La Locura controlada
Es posible insistir, insistir como es debido, aunque sepamos que lo que hacemos no tiene caso. Pero primero debemos saber que nuestros actos son inútiles, y luego proceder como si lo supiéramos. Eso es la locura controlada del brujo.
Una vez que un hombre aprende a ver, se halla solo en el mundo, sin nada más que su locura controlada.
Nuestra suerte como hombres es aprender, para bien o para mal. Yo he aprendido a ver y te digo que nada importa en realidad ahora te toca a ti. A lo mejor algún día verás y sabrás si las cosas importan o no. Para mí nada importa, pero es posible que para ti importe todo. Ya deberías saber a estas alturas que un hombre de conocimiento, un guerrero, vive de actuar, no de pensar en actuar.
Por eso un hombre de conocimiento elige un camino con corazón y lo sigue y luego mira y se regocija y ríe; y luego ve y sabe. Sabe que su vida se acabará en un abrir y cerrar de ojos; sabe que él, así como todos los demás, no va a ninguna parte; sabe, porque ve, que nada es más importante que lo demás. En otras palabras, un hombre de conocimiento no tiene honor, ni dignidad, ni familia, ni nombre, ni tierra, solo tiene vida que vivir y en tal condición, su único vínculo con sus semejantes es su locura controlada. Así un hombre de conocimiento se esfuerza, y suda y resuella, y si uno lo mira es como cualquier hombre común, excepto que la locura de su vida está bajo su control. Como nada le importa, un hombre de conocimiento escoge cualquier acto y lo actúa como si le importara. Su locura controlada lo lleva a decir que lo que él hace importa y a actuar como si importara y sin embargo él sabe que no importa; de modo que, cuando completa sus actos se retira en paz, sin pena ni cuidado de que sus actos fueran buenos o malos, o tuvieran efecto o no.
El guerrero considera al mundo como un misterio sin límites, y lo que hacen los hombres como una locura sin nombre.
Todos los actos de los hombres son locura, o más bien son percibidos como locura por quienes ya no creen en el sentido de los actos ordenados por la razón. Los hombres actúan según las reglas que juzgan normales, con fines que estiman necesarios, justos, buenos, y llaman locura a los comportamientos extrarracionales. Volverse loco es perder la razón. Luego, el uso de la razón también es locura: esta normalidad, la razón entera, la explicación racional de las cosas, no es más que locura. Los actos y la vida de los hombres nada significan propiamente: la gente se pasa la vida envejeciendo, y su vida, a pesar de los credos ilusorios a que se afearan, nada significa para ellos ni para nadie.
Los actos de los hombres corrientes son sólo ruido y furor, como dijo Shakespeare El dramaturgo había así intuido que el mundo no es sino un teatro y los hombres actores. El guerrero no percibe las cosas de distinta manera. Sus actos también son locura, pero como él no cree, es una locura controlada.
Con todo el mundo se sirve Don Juan de su locura controlada; todo lo que hace es locura controlada, lo cual no significa que no sea sincero, sino que sus actos son sólo los de un actor. Para mí dice- no hay ni una sola cosa que sea importante, y menos mis actos que los de cualquiera de mis semejantes. A pesar de ello, continúo viviendo porque es mi voluntad... Mi voluntad controla la locura de mi vida.
El guerrero que ha anulado la importancia de las cosas, si escoge vivir, no puede considerarlo como una locura; pero como ejercita una elección que su voluntad dirige, su locura esta controlada. El hombre que está bajo el control de su razón, no se controla; por eso su locura no está controlada, y su lado siniestro no puede apenas ser compensado por su lado alegre: el hombre ordinario no cree estar loco; sus actos son endiabladamente serios! El guerrero elige actuar, debe creer sin creer, como hemos visto. Su acto es puramente gratuito, y él sabe que todos los actos pretendidamente serios son también gratuitos. Tus actos dice Don Juan -, así como, de manera general, los de tus semejantes, te parecen importantes porque has aprendido a pensar que son importantes.
Sí, pero entonces hay que agarrarse a algo. Como ya hemos visto, el guerrero no se agarra a nada; en nada se parece a esa gente que ha pretendido abrumar a su generación haciendo el vacío (qué vacío tan ilusorio!, y qué pérdida de tiempo!) y que, beoda, se agarra a algún mito movilizador, lo que prueba que se ha quedado convertida en hechiceros negros deseosos de creer, es decir, de comer el alimento que trafican sus semejantes.
La locura controlada es el deber creer; la locura no controlada es la creencia. Una cosa es importante cuando se nos ha dicho así y nosotros, solamente, balamos con el rebaño: es el es necesario creer en algo. Pero ACTUAR con todo su ser sin creer y sin conceder la menor importancia a lo que se hace, pero con toda la perfección que da un perfecto control y un perfecto abandono, es un acto de águila solitaria. Es la única manera desinteresada de actuar, y el guerrero debe actuar sin esperar nada a cambio. (Cabe decir que este desinterés nada tiene que ver con un acto caritativo, que da buena conciencia.)
Y este desinterés es vulnerabilidad, y placer sin límites. Si la palabra nobleza tiene sentido, no puede significar más que eso.
Mi risa dice Don Juan- como todo cuanto hago, es real. Pero se trata también de locura controlada, porque es inútil. No cambia nada y, sin embargo, yo siempre río. No habiendo nada más importante que cualquier otra cosa, el guerrero escoge cualquier acción y la ejecuta como si le importase. Su locura controlada le hace decir que concede importancia a lo que hace, le hace actuar como si cada acción la tuviese verdaderamente, y, sin embargo, él sabe que no la tiene. De esta manera, puesto que ha realizado sus acciones, se siente en paz. Que sus acciones hayan sido buenas o malas, acertadas o no, no le concierne en manera alguna.
La locura controlada hace que el guerrero no se ate a nada: El ama aquello que quiere, pero se sirve de su locura controlada para no interesarse... Amar a la gente o hacerse amar por ella no es lo único que podemos hacer en cuanto que hombres. Este amar que nos tira de las orejas no es sino una forma de vampirismo. Amar lo que se quiere y no atarse es también no atar a quién se ama: es la manera más noble de amar. El guerrero puede dar curso libre a sus sentimientos a condición de que no crea, es decir, que no se ate. Sus sentimientos son su locura controlada, deseo sin deseo, y él pasa a otra cosa sin dejar la menor huella.
Y Don Juan añade que su locura controlada se aplica sólo a si mismo y a sus semejantes. En suma, la locura controlada permite pasar a través de la locura de sus semejantes sin ilusión, sin apego; sirve, dice Don Juan, para poder reír siempre.
El guerrero, no perteneciendo ya al mundo y a sus semejantes, escoge, sin embargo, ejercer y, en apariencia, actuar como ellos. La única diferencia radica en que él equilibra su espíritu controlando su locura, mientras que los hombres en general mueren locos.
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