La LSD-25: del laboratorio farmacéutico al chamanismo arcaico
En junio de 1938 Albert Hofmann se encontraba en sus laboratorios de Suiza investigando las propiedades uterotónicas y analépticas de los alcaloides del cornezuelo del centeno. Fue entonces cuando sintetizó por primera vez la dietilamida del ácido d-lisérgico (LSD-25). De hecho, Hofmann no andaba mal encaminado: iba buscando un facilitador para las contracciones del parto y acabó por descubrir una sustancia que facilitó el despertar de occidente a una nueva concepción de la vida, a una visión más espiritual e integrada con nuestro entorno.
De todas formas los primeros ensayos que se realizaron con esta sustancia no ofrecieron indicio alguno de sus efectos psíquicos sobre la mente humana: se la dieron a probar a animales de laboratorio, y estos no pudieron ofrecer ningún relato que permitiese entrever su carácter espiritual. En esos momentos la LSD pasó al cajón de sastre de las sustancias sin uso terapéutico. Pero cinco años más tarde Hofmann tuvo una intuición. Sintió que detrás de esa sustancia que habían abandonado se encontraba algo interesante esperándole. Saltándose todos los protocolos de su compañía farmacéutica sacó la sustancia del olvido y, a escondidas, volvió a trabajar con ella. En esa ocasión Hofmann absorbió accidentalmente una "pequeña" dosis del compuesto, presumiblemente vía cutánea, y al poco rato empezó a experimentar unas visiones que le dejaron alucinado. Acababa de dar a luz a la LSD, y a partir de ese momento Albert no la volvería a abandonar jamás.
Quizás otra persona hubiese reaccionado con espanto o incomprensión ante tal experiencia, dejando nuevamente el invento en el baúl de los trastos, pero Hofmann fue lo suficientemente perspicaz como para darse cuenta de lo que tenía entre manos (cosa que viniendo de un ambiente científico tiene su mérito). El hecho diferencial que hizo decantar la balanza en favor del interés de la nueva sustancia se encuentra en la infancia de Hofmann. Albert, en un paseo por los bosques de su Suiza natal, tuvo espontáneamente una experiencia mística en la que se sintió unido con el resto de la naturaleza: los árboles, la luz y él se fundieron por unos instantes que parecían una eternidad en el núcleo oculto de la existencuia que une lo existente. Esta visión duró un espacio de tiempo indefinido, quizás unos segundos, quizás unos minutos. Pero lo más relevante es que Hofmann descubrió que el nexo que nos une con el resto de la Creación se ocultaba detrás de un velo que habitualmente permanecía invisible a la conciencia ordinaria. La experiencia de la infancia marcó profundamente al futuro químico, y sirva un comentario que luego de ella haría: "¿Cómo podía yo comunicar a alguien lo que había visto y sentido? No hay palabras para ello; la magnificencia del mundo natural/espiritual se había mostrado ante los ojos de mi alma. ¿Como compartir algo tan bello a otras personas que ni siquiera conocían la posibilidad de tal experiencia?"
Hofmann identificó la sustancia que acababa de sintetizar como un vehículo que llevaba a las mismas esferas espirituales en las que había estado en su experiencia de la infancia. A partir de ahí la historia de la LSD se entrelaza con las nuevas perspectivas abiertas en el mundo de la psicoterapia, al contar esta con una herramineta que daba acceso real a la mente inconsciente; también se entrelazó, creando una mezcla casi homogenea, con todo el movimiento hippy de los años sesenta, el redescubrimiento de la Naturaleza y la ecología. La LSD, junto con otras sustancias visionarias, también rescataba el antiguo misticismo olvidado en Occidente, poniendo en tela de juicio la moderna concepción materialista del mundo, y posibilitando la creación de experiencias espirituales a voluntad de la persona.
Y del movimiento hippy, la ecología y la psicoterapia, pasando por la antropología, la experiencia que la LSD desvelaba se entroncó con las plantas que utilizaban los chamanes en el mundo arcaico: los enteógenos. En nexo entre el viejo y el nuevo mundo, entre mundo interior y mundo exterior, quedaba aquí para ser asimilado. De hecho Hofmann también participó en el estudio de los Hongos Sagrados empleados en México durante rituales chamánicos, logrando ahislar y sintetizar por vez primera los principios activos de estas setas: la psilocibina y la psilocina. Y puestos a encontrar más virtudes a este infatigalbe científico y humanista, mecionar que Hofmann participó en la serependítica hipótesis del empleo de los alcaloides del cornezuelo del centeno en los rituales mistéricos de la Grecia clásica (trabajo que elaboró junto a R. Gordon Wasson y C.A.P. Ruck).
Albert Hofmann en Barcelona
Albert Hofmann llegó a la ciudad condal por su propio pie. Y a los 91 años de edad. Para poner un ejemplo de su robustez física y mental, diremos que recientemente había pasado por el quirófano para ser operado de unas molestias que sentía en la rodilla. Pocas personas son admitidas en una sala de operaciones a esta edad, y aún menos al tratarse de un problema que no representa un riesgo vital. Pero Hofmann, ante la amenaza de no poder seguir dando sus paseos cotidianos por los bosques de su Suiza natal, decidió poner remedio al asunto: una operación le devolvió la capacidad de seguir paseando por su propio pié, y sin necesidad de bastón.
El preámbulo a las Jornadas fueron varios paseos por Barcelona, una entrevista radiofónica y una cena que se alargó hasta altas horas de la noche. Hofmann no tuvo ningún inconveniente en despalazarse a pie por el barrio antiguo de la ciudad, conversar amigablemente con los comensales, y dedicar los primeros ejemplares de su últimol libro que acababa de ser traducido al castellano y publicado esa misma semana. Hofmann tiene un sentido del humor fino y vital; le gusta la vida y está presente en cada evento que se presenta delante de sus ojos -llegó incluso a sentenciar que "quien se niega a ser feliz no cumple su existencia"-. Tan sólo se torna grave -aunque no derrotista- ante la amenaza de un colaspo ecológico. En la sobremesa de la cena dibujó una curva exponencial que representaba el ritmo trepidante en que se suceden los acontecimientos en el mundo moderno. Observó que en el mundo antiguo la celeridad de los cambios tenía un ritmo pausado, pero que al entrar en el s.XX, la trepidancia se había desatado. Ahora los cambios se sucedían unos a otros sin dejar espacio para asimilar lo que había aportado la última sacudida; en una visión un poco catastrófica de las cosas, se preguntó si esto no nos llevaría a estrellarnos contra nuestra propia ansia de llegar a no se sabe dónde. Algo va a pasar, dijo absorto mientras miraba el papel.
Jornadas Sobre Sustancias Psiquedélicas
El motivo del viaje a Barcelona de Albert Hofmann era doble; por una parte presentó una ponencia en las II Jornadas sobre sustancias psiquedélicas, organizadas por J.Mª Fericgla, y en las mismas Jornadas se presentó el libro que acababa de traducirse al castellano: Mundo interior & Mundo exterior. La ponencia que presentó fue traducida del alemán al inglés por el mismo a su llegada a Barcelona, y versaba sobre la visión espiritual que debería subyacer a toda aproximación a estas sustancias. Curiosamente cabe mencionar que Hofmann está tomando lecciones de castellano, y que durante las Jornadas asistió a todas las ponencias sin necesidad de traducción simultánea -a pesar de que el hablar es algo que aun queda un poco distante para este aprendiz eterno de lenguas y aspectos de la vida-.
Hofmann es una eminencia escondida en su simplicidad. Aparentemente cabría esperar un personaje con opiniones sofisticadas sobre las desvelaciones aportadas por su "hijo problemático", pero nos encontramos una persona llana, con el espíritu ilusionado de un niño, y un tono de voz animado y certero. Ante especulaciones metafísicas, Hofmann responde con los ojos de quien le basta ver a un pájaro volar o oírle trinar, ver la hierba crecer o contemplar una puesta de sol al atardecer.
En la rueda de preguntas, al finalizar su ponencia, cuando alguien le preguntó sobre la farmacopea médica, y en concreto por el Prozac, Hofmann tuvo la gentileza de reconocer públicamente no tener la más mínima idea de qué le estaban hablando. Al especificarle que se trataba de un antidepresivo, el doctor Hofmann observó que debía ser un medicamento cotidiano utilizado por la medicina convencional, pero en cualquier caso no debía ofrecer ninguna luz interior (insight) a la persona que lo ingiriese. En la cena de la noche anterior, Albert comentó que sería interesante estudiar la utilidad de dosis bajas de LSD (20 mcg) para tratar síntomas depresivos, dada la capacidad estimulante, la vertiente "optimista" y la baja toxicidad de la sustancia. Y para mostrar que no hacía la propuesta en el vacío, comentó que había hecho la prueba en sí mismo, y aunque él no presentase un cuadro depresivo, los efectos que siguieron fueron de una alegre percepción y participación en la corriente de la vida.
Aprovechando la corriente psicoterapéutica que surcaba la sala, no se dejó pasar la oportunidad de preguntar al doctor Hofmann si él era partidario de la utilización médica del cáñamo y de los opiáceos. "Pues claro que sí", respondió decidido Hofmann, "pero usted ya sabe que los mórficos se pueden utilizar en medicina desde hace tiempo — aunque con pocas restricciones desde hace menos tiempo— . El caso de los psiquedélicos es más complicado", continuó observando el sabio doctor, "de hecho, estas herramientas son un caso excepcional en el mundo de la medicina: no tienen permiso para utilizarlas ni los médicos mismos. En mi opinión esta ha sido una decisión política, y no basada en criterios médicos."
En lo referente al uso terapéutico de la marihuana, el comentario fue nuevamente decidido y sin vacilación: "¡Pues claro que lo apoyaria! Muchas investigaciones médicas están mostrando que esta planta tiene múltiples aplicaciones en el campo de la medicina. Pero el cáñamo se encuentra más disponible que los psiquedélicos, y me refiero con ello a su disponibilidad para un uso lúdico además del médico."
Y para cerrar el tema de la LSD, la pregunta del siglo: "Tengo entendido que el viaje en bicicleta que usted hizo desde los laboratorios de la Sandoz hasta su casa, intoxicado por los efectos de la LSD, fue bastante desvelador. El ácido que circula ahora por las calles parece que no es de la misma calidad que el que usted elaboraba en su compañía farmacéutica. ¿Dónde cree que se podría encontrar hoy en día LSD de calidad suficiente como para garantizar la iluminación a aquellos que la busquen?"
Albert Hofmann, ni corto ni perezoso, respondió con ironía a la pregunta: "Como usted sabe la elaboración de la LSD está prohibida por las autoridades internacionales, incluso a nivel de investigación. Pero quizás pueda usted encontrar una rendija en este entramado acido-fóbico. Cuando la producción de LSD fue ilegalizada a nivel internacional, la CIA pidió a Sandoz que les entregase todos los stocks que tenía de este material. Puedo decirle que las cantidades no eran pequeñas, y en caso de que no hayan hecho un uso abusivo de ellas pienso que aun deben contar con una buena cantidad en reserva. Si a usted le interesa usar LSD puro quizás pueda pedírselo a ellos."
Personas interesadas por el fenómeno religioso preguntaron a Albert Hofmann sobre el concepto del Creador. Le pidieron si en alguna de sus experiencias extáticas, inducidas por sustancias o acaecidas espontáneamente, había encontrado algo que se parezca a esto que podemos llamar el Creador.
"Esta es una pregunta muy importante", contestó con franqueza Albert Hofmann. "Yo no concibo este concepto como una fuerza personal, como una entidad antropomórfica. Más bien lo veo como un espíritu Creador, como una fuerza espiritual que es la fuente de la que nace nuestro Ser. Con respecto a mis experiencias místicas, y a si he encontrado a esta fuerza Creadora en ellas, he de decir que sin haber tenido un encuentro directo, sí que tengo la sensación de formar parte de ella. Como ser humano me siento una parte de esta fuerza que fluye en el Universo."
La carrera de Hofmann no tan sólo está unida al nacimiento de la LSD, sino que el químico suizo también descubrió la estructura de los alcaloides visionarios de las setas psiquedélicas. Un chico experto en hongos pidió consejo a Hofmann en la sala de estar. Le dijo que años atrás, cuando comía setas, todo aparecía bello, bajo una nueva luz y lleno de significado. Últimamente, lo que sentía era un proceso de desintegración en el que nada quedaba a salvo. Hofmann aplicó su fórmula mágica a la situación: miró fijamente al elfo, y le dijo con voz firme que se fuera al campo a sentir la brisa y que luego, una vez hubiese tomado contacto con la Naturaleza, probase de nuevo una aproximación natural al asunto.
Hofmann, que puede contarse entre los científicos más eminentes del siglo XX, y que al mismo tiempo no cesa de hablar de la necesidad de aportar a la ciencia el conocimiento espiritual desvelado por la LSD, fue interpelado sobre su visión del papel de la ciencia en nuestra sociedad, sobre si ha aportado más problemas que soluciones, al olvidar la relación de nuestra vida con el mundo Natural. Hofmann salió con una fábula en la que contó que cuando él nació en su pueblo natal de Suiza, no había coches en él. Recordó que la vida, la gente, era mucho más feliz entonces que ahora. Luego salió con una disquisición de que no es la ciencia que embrutece y complica la vida de las personas, sino que es el empleo que se da a los descubrimientos de la ciencia lo que puede embrutecer la vida humana. Es la tecnología -al igual que la religión para la espiritualidad- lo que manipula y tergiversa la experiencia y el conocimiento aportado por estas disciplinas.
Cuando alguien le pidió si se había arrepentido nunca de su descubrimiento, Hofmann contestó certero: "¡Cómo habría de arrepentirme! Andaba buscando un medicamento convencional, y resulta que encontré una medicina para el espíritu."
Al finalizar la presentación de Hofmann, J.M.Fericgla, coordinador del evento, le pidió que expresara su opinión sobre el papel que el futuro guarda para los enteógenos. Albert dijo que esperaba que se aprobara su uso para psicoterapia, así como la formación de centros espirituales, al estilo del templo de Eleusis de la Grecia clásica, en los que personas que conociesen la experiencia introdujesen y preparasen a otras personas para la desvelación del mundo místico que se oculta detrás de nuestros embotados sentidos.
Mundo Interior / Mundo Exterior
Si en su primer libro, Historia de la LSD, Albert hace un repaso a los entrecijos del nacimiento mágico de su medicina, así como la reacción ilusionada a la vez que temerosa de la cultura occidental hacia ella, en este segundo libro, Mundo Interior / Mundo Exterior, Hofmann ofrece su aproximación mística a la relación del ser humano con la Naturaleza.
La primera frase del libro dice así: "El planeta Tierra es una esfera azul que, girando sobre sí misma, se desplaza alrededor del sol moviéndose libremente en el espacio. Cada noche, cuando me acuesto, tengo por costumbre traer esta imagen a mi mente antes de conciliar el sueño."
El ánimo de la ciencia, escribe Hofmann, es observar el mundo natural, aquello que nos rodea. Pero da la casualidad que nosotros, nuestro cuerpo y nuestros sentidos, también pertenecen a este mundo natural. Y en nosotros también se produce la transformación mágica de la información que recibimos a través de los sentidos a la experiencia psíquica. Así pues, siendo nosotros mismos Naturaleza, ¿donde iremos a parar considerándonos algo separado de ella?...
Epílogo
"Cuando yo miro una flor en mi jardín", dijo Hofmann, "no tan sólo veo la belleza de sus colores y de sus formas, sino que también imagino toda la compleja bioquímica de su sistema, la interacción entre la planta y su entorno, desde que sus raíces sorben el alimento de la tierra hasta el aroma que desprende para convocar a los insectos... Y el proceso de la fotosíntesis, o la función fototrópica..."
Con esto, creo yo, Hofmann quiso dar a entender que es necesaria una aproximación científica al mismo tiempo que mística al mundo natural. La ciencia aporta la medida, el dibujo del mecanismo interno de las cosas, pero la visión espiritual recuerda que todos los organismos están en relación con su entorno, no tan sólo a nivel de interacción de la materia, sino en un marco que revela su significado, una participación en el mundo. Un enfoque parcial al fenómeno de la vida es a todas luces insuficiente, y para alcanzar una comprensión un poco holística (global) sobre un fenómeno hemos de abrirnos al mundo y dejar de creer que lo único que es real es lo que analizan las máquinas.