martes, 20 de noviembre de 2007

Árbol de libertad, culto druídico y revolución cultural en Nicolai Frederik Grundtvig

En el contexto europeo de finales del siglo XVIII y principios del XIX, la renovación del movimiento pagano alemán no fue un hecho aislado. En la Francia de la segunda mitad del siglo XVIII, el proceso de descristianización había hecho progresos considerables, alcanzando a amplias franjas del campesinado, de artesanos y de pequeños comerciantes. Este cambio de mentalidad ha sido, de hecho, considerado como un signo precursor de la Revolución de 1789. Desde los primeros años de la era revolucionaria, asistimos al nacimiento de un culto no cristiano de la libertad, que se expresó a través del calendario revolucionario, de las fiestas populares y los templos construídos en un estilo alegórico y abstracto, no pocas veces pedante, que imitaban sin gran originalidad la arquitectura de la Roma antigua. De todas esas innovaciones, la más interesante desde nuestro punto de vista, es el culto del árbol de la libertad, que renovaba el viejo culto europeo del Árbol de Mayo.

Inspirados en un romanticismo de corte céltico y por determinadas corrientes de un deísmo que reivindicaba la religión de la naturaleza, los cultos neodruídicos resurgieron en Gran Bretaña, renovando las tradiciones bardas del medioevo. A partir de 1781, surgieron órdenes druídico-masónicas. Desde 1792, se practicaron en Inglaterra ceremonias presididas por druidas vestidos de blanco que recitaban antiguas plegarias alrededor de círculos de piedra tallada y aras célticas. En 1819, parecidas ceremonias congregan a los bardos franceses, con motivo de la fiesta céltica tradicional del Eisteddfod.

En Suecia, el romanticismo de inspiración germánica encuentra su principal eco en la llamada Liga Gótica, fundada en 1891. Estudiantes e intelectuales afiliados a este círculo, entre los cuales se encontraban los poetas E.J. Geijer y Esaias Tegner, así como el fundador de la gimnasia sueca P.H. Ling, se dan a sí mismos nombres extraídos de la antigua mitología germánica o de las sagas noruegas, y se reúnen alrededor de círculos de piedra para celebrar el "thing". Evocan a los antiguos dioses, se entregan a investigaciones históricas y actualizan la literatura gótica, manifestaciones a través de las cuales pretenden refundar la identidad nacional sueca.

Pero será en Dinamarca donde el renacimiento de la mitología adquirirá una mayor fuerza. Los referentes del pasado permiten forjar una conciencia mitológica, identitaria y política cuyos reflejos todavía se dejan sentir, sobre todo en ambientes de "izquierda". Esta tradición identitaria de la izquierda revolucionaria danesa se inicia con Jens Baggesen, que en 1789 —año de la Revolución en París— hizo un viaje a Alemania. Paseando por los bosques de Teutoburgo, pudo observar cómo, sobre una colina, se conmemoraba a Arminius, el vencedor sobre las legiones del cónsul romano Varo. En las memorias de Baggesen podemos leer: «En ningún sitio me he sentido más libre, más ciudadano del Norte, más hermano de la gran familia de los pueblos a este lado de los Alpes, en la cumbre del bosque donde el Sur se doblegó frente al Norte. He visto el nacimiento de la libertad en Europa en el recuerdo de Arminius, y su marcha hacia el Oeste ha representado para mí un sueño ebrio de felicidad. Con los anglosajones, pasó a Albión, y con los francos a Galia. Y aún brilla en la asamblea francesa».

En los comienzos de su itinerario político, la izquierda identitaria y romántica danesa fijó su mirada en la Revolución francesa y, algunos años más tarde, profundizó en su corpus doctrinal ahondando al mismo tiempo en la antigüedad escandinava. En 1819, encontramos muestras claras de esta pasión en el libro Nordens guder (Dioses nórdicos), de Adam Gottlob Oehlenschläger. En 1808, la primera edición de Nordens Mythologi (Mitología nórdica), de N.F.S. Grundtvig, todavía está impregnada del espíritu romántico. Su reedición de 1832 revela, sin embargo, nos ofrece una nueva orientación, muy interesante, que anuncia ya la antropología contemporánea y una suerte de preestructuralismo. En aquella época, estas primeras manifestaciones de nuestra filosofía contemporánea, fueron calificadas de "fantasiosas" y "subjetivas".

En lugar de huir hacia una deriva lírica, como buena parte de los partidarios del romanticismo, Grundtvig, en su interpretación de la mitología nórdica, desarrollará un proyecto político. El conflicto entre gigantes y Ases no aparece como una lucha entre fuerzas imprevisibles de la naturaleza y como inquietudes de carácter culturalista, sino como combates sucesivos entre dos culturas: Roma frente al Norte, eruditos y elites frente al pueblo, sabiduría libresca frente a palabra viva, senectud frente a juventud.

Esta aproximación a la tradición se traducirá en los frentes políticos que surgirán en la Dinamarca de la época. El nacionalismo y el socialismo se oponían al antiguo régimen que vivía sus últimos estertores. Los campesinos se revelaban contra los grandes propietarios de tierras y contra la elite cultural, política y académica impregnada del mundo latino y alemán. El movimiento nacional danés, surgido del seno del movimiento campesino y autocalificado de "izquierda", supone la asunción de la nueva interpretación de la mitología nórdica. Las bases mitológicas perfiladas por Grundtvig da a la conciencia revolucionaria danesa y al movimiento social una espina dorsal cultural. De dicha fusión emerge una contracultura poliédrica: organizaciones de masas, una producción literaria original, movimientos didácticos creadores de una red de "escuelas populares" de un gran nivel académico y accesibles a todos, parroquias cristianas heterodoxas frente al luteranismo oficial del Estado danés, sociedades deportivas, clubes de tiro cuyo objetivo era armar al pueblo, así como cooperativas en todos los ámbitos de la producción.

Durante los años que van de 1870 a 1880, las referencias directas a la mitología escandinava pierden su influencia en los ambientes populares, socialistas y proletarios. No volverán hasta la década de los veinte, si bien esta vez se consolidarán en los ambientes conservadores. Frente a la variante de la mitología nórdica esgrimida por la Alemania nacional-socialista, las referencias al nordicismo jugarán un importante papel en la resistencia a la ocupación nazi de 1940-1945. Tras la segunda guerra mundial, aquéllas desaparecerán.

El movimiento contestatario estudiantil danés de finales de la década de los sesenta retomó la mitología nórdica tal y como la había desarrollado Grundtvig. De hecho, determinadas ideas de la cultura alternativa de 1968 están marcadas por referencias a la tradición nordicista. Autores como Ejvind Larsen y Ebbe Klovedahl Reich y, más recientemente, Paul Engberg, han jugado un papel importante en dicha influencia. De obligada referencia es la popularización de la música burlesca contra la tecnocracia. En este tipo de canciones, el lobo Fenris de la mitología escandinava se nos muestra como un burgués devorador. En realidad, se trataba de una auténtica agit-prop cuyos orígenes hay que buscarlos en la mitología nórdica. El editor del periódico de izquierda Information editaba un suplemento dirigido a las comunidades rurales titulado Freya, permeado de un evidente romanticismo campesino. En un contexto tal, las "escuelas populares" adquirieron una nueva dimensión, aunque esta vez bajo la impronta del ecologismo: proyectos de construcción de molinos de viento para sustituir las energías propias de la civilización contemporánea industrial y capitalista por la energía eólica, utilización de energías procedentes de la biomasa, enseñanza del yoga y la meditación hindúes, y referencias directas a Grundtvig. En Arrhus, la principal revista contracultural se titulaba Yggdrasill.

Conviene precisar que, para Grundtvig e incluso para sus predecesores, no existiría contradicción entre el cristianismo y la mitología nórdica. Por el contrario, la versión alternativa contemporánea del nordicismo ha desarrollado una crítica radical del cristianismo. Reich y Larsen ven en éste, sobre todo en su variante protestante, la antesala estructural del capitalismo y la destrucción de la naturaleza por la industria. La Reforma es denunciada como "una mezcla de absolutismo y rapacidad" (Reich). En cuanto a Larse, éste escribe: "No somos críticos solamente con Lutero, sino con el cristianismo en su conjunto. Es imposible acabar con los males sociales de nuestra época sin haber eliminado previamente el cristianismo".

Apelando a Herder y a Goethe, el movimiento pacifista danés de principios de la década de los ochenta, se nos presenta como una forma de resistencia popular frente al advenimiento de un terrible Ragnarök nuclear. Con posterioridad, las formas de hiperconciencia desarrolladas por el movimiento pacifista danés, se difundirán por toda Europa, aunque tiñéndose de cristianismo, de cientifismo y del discurso convencional de los programas políticos al uso. Ello no impide, sin embargo, constatar que el filón mitologizante danés —y su deriva alemana— permiten estructurar una verdadera alternativa cultural para una nueva izquierda contestataria capaz de cuestionar seriamente el vigente sistema industrial.

En el neopaganismo y en el movimiento mitologista pueden observarse perfiles nacionales, lo que no impediría en absoluto una revuelta de lo real/carnal contra los artificios del poder, contra las manipulaciones de los poderosos cuyo objetivo es incrementar su capacidad de opresión. El árbol de la libertad en la Francia revolucionaria, el movimiento druídico galo, las fiestas celtas de Eisteddfod, el movimiento neogótico sueco de principios del siglo XIX, la contracultura teorizada por Grundtvig aparecen entre las revoluciones de 1789, en París, y de 1848, en Berlín, Frankfurt y Viena. ¡No por casualidad!

Fuentes:
http://www.celtiberia.net/articulo.asp?id=279

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