sábado, 22 de septiembre de 2007

La confesión de un Guerrero.

Soy un Guerrero, y lo confieso, más no para presumir ni reafirmarme, sino para transmitirte la cosmovisión del Guerrero, la filosofía que sigue éste; y que es la siguiente: un guerrero busca el equilibrio consigo mismo, en su interior, autoconociéndose, haciendo esto último a base de una constante guerra florida en sí mismo; busca el equilibrio porque sabe que es Cosmos, es decir forma parte del Cosmos, y todo en Éste es dual, positivo y negativo (y nada puede ser absolutamente positivo o negativo, sino que se debe de llegar a un equilibrio entre ambos polos, logrando ésto por medio de una lucha constante); alcanzando así la armonía propia y por consecuencia con la naturaleza y el universo – el Cosmos.

Asimismo, el Guerrero busca el equilibrio entre el mundo físico, material (tonal); y el mundo espiritual (nahual); y así equilibra para saber cuando se debe razonar y cuando se debe sentir; para explicarlo mejor permítaseme citar al temaztiani y chamán don Juan Matus:* “Una de las artes del equilibrio del guerrero es hacer que el nahual emerja para apuntalar al tonal… es un arte porque los brujos saben que sólo tirando al tonal para arriba puede emerger el nahual… Ese tirón se llama poder personal…”

El Guerrero busca siempre el nivel de equilibrio, anteriormente planteado, siguiendo toda una serie de premisas que forman parte de su camino como tal; y al practicarlas debe de ser impecable. Dichas premisas son: parar su diálogo interno, perder el miedo, suprimir su importancia personal, borrar su historia personal, usar a su muerte como compañera, romper con las rutinas, y ejercer una marcha de poder.

Un Guerrero sabe cuando y como poner su mente en blanco para parar su diálogo interno y lograr así un estado de serenidad y a su vez de acecho para poder percibir, enfocar y explorar cosas que se escapan a la razón (lo desconocido por conocer: el nahual) y que en realidad se deben sentir para alcanzar la totalidad de su ser, y el equilibrio.

Un Guerrero está siempre en constante lucha para vencer todos sus miedos. El miedo es uno de sus principales enemigos silenciosos para llegar a ser hombre de conocimiento… pero sabe que cuando lo vence surgirán sus otros tres enemigos silenciosos a los cuáles debe vencer de una manera impecable, y tales enemas son: la claridad de mente, el poder y la vejez.

La claridad de mente, se alcanza al vencer al miedo, y es el segundo enemigo porque crea un exceso de confianza en el Guerrero, tan grande, que puede hacer que se pierda a sí mismo; ¡ah!, pero si logra vencer al segundo enema, en su eterna batalla silenciosa – siempre interna, llega el tercero de sus principales enemigos: el poder, que no es otra cosa que la energía que maneja de sí, es decir; el vencer a los dos enemigos anteriores le otorga un gran poder personal, un alto nivel de energía y autoconocimiento; que ocasiona un exceso de confianza, y de alimentación a su ego, que también puede acabar con él como Guerrero.

Pero el segundo y tercer enema se combaten con la humildad y con la supresión del ego. Y eh aquí lo que significa la humildad para el Guerrero: la humildad del Guerrero es no inclinar la cabeza ante nada ni nadie, y a su vez, no permitir que nada ni nadie incline la cabeza ante él como Guerrero. Sólo así vencerá a sus tres principales enemigos para llegar al último: la vejez. Pero para vencer a éste último, debe ser impecable en seguir las premisas restantes.

Un Guerrero lidia perennemente para suprimir su importancia personal y su ego. De ésta forma busca equilibrarse para no olvidarse de sí, y amarse a sí mismo; pero no en exceso – pues todo exceso rompe con el equilibrio.

Un Guerrero busca borrar su historia personal. Es decir, que no carga con los errores del pasado, y no se atormenta con éste, sino por el contrario, el pasado sólo está ahí para evitar dichos errores anteriores, sólo cuando se presenta la oportunidad de volver a cometerlos.

También evita estar divulgando la historia de su vida cada que puede, ya que lo hace solamente cuando es total y absolutamente necesario. El borrar la historia personal consiste también en un ejercicio de recapitulación de la vida del guerrero, en el cuál, éste se cuenta a sí mismo su autobiografía, para llegar a un mejor autoconocimiento – pero siempre sin atormentarse.

Un Guerrero toma por consejera, y como su mejor compañera a su muerte. Y así deja de temerle a ésta, y actuar con total desapego y con toda fluidez para toda constante batalla como Guerrero. Y de ésta manera el Guerrero vive cada momento como si fuese su última batalla, y como tal entrega su corazón en todo lo que emprende. Por ésta razón es que cuando la muerte llega por él, tiene que dar batalla – y ser impecable para alcanzarlo.

Un Guerrero rompe con todas sus rutinas. Esto quiere decir que un guerrero siempre practica un arte de acecho para cazar energía y poder, y el mejor cazador es aquel que suprime toda rutina. A su vez evita, con esto, ser acechado por cualquier tipo de enemigo o contrincante. De ésta forma llega a ser más fluido, y, asimismo evita la mecanización de sí, es decir, que deja de actuar por inercia, y en cambio actúa con total desapego y pasión.

Un Guerrero es impecable en llevar a cabo una marcha de poder a lo largo de su camino. Es decir, que aparte de llevar a cabo las premisas anteriores, realiza una serie de ejercicios – cualesquiera que sean – para tener siempre correctamente distribuida su energía, así como evitar cualquier desperdicio de ésta; ya que el Guerrero siempre busca cazar energía para canalizarla a su batalla por encontrar el equilibrio consigo y el Cosmos.

Es así que se puede apreciar la belleza de la esencia que encierra el camino que sigue el Guerrero en su cosmovisión, su filosofía, su paradigma, en su batalla perenne por alcanzar el equilibrio y la armonía; y que es un legado precioso que nos han dejado nuestros abuelitos precuauhtémicos, y que por culpa de la salvaje transculturización casi se extingue, ya que se transmite de la forma en que transmitían el conocimiento dichos abuelitos: por tradición oral. Pero ahora lo plasmo aquí para que conozcas esta cosmovisión, este conocimiento; para difundirlo (es parte de mi batalla); más no para presumirlo, como lo dije al principio del presente escrito; pues así como me fue transmitido yo busco transmitirlo.

A continuación te escribiré otros aspectos del Guerrero que tienen que ver con su cosmogonía:

Un Guerrero, como tal, siempre busca un camino con corazón; y lo sigue hasta el final, impecablemente.

Un Guerrero siempre se encuentra con obstáculos, pero como guerrero nunca busca destruirlos o derribarlos… simplemente los esquiva, los supera, los evita.

Un Guerrero sabe lo que le espera, porque eso depende de su impecabilidad; pero a su vez no espera nada de nadie, porque ya no tiene importancia personal.

Un Guerrero no desperdicia su energía en sentir lástima ni compasión por nada ni nadie, pues ya no siente lástima ni compasión por sí mismo porque ya no tiene importancia personal.

Un Guerrero, al saber lo que le espera, prepara su estrategia de donde, como, cuando y porque de todas sus batallas; y cuando sabe que va a perder ésta, fija su atención en cualquier otra cosa y practica un retirada estratégica, más no como un cobarde, sino para evitar que su enemigo o contrincante acaben con él, así como para reordenarse y redistribuir su energía para volver a dar batalla, pero una batalla mejor que la anterior.

Un Guerrero siempre tiene enemigos y contrincantes (la diferencia entre éstos radica en que un contrincante sólo es un oponente digno pero que puede ser su aliado o su amigo, y en cambio un enemigo no deja de ser un enemigo, y puede ser físico o silencioso), ambos pueden acabar con él si no es impecable (después de todo éste Universo es dialéctico). Pero lidia con ellos, con completo desapego, sin tener ningún interés en ganar o perder, pues ya no tiene importancia personal; lo hace sólo para templar su cuerpo y su espíritu.

Un Guerrero no se abandona a nada, a ninguna circunstancia, ni sentimiento; y por eso vive y experimenta todo (lo positivo y lo negativo, buscando encontrar el equilibrio) con total desapego porque ya no tiene importancia personal ni miedo, y en todo lo que hace lo vive como si fuese su última batalla, es fluido… y como guerrero vive y actúa por el simple arte de vivir; por el placer y el amor a vivir, porque como Guerrero se enamora de todas las cosas en el Cosmos… pues sabe que él mismo es Cosmos, también.

Pues bien, por todo esto, confieso de nuevo que: antes que nada soy un Guerrero, y siempre lo seré, al estar en perenne guerra florida conmigo para alcanzar el final de éste camino con corazón: el camino de la cosmogonía del Guerrero.

“IN MEXIKA YOYELIZTLI AIK IXPOLIUIZ”

Autor: JORGE A. ARELLANO CASTILLO


viernes, 21 de septiembre de 2007

La senda del guerrero de la libertad total.

"Un guerrero toma su suerte, sea la que sea, y la acepta con la máxima humildad. Se acepta con humildad así como es, no como base para lamentarse, sino como base para su lucha y su desafío".

Como sabemos, la historia comienza cuando Carlos Castaneda, un estudiante de Antropología de la Universidad de Los Angeles, conoce a un indio yaqui - don Juan Matus - a raíz de la preparación de su tesis doctoral sobre el uso de las plantas. Posteriormente Castaneda descubre que su informador indio resulta ser un poderoso brujo, depositario de una antigua tradición: la sabiduría de los antiguos guerreros "toltecas", y que los orígenes de su linaje se remontaban hasta los chamanes que vivieron en México en tiempos remotos.
Los textos de Castaneda suponen un viaje iniciático a través de un conocimiento oculto y misterioso. Son el relato de su conversión en aprendiz e integrante de las enseñanzas de la antigua filosofía tolteca.
En estas enseñanzas don Juan hace una constante distinción entre el hombre común -o sea, todos nosotros- y el "hombre de conocimiento", también llamado "guerrero de la libertad total". Según don Juan, el hombre común se relaciona con el mundo a través de su razón, mientras que el guerrero lo hace a través de su voluntad. El hombre común funciona sólo con la razón puesto que desde que es un niño aprende una descripción única del mundo, siendo esta descripción la que toma por única y verdadera de la realidad. Al deshacerse de la esclavitud de la razón se puede recorrer el "camino con corazón" que empuja a ser un guerrero de la libertad total.
A diferencia del hombre común, el guerrero se relaciona con el mundo a través de su voluntad, o sea con la totalidad de su ser, percibiendo el universo como una unidad, mostrándonos que los chamanes toltecas tenían un sistema de cognición muy diferente al nuestro y realizaban técnicas y prácticas que exigían de una gran disciplina para eliminar el orden perceptual impuesto por la razón. Aquellos chamanes poseían otra unidad cognitiva, a la que llamaban "la rueda del tiempo". Su manera de explicar la rueda del tiempo era decir que el tiempo era como un túnel de longitud y anchura infinitas, un túnel con surcos reflectantes. Cada uno de los surcos era infinito, y había un número infinito de ellos. Los seres vivos eran compelidos, por la fuerza de la vida, a mirar uno de los surcos. Mirar sólo uno de los surcos implicaba ser atrapados por él, vivir ese surco.
La meta final de un guerrero es la de enfocar, mediante un acto de profunda disciplina, su atención inquebrantable en la rueda del tiempo con el fin de hacerla girar. Los guerreros que han logrado hacer girar la rueda del tiempo son capaces de mirar en el interior de cualquier otro surco y extraer de él lo que deseen. Al librarse de la fuerza del hechizo que nos obliga a contemplar sólo uno de esos surcos, los guerreros pueden mirar en cualquiera de las dos direcciones: la llegada o la partida del tiempo.

Según don Juan el hombre común viene al mundo con una cantidad limitada de energía que, si bien se renueva constantemente, se usa en su totalidad para mantener la estructura cognitiva de la mente analítica. Esta estructura perceptual es mantenida permanentemente por "el diálogo interno", ya que el hombre común está siempre hablando acerca del mundo y que ademas es consensuado por los demás, reforzando dichas estructuras cognitivas.
Según la tradición de los antiguos guerreros toltecas, la puerta de entrada al mundo de los brujos sólo aparece cuando logramos parar el diálogo interno. La práctica continuada de silenciar los pensamientos termina produciendo una ruptura en el interminable fluir de nuestras interpretaciones perceptuales. Es lo que don Juan llama "parar el mundo". Y al parar el mundo el iniciado descubre que en cada uno de nosotros hay una parte oculta: "el nagual".


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Las enseñanzas de don Juan.

jueves, 20 de septiembre de 2007

El arte del ensueño.

La descripción más apropiada que don Juan le dio al ensueño fue llamarlo "la entrada al infinito"

La otra gran técnica para incrementar la conciencia, es el ensueño. Si el "acecho" es el "no-hacer" de nuestros actos cotidianos, ahora podemos decir que el ensueño es el no-hacer del dormir. La primera tarea que don Juan le da a Carlos respecto al ensueño es que debe encontrar sus manos en los sueños, que es una forma de saber que se es consciente de que se está soñando. Cuando la visión de las manos comienza a desvanecerse, deberá mirar otra cosa y luego volver a mirar sus manos. Y así sucesivamente hasta lograr un cierto dominio de sus sueños.
Cuando un guerrero aprende a parar su "diálogo interno" y rompe las rutinas cotidianas, comenzará a tener sueños más vividos, hasta lograr una consciencia total en ellos. Entonces estará formando su cuerpo de ensueño, una especie de doble del cuerpo físico que le sirve para moverse e interactuar en la realidad no ordina del mundo del nagual.
Para ensoñar el aprendiz deberá concentrarse en la punta de su esternón o el chakra del plexo solar ya que desde esos puntos emerge la atención que se necesita para ensoñar. Aunque cada soñador es singular e independiente, hay ciertas similitudes comunes a todos.
Don Juan revela a su discípulo que todas las enseñanzas respecto a la existencia de otra realidad y de otro tipo de conciencia, están condensadas en lo que los videntes toltecas llamaban la Regla ( equivalente a la palabra sánscrita ahorma ). Según la Regla, no existe un mundo de objetos sino un universo de campos energéticos que los videntes llamaron las "Emanaciones del Águila". Ellas son todo lo que existe, la única realidad inmutable que abarca lo perceptible y lo imperceptible, lo conocido y lo incognoscible.


Don Juan era ciertamente un intermediario entre el mundo natural de la vida diaria y un mundo invisible, al cual él no llamaba lo sobrenatural, sino la segunda atención. Su tarea de maestro fue hacer accesible a mí esta configuración. En mis trabajos previos, he descrito los métodos de enseñanza que usó con este propósito, al igual que las prácticas que me hizo ejercitar, la más importante de las cuales fue, sin lugar a duda, el arte de ensoñar.

-Digamos que ensoñar es la manera práctica en que los brujos ponen en uso los sueños comunes y corrientes.

-¿Pero cómo pueden los sueños ser puestos en uso?-pregunté.

-Siempre caemos en la trampa del lenguaje -dijo-. En mi propio caso, mi maestro trató de describirme el ensueño como la manera en que los brujos le dicen hasta mañana al mundo. Por supuesto que él ajustaba su descripción a mi mentalidad. Yo estoy haciendo lo mismo contigo.

En otra ocasión, don Juan me dijo:

-El ensueño únicamente puede ser experimentado. Ensoñar no es tener sueños, ni tampoco es soñar despierto, ni desear, ni imaginarse nada. A través del ensueño podemos percibir otros mundos, los cuales podemos ciertamente describir, pero no podemos describir lo que nos hace percibirlos. Sin embargo podemos sentir cómo el ensueño abre esos otros reinos. Ensoñar parece ser una sensación, un proceso en nuestros cuerpos, una conciencia de ser en nuestras mentes.

Don Juan sostenía que nuestro mundo, que creemos ser único y absoluto, es sólo un mundo dentro de un grupo de mundos consecutivos, los cuales están ordenados como las capas de una cebolla. Él aseveraba que aunque hemos sido condicionados para percibir únicamente nuestro mundo, efectivamente tenemos la capacidad de entrar en otros, que son tan reales, únicos, absolutos y absorbentes como lo es el nuestro.

Don Juan me explicó que para poder percibir esos otros reinos, no sólo hay que desear percibirlos, sino también poseer la suficiente energía para entrar en ellos. Su existencia es constante e independiente de nuestra conciencia, pero su inaccesibilidad es totalmente una consecuencia de nuestro condicionamiento energético. En otras palabras, simple y llanamente a raíz de este condicionamiento estamos compelidos a asumir que el mundo de la vida cotidiana es el único mundo posible.

Seguros de que sólo nuestro condicionamiento energético es nuestro impedimento para entrar en esos otros reinos, los brujos de la antigüedad desarrollaron una serie de prácticas designadas a reacondicionar nuestras capacidades energéticas de percepción. Llamaron a esta serie de prácticas, el arte de ensoñar.

Durante sus enseñanzas don Juan puso un gran énfasis en el hecho de que la atención de ensueño es la llave que abre todas las puertas en el mundo de los brujos.

“Ponte tan serio, como se te dé la gana, cuando hablemos del ensueño ‑dijo‑. Las explicaciones siempre requieren de profunda reflexión. Pero cuando ensueñes, sé tan liviano como una pluma. El ensueño tiene que llevarse a cabo con integridad y cordura, pero con risa y con la confianza de quien no tiene preocupación alguna. Solamente bajo estas condiciones pueden nuestros pinches sueños convertirse en ensueño.”

Los antiguos brujos desarrollaron una técnica muy sofisticada para mover a voluntad el punto de encaje; a esta técnica la llamaron "el arte del ensueño", pues con ella se pueden expandir y acrecentar las posibilidades de lo que se percibe, e identificaron cinco condiciones en el flujo energético de los seres humanos.
  • La primera es que sólo los filamentos que pasan exactamente por el punto de encaje se transforman en percepciones coherentes.
  • La segunda es que cuando el punto de encaje se mueve en cualquier dirección, aunque sea levemente, filamentos distintos empiezan a pasar por el punto de encaje, lo que propicia otra percepción diferente.
  • La tercera es que vieron que en el sueño el punto de encaje se mueve levemente por sí mismo en la superficie del huevo luminoso o hacia su interior.
  • La cuarta es que vieron que a través de la técnica disciplinada, llamada "el arte del ensueño", se podía mover el punto de encaje en los sueños a voluntad.
  • Y, como quinta, vieron que se puede mover el punto de encaje hacia afuera del huevo luminoso y entrar en contacto con el universo energético, más allá de lo humano.
A través de una metodología, que roza lo fantástico, llamada "las siete compuertas del ensueño", se pretende que el sueño común se transforme en el mecanismo con el cual el practicante logre templar el cuerpo energético, para hacerlo coherente y flexible como el cuerpo físico, ejercitándolo poco a poco, a través de una férrea disciplina que se antoja imposible sostener por largo tiempo (años enteros) con un esfuerzo sostenido, sin ambición y sin obsesión. Éste sería el logro fundamental de la Toltequidad y el medio para lograr la libertad.

Al condensar el cuerpo energético es posible convertirlo en una unidad capaz de percibir de manera independiente a la percepción del cuerpo físico. Esto se logra no sólo con la práctica de la ensoñación, sino que, para obtener energía, se requiere modificar el comportamiento durante la vigía, para recanalizar la energía que se necesita para mantener la atención en el ensueño. Como se ha dicho repetidas veces a lo largo de las obras de Castaneda, la manera en que gastamos la mayor parte de la energía depende de la necesidad de mantener y acrecentar la importancia personal, base de nuestro ser y, al mismo tiempo, de nuestra mayor limitante. El ser humano, al no poder "crear" más energía que la que tiene, debe ahorrar y recanalizar la que posee.

Don Juan le enseña a Castaneda que el "arte del ensueño" trata del desplazamiento del punto de encaje, y que "el arte del acecho" implica la fijación del punto de encaje en cualquier lugar en el que se haya desplazado. Por ello estas dos técnicas son complementarias y mutuamente insustituibles.




"Soñar" implica el cultivo de un poder peculiar sobre los propios sueños, hasta el punto en que las experiencias habidas en ellos y las vividas en las horas de vigilia adquirían la misma valencia pragmática. Los brujos alegaban que, bajo el impacto del "soñar", los criterios ordinarios para diferenciar entre sueño y realidad se hacían inoperantes.
La praxis del "soñar" era, para don Juan, un ejercicio que consistía en hallar las propias manos durante un sueño. En otras palabras, uno debía soñar deliberadamente que buscaba y hallaba sus manos en un sueño que consistía en soñar que uno alzaba las manos al nivel de los ojos.

"Cada guerrero tiene su propio método de "soñar". Todos son distintos. Lo único que tenemos en común es que algo en nosotros tiende trampas para obligarnos a abandonar la empresa. El remedio es persistir a pesar de todas las barreras y desilusiones".

La explicación de los brujos acerca de cómo escoger un tema para soñar es que el guerrero escoge el tema manteniendo a fuerza una imagen en su mente mientras para su diálogo interior. En otras palabras, si es capaz de no hablar consigo mismo por un momento, y luego evoca la imagen o el pensamiento de lo que quiere soñar, aunque sólo sea por un instante, lo deseado vendrá a él.
Extractos de "Relatos de poder"

Economizar Energía Sexual

"Yo te he enseñado a ensoñar tal como él me lo enseñó a mí -continuó-. El me enseñó que durante los sueños, el punto de encaje se mueve moderadamente y de manera muy natural. El equilibrio mental de uno no es otra coas que fijar el punto de encaje en un sitio específico y habitual. Si los sueños hacen que ese punto se mueva, y si el ensoñar es el control de ese movimiento natural, y si se necesita energía sexual para ensoñar, cuando se disipa esa energía en el acto sexual, los resultados son desastrosos.

¿Qué me está usted tratando de decir, don Juan? -pregunté-.

Pregunté eso, porque sentí que entrar en el tema del ensueño no se debía al desarrollo natural de la conversación.

-Tú eres un ensoñador -dijo-. Si no tienes cuidado con tu energía sexual ya puedes irte acostumbrando a los movimientos erráticos en tu punto de encaje. Hace un momento te asombraban tus propias reacciones. Bien, eso se debe a que tu punto de encaje se mueve sin sentido, porque tu energía sexual no está en equilibrio.

Hice un estúpido e inadecuado comentario sobre la vida sexual de los hombres adultos.

-Nuestra energía sexual es lo que gobierna el ensueño -explicó-. El nagual Elías me enseñó que, o haces el amor con tu energía sexual o ensueñas con ella. No hay otro camino. Si te menciono todo esto era porque tienes una gran dificultad en mover tu punto de encaje para asimilar nuestro último tópico: lo abstracto.

"Lo mismo me ocurrió a mí -continuó don Juan-. Solo cuando mi energía sexual se liberó del mundo, cayo todo en su sitio. Esa es la regla para los ensoñadores. Los acechadores son lo opuesto. Mi benefactor, por ejemplo, era un libertino sexual como hombre común y corriente y como nagual.

Don Juan parecía estar a punto de contarme las aventuras de su benefactor, pero obviamente cambió de idea. Meneó la cabeza y dijo que yo era demasiado pudibundo para tales revelaciones. No insistí.



Poner la determinación silenciosa, sin un pensamiento, en convencerse que se ha alcanzado el cuerpo energético y que uno es un ensoñador. Haciendo esto uno se pone automáticamente en la posición de ser consciente de que se está cayendo dormido.

"Así que, al fin y al cabo, el procedimiento para llegar al cuerpo de ensueño es la impecabilidad en nues­tra vida diaria."…”



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- Los no-haceres.

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Las enseñanzas de don Juan.

miércoles, 19 de septiembre de 2007

El Intento.

Dentro de las premisas de los brujos, lo único que se puede ser es un conducto impecable. Uno no es el jugador de esta partida de ajedrez cósmico, uno es simplemente una ficha de ajedrez. Quien decide todo es una fuerza impersonal consciente que los brujos llaman el "Intento" o el "Espíritu".







La Vida Cotidiana nos Adormece





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- El Espíritu.

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Las enseñanzas de don Juan.

La impecabilidad.

La impecabilidad no es otra cosa que el uso adecuado de la energía. Todo lo que yo te digo no tiene un ápice de moralidad. He ahorrado energía y eso me hace impecable. Para poder entender esto, tú tienes que haber ahorrado suficiente energía, o no lo entenderás jamás.
Los guerreros hacen inventarios estratégicos. Hacen listas de sus actividades y sus intereses. Luego deciden cuáles de ellos pueden cambiarse para, de ese modo, dar un descanso a su gasto de energía.
Yo alegué que una lista de esa naturaleza tendría que incluir todo lo imaginable. Con mucha paciencia me contestó que el inventario estratégico del que hablaba sólo abarcaba patrones de comportamiento que no eran esenciales para nuestra supervivencia y bienestar.

Don Juan dijo entonces que en los inventarios estratégicos de los guerreros, la importancia personal figura como la actividad que consume la mayor cantidad de energía, y que por eso se esforzaban por erradicarla.
-Una de las primeras preocupaciones del guerrero es liberar esa energía para enfrentarse con ella a lo desconocido -prosiguió don Juan-. La acción de recanalizar esa energía es la impecabilidad.
Dijo que la estrategia más efectiva fue desarrollada por los videntes de la Conquista, los indiscutibles maestros del acecho, y que consiste en seis elementos que tienen influencia recíproca. Cinco de ellos se llaman los atributos del ser guerrero: control, disciplina, refrenamiento, la habilidad de escoger el momento oportuno y el intento. Estos cinco elementos pertenecen al mundo privado del guerrero que lucha por perder su importancia personal. El sexto elemento, que es quizás el más importante de todos, pertenece al mundo exterior y se llama el pinche tirano.

La confianza de un guerrero no es la confianza del hombre común. El hombre común busca la certeza en los ojos del espectador y llama a eso confianza en sí mismo. El guerrero busca la impecabilidad en sus propios ojos y llama a eso humildad. El hombre común está enganchado a sus prójimos, mientras que el guerrero sólo depende de sí mismo. Tú buscas la confianza del hombre común, cuando deberías buscar la humildad del guerrero. Hay una gran diferencia entre las dos. La confianza implica saber algo con certeza; la humildad implica ser impecable en los propios actos y sentimientos.

Guerrero es, por decirlo así, un prisionero del Poder. Un prisionero que puede hacer una decisión libre: la decisión de actuar como un guerrero impecable, o actuar como un asno. A fin de cuentas, quizás el guerrero no sea un prisionero, sino un esclavo del Poder, porque la decisión ya no es una decisión para él.

Un guerrero no puede sentirse desamparado ni desconcertado ni asustado, bajo ninguna circunstancia. Para un guerrero, sólo hay tiempo para su impecabilidad; todo lo demás agota su poder, la impecabilidad lo renueva.
La impecabilidad es hacer lo mejor que puedas en lo que estás participando.

Cuando te sientes y actúas como un ser inmortal que tiene todo el tiempo del mundo, no eres impecable; en esos momentos debes volverte, mirar alrededor tuyo, y entonces te darás cuenta de que tu sentimiento de tener tiempo es una idiotez.
¡No hay futuro! El futuro no es más que una manera de hablar. Para un brujo sólo existe el aquí y el ahora.

El Poder nos da de acuerdo a nuestra impecabilidad.

… Después detenido el diálogo interno del discípulo, surge un momento inevitable. El aprendiz empieza a tener dudas de todo su aprendizaje. Hasta el discípulo más ferviente sufren en ese punto una grave pérdida de interés.

En la vida del guerrero hay sólo un asunto que en realidad no está decidido: qué tan lejos puede uno avanzar en la senda del conocimiento y el poder. Ése es un asunto abierto y nadie puede predecir el resultado.

La libertad que un guerrero tiene, es actuar impecablemente, o bien actuar como un imbécil.

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- El arte del acecho.

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Las enseñanzas de don Juan.

El arte del acecho.

El acecho supone un control sistemático de la conducta a fin de ser totalmente conscientes de lo que hacemos y de lo que nos pasa. La palabra acecho apunta a un comportamiento con o que nos rodea que podría considerarse como furtivo, ya que supone estar siempre alerta, para así poder extraer lo mejor de cualquier situación. Por eso el aprendiz comienza por acecharse a sí mismo y poder ser consciente de sus propias debilidades, que son las que le quitan energía estructurando su tonal.
Según don Juan, el mundo del hombre común es un desatino o locura absoluta, un constante ir y venir de un lado para otro; el hombre vive luchando por causas absurdas, hasta que la muerte lo toca. El aprendiz no puede hacer nada para evitar esa situación, sólo ser consciente de su propia locura y actuar como si fuese un actor representando un papel. De esa manera transforma el desatino absoluto en desatino controlado, que es el arte de ser quien es, sin ser quien es.
Otro factor importante para el acechador es la práctica constante del "no-hacer" (similar a la noción taoísta del wu-wei ). Cuando actuamos mecánicamente, hacemos ; hacer es cualquier cosa que forme parte de todo aquello que podemos dar cuenta con nuestra razón. Siempre hacemos algo porque creemos en lo que hacemos y porque esperamos alguna recompensa. No-hacer es actuar por actuar, es actuar sin esperar nada a cambio, es introducir un elemento disonante en la trama de la conducta cotidiana, en la continuidad impuesta por la razón. Al romper nuestras rutinas con los no-haceres enfocamos nuestra atención en el presente ya que no estamos tan condicionados por lo que hemos hecho ni por lo que tenemos que hacer.
Con la práctica generalizada del acecho los aprendices adquieren la fuerza interna necesaria para el sobrecogedor encuentro con lo desconocido, con el nagual. Adquieren serenidad, desapego y ecuanimidad.

"El arte del acecho es aprender todas las singularidades de tu disfraz," dijo Belisario sin prestar atención a lo que don Juan le estaba diciendo. "Y aprenderlas tan bien que nadie podría descubrir que estás disfrazado."
Belisario insistía en que le estaba enseñando el arte del acecho. Le dijo a don Juan que el acecho es un arte aplicable a todo, y que consiste de cuatro facetas: el no tener compasión, el ser astuto, el tener paciencia, y el ser simpático.

Don Juan dijo que su benefactor lo entrenaba diariamente en las cuatro facetas, los cuatro modos del acecho e insistía en que don Juan comprendiera que no tener compasión no significaba ser grosero; ser astuto no significaba ser cruel; tener paciencia no significaba ser negligente y ser simpático no significaba ser estúpido.
Le enseñó que esas cuatro disposiciones de ánimo debían ser perfeccionadas hasta que fueran tan sutiles que nadie las pudiera notar.

-En los últimos días, te he mencionado muchas veces las cuatro disposiciones del acecho -continuó, con la esperanza de que recordaras lo que te enseñé acerca del acecho. Sería muy bueno que pensaras en estas cuatro disposiciones y, pensando en ellas, llegues a un recuerdo total.
Don Juan me explicó que ser despiadado, astuto, paciente y simpático es la quintaesencia del acecho. Son los cuatro fundamentos básicos que, con todas sus ramificaciones, son inculcados a los brujos de un modo muy meticuloso y cauto.

Afirmó repetidas veces que la enseñanza del acecho es una de las cosas más difíciles de llevar a cabo en el mundo de la brujería. Insistió en que me estaban enseñando a acechar y que, hicieran lo que hiciesen, aún cuando pudiera yo creer lo contrario, era la impecabilidad la que dictaba sus actos.


El arte de acechar, como el arte de ensoñar constituyen los primeros caminos hacia la “libertad” de los seres.

Aqui comienza:
El arte de acechar es aprender todas las peculiaridades de tu disfraz, y aprenderlas tan bien que nadie sepa que estás disfrazado.
Para conseguirlo, necesitas ser despiadado, astuto, paciente y dulce. Ser despiadado no significa aspereza, la astucia no significa crueldad, ser paciente no significa negligencia, y ser dulce no significa estupidez. Los guerreros actúan con un propósito ulterior, que no tiene nada que ver con el provecho personal. El hombre corriente actúa sólo si hay posibilidad de ganancia. Los guerreros no actúan por ganancia, sino por el espíritu.
La Rueda del Tiempo de Carlos Castaneda


Los 7 Principios del Acecho
1- Elegir el campo de batalla, entrar en batalla solo cuando se sepa todo lo que se pueda sobre el campo de lucha. Pero no así nomás a la loca.
2- Eliminar todo lo innecesario.
3- Estar dispuesto y listo para entrar en la última batalla, al momento y en cualquier lugar
4- Olvidarse de sí mismo. No temer a nada. Solo entonces los poderes que nos guían nos abren camino y nos auxilian. Sólo entonces.
5- No dejarse llevar por la corriente. Retirarse por un momento. Dejar que los pensamientos corran libremente. Ocuparse de otra cosa. Cualquier cosa puede servir.
6- Comprimir el tiempo, todo cuenta, aún un segundo. No desperdiciar ni un instante.
7- Jamás dejar ver el juego, no ponerse al frente de nada.

“Florinda me explicó que para aplicar el séptimo principio del arte de acechar, hay que aplicar los otros seis.”
“-Espero que para estas alturas te hayas dado cuenta -continuó Florinda- de que sólo un maestro acechador puede ser un maestro del desatino controlado.
El desatino controlado no significa embaucar a la gente. Significa, como me lo explicó mi benefactor, que los guerreros aplican los siete principios básicos del arte de acechar en cualquier cosa que hacen, desde los actos más triviales hasta las situaciones de vida o muerte.”

Aplicar los siete principios produce tres resultados

1- los acechadores aprenden a nunca tomarse en serio: aprenden a reirse de sí mismos. Puesto que no tienen miedo de hacer el papel de tontos, pueden hacer tonto a cualquiera.
2- los acechadores aprenden a tener una paciencia sin fin. Los acechadores nunca tiene prisa, nunca se irritan.
3- los acechadores aprenden a tener la capacidad infinita para improvisar.

Preceptos

- El primer precepto de la regla es que todo lo que nos rodea es un misterio insondable
- El segundo precepto de la regla es que debemos tratar de descifrar esos misterios, pero sin tener la menor esperanza de lograrlo
- El tercer precepto es que un guerrero, consciente del insonsable misterio que lo rodea y consciente de su deber de tratar de descifrarlo, toma su legítimo lugar entre los misterios y él mismo se considera uno de ellos. Por consiguiente, para un guerrero el misterio de ser no tiene fin, aunque ser signifique ser una piedra o una hormiga o uno mismo. Esa es la humildad del guerrero. Uno es igual a todo.

“…Me aseguró que una recapitulación perfecta podía cambiar la vida del guerrero aún más que el control total del “cuerpo de ensueño”. En este aspecto, ensoñar y acechar, conducen al mismo fin: el ingreso en la tercera atención. Sin embargo, para un guerrero era importante conocer y practicar ambos.”
“Florinda me explicó que el elemento clave al recapitular era la respiración.”
“A no ser que los acechadores no hayan pasado por estos preliminares a fin de recobrar los filamentos que dejaron en el mundo, y particularmente a fin de descartar aquellos que otros seres luminosos dejaron en ellos, no hay posibilidad de manejar el desatino controlado.”

“Florinda mantenía que para practicar el desatino controlado, puesto que no está hecho para engañar a la gente, uno tiene que ser capaz de reírse de sí mismo. Florinda me dijo que uno de los resultados de
la recapitulación detallada es la capacidad para estallar en risa genuina cuando uno se encuentra cara a cara con las aburridas repeticiones que el yo personal hace acerca de su importancia.”

Las 3 técnicas básicas del acechador

1- la caja de recapitulación
2- la lista de eventos a recapitular
3- la respiración

“…Su benefactor estaba convencido de que una recapitulación profunda es el medio más expedito para perder la forma humana. De allí que les es más fácil a los acechadores, después de recapitular sus vidas, hacer uso de todos los no-haceres del yo personal, como son borrar la historia personal, perder la importancia en uno mismo, romper las rutinas…”

“…Los guerreros no tienen al mundo para que los proteja, como lo tienen otras personas, así es que tienen que tener la regla… Sin embargo, la regla de los acechadores se aplica a cualquiera.”
“Somos guerreros, y los guerreros tienen una sola cosa en mente: ser libres. Morir y ser devorado por el Águila es el destino del hombre. Por otra parte, querer salirnos de nuestro destino, querer entrar serenos y desprendidos a la libertad, es la audacia final.”

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- El arte del ensueño.

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Las enseñanzas de don Juan.

martes, 18 de septiembre de 2007

Los no-haceres.

El conocimiento es mucho más de lo que solemos creer.
Hay mundos nuevos al alcance de la mano.
Nos introducimos en ellos mediante una percepción diferente, mediante el ver.
Para ver necesitamos acabar con la traba de nuestra importancia personal.
Acabamos con nuestra importancia personal si paramos el mundo mediante la detención del diálogo interno.
Detenemos nuestro diálogo interno mediante la técnica del no-hacer que es realizada por el cuerpo, no por la razón. El secreto no está en lo que hacemos, sino que en lo que no-hacemos: en hacer el no-hacer, estado de flujo más allá de las limitaciones racionales. Para ello debemos practicar el abandono, la frialdad y la audacia.
Los no-haceres del yo personal son los siguientes:

* Borrar la historia personal
* Perder la importancia de tí mismo
* Romper las rutinas que fijan las continuidades de nuestras descripciones.

Los no-haceres permiten que el cuerpo junte poder.

Al acabar con nuestra importancia personal liberamos gran cantidad de energía que nuestro cuerpo recanaliza: Don Juan llama impecabilidad a esta recanalización de energía.
Mediante los no-haceres del yo nos ponemos a disposición del espíritu mediante el puro entendimiento que aparece cuando rompemos nuestras predisposiciones perceptuales.

Articulos relacionados:
El Camino del Tao : El no-hacer.
Wu Wei - El No Hacer.

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- El Hombre de conocimiento

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Las enseñanzas de don Juan.

lunes, 17 de septiembre de 2007

La voluntad del guerrero.

Uno de los pilares de la enseñanza de Don Juan se apoya en la voluntad que es una fuerza emanando de la región umbilical, a través de una abertura situada debajo del ombligo, que él llama "la brecha".
Sobre las cenizas de un fogón, don Juan traza un diagrama para explicar a Castaneda lo que llama “los ocho puntos del hombre”: la razón, que se relaciona con el habla; la voluntad, que se relaciona con el sentir, el soñar y el ver. Estos son los seis puntos que conocemos (el sentimiento es algo impreciso, pero de una u otra manera familiar). Los otros dos puntos están en los confines mismos de la percepción. Más tarde, luego de una serie de prácticas y experiencias destinadas a hablarle de la que llama “la explicación de los brujos”, don Juan declara que esos dos puntos que integran la totalidad del hombre son el tonal y el nagual, que están fuera de uno mismo y a la vez no lo están.

Nosotros, los hombres, nacemos con dos anillos de poder, pero sólo usamos uno para crear el mundo. Ese anillo que se engancha al muy poco tiempo que nacemos, es la razón, y su compañera es el habla. Ente los dos urden y mantienen el mundo del tonal.

El secreto es que tenemos otro anillo de poder que nunca usamos, la voluntad, llave del mundo del nagual. El truco del brujo es el mismo truco del hombre común. ambos tienen una descripción: uno, el hombre común, la sostiene con su razón; el otro, el brujo, la sostiene con su voluntad. Ambas descripciones tienen sus reglas y las reglas se perciben, pero la ventaja del brujo es que la voluntad abarca más que la razón:

La voluntad es algo muy especial. Ocurre misteriosamente. No hay en realidad manera de decir cómo la usa uno, excepto que los resultados de usar la voluntad son asombrosos. Acaso lo primero que se debe hacer es saber que uno la puede desarrollar.

La voluntad es lo que puede darte el triunfo cuando tus pensamientos te dicen que estás derrotado. La voluntad es lo que te hace invulnerable. La voluntad es lo que manda a un brujo a través de una pared, a través del espacio, la luna, si él lo quiere.

Lo que generalmente se llama voluntad es carácter y disposición fuerte. Lo que un brujo llama voluntad es un poder que viene de dentro y se prende al mundo de afuera.

La brujería es aplicar la voluntad a una coyuntura clave. La brujería es interferencia. Un brujo busca y encuentra la coyuntura clave de cualquier cosa que quiera afectar y luego aplica allí su voluntad. Un brujo no tiene que ver para ser brujo; nada más necesita saber usar su voluntad.

Sólo los brujos cultivan la "voluntad". Les llega envuelta en el misterio y les da la capacidad de realizar prodigios extraordinarios.

Esfuérzate por percibir si lo que sostiene la descripción de tu mundo es tu razón o tu voluntad. Yo siento, por cierto, que esa es la única manera de usar el mundo diario: como un desafío y como un vehículo para acumular suficiente poder personal, a fin de llegar a la totalidad de uno mismo*.

Lo que se necesita para que la magia pueda apoderarse de nosotros es borrar nuestras dudas. Una vez que las dudas desaparecen todo es posible. Si logramos borrar las dudas podremos entrar en el reino donde los milagros son cosas de todos los días.

La voluntad tiene que ver con hazañas asombrosas que desafían nuestro sentido común. Don Juan la describe como una relación entre nosotros y el mundo percibido, como una fuerza que liga a los hombres con el mundo que hemos elegido percibir: "percibir el mundo" involucra un proceso de aprehender lo que se presenta ante nosotros. Esta percepción particular se lleva a cabo con nuestros sentidos y nuestra voluntad.
La voluntad ocurre misteriosamente. En realidad, no hay manera de decir cómo la usa uno, excepto que los resultados de usar la voluntad son asombrosos. Lo primero que se debe hacer es saber que uno puede desarrollar su voluntad. Un guerrero lo sabe y se pone a esperar con paciencia; de hecho, un guerrero no tiene más que su voluntad y su paciencia y con ellas construye todo lo que quiere.
La voluntad es una fuerza, un poder. Ver no es una fuerza, sino más bien una manera de atravesar cosas.

"Cuando un guerrero ha adquirido paciencia, está en camino hacia la voluntad. Sabe cómo esperar. Su muerte se sienta junto a él en su petate, son amigos. Su muerte le aconseja, en formas misteriosas, cómo escoger, cómo vivir estratégicamente. ¡Y el guerrero espera! Yo diría que el guerrero aprende sin apuro porque sabe que está esperando su voluntad; y un día logra hacer algo que por lo común es imposible de ejecutar. A lo mejor ni siquiera advierte su acto extraordinario. Pero conforme sigue ejecutando actos imposibles, o siguen pasándole cosas imposibles, se da cuenta de que una especie de poder está surgiendo. Un poder que sale de su cuerpo conforme progresa en el camino del conocimiento. Al principio es como una comezón en la barriga, o un calor que no puede mitigarse; luego se convierte en un dolor, en un gran malestar. A veces el dolor y el malestar son tan grandes que el guerrero tiene convulsiones durante meses; mientras más duras sean, mejor para él. Un magnifico poder es siempre anunciado por grandes dolores.
"Cuando las convulsiones cesan, el guerrero advierte que tiene sensaciones extrañas con respecto a las cosas. Advierte que puede tocar cualquier cosa que quiera con una sensación que sale de su cuerpo por un sitio abajo o arriba de su ombligo. Esa sensación es la voluntad, y cuando el guerrero es capaz de agarrar con ella, puede decirse con justicia que es un brujo y que ha adquirido voluntad."
"Una Realidad Aparte" de Carlos Castañeda.

Uno aprende a actuar como guerrero actuando, no hablando: el conocimiento es acción. Pero el guerrero espera. Espera su voluntad: algo que sucede misteriosamente y que solo puede ser esperado. La voluntad, en las enseñanzas de Don Juan, es mucho más que un desear o un querer: es una fuerza inexplicable que de pronto está: "algo que un hombre usa, por ejemplo, para ganar una batalla que, según todos los cálculos, debería perder". Sin embargo, el espíritu de un guerrero no está engranado para ganar o para perder: solo para la lucha, y cada lucha es su última batalla sobre la tierra. Por consiguiente, al guerrero le importa muy poco el resultado, y deja fluir su espíritu libre y claro. Y mientras libra su batalla, sabiendo que su voluntad es impecable, el guerrero ríe y ríe. Cada acto del guerrero es su última batalla sobre la tierra.
En esta lucha, el guerrero solo tiene su voluntad y su paciencia y con ellas construye todo lo que quiere. Lo primero que ha de adquirirse es la paciencia: con ella se está en el camino de la voluntad. Pero hay que cuidarse: la voluntad se nos escapa por un boquete que hemos de cerrar; se nos puede ir la vida. No debemos entregarnos, sino que cuidar el "ánimo del guerrero": estás en lo que estás porque has decidido estar allí, no porque otros te hayan puesto en ese lugar o porque deseen hacerte algo.



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Las enseñanzas de don Juan.

domingo, 16 de septiembre de 2007

La segunda atención.

Don Juan me hizo entender que describir la segunda aten­ción como un proceso era una metáfora de brujos, y que la segunda atención se podía definir como el producto de un desplazamiento del punto de encaje. Un desplazamiento que debe ser intentado, empezando por intentarlo como una idea, y acabando por intentarlo como un estado de conciencia fijo y controlado, donde uno se da cabal cuenta del desplazamiento del "punto de encaje

Don Juan me explicó que el examen de la segunda atención debe de comenzar con darse cuenta de que la fuerza del primer anillo de poder, que nos encajona, es un lindero físico, concre­to. Los videntes lo han descrito como una pared de niebla, una barrera que puede ser llevada sistemáticamente a nuestra con­ciencia por medio del bloqueo del primer anillo de poder; y luego puede ser perforada por medio del entrenamiento del guerrero.

Al perforar la pared de niebla, uno entra en un vasto estado intermedio. La tarea de los guerreros consiste en atravesarlo hasta llegar a la siguiente línea divisoria, que se deberá perforar a fin de entrar en lo que propiamente es el otro yo o la segun­da atención.

Don Juan decía que las dos líneas divisorias son perfecta­mente discernibles. Cuando los guerreros perforan la pared de niebla, sienten que se retuercen sus cuerpos, o sienten un inten­so temblor en la cavidad de sus cuerpos, por lo general a la de­recha del estómago o a través de la parte media, de derecha a izquierda. Cuando los guerreros perforan la segunda línea, sienten un agudo crujido en la parte superior del cuerpo, algo como el sonido de una pequeña rama seca que es partida en dos.

Las dos líneas que encajonan a las dos atenciones, y que las sellan individualmente; son conocidas por los videntes como las líneas paralelas. Estas sellan las dos atenciones mediante el hecho de que se extienden hasta el infinito, sin permitir jamás el cruce a no ser que se les perfore.

Entre las dos líneas existe un área de conciencia específica que los videntes llaman limbo, o el mundo que se halla entre las líneas paralelas. Se trata de un espacio real entre dos enor­mes órdenes de emanaciones del Águila; emanaciones que se hallan dentro de las posibilidades humanas de conciencia. Uno es el nivel que crea el yo de la vida de todos los días, y el otro es el nivel que crea el otro yo. Como el limbo es una zona transi­cional, allí los dos campos de emanaciones se extienden el uno sobre el otro. La fracción del nivel que nos es conocido, que se extiende dentro de esa área, engancha a una porción del pri­mer anillo de poder; y la capacidad del primer anillo de poder de construir desnates, nos obliga a percibir una serie de desna­tes en el limbo que son casi como los de la vida diaria, salvo que aparecen grotescos, insólitos y contorsionados. De esa ma­nera el limbo tiene rasgos específicos que no cambian arbitra­riamente cada vez que uno entra en él. Hay en él rasgos físicos que semejan los desnates de la vida cotidiana.

Don Juan sostenía que la sensación de pesadez que se expe­rimenta en el limbo se debe a la carga creciente que se ha colocado en la primera atención. En el área que se halla justa­mente tras de la pared de niebla aún podemos comportarnos como lo hacemos normalmente; es como si nos encontráramos en un mundo grotesco pero reconocible. Conforme penetra­mos más profundamente en él, más allá de la pared de niebla, progresivamente se vuelve más difícil reconocer los rasgos o comportarse en términos del yo conocido.

Me explicó que era posible hacer que en vez de la pared de niebla apareciese cualquier otra cosa, pero que los videntes han optado por acentuar lo que consume menor energía: visualizar ese lindero como una pared de niebla no cuesta ningún esfuerzo.

Lo que existe más allá de la segunda línea divisoria es cono­cido por los videntes como la segunda atención, o el otro yo, o el mundo paralelo; y el acto de traspasar los dos linderos es conocido como "cruzar las líneas paralelas".

Don Juan pensaba que yo podía asimilar este concepto más firmemente si me describía cada dominio de la conciencia co­mo una predisposición perceptual específica. Me dijo que en el territorio de la conciencia de la vida cotidiana, nos hallamos inescapablemente enredados en la predisposición perceptual de la primera atención. A partir del momento en que el primer anillo de poder empieza a construir desnates, la manera de cons­truirlos se convierte en nuestra predisposición perceptual normal. Romper la fuerza unificadora de la predisposición perceptual de la primera atención implica romper la primera lí­nea divisoria. La predisposición perceptual normal pasa enton­ces al área intermedia que se halla entre las líneas paralelas. Uno continúa construyendo desnates casi normales durante un tiem­po. Pero conforme se aproxima uno a lo que los videntes llaman la segunda línea divisoria, la predisposición perceptual de la pri­mera atención empieza a ceder, pierde fuerza. Don Juan decía que esta transición está marcada por una repentina incapacidad de recordar o de comprender lo que se está haciendo.

Cuando se alcanza la segunda línea divisoria, la segunda aten­ción empieza a actuar sobre los guerreros que llevan a cabo el viaje. Si éstos son inexpertos, su conciencia se vacía, queda en blanco. Don Juan sostenía que esto ocurre porque se están aproximando a un espectro de las emanaciones del Águila que aún no tienen una predisposición perceptual sistematizada. Mis experiencias con la Gorda y la mujer nagual más allá de la pa­red de niebla era un ejemplo de esa incapacidad. Viajé hasta el otro yo, pero no pude dar cuenta de lo que había hecho por la simple razón de que mi segunda atención se hallaba aún in­formulada y no me daba la oportunidad de organizar todo lo que había percibido.

Don Juan me explicó que uno empieza a activar el segundo anillo de poder forzando a la segunda atención a despertar de su estupor. El bloqueo funcional del primer anillo de poder logra esto. Después, la tarea del maestro consiste en recrear la condición que dio principio al primer anillo de poder, la con­clusión de estar saturado de intento. El primer anillo de poder es puesto en movimiento por la fuerza del intento dado por quienes enseñan a desnatar. Como maestro mío él me estaba dando, entonces, un nuevo intento que crearía un nuevo me­dio perceptual.

Don Juan decía que toma toda una vida de disciplina incesan­te, que los videntes llaman intento inquebrantable, preparar al segundo anillo de poder para que pueda construir desnates del otro nivel de emanaciones del Águila. Dominar la predis­posición perceptual del yo paralelo es una hazaña. de valor in­comparable que pocos guerreros logran. Silvio Manuel era uno de esos pocos.

Don Juan me advirtió que no se debe intentar dominarla deliberadamente. Si esto ocurre, debe de ser mediante un pro­ceso natural que se desenvuelve sin un gran esfuerzo de nuestra parte. Me explicó que la razón de esta indiferencia estriba en la consideración práctica de que al dominarla simplemente se vuelve muy difícil romperla, pues la meta que los guerreros persiguen activamente es romper ambas predisposiciones per­ceptuales para entrar en la libertad final de la tercera atención.


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- La realidad no ordinaria.

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Las enseñanzas de don Juan.

La primera atención.

Don Juan me explicó que a la primera atención se le ha enseñado a moverse instantáneamente a través de todo un espectro de "las emanaciones del Águila", sin poner el menor énfasis evidente en ello, a fin de alcanzar "unidades perceptuales" que todos nosotros hemos aprendido que son perceptibles. Los videntes llaman "desnatar" a esta hazaña de la primera atención, porque implica la capacidad de suprimir las emanaciones superfluas y seleccionar cuáles de ellas se deben enfatizar.

Don Juan explicó este proceso tomando como ejem­plo la montaña que veíamos en ese momento. Sostuvo que mi primera atención, al momento de ver la montaña, ha­bía desnatado una infinita cantidad de emanaciones para obtener un milagro de percepción; un desnate que todos los seres humanos conocen porque cada uno de ellos lo ha logrado alcanzar por sí mismo.

Los videntes dicen que todo aquello que la primera aten­ción suprime para obtener un desnate, ya no puede ser re­cuperado por la primera atención bajo ninguna condición. Una vez que aprendemos a percibir en términos de desnates, nuestros sentidos ya no registran las emanaciones superfluas. Para dilucidar este punto me dio el ejemplo del desnate "cuerpo humano". Dijo que nuestra primera atención está totalmente inconsciente de las emanaciones que componen el luminoso cascarón externo del cuerpo físico. Nuestro ca­pullo oval no está sujeto a la percepción; se han rechazado las emanaciones que lo harían perceptible en favor de las que permiten a la primera atención percibir el cuerpo físico tal como lo conocemos.

Por tanto, la meta perceptual que tienen que lograr los ni­ños mientras maduran, consiste en aprender a aislar las emana­ciones apropiadas con el fin de canalizar su percepción caótica y transformarla en la primera atención; al hacerlo, aprenden a construir desnates. Todos los seres humanos maduros que rodean a los niños les enseñan a desnatar. Tarde o temprano los niños aprenden a controlar su primera atención a fin de percibir los desnates en términos semejantes a los de sus maestros.

Don Juan nunca dejó de maravillarse con la capacidad de los seres humanos de impartir orden al caos de la percepción. Sostenía que cada uno de nosotros, por sus propios méritos, es un mago magistral y que nuestra magia consiste en imbuir de realidad los desnates que nuestra primera atención ha aprendido a construir. El hecho de que percibimos en térmi­nos de desnates es el mandato del Águila, pero percibir los mandatos como objetos es nuestro poder, nuestro don má­gico. Nuestra falacia, por otra parte, es que siempre acabamos siendo unilaterales al olvidar que los desnates sólo son reales en el sentido de que los percibimos como reales, debido al poder que tenemos para hacerlo. Don Juan llamaba a esto un error de juicio que destruye la riqueza de nuestros misterio­sos orígenes.

A los desnates les da sentido el primer anillo de poder.

Don Juan decía que el primer anillo de poder es la fuer­za que sale de las emanaciones del Águila para afectar exclusi­vamente a nuestra primera atención. Explicó que se le ha re­presentado como un "anillo" a causa de su dinamismo, de su movimiento ininterrumpido. Se le ha llamado anillo "de po­der" debido, primero, a su carácter compulsivo, y, segundo, a causa de su capacidad única de detener sus obras, de cam­biarlas o de revertir su dirección.

El carácter compulsivo se muestra mejor en el hecho de que no sólo apremia a la primera atención a construir y perpetuar desnates, sino que exige un consenso de todos los participantes. A todos nosotros se nos exige un completo acuerdo sobre la fiel reproducción de desnates, pues la conformidad al primer anillo de poder tiene que ser total.

Precisamente esa conformidad es la que nos da la certeza de que los desnates son objetos que existen como tales, in­dependientemente de nuestra percepción. Además, lo com­pulsivo del primer anillo de poder no cesa después del acuer­do inicial, sino que exige que continuamente renovemos el acuerdo. Toda la vida tenemos que operar como si, por ejem­plo, cada uno de nuestros desnates fueran perceptualmente los primeros para cada ser humano, a pesar de lenguajes y de culturas, Don Juan concedía que aunque todo eso es dema­siado serio para tomarlo en broma, el carácter apremiante del primer anillo de poder es tan intenso que nos fuerza a creer que si la "montaña" pudiera tener una conciencia propia, ésta se consideraría como el desnate que hemos aprendido a cons­truir.

La característica más valiosa que el primer anillo de po­der tiene para los guerreros es la singular capacidad de in­terrumpir su flujo de energía, o de suspenderlo del todo. Don Juan decía que ésta es una capacidad latente que existe en todos nosotros como unidad de apoyo. En nuestro estrecho mundo de desnates no hay necesidad de usarla. Puesto que es­tamos tan eficientemente amortiguados y escudados por la red de la primera atención, no nos damos cuenta, ni siquiera vagamente, de que tenemos recursos escondidos. Sin embargo, si se nos presentara otra alternativa para elegir, como es la opción del guerrero de utilizar la segunda atención, la capaci­dad latente del primer anillo de poder podría empezar a fun­cionar y podría usarse con resultados espectaculares.

Don Juan subraya que la mayor hazaña de los brujos es el proceso de activar esa capacidad latente; él lo llamaba blo­quear el intento del primer anillo de poder. Me explicó que las emanaciones del Águila, que ya han sido aisladas por la primera atención para construir el mundo de todos los días, ejerce una presión inquebrantable en la primera atención. Para que esta presión detenga su actividad, el inten­to tiene que ser desalojado. Los videntes llaman a esto una obstrucción o una interrupción del primer anillo de poder.

El intento es la fuerza que mueve al primer anillo de poder.

Don Juan me explicó que el intento no se refiere a tener una intención, o desear una cosa u otra, sino más bien se tra­ta de una fuerza imponderable que nos hace comportarnos de maneras que pueden describirse como intención, deseo, voli­ción, etcétera. Don Juan no lo presentaba como una condición de ser, proveniente de uno mismo, tal como es un hábito producido por la socialización, o una reacción biológica, sino más bien lo representaba como una fuerza privada, íntima, que poseemos y usamos individualmente como una llave que hace que el primer anillo de poder se mueva de maneras aceptables. El intento es lo que dirige a la primera atención para que ésta se concentre en las emanaciones del Águila dentro de un cierto marco. Y el intento también es lo que or­dena al primer anillo de poder a obstruir o interrumpir su flujo de energía.

Don Juan me sugirió que concibiera el intento como una fuerza invisible que existe en el universo, sin recibirse a si misma, pero que aun así afecta a todo: fuerza que crea y que mantiene los desnates.

Aseveró que los desnates tienen que recrearse incesante­mente para estar imbuidos de continuidad. A fin de recrearlos cada vez con el frescor que necesitan para construir un mundo viviente, tenemos que intentarlos cada vez que los construi­mos. Por ejemplo, tenemos que intentar la "montaña" con todas sus complejidades para que el desnate se materialice completo. Don Juan decía que para un espectador, que se comporta exclusivamente con base en la primera atención sin la intervención del intento, la "montaña" aparecería como un desnate enteramente distinto. Podría aparecer como el des­nate "forma geométrica" o "mancha amorfa de coloración". Para que el desnate montaña se complete, el espectador debe intentarlo, ya sea involuntariamente a través de la fuerza apremiante del primer anillo de poder, o premeditadamente, a través del entrenamiento del guerrero.

Don Juan me señaló las tres maneras como nos llega el in­tento. La más predominante es conocida por los videntes como "el intento del primer anillo de poder". Este es un intento ciego que nos llega por una casualidad. Es como si estuvié­ramos en su camino, o como si el intento se pusiera en el nuestro. Inevitablemente nos descubrimos atrapados en sus mallas sin tener ni el menor control de lo que nos está sucediendo.

La segunda manera es cuando el intento nos llega por su propia cuenta. Esto requiere un considerable grado de propó­sito, un sentido de determinación por parte nuestra. Sólo en nuestra capacidad de guerreros podemos colocarnos vo­luntariamente en el camino del intento; lo convocamos, por así decirlo. Don Juan me explicó que su insistencia por ser un guerrero impecable no era nada más que un esfuerzo por dejar que el intento supiera que él se está poniendo en su camino.

Don Juan decía que los guerreros llaman "poder" a este fenómeno. Así es que cuando hablan de tener poder perso­nal, se refieren al intento que les llega voluntariamente. El resultado, me decía, puede describirse como la facilidad de encontrar nuevas soluciones, o la facilidad de afectar a la gente o a los acontecimientos. Es como si otras posibilidades, desconocidas previamente por el guerrero, de súbito se vol­viesen aparentes. De esta manera, un guerrero impecable nunca planea nada por adelantado, pero sus actos son tan decisivos que parece como si el guerrero hubiera calculado de antemano cada faceta de su actividad.

La tercera manera como encontramos al intento es la más rara y compleja de las tres; ocurre cuando el intento nos permite armonizar con él. Don Juan describía éste estado como el verdadero momento de poder: la culminación de los esfuerzos de toda una vida en busca de la impecabilidad. Só­lo los guerreros supremos lo obtienen, y en tanto se encuen­tran en ese estado, el intento se deja manejar por ellos a vo­luntad. Es como si el intento se hubiera fundido en esos gue­rreros, y al hacerlo los transforma en una fuerza pura, sin preconcepciones. Los videntes llaman a este estado el "in­tento del segundo anillo de poder", o "voluntad".

El primer anillo de poder puede ser detenido mediante un bloqueo funcional de la capacidad de armar desnates.

Don Juan decía que la función de los no-haceres es crear una obstrucción en el enfoque habitual de nuestra primera atención. Los no-haceres son; en este sentido, maniobras des­tinadas a preparar la primera atención para el bloqueo funcio­nal del primer anillo de poder o, en otras palabras, para la interrupción del intento.

Don Juan me explicó que este bloqueo funcional, que es el único método de utilizar sistemáticamente la capacidad laten­te del primer anillo de poder, representa una interrupción temporal que el benefactor crea en la capacidad de armar des­nates del discípulo. Se trata de una premeditada y poderosa intrusión artificial en la primera atención, con el objeto de empujarla más allá de las apariencias que los desnates cono­cidos nos presentan; esta intrusión se logra interrumpiendo el intento del primer anillo de poder.

Don Juan decía que para llevar a cabo la interrupción, el benefactor trata al intento como lo que verdaderamente es: un proceso, un flujo, una corriente de energía que eventual­mente puede detenerse o reorientarse. Una interrupción de esta naturaleza, sin embargo, implica una conmoción de tal mag­nitud que puede forzar al primer anillo de poder a detenerse del todo; una situación imposible de concebir bajo nuestras condiciones normales de vida. Nos resulta impensable que podamos desandar los pasos que tomamos al consolidar nuestra percepción, pero es factible que bajo el impacto de esa interrupción podamos colocarnos en una posición perceptual muy similar a la de nuestros comienzos, cuando los mandatos del Águila eran emanaciones que aún no imbuíamos de signi­ficado.

Don Juan decía que cualquier procedimiento que el bene­factor pueda cesar para crear esta interrupción, tiene que estar íntimamente ligada con su poder personal, por tanto, un benefactor no emplea ningún proceso para manejar el in­tento, sino que a través de su poder personal lo mueve y lo pone al alcance del aprendiz.

En mi caso, don Juan logró el bloqueo funcional del pri­mer anillo de poder mediante un proceso complejo, que combinaba tres, métodos: ingestión de plantas alucinogé­nicas, manipulación del cuerpo y maniobrar el intento mismo.

En el principio don Juan se apoyó fuertemente en la inges­tión de plantas alucinogénicas, al parecer a causa de la persis­tencia de mi lado racional. El efecto fue tremendo, y sin em­bargo retardó la interrupción que se buscaba. El hecho de que las plantas fueran alucinogénicas le ofrecía a mi razón la justificación perfecta para congregar todos sus recursos dispo­nibles para continuar ejerciendo el control. Yo estaba conven­cido de que podía explicar lógicamente cualquier cosa que experimentaba, junto con las inconcebibles hazañas que don Juan y don Genaro solían llevar a cabo para crear las interrup­ciones, como distorsiones perceptuales causadas por la inges­tión de alucinógenos.

Don Juan decía que el efecto más notable de las plantas alucinogénicas era algo que cada vez que las ingería yo inter­pretaba como la peculiar sensación de que todo en torno a mí exudaba una sorprendente riqueza. Había colores, formas, de­talles que nunca antes había presenciado. Don Juan utilizó este incremento de mi habilidad para percibir, y mediante una serie de órdenes y comentarios me forzaba a entrar en un estado de agitación nerviosa. Después manipulaba mi cuer­po y me hacía cambiar de un lado al otro de la conciencia, hasta que había creado visiones fantasmagóricas o escenas completamente reales con criaturas tridimensionales que era imposible que existieran en este mundo.

Don Juan me explicó que una vez que se rompe la relación directa entre el intento y los desnates que estamos construyendo, ésta ya nunca se puede restituir. A partir de ese mo­mento adquirimos la habilidad de atrapar una corriente de lo que él conocía como "intento fantasma", o el intento de los desnates que no están presentes en el momento o en el lugar de la interrupción, eso es, un intento que queda a nuestra dis­posición a través de algún aspecto de la memoria.

Don Juan sostenía que con la interrupción del intento del primer anillo de poder nos volvemos receptivos y maleables; un nagual puede entonces introducir el intento del segundo anillo de poder. Don Juan se hallaba convencido de que los niños de cierta edad se hallan en una situación parecida de receptividad; al estar privados de intento, quedan listos para que se les imprima cualquier intento accesible a los maestros que los rodean.

Después de un periodo de ingestión continua de plantas alu­cinogénicas, don Juan descontinuó totalmente su uso. Sin em­bargo, obtuvo nuevas y aún más dramáticas interrupciones en mí manipulando mi cuerpo y haciéndome cambiar de esta­dos de conciencia, combinando todo esto con maniobrar el intento mismo. A través de una combinación de instrucciones mesmerizantes y de comentarios apropiados, don Juan creaba una corriente de intento fantasma, y yo era conducido a expe­rimentar los desnates comunes y corrientes como algo inima­ginable. El conceptualizó todo eso como "vislumbrar la in­mensidad del Águila".

Don Juan me guió magistralmente a través de incontables interrupciones de intento hasta que se convenció, como viden­te, que mi cuerpo mostraba el efecto del bloqueo funcional del primer anillo de poder. Decía que podía ver una actividad desacostumbrada en mi cascarón luminoso en torno al área de los omóplatos. La describió como un hoyuelo que se había formado exactamente como si la luminosidad fuese una capa muscular contraída por un nervio.

Para mí, el efecto del bloqueo funcional del primer ani­llo de poder fue que logró borrar la certeza que toda mi vida había tenido de que era "real" lo que reportaban mis senti­dos. Calladamente entré en un estado de silencio interior. Don Juan decía que lo que le da a los guerreros esa extrema incertidumbre que su benefactor experimentó a fines de su vida, esa resignación al fracaso que él mismo se hallaba vivien­do, es el hecho de que un vislumbre de la inmensidad del Águila nos deja sin esperanzas. La esperanza es resultado de nuestra familiaridad con los desnates y de la idea de que los controlamos. En tales momentos sólo la vida de guerrero nos puede ayudar a perseverar en nuestros esfuerzos por descubrir lo que el Águila nos ha ocultado, pero sin esperanzas de que podamos llegar a comprender alguna vez lo que descubrimos.


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- La segunda atención.

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Las enseñanzas de don Juan.

Los niveles de atención.

La atención es domar y enriquecer la consciencia a través del proceso de vivir y constituye el logro individual mayor del hombre.

Una de las metas de la enseñanza era desarrollar la segunda atención. Se conseguía mediante un esfuerzo riguroso y sistemático llamado "no hacer". Definía el no hacer, como un acto insólito que emplea a nuestro ser total, forzándolo a ser consciente del segmento luminoso.

Para explicarlo, don Juan, dividió la consciencia en tres segmentos: La primera, es la consciencia con la cual toda persona normal enfrenta la vida, abarca la consciencia del cuerpo físico, es el tonal o del lado derecho. Es la consciencia animal y tiene dominio absoluto sobre nosotros. Los videntes la ven como un intenso resplandor ambarino, en la parte superior del capullo. Esta consciencia consume demasiada energía y tiempo en las acciones e interacciones en la vida cotidiana.

La segunda atención o nagual, o del lado izquierdo, es la única que nos permite crear y la necesitamos para ver nuestro capullo. Esta atención se queda en el trasfondo de nuestra vida a no ser que mediante un entrenamiento deliberado o un trauma accidental, se manifieste. Ella tiene una necesidad inherente de economizar velocidad. Se pone en funciones cuando se utilizan las emanaciones interiores del capullo.

Esta consciencia del lado izquierdo, acelera nuestra comprensión, nos permite enfocar con inconcebible lucidez sólo una cosa a la vez y esto nos vuelve vulnerables. No se puede actuar independientemente mientras se está en ella. Uno tiene que ser ayudado por guerreros que ya hayan obtenido la libertad total
de sí mismos y saben como hay que desempeñarse en ese estado.

El campo de batalla de un guerrero es la segunda atención. Se puede obtener a través del ejercicio de detener el diálogo interno, y una forma de obtenerlo es no enfocar con la mirada, cruzar los ojos, para realzar la visión periférica, y con esto acrecentar la capacidad de concentración.

Para don Juan, la segunda atención tiene dos caras. La primera es la más fácil, es la cara maléfica, sucede cuando las personas la usan para enfocar su atención en cosas de este mundo, como poder, sexo y dinero. La otra es más difícil y ocurre cuando enfocan su atención en cosas que ya no son de este mundo, como el viaje a lo desconocido. Los guerreros necesitan ser absolutamente impecables para alcanzarla.

La tercera atención es una coincidencia de los cuerpos físico y luminoso. Se alcanza cuando el resplandor de la consciencia se convierte en el fuego interior y enciende todas las emanaciones del Águila que está en el interior del capullo del hombre. El logro supremo de los seres humanos, es alcanzar ese nivel de atención y al mismo tiempo retener la fuerza de la vida, sin convertirla en consciencia incorpórea.

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- La primera atención.

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Las enseñanzas de don Juan.

El conocimiento silencioso.

El conocimiento silencioso fue una faceta entera en la vida y actividades de los brujos que vivieron en México en tiempos antiguos. De acuerdo con don Juan Matus, el conocimiento silencioso era el resultado más codiciado por ellos, y lo buscaban a través de cada una de sus acciones y pensamientos.

Don Juan definió el conocimiento silencioso como un estado de la conciencia humana en el que todo lo que es pertinente al hombre es instantáneamente revelado, no a la mente o al intelecto, sino al ser total. Explicó que existe una banda de energía en el universo que los chamanes llaman la banda del hombre, y que dicha banda está presente en los seres humanos. Me aseguró que para los chamanes videntes, quienes ven directamente cómo fluye la energía en el universo, y que pueden ver al ser humano como un conglomerado de campos energéticos en forma de una esfera luminosa, la banda del hombre es un borde de luminosidad compacta que corta transversalmente la esfera luminosa en un ángulo de izquierda a derecha. La totalidad de la esfera luminosa es del tamaño de los brazos extendidos hacia los lados y hacia arriba y, en esa esfera luminosa, la banda del hombre mide quizá alrededor de treinta centímetros de ancho. El conocimiento silencioso, explicó don Juan, es la interacción de energía dentro de esa banda, una interacción que es instantáneamente obvia para el chamán que ha logrado alcanzar el silencio interno. Don Juan dijo que el hombre común y corriente tiene una noción vaga de esta interacción energética. El hombre la intuye y trata de deducir su funcionamiento, de descubrir sus permutaciones. Por otro lado, un chamán recibe una descarga de la totalidad de esta interacción en cualquier momento en que la ejecución de esta interacción sea solicitada.

Don Juan me aseguró que el preludio al conocimiento silencioso es un estado de la percepción humana que los chamanes llaman el silencio interno, un estado libre de pensamientos y verbalizaciones silenciosas, al que los chamanes llaman el diálogo interno.

No importa cuánto se esforzó don Juan por hacerme comprender sus definiciones y explicaciones sobre el conocimiento silencioso, éstas permanecieron siempre oscuras, misteriosas, inescrutables. En su esfuerzo por aclarar aún más este punto, don Juan me dio una serie de ejemplos concretos del conocimiento silencio. El que más me gusto, debido a su alcance y a su pertinencia, es algo que el llamaba los lectores del infinito.

Don Juan continuó explicando que los chamanes que vivieron en México en tiempos remotos, y que establecieron su linaje, fueron capaces de alcanzar el conocimiento silencioso después de haber entrado en su matriz: el silencio interno. Dijo que el silencio interno era un logro de tan tremenda importancia, que lo consideraban la condición esencial del chamanismo.

"El Conocimiento silencioso" Carlos Castaneda


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- El silencio interno.

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Las enseñanzas de don Juan.

El silencio interno.

"Don Juan definió el silencio interno como un estado peculiar de ser en que los pensamientos se cancelan y uno puede funcionar a un nivel distinto al de la conciencia cotidiana. Hizo hincapié en que el silencio interno consistía en suspender el diálogo interno -el compañero perenne del pensamiento- y debido a eso, era un estado de profunda quietud.

-Los antiguos chamanes -dijo don Juan- le llamaron silencio interno porque es un estado en el cual la percepción no depende de los sentidos. Lo que funciona durante el silencio interno es otra facultad que posee el hombre, una facultad que hace de él un ser mágico...

"Siguiendo los racionalismos de los chamanes del México antiguo, don Juan declaró categóricamente que el silencio interno se amontonaba, se acumulaba. En mi caso, luchaba para guiarme a construir un núcleo de silencio interno dentro de mí, y luego añadir a él, segundo a segundo, cada vez que lo practicara. Me explicó que los chamanes del México antiguo descubrieron que cada individuo tenía un umbral diferente de silencio interno en cuanto a tiempo, es decir, que el silencio interno debe ser mantenido por cada uno de nosotros durante el período de tiempo de nuestro umbral específico antes de que funcione.

"-El silencio interno funciona desde el momento en que empiezas a acumularlo -contestó-. Los chamanes andaban detrás del dramático resultado final, el de alcanzar ese umbral individual de silencio. Algunos practicantes muy talentosos necesitan sólo unos cuantos minutos de silencio para llegar a esa codiciada meta. Otros, menos talentosos, necesitan largos períodos de silencio, quizás más de una hora de quietud completa, antes de llegar al resultado tan deseado. El resultado deseado es lo que los antiguos chamanes llamaban detener el mundo, el momento en que todo lo que nos rodea cesa de ser lo que siempre ha sido.

"Ése es el momento en que los chamanes regresan a la verdadera naturaleza del hombre -siguió don Juan-. Los antiguos chamanes también le llamaban libertad total. Es el momento en que el hombre esclavo se convierte en el hombre, el ser libre, capaz de proezas de percepción que son un desafío a nuestra imaginación linear.

"-Los chamanes necesitan un punto de ruptura para que el funcionamiento del silencio interno empiece -dijo don Juan-. El punto de ruptura es como el mortero que mete el albañil entre los ladrillos. Es sólo cuando se endurece el mortero que los ladrillos sueltos se vuelven una estructura.

"Cada chamán que conozco, hombre o mujer, en un momento u otro llega al punto de ruptura de su vida.

-¿Quiere usted decir que sufren algo así como una crisis mental? -pregunté.

-No, no -dijo, riéndose-. Las crisis mentales son para aquellas personas que se entregan a sí mismas. Los chamanes no son personas. Lo que quiero decir es que, en un momento dado, la continuidad de sus vidas tiene que romperse para que se establezca el silencio interno y se haga una parte activa de sus estructuras.

"Es muy, muy, importante -siguió don Juan-, que tú mismo deliberadamente llegues a ese punto de ruptura, o que lo crees, artificiosamente, inteligentemente.

-¿Qué quiere decir con eso, don Juan? -le pregunté, atrapado por su intrigante razonamiento.

-Tu punto de ruptura -dijo-, es descontinuar tu vida tal como la conoces.

"-Creo que todo se reduce a un acto -dijo-. Tienes que dejar a tus amigos. Tienes que despedirte de ellos para siempre. No es posible que continúes en el camino del guerrero cargando contigo tu historia personal y a menos que descontinúes tu manera de vida, no voy a poder seguir con mi instrucción.

-Momento, momento, momento, don Juan -dije-. Tengo que frenarlo. Me pide usted que haga algo demasiado difícil. Para serle muy sincero, no creo que pueda hacerlo. Mis amigos son mi familia, mis puntos de referencia.

-Precisamente, precisamente -comentó-. Son tus puntos de referencia. Por consecuencia, tienen que irse. Los chamanes tienen un solo punto de referencia: el infinito."

Carlos Castaneda: "El lado Activo del Infinito"

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