lunes, 5 de noviembre de 2007

Nuevo paganismo: ritos ancestrales en el siglo XXI.

La revitalización de antiguas creencias delata la crisis espiritual del hombre moderno y su desencanto por las religiones instituidas.

Un grupo de personas se congregó en un ancestral templo de Atenas para venerar al dios griego Zeus. Ataviados a la antigua usanza, recitaron himnos que pedían paz para el mundo. Al igual que ellos, otros hombres y mujeres del siglo XXI se dejan seducir por los dioses de los vikingos, se reúnen para celebrar ceremonias del druidismo (celta) o se interesan por las deidades egipcias de la época faraónica.
Son movimientos espirituales modernos, que algunos autores engloban con el nombre de neopaganismo, inspirados en tradiciones anteriores al cristianismo.

Pero, ¿qué lleva al hombre actual a alzar los brazos y suplicar a Zeus que envíe lluvia al planeta? ¿Qué le impulsa a participar en rituales basados en viejas creencias?

Aníbal Chajón, doctor en Sociología y licenciado en Historia, piensa que hay un desencanto por las religiones instituidas. “El cristianismo —afirma— está dejando de responder a las necesidades de la gente. Está perdiendo vigencia en algunos sectores de la población que cree que su estructura precisa cambios”.

El mensaje de las iglesias se hace cada vez menos vivo y visible. Las personas van hacia productos sustitutos. En creencias como el politeísmo helénico es más importante el culto a la naturaleza que la obediencia a los libros sagrados. Los feligreses reunidos en Atenas abogaron entre columnas corintias por un “mundo en paz y una forma de vida ecológica”.

Estos grupos retroceden cientos de años atraídos por las viejas tradiciones paganas, y en busca de según Chajón, “una raíz, algo a lo que asirse”. Este es, de acuerdo a el profesor, un fenómeno que surge como reacción a los males del mundo globalizado. Muchas personas se sienten completamente prescindibles entre millones de seres humanos, y necesitan profundizar su identidad, sentirse parte importante de algo.

¿Cuáles y por qué?

Entre las creencias antiguas que más atracción despiertan está el politeísmo helénico, el druidismo, la religión romana, la de Asatrú (de los dioses vikingos) y las tradiciones precristianas de los países bálticos.

“El nuevo paganismo demuestra que el hombre es capaz de vivir sin una religión instituida y al mismo tiempo continuar la búsqueda espiritual para justificar su existencia”, se lee en una de las páginas de "La bruja de Portobello", del brasileño Paulo Coelho.

Muchos de los seguidores de los movimientos neopaganos creen que este tipo de creencias tiene sus raíces en los dioses de los primeros hombres, por lo que la consideran la primera religión.

Según Armando de la Torre, director de la Escuela Superior de Ciencias Sociales, de la Universidad Francisco Marroquín (UFM), “no hay tal vuelta a las religiones del paganismo clásico, sino a su folclor”. Así, cuenta que en Inglaterra se celebran anualmente ceremonias druídicas en Stonehenge, que atraen a muchos turistas en el solsticio de verano. También hay rituales en los países escandinavos, sobre todo en el solsticio de invierno. Pero, en su opinión, los únicos politeísmos que arrastran adeptos creyentes son los de las distintas ramas del hinduismo y algunas del budismo mahayana. En África, agrega, todavía persisten creencias animistas del sur del Sahara, pero están en retroceso.

“En defecto de la fe, algunos ensayan rituales antiguos; más por entretenimiento que por otra cosa”, subraya De la Torre. A su juicio, la incredulidad se ha apoderado de vastos segmentos de la población desde el período de la Ilustración (siglo XVII).
Los seguidores de los distintos movimientos se suelen congregar una vez al año. Normalmente, se visten acorde a la época histórica que tratan de revivir y celebran ceremonias inspiradas en esas tradiciones. Por lo general, evitan los aspectos más sangrientos de las mismas, como los sacrificios.

En el reciente rito de Atenas, que reunió a dos centenares de personas, se conmemoró la boda de Zeus con Hera, la diosa del matrimonio. Los sacerdotes, de azul y rojo, liberaron palomas blancas como símbolo de paz.

Contra la Iglesia

En opinión del sacerdote italiano Sergio Checchi, quien lleva casi 50 años en Guatemala, estos fenómenos de neopaganismo “son casi una expresión de desafío, una provocación y un alarde de rechazo” a la Iglesia Católica. No cree que se trate en absoluto del renacimiento de verdaderas religiones sino de una moda seguida por personas que se sienten distanciadas del cristianismo. Estos cultos no implican, a su modo de ver, exigencias morales. Afincado en Guatemala desde 1958, Checchi reconoce que al menos en Europa hay un cansancio de cristianismo, un hartazgo de dos mil años de influjo de la Iglesia y su imposición de principios de moral cristiana.

Por eso, ha habido un proceso encaminado a “liberarse de su protección maternal”. Además, piensa que los errores que ha cometido la Iglesia a lo largo de la historia han provocado la desconfianza y el alejamiento de muchos de sus fieles.

Foros

Algunos, atraídos por estas prácticas, acuden a Internet en busca de información: “¿Me ayudaría alguien en mi iniciación en la wicca?”, pregunta un internauta en Las puertas de Babel, primer foro de debate en español para religiones paganas, shamánicas y animistas. La wicca, conjunto de creencias neopaganas supuestamente transmitidas oralmente desde tiempos inmemoriales, fue establecida por el inglés Gerarld Gardner en la década de 1950 del siglo XX.

Gardner aseguraba que fueron las brujas las que le heredaron la tradición tras años de persecución por parte de las iglesias cristianas. Las principales deidades de la wicca son la diosa o la señora, expresión divinizada de la Tierra y el señor o dios astado, inspirado en el antiguo dios celta de la caza.

Neopaganismo en Guatemala

El cura Checchi cree en el país no hay este tipo de movimientos. “Seguramente no hay neopaganismo, entendido como vuela a los cultos grecorromanos o celtas. No se conoce nada de eso”, afirma. El clima religioso no es, en su opinión, el de Europa. “Aquí no hay laicismo ni resentimiento contra el cristianismo y la Iglesia. No hay blasfemia”, asegura. El sacerdote destaca la “mucha religiosidad” que hay en el país, pero reconoce que también hay “confusión y desorientación” por la gran cantidad de ofertas religiosas. Explica que también se está produciendo una cierta vuelta a cultos o ritos precolonbinos, pero que estas prácticas no se oponen al cristianismo, sino que más bien son un gesto de fidelidad a la cultura maya.

Checchi alude al uso utilitarista de la religión, ya que muchos se acercan (a católicos o evangélicos) con fines prácticos, ya sea para salir de enfermedades, del alcoholismo o de la soledad. Se refiere también a los “centros” de adivinación donde la gente busca “salud, dinero y amor”. A su juicio, el verdadero neopaganismo son las nuevas idolatrías: la del dinero fácil y sucio (la corrupción), la de los fanatismos religiosos; la de las guerras y el armamentismo; la del placer a toda costa (turismo sexual y pornografía infantil).

Maximón, San Simón,
o la pervivencia de la religión maya

Algunos autores consideran que las creencias sincréticas son formas de un nuevo paganismo. Es el caso del vudú, el candomblé y la santería, en las que se mezclan religiones tribales africanas y manifestaciones cristianas.

La figura de San Simón, en Guatemala, es de acusado sincretismo maya-católico. Maximón (max significa habano en maya; por eso se le ve con un gran puro en los labios, y Simón) se convirtió en San Simón con la imposición del catolicismo sobre las anteriores creencias durante los siglos XVI y XVII.

El sociólogo e historiador Aníbal Chajón subraya la distinción entre la actual veneración a San Simón, en San Andrés Itzapa, por ejemplo, y el culto a Maximón, en Santiago Atitlán. Sus ritos y fieles acusan diferencias.

En el templo que alberga la imagen de San Simón, en San Andrés Itzapa (Chimaltenango), los feligreses hacen fila desde temprano para pedirle favores o agradecerle milagros. Entre los que esperan hay indígenas, pero también ladinos. Le encienden velas de colores y le queman puros “amarrados”. Este culto no es incompatible con la religión cristiana que profesan también sus seguidores.

Cientos de placas cubren las paredes del templo con palabras de agradecimiento a San Simón por favores concedidos. En una de ellas, en letras negras grabadas sobre fondo blanco, se lee: “Gratitud a San Simón por haberme hecho el milagro de llegar a Los Ángeles (EEUU) sin problemas. 20-7-93. Escuintla. M.I.S.,”.

La estructura del culto a Maximón en Santiago de Atlitlán es puramente maya. A lo largo de un año la divinidad reside en casa de algún miembro de la cofradía de la Santa Cruz, la principal autoridad indígena de Atitlán. Visitantes de todo el país llegan para pedirle favores y le ofrecen dinero o especies.

La imagen de Maximón, tocado con un sombrero de fieltro, está forrada de muchas capas de ropa. Vestirlo es toda una ceremonia durante la que se fuma y se bebe. Chajón llama la atención sobre el origen de esta manera de atavío. Explica que en el período Clásico (250 a 900 d.c.) los mayas envolvían en capas de tela unos objetos sagrados de uso ceremonial. Son los llamados “excéntricos”, de obsidiana y pedernal, que han sido encontrados en tumbas. Maximón sería, pues, a su juicio, la forma más reciente de estos objetos ancestrales, una clara pervivencia de la antigua religión maya.

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