugares que están situados en puntos muy alejados entre sí del planeta. Sin embargo, se engloban a estas personas dentro de un mismo concepto debido a que todos ellos tienen rasgos comunes. Esto es, podemos encontrar a través de cada uno de los cinco continentes a personas que siguen un mismo camino y que tienen unas prácticas comunes y que, por tanto, podemos identificar como practicantes de chamanismo.

En origen, semánticamente la palabra chamán proviene del vocablo tungús shamán, que viene a significar sabio o el que tiene sabiduría.

Geográficamente, en origen es de la zona de Siberia de donde procede el fenómeno y es a partir de ahí y con el paso del tiempo desde donde se extiende posteriormente. Es desde el centro de Asia desde donde se despliega y lo hace por dos caminos: por una parte, vía estrecho de Bering, hacia América y por otra parte, hacia el oeste, siguiendo el camino migratorio indoeuropeo y se dirige como dicha migración primero hacia el este y norte de Europa, dando origen entre otros a los Godar teutones para, posteriormente, extenderse por el resto de Europa. De hecho, podemos encontrar prácticas chamánicas tanto en los germanos del norte de Europa, en Noruega como en el sur, en los sacerdotes de la Grecia clásica y los misterios eleusinos.

Muchas veces se habla de chamanismo refiriéndose a los elementos primitivos de las religiones. Sin embargo, los chamanes son algo más. Se puede identificar a los chamanes como mediums, debido a su contacto con los espíritus, como adivinos o augures, como magos o hechiceros, como sanadores o curanderos. En ocasiones son místicos y poetas. Los chamanes son todo esto, sí, pero no sólo esto. Los chamanes podrían ser identificados con hombres medicina. Hay algo que los separa de todas estas prácticas, que los diferencia.

¿Qué es lo que identifica a un chamán? Para entender lo que los diferencia de otros magos, de otros místicos o curanderos, lo que conforma la definición del chamanismo y de estos estados modificados de conciencia es necesario entender la visión chamánica del mundo. La cosmología de los chamanes está formada por varios mundos, y este es un rasgo común a todos los chamanismos, independientemente de la cultura madre del chamán. La concepción andina, por ejemplo, nos habla de una realidad que se divide en tres mundos: Kay Pacha o mundo del aquí y ahora, Uku Pacha o nivel del ego y Hanan Pacha o mundo espiritual.

Para los Kahuna hawaianos la realidad está formada por cuatro mundos: se trata del ike papakahi, el ike papalua, el ike papakolu y el ike papaha, que representan respectivamente el mundo ordinario, el mundo psíquico, el mundo de los sueños y el mundo existencial.

El chamanismo es la técnica del éxtasis y el chamán es el maestro del éxtasis.

Un chamán es aquél que tiene la capacidad de entrar en un estado de conciencia alterados a voluntad.

Se puede definir el éxtasis como un estado psicológico que se caracteriza por un sentimiento absorbente de admiración, de alegría de arrobamiento y a veces de enajenación.

Desde una perspectiva teológica hace referencia a un estado de unión con Dios o lo divino por medio de la contemplación y el amor vivido íntimamente.

Y exteriormente por la suspensión mayor o menor de la actividad sensorial en relación con el mundo externo.

Y esto es lo que define el trabajo del chamán. Si intenta curar, un verdadero chamán no sólo intentará sanar al enfermo en el mundo real, sino que trabajará los todos los mundos a la vez.

Como resumen, se puede hablar siempre de varios mundos que coexisten a la vez y sobre los que el chamán va a trabajar. Para el chamán existe el mundo objetivo, que es la realidad tal y como la conocemos, el nivel bajo de la realidad. Pero para él también existe el mundo subjetivo, donde habitan los espíritus de la naturaleza y donde el chamán puede conversar con ellos, donde todo está interrelacionado, todo es sincrónico. Hay además un mundo simbólico, un mundo de sueños y arquetipos, de Dioses y de Animales de Poder. En este mundo el chamán trabaja con sueños, moldea la realidad. Por último, ven la existencia de un mundo holístico, un mundo de luz, de energía, de unión con lo sagrado.

El chamán es aquél que viaja por estos mundos ha través del estado alterado de conciencia: el chamán ha muerto y renacido.

Esta muerte y resurrección marca el principio del camino chamánico, la iniciación del chamán. El chamán desciende a los Infiernos o asciende a los cielos, contacta con sus guías y llega al entendimiento. Contacta con los otros mundos para, desde ellos, modificar la realidad. Después renace, regresa a la realidad que abandonó.

Es fundamental saber que para el chamán el mundo es lo que crees que es, es decir, cada persona genera su propia realidad. Esto es, cada cuál hace que las cosas sean posibles o imposibles, reales o irreales.

Y para ello realiza su trabajo chamánico. Este trabajo consiste en alcanzar un estado alterado de conciencia, de realizar el viaje a esas otras realidades y afectar al mundo objetivo desde el mundo subjetivo y desde el mundo simbólico. Para ello el chamán entra en trance, alcanza precisamente el éxtasis que lo define. Alcanza el éxtasis con muchos métodos, desde el uso de sonidos repetitivos hasta el uso de sustancias psicotrópicas o sustancias enteógenas.

Pero no hay que olvidar que en base a esta concepción del universo, a este paradigma, existe una doble lectura para el concepto de trabajo chamánico.

Un significado de este trabajo es un trabajo de poder, donde el chamán entra en trance a través de experiencias extáticas para viajar a través de los mundos con el fin de modificar la realidad. Allí el chamán habla con los espíritus, aprende de ellos, trata con los elementales, contacta con los animales de poder, y con sus guías. Desde allí sana los cuerpos y las almas, cura las enfermedades.

Pero también es un trabajo chamánico el trabajo de amor, de autodescubrimiento, más allá de esas acciones mágicas o sanadoras. El chamán sigue un camino de crecimiento interior, con el fin de alcanzar ese mundo holístico, la ascensión. Para los Toltecas, este camino es el Camino del Guerrero. Este camino de trabajo interior consiste en cuatro pasos: conocimiento, transformación, amor y poder.

El trabajo chamánico nos acerca al Todo.

El chamán cree que esta vida es Maya, un sueño y que la realidad es el Otro Mundo, el mundo de Luz y espiritual. El Chamanismo Esencial dice que somos espíritus, que nuestros espíritus han tomado forma en nuestros cuerpos y que hemos bajado desde nuestro hogar en los cielos a este mundo para aprender en diferentes vidas y existencias.

Para los druidas, la vida es un sueño y lo real es el Otro Lado, el otro mundo. Descendemos desde el Castillo de Arianhrod para acercarnos cada vez más al Todo, a la Fuente, aprendiendo reencarnación tras reencarnación.

El druida, al igual que el chamán, está unido a la Naturaleza. Ambos están unidos a su entorno. Lo investigan y estudian con el fin de adquirir conocimiento: buscan las propiedades mágicas y curativas de todo aquello de lo que les rodean.

Tanto uno como otro hablan con los espíritus de las plantas y los árboles. El chaman conversará con el espíritu de las plantas de poder, que le guiarán en el trance chamánico. El druida contactará con el espíritu de los árboles de sabiduría para que le guíen.

El druida, al igual que el chamán, se comunica con los espíritus de los animales. El chamán se hace uno con el espíritu del animal y asimila el espíritu de sus tótem. De hecho, los druidas llegan a transformarse en esos animales, en hacerse uno con esos ellos.

Al igual que los chamanes, un druida es un medium que habla con sus antepasados, recibe información de ellas.

Los chamanes son identificados desde la niñez como tales, generalmente a través de alguna señal como un rayo, a través de sueños o a través de enfermedades de los nervios o como la epilepsia. Estos puede señalar a un futuro chamán, aunque también es posible formarse como tal por propio convencimiento, si bien son considerados menos poderosos. En cualquier caso, no es reconocido como tal hasta que no ha recibido una doble instrucción: una instrucción de orden extático como los trances y otra tradicional donde aprende las técnicas chamánicas, mitología entre otros conocimientos a través de la formación otorgada por los antiguos chamanes

Los druidas igualmente eran buscados en muchas ocasiones desde pequeños y si algún niño presentaba posibilidades de poder ser especial era llevado al bosque para someterle a una serie de pruebas. Si se decidía que el niño era apto, se le llevaba a formarse con los druidas. Esta formación en el conocimiento druídico era larga y ardua y pasaba veinte años hasta que el estudiante era iniciado y se convertía en un druida.

El druida cree también en varios mundos, como el chamán. Tanto los chamanes como los druidas, realizan viajes a través de los mundos mediante estados alterados de conciencia.

El druida, cree en Annwn, lo más alejado de Dios, en Abred o el mundo donde están las cosas corporales y las cosas muertas, Gwynvyd, el mundo de los dioses.,de los cielos, el Otro Lado. hasta alcanzar Ceugant, la unión con el todo absoluto.

Como el chamán, el druida modifica su conciencia para conseguir información o realizar trabajos mágicos. Unos y otros lo realizan mediante la ingestión de sustancias tóxicas como la amanita muscaria o a través de cantos, tambores, respiraciones u otros medios.

Pero lo más importante es el trabajo interior. Ambos persiguen a través de estas ingestiones de enteógenos para potenciar el trabajo de autodescubrimiento, un continuo aprendizaje, buscando experiencias que sean únicas. El verdadero sentido del druidismo: la Ascensión, la Iluminación, la Awen, el Espíritu que fluye.

Los druidas, como todas la religiones paganas, buscan el conocimiento interno, es el precepto de:

Conócete a ti mismo

y siguen un camino hermano al camino del guerrero e intentan llegar a la "Awen".

Para los druidas el camino a la Awen está descrita por un triple camino: la naturaleza, el conocimiento y la verdad. Es a través del conocimiento interno, a través de la verdadera naturaleza del ser, de una concepción real y verdadera de la realidad como llegamos a la Iluminación, a la Awen. Estas tres cosas que son vitales, nos acercan al amor y por tanto a la propia Creación. La verdad para los druidas era realmente importante. De la verdad nacen muchas otras cosas como la honestidad, o la sinceridad. La verdad aplicada a uno mismo y la verdad hacia el mundo. Otra es el conocimiento puesto que para acercarse al amor, a la creación es necesario conocerse a sí mismo, conocer a los que te rodean, conocer tu entorno. Los Druidas estudian la Creación, la intentan conocer. La contaminación del conocimiento, negar la posibilidad de conocimiento a alguien, es algo atroz para un druida. Y la naturaleza es el resultado de nuestra voluntad, de la unión de nuestros actos, nuestros pensamientos y nuestra alma. El actos se realiza como representación terrenal de nuestros pensamientos, que son generados a su vez por nuestra propia esencia, por nuestra propia naturaleza y que interactúa con la verdadera naturaleza de la Creación.

El chamán se inicia a través de un viaje de muerte y resurrección, viaje que también realizan los druidas, puesto que esta muerte y resurrección se puede observar en las iniciaciones druídicas, donde el jovén que se iba a iniciar moría y volvía a nacer. Se dice que el joven futuro druida era purificado con fuego, sustancias psicotrópicas y cantos y al llegar a otro estado de conciencia era conducido junto a un árbol, donde era colgado dentro de un saco hasta el amanecer, donde renacía.

Pero fuera aparte de posibles ceremonias practicadas para iniciarse, el mayor ejemplo de trabajo chamánico y resumen de varias de las características chamánicas, donde se puede ver mejor este trabajo de muerte y renacimiento es en la figura mítica de Taliesín.

La leyenda celta nos cuenta que la Awen llega como fruto del caldero de Ceridwen.

En la historia, se dice que Ceridwen y su marido tuvieron tres hijos: Morfran (‘cormorán'); Creirwy (‘huevo de cristal'), la más bella doncella del mundo; y Afagddu (‘total oscuridad'), el menos favorecido de los hombres.

Para compensarle su tremenda fealdad, Ceridwen decide hacerle sabio preparándole un brebaje mágico en su caldero de Inspiración (es decir, la Awen). El brebaje se preparó a lo largo de todo un año y un día, y Ceridwen pone a dos personas a cuidarlo mientras ella sale a recoger hierbas: un ciego llamado Morda (“buen mar” o “gran bien”), y un niño llamado Gwion Bach (“pequeño inocente”).

EL última día de preparación, tres gotas del líquido del caldero salpicaron a Gwion, quemándole el dedo. Lo mete en la boca y al instante gana los tres dones de la Awen: la inspiración poética, la profecía, y el poder cambiar de forma a voluntad.

El resto del brebaje se vuelve mortalmente venenoso, y el caldero explota, rompiéndose en dos mitades.

Con su don de la profecía, Gwion sabe que Ceridwen intentará matarle por haber probado lo que estaba destinado a su hijo, así que usa su don de cambiar de forma para huir en forma de liebre. Ceridwen le persigue en forma de galga, así que él se convierte en pez. Ella se convierte, a su vez, en nutria. El se hace pájaro, ella, halcón. El se convierte en un grano más de trigo entre los del suelo del molino, ella, sin embargo, convertida ya en gallina negra, le engulle.

"Una gallina me recibió,
Con robustas garras, (y)la cresta partida.
Descansé nueve noches
En su vientre un niño,
He sido madurado,
He sido una ofrenda ante el protector,
He estado muerto, he estado vivo...
De nuevo me aconsejó la protectora,
Con robustas garras; de lo que me dió
Apenas puede volver a contarse;
Mucho será alabado."

Después de nueve meses, Gwion vuelve a nacer del vientre de Ceridwen, quien no puede contemplar su asesinato “debido a su gran belleza”, así que le ata dentro de una bolsa de cuero y le lanza al mar en la víspera de Mayo. El primer día de Mayo por la mañana, la bolsa es descubierta en un apostal de pesca, y abierta. La primera persona en contemplar al hermoso bebé dentro de la bolsa dice “Mirad, una frente radiante!”.

Y es así que el niño recibe el nombre de Taliesín, que en galés significa “frente radiante”.

En este caso, Cerridwen presenta la figura de la iniciadora.

Las transformaciones animales de Taliesín nos hablan de los tres elementos de los celtas: tierra, agua y aire: Taliesín se convierte en pez, en pájaro y en mamífero terrestre. Así pues, El nuevo Taliesín, recorre toda la creación, toda la existencia para huir de Cerridwen.

El caldero es considerado un elemento de muerte y resurrección por los celtas. De hecho, el caldero Gundestrup celta muestra una imagen del caldero del Dagda, “El siempre húmedo”, en el que eran sumergidos los muertos y salían revividos. El mismo caldero que le significa a Gwion renacer como Taliesín.

Se dice que el contenido del caldero de Cerridwen era:

"Resplandor radiante ilumina al que elabora el brebaje,
Por encima del caldero de los cinco árboles,
Y el fluir de un río,
Y expandirse el calor,
Y la miel y el trébol,
Y la suprema aguamiel embriagadora,
Como el metal a un jefe guerrero,
El regalo de los Druidas."

La miel es un símbolo utilizado por muchas culturas como símbolo de las sustancias psicotrópicas. Odín alcanza la sabiduría al beber el licor llamado Kvasir, de un caldero llamado Odhroerir, ‘Inspiración´: la hidromiel de Mímir, cuya cabeza custodiaba las raices de Yggdrasyl, el árbol cósmico, la fuente del conocimiento.

En el Rig Veda hindú, se asimila la figura del Soma como miel. La Ambrosía de los dioses griegos era hecha en parte con miel. Tanto el Soma como la Ambrosía otorgan la inmortalidad y convierten a los hombres en Dioses. De hecho, existe una relación directa de la miel con otras sustancias enteógenas y de la abejas, con las sacerdotisas por ejemplo de los misterios de Eleusis..

En la historia se puede ver una triple iniciación: la bebida del caldero abre la mente del bardo al don de la Awen, la estancia en el vientre de la diosa da al vate sabiduría para entenderlo, la prueba de ser abandonado al mar dentro de la bolsa de cuero capacita al druida para poder conquistar el último miedo: El de la muerte

Gwion bebe tres gotas: una gota para el cuerpo, una para la mente y otra para el alma. Y de hecho, sufre una triple muerte y un triple renacer, que para los celtas no podía ser de otra manera que no fuera triple, puesto que de esta triple manera cubre todos los aspectos de la creación y del renacimiento.

Al alcanzar la Awen, Gwion, ya convertido en Taliesín, rememora su verdadera existencia y habla de su estancia en el Castillo de Arianhrod y de las diferentes vidas que ha ido teniendo cuando dice, en esta versión ligeramente cristianizada (debido a sus referencias a personajes bíblicos) del hecho :

"Primer jefe supremo de bardos soy yo para Elffin,
Y mi país originario era la región de las estrellas estivales;
Idno y Henin me llamaron Myrddin,
Con el tiempo todo rey me llamará Taliesín.
Estaba con mi señor en la esfera más alta,
Al caer Lucifer a las profundidades del infierno;
He llevado una bandera delante de Alejandro;
Conozco los nombres de las estrellas desde el norte hasta el sur;
He estado en la galaxia en el trono del Distribuidor;
Estaba en la tierra de Canaan cuando se mató a Absalom;
Conduje al espíritu divino al lugar del valle de Hebron;
Estaba en la corte de Don antes del nacimiento de Gwydion;
Fui instructor de Eli y Enoch;
He sido alado por el genio de la espléndida Arca;
He sido locuaz antes de recibir el don del habla;
Estaba en el lugar de la crucifixión del bondadoso hijo de Dios;
He estado tres periodos en la cárcel de Arianrhod;
He sido director jefe de las obras de la torre de Nimrod;
Soy una maravilla cuyos orígenes no son conocidos;
He estado en Asia con Noé en el arca,
He visto la destrucción de Sodoma y Gomorra;
He estado en la India cuando se construyó Roma,
Ahora he venido aquí a los restos de Troya;
He estado con mi señor en la cuadra del asno;
Di fuerzas a Moisés a través de las aguas del Jordan;
He estado en el firmamento con María Magdalena;
He obtenido la Awen del caldero de Ceridwen;
He sido el bardo del arpa para Lleon de Lochlin;
He estado en la colina blanca, en la corte de Cynfelyn,
Un año y un día prisionero del cepo,
He sufrido el hambre por el Hijo de la Virgen,
He sido nutrido en la tierra de la Deidad,
He sido profesor de todas las inteligencias,
Soy capaz de instruir al universo entero;
Estaré hasta el último día en la faz de la tierra,
Y no se sabe si mi cuerpo es carne o pescado.
Entonces estuve durante nueve meses
En el vientre de la harpía Ceridwen;
Originalmente era el pequeño Gwion,
Con el tiempo, soy Taliesín."

Gwion se convierte en el chamán que accede al caldero de la resurrección y bebe de él, bebe de la sabiduría, para renacer de la iluminación fluida de la Awen, para renacer. Una resurrección como Druida, como Bardo, como Vate. Como chamán.

Fuentes:

Volver a:

Introducción al chamanismo.

domingo, 8 de junio de 2008

Frank Drake: "Hay 10.000 civilizaciones en nuestra galaxia".

El presidente del Instituto SETI (acrónimo inglés de Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre) asegura que hay criaturas cabales allá afuera y que no tardaremos en contactar.

Por Núria Navarro para el Periódico de Catalunya.

--¿Hay alguien allá afuera?
--Hay criaturas inteligentes.

--¿Muchas?
--Solo en nuestra galaxia hay 10.000 civilizaciones inteligentes, con tecnología. ¡Y hay 100.000 millones de galaxias!

--¿Por qué no recibimos señales de toda esa multitud?
--Puede que algunas de esas civilizaciones hayan sido destruidas por el impacto de un asteroide y se hayan autodestruido. También imagino que su tecnología debe de ser cada vez mejor. Saben que malgastar energía es algo negativo, ja, ja. ¿Sabe? Unas 2.000 estrellas están recibiendo permanentemente nuestros programas de televisión. Son la mejor señal de nuestra civilización.

--¡Menuda tarjeta de visita!
--El consuelo es que no llegarán antes de 500.000 años a las estrellas más cercanas. Pero yo intentaba explicarle otra cosa...

--Disculpe.
--Las antenas de televisión antiguas tenían una potencia de un millón de vatios, mientras que los satélites tienen solo una potencia de 20. ¡La Tierra es cada vez menos detectable! ¡Será difícil que nos encuentren! Quien sabe, puede que esto sea algo recurrente en otras civilizaciones. Tras un periodo de intenso brillo, se suelen apagar.

--Lleva 40 años buscando indicios. ¿Nada reconfortante?
--Solo una señal. La llamamos Wow!, que es la exclamación que profirió Jerry R. Ehman, el científico del radiotelescopio de Ohio, en 1977, al captar una señal de intensidad 25 durante 16 segundos (un avión produce una de intensidad 3). Fue la única vez.

--¿Frustrado?
--Todos los astrónomos lo estamos.

--La Nasa retiró la financiación a las investigaciones del SETI en 1992.
--¡Eso fue horrible para todos!

--Pero ellos conocen los expedientes X, ¿no?
--No creo que existan. Tuve la oportunidad de reunirme con el director de la Nasa y no sabía nada al respecto. Quizá fuera un buen actor.

--¿Y la nave derribada en Rockwell?
--Nada. ¿Por qué tendrían que ocultar ese tipo de pruebas?

--¿Qué pinta deben de tener ellos?
--Los extraterrestres no serán clones humanos. Estamos bien diseñados, no hay duda. Alcanzamos formas óptimas para sobrevivir en la sabana africana: somos bípedos, tenemos la cabeza sobre los hombros, los ojos cerca del cerebro, manos para capturar presas. En otros medios ambientales, todo eso no será igual. Es probable que a 100 metros los extraterrestres nos parecieran humanos, pero de cerca nos impactarían.

--¡Por Armstrong y la perra Laika! ¿Qué quiere decir?
--¿No le parecería más operativo tener tres o cuatro brazos?

--En el súper no irían mal.
--Un par lleva las bolsas, otra para asir al crío y una cuarta para abrir la puerta, ja, ja. ¡Tener solo dos brazos es un error evolutivo! Otro fracaso es la distancia entre la boca y el estómago. El camino a recorrer por la comida es larguísimo. Así que no le extrañe que estas criaturas inteligentes tengan la boca cerca del estómago y dos pares de brazos.

--¿Verdes?
--Verdes, azules, grises. ¡Qué más da!

--¿Falta mucho para poder cogerles la hechura?
--Puede que unos 100 años. Tal vez más. Los radiotelescopios son hoy 100.000 millones de veces más potentes que en los años 60. Estamos empezando a apuntar a la zona centro de nuestra galaxia, donde están las estrellas más antiguas.

--La cienciología dice que ya hemos contactado.
--Ni la cienciología ni el escritor suizo Erich von Däniken tienen crédito. No hay prueba de que ellos hayan estado aquí.

--Pues hay ufólogos a patadas.
--Bueno, ya sabe, desde niños nos gustan las historias de hadas, elfos y superhéroes. Nos gusta soñar en que lo imposible es posible.

--Usted soñó y acabó mandando tres mensajes al espacio
--Sí. El primero, en 1973, era una placa que contaba de manera simple quiénes somos. En 1974 mandamos otro, el Mensaje de Arecibo, en el que a través de números explicamos la molécula del ADN, los caracteres del código genético humano, un resumen sobre el sistema solar, la ubicación de la Tierra y una explicación del sistema métrico. Y en 1977 enviamos el último, una grabación con saludos en 50 lenguas modernas y, entre otras cosas, una hora y media de buena música humana. Brahms, Mozart, ritmos country...

--¿Los Beatles?
--Lo intentamos, pero Apple, la compañía que gestiona los derechos de los Beatles, se negó en redondo. ¡Los extraterrestres se quedan sin saber quiénes son los Beatles!

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miércoles, 28 de mayo de 2008

Vicente Haya: "En Japón el arte supremo es no pelearse"

La entrevista con Vicente Haya, experto en cultura japonesa.
Publica un libro sobre el haiku como camino espiritual y afirma que el arte no está en vencer, sino en saber esquivar la confrontación.

Por GASPAR HERNÀNDEZ

--¿Qué le fascina de la cultura japonesa?
--La sensibilidad. Una sensibilidad que puede educar la nuestra, que puede hacer que en ti se produzcan transformaciones.

--¿Para llegar adónde?
--A una intimidad mayor con el mundo. Eso es el haiku: una forma de acercarse a la realidad.

--¿No tenemos intimidad con el mundo?
--No. La mayoría de las veces somos espectadores. Y espectadores pasivos y desatentos que, además, proyectamos afuera nuestra propia desdicha y ruido interno.

--Pero nosotros formamos parte del mundo.
--Podemos estar más en él si nos imponemos menos. Nuestro mundo psicológico tendría que acallarse. Los haikus te enseñan a no pensar, a no imponer tu mundo sentimental. Aquí nos creemos muy importantes porque pensamos y sentimos una serie de cosas. Y ellos dicen: "Ni el mundo de lo que tú amas ni de lo que piensas me interesan nada".

--¿Qué les interesa?
--Si estabas delante de una hierba cuando se inclinó al posarse una libélula.

--Nuestro ego nos impide ver la hierba.
--Exacto. Tendríamos que desaparecer para ser testigos de aquello que sucede delante nuestro. El buen poeta de haikus desaparece y se entrega generoso a la labor de recoger pequeños instantes de lo que sucede en el mundo.

--¿Y el malo?
--Se cree superior. Si un haiku nos impacta, es que es bastante malo. Un buen poema lo puede escribir un mendigo. No hacen falta metáforas ni grandes palabras.

--Las palabras pueden estorbar.
--Lo ideal para ellos es hablar no con palabras, sino con el hara.

--¿Quiere decir las entrañas?
--Con el centro vital. Las palabras no tienen nada que ver con lo que estás comunicando. Si eres capaz de percibir a la persona integral que tienes delante, y no solo una verbalización, encuentras soluciones donde el otro no las encontraba con palabras.

--Su concepto del yo es radicalmente opuesto al nuestro.
--Desde el punto de vista oriental, el yo es una tensión dentro de la creación. Se trata de armonizar con el mundo. Aquí decimos: "Yo soy yo porque soy diferente del mundo". Y eso mismo que te define, es tu causa de angustia.

--Pero a veces ellos se van al otro extremo.
--A veces se identifican tanto con su empresa, que su nombre pasa a ser Federico Mitsubishi o Pepe Sony. Así desaparece su yo. Ni nuestro yo occidental pétreo es bueno, porque chocamos y no paran de saltar chispas, ni tampoco lo es su yo inexistente.
--¿Qué más ha aprendido de Ja- pón en los últimos años?
--La modestia. He vivido con monjes budistas, con ancianos, con amas de casa, con muchos estratos sociales que me han enseñado el Japón real. Y su gran enseñanza es la modestia.

--¿Algún recuerdo notable?
--Trabajaba en una pequeña aldea de campesinos cultivando setas y tenía cama y comida a cambio de mi trabajo. Una vez nos internamos en el bosque con mi compañero y me sorprendió mucho que él fuera todo el rato esquivando hilos de araña.

--O sea, que no solo los veía, sino que los respetaba.
--Sí, y yo me los iba comiendo todos detrás de él. El hecho de que se molestase en esquivarlos para no dañar la naturaleza dice mucho del espíritu de Japón. Era un chaval que casi no hablaba, que no me colocó nin- gún rollo ni quiso hacer proselitismo de nada.

--¿En la vida social hay humildad?
--El pueblo japonés es extraordinariamente educado y cortés. La palabra "disculpe" o "perdone" se puede escuchar 40 veces en un día. Viven con esa palabra en la boca, incluso piden disculpas si otro les pisa. Es una forma de recomponer el equilibrio: por algo son la cultura de la armonía. Se esfuerzan en crear armonía en el trabajo, en la vida social, en la relación de pareja.

--Aquí nos peleamos todo el día.
--En Japón el arte supremo es no pelearse. El saber vencer no es un arte; el arte está en ser capaces de esquivar la confrontación.

--Aquí eso es sinónimo de cobardía.
--En Japón es todo lo contrario. Para evitar el combate, tienes que desarrollar ingenio. Tu creatividad está en juego, pero no para ganar, sino para rehuir el combate.

--¿Por qué no combatir?
--Porque es una destrucción de la armonía. Donde uno ve la necesidad del encontronazo, otro ve la salida. El que halla la salida tiene más talla, es más persona, porque ha dado con una solución sin violencia.

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jueves, 8 de mayo de 2008

Amar a un ser humano.

Amar a un ser humano es aceptar la oportunidad de conocerlo verdaderamente y disfrutar de la aventura de explorar y descubrir lo que guarda más allá de sus máscaras y sus defensas; contemplar con ternura sus más profundos sentimientos, sus temores, sus carencias, sus esperanzas y alegrías, su dolor y sus anhelos; es comprender que detrás de su careta y su coraza, se encuentra un corazón sensible y solitario, hambriento de una mano amiga, sediento de una sonrisa sincera en la que pueda sentirse en casa; es reconocer, con respetuosa compasión, que la desarmonía y el caos en los que a veces vive son el producto de su ignorancia y su inconsciencia, y darte cuenta de que si genera desdichas es porque aún no ha aprendido a sembrar alegrías, y en ocasiones se siente tan vacío y carente de sentido, que no puede confiar ni en si mismo; es descubrir y honrar, por encima de cualquier apariencia, su verdadera identidad, y apreciar honestamente su infinita grandeza como una expresión única e irrepetible de la Vida.

Amar a un ser humano es brindarle la oportunidad de ser escuchado con profunda atención, interés y respeto; aceptar su experiencia sin pretender modificarla sino comprenderla; ofrecerle un espacio en el que pueda descubrirse sin miedo a ser calificado, en el que sienta la confianza de abrirse sin ser forzado a revelar aquello que considera privado; es reconocer y mostrar que tiene el derecho inalienable de elegir su propio camino, aunque éste no coincida con el tuyo; es permitirle descubrir su verdad interior por si mismo, a su manera: apreciarlo sin condiciones, sin juzgarlo ni reprobarlo, sin pedirle que se amolde a tus ideales, sin exigirle que actúe de acuerdo con tus expectativas; es valorarlo por ser quien es, no por como tu desearías que fuera; es confiar en su capacidad de aprender de sus errores y de levantarse de sus caídas más fuerte y más maduro, y comunicarle tu fe y confianza en su poder como ser humano.

Amar a un ser humano es atreverte a mostrarte indefenso, sin poses ni caretas, revelando tu verdad desnuda, honesta y transparente; es descubrir frente al otro tus propios sentimientos, tus áreas vulnerables; permitirle que conozca al ser que verdaderamente eres, sin adoptar actitudes prefabricadas para causar una impresión favorable; es exponer tus deseos y necesidades, sin esperar que se haga responsable de saciarlas; es expresar tus ideas sin pretender convencerlo de que son correctas; es disfrutar del privilegio de ser tu mismo frente al otro, sin pedirle reconocimiento alguno, y en esta forma, irte encontrando a ti mismo en facetas siempre nuevas y distintas; es ser veraz, y sin miedo ni vergüenza, decirle con la mirada cristalina, "este soy, en este momento de mi vida, y esto que soy con gusto y libremente, contigo lo comparto...si tú quieres recibirlo".

Amar a un ser humano es disfrutar de la fortuna de poder comprometerte voluntariamente y responder en forma activa a su necesidad de desarrollo personal; es creer en él cuando de si mismo duda, contagiarle tu vitalidad y tu entusiasmo cuando está por darse por vencido, apoyarlo cuando flaquea, animarlo cuando titubea, tomarlo de las manos con firmeza cuando se siente débil, confiar en él cuando algo lo agobia y acariciarlo con dulzura cuando algo lo entristece, sin dejarte arrastrar por su desdicha; es compartir en el presente por el simple gusto de estar juntos, sin ataduras ni obligaciones impuestas, por la espontánea decisión de responderle libremente.

Amar a un ser humano es ser suficientemente humilde como para recibir su ternura y su cariño sin representar el papel del que nada necesita; es aceptar con gusto lo que te brinda sin exigir que te dé lo que no puede o no desea; es agradecerle a la Vida el prodigio de su existencia y sentir en su presencia una auténtica bendición en tu sendero; es disfrutar de la experiencia sabiendo que cada día es una aventura incierta y el mañana, una incógnita perenne; es vivir cada instante como si fuese el último que puedes compartir con el otro, de tal manera que cada reencuentro sea tan intenso y tan profundo como si fuese la primera vez que lo tomas de la mano, haciendo que lo cotidiano sea siempre una creación distinta y milagrosa.

Amar a un ser humano es atreverte a expresar el cariño espontáneamente a través de tu mirada, de tus gestos y sonrisas; de la caricia firme y delicada, de tu abrazo vigoroso, de tus besos, con palabras francas y sencillas; es hacerle saber y sentir cuanto lo valoras por ser quien es, cuánto aprecias sus riquezas interiores, aún aquellas que él mismo desconoce; es ver su potencial latente y colaborar para que florezca la semilla que se encuentra dormida en su interior; es hacerle sentir que su desarrollo personal te importa honestamente, que cuenta contigo; es permitirle descubrir sus capacidades creativas y alentar su posibilidad de dar todo el fruto que podría; es develar ante sus ojos el tesoro que lleva dentro y cooperar de mutuo acuerdo para hacer de esta vida una experiencia más rica y más llena de sentido.

Amar a un ser humano es también atreverte a establecer tus propios limites y mantenerlos firmemente; es respetarte a ti mismo y no permitir que el otro transgreda aquello que consideras tus derechos personales; es tener tanta confianza en ti mismo y en el otro, que sin temor a que la relación se perjudique, te sientas en libertad de expresar tu enojo sin ofender al ser querido, y puedas manifestar lo que te molesta e incomoda sin intentar herirlo o lastimarlo. Es reconocer y respetar sus limitaciones y verlo con aprecio sin idealizarlo; es compartir y disfrutar de los acuerdos y aceptar los desacuerdos, y si llegase un día en el que evidentemente los caminos divergieran sin remedio, amar es ser capaz de despedirte en paz y en armonía, de tal manera que ambos se recuerden con gratitud por los tesoros compartidos.

Amar a un ser humano es ir más allá de su individualidad como persona; es percibirlo y valorarlo como una muestra de la humanidad entera, como una expresión del Hombre, como una manifestación palpable de esa esencia trascendente e intangible llamada "ser humano", de la cual tu formas parte; es reconocer, a través de él, el milagro indescriptible de la naturaleza humana, que es tu propia naturaleza, con toda su grandeza y sus limitaciones; apreciar tanto las facetas luminosas y radiantes de la humanidad, como sus lados obscuros y sombríos; amar a un ser humano, en realidad, es amar al ser humano en su totalidad; es amar la auténtica naturaleza humana, tal como es, y por tanto, amar a un ser humano es amarte a ti mismo y sentirte orgulloso de ser una nota en la sinfonía de este mundo.

Abril de 1995

Fuentes:
Andrea Weitzner - Argentina

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