domingo, 29 de junio de 2008

Albert Hofmann: forever young.

La LSD-25: del laboratorio farmacéutico al chamanismo arcaico

En junio de 1938 Albert Hofmann se encontraba en sus laboratorios de Suiza investigando las propiedades uterotónicas y analépticas de los alcaloides del cornezuelo del centeno. Fue entonces cuando sintetizó por primera vez la dietilamida del ácido d-lisérgico (LSD-25). De hecho, Hofmann no andaba mal encaminado: iba buscando un facilitador para las contracciones del parto y acabó por descubrir una sustancia que facilitó el despertar de occidente a una nueva concepción de la vida, a una visión más espiritual e integrada con nuestro entorno.

De todas formas los primeros ensayos que se realizaron con esta sustancia no ofrecieron indicio alguno de sus efectos psíquicos sobre la mente humana: se la dieron a probar a animales de laboratorio, y estos no pudieron ofrecer ningún relato que permitiese entrever su carácter espiritual. En esos momentos la LSD pasó al cajón de sastre de las sustancias sin uso terapéutico. Pero cinco años más tarde Hofmann tuvo una intuición. Sintió que detrás de esa sustancia que habían abandonado se encontraba algo interesante esperándole. Saltándose todos los protocolos de su compañía farmacéutica sacó la sustancia del olvido y, a escondidas, volvió a trabajar con ella. En esa ocasión Hofmann absorbió accidentalmente una "pequeña" dosis del compuesto, presumiblemente vía cutánea, y al poco rato empezó a experimentar unas visiones que le dejaron alucinado. Acababa de dar a luz a la LSD, y a partir de ese momento Albert no la volvería a abandonar jamás.

Quizás otra persona hubiese reaccionado con espanto o incomprensión ante tal experiencia, dejando nuevamente el invento en el baúl de los trastos, pero Hofmann fue lo suficientemente perspicaz como para darse cuenta de lo que tenía entre manos (cosa que viniendo de un ambiente científico tiene su mérito). El hecho diferencial que hizo decantar la balanza en favor del interés de la nueva sustancia se encuentra en la infancia de Hofmann. Albert, en un paseo por los bosques de su Suiza natal, tuvo espontáneamente una experiencia mística en la que se sintió unido con el resto de la naturaleza: los árboles, la luz y él se fundieron por unos instantes que parecían una eternidad en el núcleo oculto de la existencuia que une lo existente. Esta visión duró un espacio de tiempo indefinido, quizás unos segundos, quizás unos minutos. Pero lo más relevante es que Hofmann descubrió que el nexo que nos une con el resto de la Creación se ocultaba detrás de un velo que habitualmente permanecía invisible a la conciencia ordinaria. La experiencia de la infancia marcó profundamente al futuro químico, y sirva un comentario que luego de ella haría: "¿Cómo podía yo comunicar a alguien lo que había visto y sentido? No hay palabras para ello; la magnificencia del mundo natural/espiritual se había mostrado ante los ojos de mi alma. ¿Como compartir algo tan bello a otras personas que ni siquiera conocían la posibilidad de tal experiencia?"

Hofmann identificó la sustancia que acababa de sintetizar como un vehículo que llevaba a las mismas esferas espirituales en las que había estado en su experiencia de la infancia. A partir de ahí la historia de la LSD se entrelaza con las nuevas perspectivas abiertas en el mundo de la psicoterapia, al contar esta con una herramineta que daba acceso real a la mente inconsciente; también se entrelazó, creando una mezcla casi homogenea, con todo el movimiento hippy de los años sesenta, el redescubrimiento de la Naturaleza y la ecología. La LSD, junto con otras sustancias visionarias, también rescataba el antiguo misticismo olvidado en Occidente, poniendo en tela de juicio la moderna concepción materialista del mundo, y posibilitando la creación de experiencias espirituales a voluntad de la persona.

Y del movimiento hippy, la ecología y la psicoterapia, pasando por la antropología, la experiencia que la LSD desvelaba se entroncó con las plantas que utilizaban los chamanes en el mundo arcaico: los enteógenos. En nexo entre el viejo y el nuevo mundo, entre mundo interior y mundo exterior, quedaba aquí para ser asimilado. De hecho Hofmann también participó en el estudio de los Hongos Sagrados empleados en México durante rituales chamánicos, logrando ahislar y sintetizar por vez primera los principios activos de estas setas: la psilocibina y la psilocina. Y puestos a encontrar más virtudes a este infatigalbe científico y humanista, mecionar que Hofmann participó en la serependítica hipótesis del empleo de los alcaloides del cornezuelo del centeno en los rituales mistéricos de la Grecia clásica (trabajo que elaboró junto a R. Gordon Wasson y C.A.P. Ruck).


Albert Hofmann en Barcelona

Albert Hofmann llegó a la ciudad condal por su propio pie. Y a los 91 años de edad. Para poner un ejemplo de su robustez física y mental, diremos que recientemente había pasado por el quirófano para ser operado de unas molestias que sentía en la rodilla. Pocas personas son admitidas en una sala de operaciones a esta edad, y aún menos al tratarse de un problema que no representa un riesgo vital. Pero Hofmann, ante la amenaza de no poder seguir dando sus paseos cotidianos por los bosques de su Suiza natal, decidió poner remedio al asunto: una operación le devolvió la capacidad de seguir paseando por su propio pié, y sin necesidad de bastón.

El preámbulo a las Jornadas fueron varios paseos por Barcelona, una entrevista radiofónica y una cena que se alargó hasta altas horas de la noche. Hofmann no tuvo ningún inconveniente en despalazarse a pie por el barrio antiguo de la ciudad, conversar amigablemente con los comensales, y dedicar los primeros ejemplares de su últimol libro que acababa de ser traducido al castellano y publicado esa misma semana. Hofmann tiene un sentido del humor fino y vital; le gusta la vida y está presente en cada evento que se presenta delante de sus ojos -llegó incluso a sentenciar que "quien se niega a ser feliz no cumple su existencia"-. Tan sólo se torna grave -aunque no derrotista- ante la amenaza de un colaspo ecológico. En la sobremesa de la cena dibujó una curva exponencial que representaba el ritmo trepidante en que se suceden los acontecimientos en el mundo moderno. Observó que en el mundo antiguo la celeridad de los cambios tenía un ritmo pausado, pero que al entrar en el s.XX, la trepidancia se había desatado. Ahora los cambios se sucedían unos a otros sin dejar espacio para asimilar lo que había aportado la última sacudida; en una visión un poco catastrófica de las cosas, se preguntó si esto no nos llevaría a estrellarnos contra nuestra propia ansia de llegar a no se sabe dónde. Algo va a pasar, dijo absorto mientras miraba el papel.


Jornadas Sobre Sustancias Psiquedélicas

El motivo del viaje a Barcelona de Albert Hofmann era doble; por una parte presentó una ponencia en las II Jornadas sobre sustancias psiquedélicas, organizadas por J.Mª Fericgla, y en las mismas Jornadas se presentó el libro que acababa de traducirse al castellano: Mundo interior & Mundo exterior. La ponencia que presentó fue traducida del alemán al inglés por el mismo a su llegada a Barcelona, y versaba sobre la visión espiritual que debería subyacer a toda aproximación a estas sustancias. Curiosamente cabe mencionar que Hofmann está tomando lecciones de castellano, y que durante las Jornadas asistió a todas las ponencias sin necesidad de traducción simultánea -a pesar de que el hablar es algo que aun queda un poco distante para este aprendiz eterno de lenguas y aspectos de la vida-.

Hofmann es una eminencia escondida en su simplicidad. Aparentemente cabría esperar un personaje con opiniones sofisticadas sobre las desvelaciones aportadas por su "hijo problemático", pero nos encontramos una persona llana, con el espíritu ilusionado de un niño, y un tono de voz animado y certero. Ante especulaciones metafísicas, Hofmann responde con los ojos de quien le basta ver a un pájaro volar o oírle trinar, ver la hierba crecer o contemplar una puesta de sol al atardecer.

En la rueda de preguntas, al finalizar su ponencia, cuando alguien le preguntó sobre la farmacopea médica, y en concreto por el Prozac, Hofmann tuvo la gentileza de reconocer públicamente no tener la más mínima idea de qué le estaban hablando. Al especificarle que se trataba de un antidepresivo, el doctor Hofmann observó que debía ser un medicamento cotidiano utilizado por la medicina convencional, pero en cualquier caso no debía ofrecer ninguna luz interior (insight) a la persona que lo ingiriese. En la cena de la noche anterior, Albert comentó que sería interesante estudiar la utilidad de dosis bajas de LSD (20 mcg) para tratar síntomas depresivos, dada la capacidad estimulante, la vertiente "optimista" y la baja toxicidad de la sustancia. Y para mostrar que no hacía la propuesta en el vacío, comentó que había hecho la prueba en sí mismo, y aunque él no presentase un cuadro depresivo, los efectos que siguieron fueron de una alegre percepción y participación en la corriente de la vida.

Aprovechando la corriente psicoterapéutica que surcaba la sala, no se dejó pasar la oportunidad de preguntar al doctor Hofmann si él era partidario de la utilización médica del cáñamo y de los opiáceos. "Pues claro que sí", respondió decidido Hofmann, "pero usted ya sabe que los mórficos se pueden utilizar en medicina desde hace tiempo — aunque con pocas restricciones desde hace menos tiempo— . El caso de los psiquedélicos es más complicado", continuó observando el sabio doctor, "de hecho, estas herramientas son un caso excepcional en el mundo de la medicina: no tienen permiso para utilizarlas ni los médicos mismos. En mi opinión esta ha sido una decisión política, y no basada en criterios médicos."

En lo referente al uso terapéutico de la marihuana, el comentario fue nuevamente decidido y sin vacilación: "¡Pues claro que lo apoyaria! Muchas investigaciones médicas están mostrando que esta planta tiene múltiples aplicaciones en el campo de la medicina. Pero el cáñamo se encuentra más disponible que los psiquedélicos, y me refiero con ello a su disponibilidad para un uso lúdico además del médico."

Y para cerrar el tema de la LSD, la pregunta del siglo: "Tengo entendido que el viaje en bicicleta que usted hizo desde los laboratorios de la Sandoz hasta su casa, intoxicado por los efectos de la LSD, fue bastante desvelador. El ácido que circula ahora por las calles parece que no es de la misma calidad que el que usted elaboraba en su compañía farmacéutica. ¿Dónde cree que se podría encontrar hoy en día LSD de calidad suficiente como para garantizar la iluminación a aquellos que la busquen?"

Albert Hofmann, ni corto ni perezoso, respondió con ironía a la pregunta: "Como usted sabe la elaboración de la LSD está prohibida por las autoridades internacionales, incluso a nivel de investigación. Pero quizás pueda usted encontrar una rendija en este entramado acido-fóbico. Cuando la producción de LSD fue ilegalizada a nivel internacional, la CIA pidió a Sandoz que les entregase todos los stocks que tenía de este material. Puedo decirle que las cantidades no eran pequeñas, y en caso de que no hayan hecho un uso abusivo de ellas pienso que aun deben contar con una buena cantidad en reserva. Si a usted le interesa usar LSD puro quizás pueda pedírselo a ellos."

Personas interesadas por el fenómeno religioso preguntaron a Albert Hofmann sobre el concepto del Creador. Le pidieron si en alguna de sus experiencias extáticas, inducidas por sustancias o acaecidas espontáneamente, había encontrado algo que se parezca a esto que podemos llamar el Creador.

"Esta es una pregunta muy importante", contestó con franqueza Albert Hofmann. "Yo no concibo este concepto como una fuerza personal, como una entidad antropomórfica. Más bien lo veo como un espíritu Creador, como una fuerza espiritual que es la fuente de la que nace nuestro Ser. Con respecto a mis experiencias místicas, y a si he encontrado a esta fuerza Creadora en ellas, he de decir que sin haber tenido un encuentro directo, sí que tengo la sensación de formar parte de ella. Como ser humano me siento una parte de esta fuerza que fluye en el Universo."
La carrera de Hofmann no tan sólo está unida al nacimiento de la LSD, sino que el químico suizo también descubrió la estructura de los alcaloides visionarios de las setas psiquedélicas. Un chico experto en hongos pidió consejo a Hofmann en la sala de estar. Le dijo que años atrás, cuando comía setas, todo aparecía bello, bajo una nueva luz y lleno de significado. Últimamente, lo que sentía era un proceso de desintegración en el que nada quedaba a salvo. Hofmann aplicó su fórmula mágica a la situación: miró fijamente al elfo, y le dijo con voz firme que se fuera al campo a sentir la brisa y que luego, una vez hubiese tomado contacto con la Naturaleza, probase de nuevo una aproximación natural al asunto.

Hofmann, que puede contarse entre los científicos más eminentes del siglo XX, y que al mismo tiempo no cesa de hablar de la necesidad de aportar a la ciencia el conocimiento espiritual desvelado por la LSD, fue interpelado sobre su visión del papel de la ciencia en nuestra sociedad, sobre si ha aportado más problemas que soluciones, al olvidar la relación de nuestra vida con el mundo Natural. Hofmann salió con una fábula en la que contó que cuando él nació en su pueblo natal de Suiza, no había coches en él. Recordó que la vida, la gente, era mucho más feliz entonces que ahora. Luego salió con una disquisición de que no es la ciencia que embrutece y complica la vida de las personas, sino que es el empleo que se da a los descubrimientos de la ciencia lo que puede embrutecer la vida humana. Es la tecnología -al igual que la religión para la espiritualidad- lo que manipula y tergiversa la experiencia y el conocimiento aportado por estas disciplinas.

Cuando alguien le pidió si se había arrepentido nunca de su descubrimiento, Hofmann contestó certero: "¡Cómo habría de arrepentirme! Andaba buscando un medicamento convencional, y resulta que encontré una medicina para el espíritu."

Al finalizar la presentación de Hofmann, J.M.Fericgla, coordinador del evento, le pidió que expresara su opinión sobre el papel que el futuro guarda para los enteógenos. Albert dijo que esperaba que se aprobara su uso para psicoterapia, así como la formación de centros espirituales, al estilo del templo de Eleusis de la Grecia clásica, en los que personas que conociesen la experiencia introdujesen y preparasen a otras personas para la desvelación del mundo místico que se oculta detrás de nuestros embotados sentidos.


Mundo Interior / Mundo Exterior

Si en su primer libro, Historia de la LSD, Albert hace un repaso a los entrecijos del nacimiento mágico de su medicina, así como la reacción ilusionada a la vez que temerosa de la cultura occidental hacia ella, en este segundo libro, Mundo Interior / Mundo Exterior, Hofmann ofrece su aproximación mística a la relación del ser humano con la Naturaleza.

La primera frase del libro dice así: "El planeta Tierra es una esfera azul que, girando sobre sí misma, se desplaza alrededor del sol moviéndose libremente en el espacio. Cada noche, cuando me acuesto, tengo por costumbre traer esta imagen a mi mente antes de conciliar el sueño."

El ánimo de la ciencia, escribe Hofmann, es observar el mundo natural, aquello que nos rodea. Pero da la casualidad que nosotros, nuestro cuerpo y nuestros sentidos, también pertenecen a este mundo natural. Y en nosotros también se produce la transformación mágica de la información que recibimos a través de los sentidos a la experiencia psíquica. Así pues, siendo nosotros mismos Naturaleza, ¿donde iremos a parar considerándonos algo separado de ella?...


Epílogo

"Cuando yo miro una flor en mi jardín", dijo Hofmann, "no tan sólo veo la belleza de sus colores y de sus formas, sino que también imagino toda la compleja bioquímica de su sistema, la interacción entre la planta y su entorno, desde que sus raíces sorben el alimento de la tierra hasta el aroma que desprende para convocar a los insectos... Y el proceso de la fotosíntesis, o la función fototrópica..."

Con esto, creo yo, Hofmann quiso dar a entender que es necesaria una aproximación científica al mismo tiempo que mística al mundo natural. La ciencia aporta la medida, el dibujo del mecanismo interno de las cosas, pero la visión espiritual recuerda que todos los organismos están en relación con su entorno, no tan sólo a nivel de interacción de la materia, sino en un marco que revela su significado, una participación en el mundo. Un enfoque parcial al fenómeno de la vida es a todas luces insuficiente, y para alcanzar una comprensión un poco holística (global) sobre un fenómeno hemos de abrirnos al mundo y dejar de creer que lo único que es real es lo que analizan las máquinas.



sábado, 28 de junio de 2008

El Camino hacia Eleusis.(3)

Parte III:

A continuación tenemos el asunto del secreto. Nada se había escuchado de los hongos sagrados en los círculos cultivados de México desde que los primeros frailes los mencionaron sucintamente en los siglos XVI y XVII. Se ha dicho que los hongos constituían un "secreto" de los indios que habitaban en las serranías del México meridional. Precisamente nuestro pequeño grupo lo puso al descubierto. Pero nosotros consideramos que este secreto nunca lo fue realmente. En las comunidades indias todo el mundo estaba al tanto de los hongos, así como de las semillas de la maravilla. Cualquiera podía, si lo deseaba, aprender el arte de reconocer los hongos sagrados, y muchos lo hicieron. Los hongos eran objeto de cierto intercambio comercial secreto que satisfacía la demanda de los indígenas que se habían instalado en las ciudades y que aún querían "consultarlos".

Originalmente la Iglesia se opuso a su consumo y durante los siglos XVI y XVII el Santo Oficio de la Inquisición intentó erradicar el uso de los hongos entre los nativos al través de enérgicas persecuciones. Por supuesto tales esfuerzos fracasaron, mas la micofobia natural de los españoles, su desdén por las prácticas indígenas, y la actitud paralela de los franceses, alemanes e ingleses que más tarde llegaron a conocer México, provocaron en forma natural una falta de comunicación entre los nativos y los ocupantes extranjeros, sobre todo en los asuntos que se hallaban más próximos al corazón de los indígenas. No es sorprendente que los hongos sagrados, después de los informes fallidos, irremediablemente inadecuados, que dieron de ellos los textos de los primeros frailes, hayan permanecido ignorados para el mundo hasta nuestros propios días. Los indios jamás habrían tomado la iniciativa para hablar de ellos. El "secreto" no era una conspiración de silencio: fue impuesto a los indios por el hombre blanco, por causa de la falta de inteligencia y de curiosidad entre la élite del mundo de los blancos.
El secreto de la antigua Grecia respecto a los misterios eleusinos era en cierta forma diferente.

Las leyes de Atenas convertían en un crimen el hablar de lo que ocurría en el telesterion de Eleusis. Hacia el final del himno homérico a Deméter este silencio es expresamente ordenado a todos los iniciados. En el año 415 a.c. hubo un brote de profanaciones deliberadas de los misterios, por parte del jet set ateniense, al que siguieron enérgicas medidas disciplinarias y la imposición de castigos severos. Pero el secreto era impuesto por algo más poderoso que las leyes de Atenas: dominaba todo el mundo griego y nunca fue seriamente violado. También era ese mismo el que propiciaba su cumplimiento.

Quienes conocían los enteógenos superiores al través de la experiencia personal no se encontraban dispuestos a comentar con extraños lo que les había sido revelado: las palabras no podían transmitir a los forasteros las maravillas de aquella noche y existía siempre el peligro de que los esfuerzos para explicarlas tropezaran con la incredulidad, con las mofas y las bromas, que parecerían sacrílegas a los iniciados y los ofenderían en lo más íntimo de su ser. Quien ha conocido lo inefable se resiste a embarcarse en explicaciones: las palabras son inútiles.

Hasta donde podemos saberlo, en cada aspecto lo que sucedía en Eleusis coincide con la experiencia enteogénica de México, aunque en un punto importante el rito mexicano va mucho más lejos que el de Eleusis. Ambos participan de la gran Visión (una "Visión" que abarca todos los sentidos y las emociones), pero en México los hongos sagrados, y los demás enteógenos superiores, sirven también como oráculos. Los hierofantes de Eleusis atendían a un nuevo grupo de iniciados cada año y estos grupos eran numerosos. Con las limitaciones impuestas por tal procedimiento, los enteógenos no podían ser consultados por los individuos ni por el Estado respecto a asuntos graves en que precisaran de consejo. En cambio, en México los enteógenos son consultados en vez cuando sobre toda clase de asuntos delicados. Las cuestiones que se plantean a los hongos deben ser serias: si son frívolas o intrascendentes ,es probable que el suplicante reciba una tajante, reprimenda. Entre los indios que conservan las creencias tradicionales la fe en los hongos es absoluta. Cuando el suplicante ha respetado todos los tabúes, cuando la velada se celebra en las condiciones apropiadas de' oscuridad y de silencio, y cuando se presentan las preguntas con un corazón puro, los hongos no mentirán. Eso dicen los indios. Y según las flacas evidencias de que uno de nosotros dispone, puede ser que tengan razón.

Hacia el final del siglo pasado el mundo supo del peyote, y apenas mediado el presente las propiedades enteogénicas de las semillas de la maravilla fueron identificadas por Richard Evans Schultes. Poco después los hongos sagrados de México recibieron la estima pública que merecían, merced al descubrimiento y a los escritos de Roger Heirn y de uno de nosotros. La pista les fue señalada por un botánico, Blas Pablo Reko, y por un antropólogo, Robert J. Weitlaner. Ahora nosotros tres estamos presentando al mundo moderno lo que bien puede ser la clave para el enigma de los misterios eleusinos. El vínculo que une el grano de Triptólemo con la experiencia etérea de Eleusis, fácil y seguramente obtenible del cornezuelo, es tan justa, natural y poéticamente satisfactorio, cumple de tal manera punto por punto con el mito de Deméter y Perséfone, que ¿acaso no estamos virtualmente obligados a aceptar esta solución?

Nuevas sendas se abren para la investigación. Por ejemplo: las emperatrices de Bizancio, cuando estaban embarazadas, vivían en una habitación tapizada con pórfido, de manera que su progenie naciera "en la púrpura" (pórfido = púrpura). Esta "púrpura" ¿era el color del Claviceps purpurea y tenemos aquí un florecimiento póstumo de la Deméter de túnica púrpura y de Hades-el-decabello-púrpura? En Europa los códices más antiguos se escribieron en vitela púrpura. ¿Fue así porque solamente el color más excelso era digno de, digamos, "De civitate De¡", de San Agustín? Mediante el reflejo de una genuflexión los valores del mundo pagano pervivirían entonces bajo las bendiciones del cristianismo.





El Camino hacia Eleusis.(2)

Parte II

Un estudioso de Grecia que escribió hace apenas medio siglo, no vaciló en calificar de "trivial y absurdo" el culto a Deméter en Eleusis, aunque, según añadía, "no puede haber duda de que fue muy importante para satisfacer la faceta emocional de los instintos religiosos de los griegos. Su equivalente moderno es quizás el Ejército de Salvación".
Esperamos que nuestras propias comparaciones sean menos extravagantes que la suya. En nuestra generación disfrutamos la ventaja de haber redescubierto la experiencia enteogénica. Además, el valor de la colaboración interdisciplinaria estriba en que nos permite el acceso a conocimientos que de otra manera probablemente quedarían fuera del alcance de los especialistas. Nuestro esfuerzo conjunto ha arrojado una respuesta definitiva a nuestro problema: ha preparado el terreno para reexaminar muchas de las opiniones tradicionales acerca de los griegos de la antigüedad clásica y de su literatura trágica en honor del dios Dionisos.
El testimonio antiguo sobre Eleusis es unánime y preciso. Eleusis era la experiencia suprema en la vida de un iniciado. Lo era en un sentido tanto físico como místico: temblores, vértigo, sudor frío, y después una visión que convertía cuanto hubiese sido visto antes en una especie de ceguera; un sentimiento de asombro y sobrecogimiento ante un resplandor que provocaba un silencio profundo, pues lo que acababa de ser visto y sentido jamás podría ser comunicado: las palabras no se encontraban a la altura de tal tarea. Tales síntomas corresponden inequívocamente a la experiencia producida por un enteógeno. Para llegar a tal conclusión basta con mostrar que los racionales griegos, y ciertamente algunos de los más inteligentes y célebres entre ellos, eran capaces de experimentar tal irracionalidad y de entregarse por entero a ella.
La experiencia de Eleusis difería de la festiva embriaguez de los amigos en un symposion, o de la borrachera desenfrenada del komos en los festivales de drama. Eleusis era algo para lo que incluso el éxtasis menádico de las mujeres en la montaña era apenas una preparación parcial. De diversas maneras también otros cultos griegos escenificaban aspectos de la antigua comunión practicada entre los dioses y los hombres, entre los vivos y los muertos, pero era únicamente en Eleusis donde la experiencia ocurría con abrumadora irrevocabilidad: solamente allí se cumplía el gran designio de la doncella rediviva con su hijo concebido en la muerte y de la espiga de cebada que como ella había retoñado bajo la tierra. Mediante tal resurrección se validaba la continuidad de todo aquello que era más preciado para un griego: aquellas formas de vida civilizadas que, más allá de la constitución de cada ciudad, eran el legado de Grecia, emergidas del primitivismo original de la misma manera que también toda vida provenía del benéfico acuerdo con el señor de la muerte. Por supuesto aquí se encuentra un mito rico y complejo, lleno de contradicciones como todos los mitos de una edad iletrada en que uno decía una cosa y otro otra y un tercero otra distinta, mas de alguna manera al final armonizaban en un todo: un mito que para los griegos explicaba el principio y el fin de las cosas.

Meses de aprendizaje y de rituales precedían a la revelación en la noche de los misterios; cada actividad iba anticipando con mayor detalle el significado y la sustancia, las ramificaciones completas de la visión que aguardaba adelante. Al final los iniciados se sentarían en las gradas de la sala de iniciación. Todo estaba cumplido entonces, excepto el final. Habían aprendido la versión secreta del mito sagrado, se habían bañado en el mar, abstenido de ingerir varios alimentos y bebidas tabúes,- sacrificado un puerco, realizado la larga marcha desde Atenas por la Vía Sacra, y ejecutado el peligroso cruce de la última barrera de agua antes de llegar a la ciudad de sus anfitriones eleusinos. Fuera de los muros del santuario se celebraba un baile durante toda la noche, al lado del Pozo de la Doncella, sobre el mismo suelo que la diosa había pisado.

A continuación venía la firme y trascendental entrada al territorio prohibido que se extendía allende la caverna que constituía una entrada al Hades y la roca donde Deméter se había sentado a llorar su dolor. En la cámara de iniciación se celebraba la última danza ceremonial de las sacerdotisas portando el cáliz de grano sobre la cabeza mientras mixturaban y distribuían la pócima sagrada: el fragante blechon, la hierba menospreciada, vinculada con la naturaleza ¡lícita del rapto, se sumergía en agua, a la que se agregaba una pizca de harina de cebada procedente de la llanura Rariana, adyacente a Eleusis. El potencial de la cebada como alimento básico de la humanidad dependía de que fuera posible mantener a raya el avance de la purpurina forma degenerativa, que podría hacerla volver al estadio en que era inservible, como cizaña infestada de roya. Al igual que el blechon, la cizaña también se encontraba vinculada con el primitivismo y con los modos de vida previos a que las instituciones de la sociedad llevaran al hombre a una forma de existencia superior. Los iniciados bebían de esas dos plantas v después aguardaban expectantes la redención, al tiempo que el hierofante entonaba las antiguas palabras. Entonces, de pronto, se hacía la luz y los confines de este mundo estallaban al tiempo que las presencias espirituales se hacían sentir entre los iniciados y la sala era inundada por un radiante misterio.
De principio a fin se escenificaba allí un drama sagrado en que tanto los iniciados como los oficiantes tenían un papel que desempeñar, hasta que acababan por experimentar como actores lo inefable; la totalidad de sus sentidos y emociones se veía sacudida por lo que de allí en adelante sería por siempre lo inexpresable.

A medida que los iniciados pasaban por las dilatadas ceremonias iban siendo partícipes de numerosos secretos, -pero los hierofantes se habrían bien preocupado por mantener apartado de ellos el Secreto de los Secretos: el agua sagrada de la pócima había ya absorbido del cornezuelo inmerso en ella la dosis apropiada de ergina y de ergonovina, según llamamos hoy a estas sustancias. Y ciertamente a lo largo de los siglos los híerofantes buscarían maneras de mejorar su técnica, sus fórmulas. En el curso de esos dos milenios, ¿no podrían haber descubierto una clase de cornezuelo que contuviera solamente los alcaloides enteogénicos, así como en la época moderna se ha encontrado que sucede con el cornezuelo del Paspalum distichum? Sin duda otros herbolarios ajenos a las familias de los hierofantes deben haber compartido estos descubrimientos, y debe haber sido su conocimiento lo que favoreció la proliferación de sacrilegios en el año 415 a.c. Jamás se conocerá en detalle la historia de aquellos acontecimientos, pero de seguro allí hubo una historia que contar.

En las culturas letradas el conocimiento de los herbolarios -el conocimiento de las propiedades de las plantas y de su uso- es siempre un corpus de sabiduría secreta que se transmite oralmente de un herbolario a un aprendiz, y en ocasiones de un herbolario a otro. Se requieren años de aprendizaje antes de que alguien comience a ejercer por su propia cuenta, y jamás puede considerarse que aquél ha concluido. Hay que estar al tanto de cuestiones de dosificación, efectos secundarios, ingredientes vegetales benéficos que se convierten en veneno cuando se toman en exceso. En México, fray Bernardino de Sahagún y Francisco Hernández fueron españoles de gran talento que invirtieron infinitos esfuerzos y tiempo para aprender de los indios las virtudes de varias plantas mexicanos. Mas se trataba de europeos que no conocían el mundo de las plantas americanas, Y en su ámbito europeo no eran ciertamente lo que pudiéramos llamar botánicos o herbolarios. Sus intenciones eran buenas, pero su ignorancia era completa. Lo que tienen que decirnos acerca de los enteógenos es pueril. Pudieron haber probado los enteógenos, pero prefirieron no hacerlo: desperdiciaron la oportunidad. ¡Qué historia tan diferente nos habrían contado si hubiesen vivido algunos años como aprendices de los sabios indios!

En el himno homérico a Deméter, cuando la diosa llega a Eleusis, exhausta y desconsolada por la pérdida de su hija Perséfone, le ofrecen una copa de vino que ella rechaza. Ya que cada episodio en este poema posee un sentido mítico, parece ser que la bebida alcohólica no iba bien con la ingestión de la pócima divina llamada kykeon. Las dos clases de embriaguez eran incompatibles. En éxito, quienes se disponen a tomar los hongos saben que deben abstenerse de tomar bebidas alcohólicas durante cuatro días antes e la velada, nombre con que se designa la esión de los hongos. La embriaguez alcohólica profanaría, envilecería la libación divina, lo mismo en México que en Grecia.

Los misterios eleusinos se hallaban exclusivamente en manos de las familias de los umólpidas y de los Ker-ykes. Durante casi os milenios los hierofantes gobernaron con autoridad autocrática los ritos de Eleusis. En contraste, en la tierra de los hongos sagrados n México, cada pueblo tiene sus sabios que son los custodios del rito. (En algunas remotas aldeas mixes cada familia toma por sí misma los hongos cuando siente que los necesita, sin la guía de un sabio. No sabemos si esta práctica informal del país mixe constituye una degeneración del rito o la supervivencia de un procedimiento arcaico anterior.) En Grecia los "iniciados" tomaban la poción solamente una vez en la vida, de manera que no podían comparar experiencias sucesivas. En México uno puede consultar los hongos cada vez que se presenta un conflicto familiar grave. Algunos indios deciden no tomarlos nunca; otros lo hacen solamente una vez; otros más lo hacen de manera intermitente. A quien participa por primera vez en la experiencia se le advierte constantemente que la ingestión del enteógeno es algo en extremo "delicado", con una connotación de grave peligro.

Tanto en Eleusis como en México algunos comestibles quedaban proscritos durante cierto tiempo o antes de la gran noche. Es imposible comparar las exclusiones dictarias, pues los alimentos en uno v otro lugares son muy diferentes, pero en ambos casos los huevos"' eran tabú. El ayuno era practicado en Grecia y también en México, desde la mañana y a lo largo del día: en uno y otro sitios 'se llegaba a la noche con el estómago vacío círculos aristocráticos del México pre-cortesiano se acostumbraba beber el nutritivo chocolate espolvoreado con los hongos embriagadores: así se rompía el ayuno en el momento en que se iniciaban los acontecimientos nocturnos. Debido al silencio que guardaron todos los que tomaron parte en los misterios, en los escritos del período de esplendor de Eleusis difícilmente se encuentra algún indicio de lo que allí acontecía; pero en los primeros siglos de la era cristiana, cuando Eleusis se hallaba en decadencia, es posible descubrir unas cuantas menciones, oscuras, inhibidas, que nos permiten algunos atisbos inciertos. Así encontramos la referencia a una colación que se servía a los iniciados: una gran torta llamada pelanos, preparada con cebada y trigo cosechados en la sagrada llanura Rariana, se partía en pedazos y las porciones eran servidas a todo el mundo.

En las fuentes se dice que entre los iniciados surgía un vínculo de alianza y amistad, y algunos han sugerido que dicho vínculo se originaba en la colación que todos compartían. No resulta incompatible con los textos griegos suponer que dicha colación equivalía al rompimiento del ayuno en México, con el pelanos en lugar del chocolate. Mas seguramente los lazos de alianza y amistad nada tenían que ver con este alimento: nada tan simple habría sido suficiente. El avasallador efecto de esa noche bajo la influencia de un enteógeno hace brotar naturalmente el sentimiento de haber compartido una experiencia supranatural que jamás podrá ser olvidada; un sentimiento de cofradía, de hermandad. Dos de nosotros hemos conocido esto personalmente en México: quienes coparticipan en .una velada, con el espíritu y -en, las, circunstancias apropiadas, viven una experiencia sobrecogedora y en su interior sienten germinar el vínculo que los une con los compañeros de esa noche de las noches, que pervivirá por tanto tiempo como dure su existencia. Creemos que es de ahí de donde procede ese lazo de alianza y amistad del que las fuentes griegas hablan oscuramente.




El Camino hacia Eleusis.

No se puede mostrar la imagen “http://www.imaginaria.org/images/arte/hongos/grecia1.jpg” porque contiene errores.

Parte I: "Una Pregunta Inquietante"


En Julio de 1975 me encontraba visitando a mi amigo Gordon Wasson en su residencia de Danbury, cuando repentinamente él me planteó la pregunta siguiente: ¿Creía yo que el hombre primitivo, en la antigua Grecia, podría haber descubierto algún método para aislar un enteógeno a partir del cornezuelo que pudiese haberle proporcionado una experiencia comparable a la que da la LSD o la psilocibina? Le respondí que bien podría haber sido así y prometí enviarle, después de que lo hubiere pensado mejor, un comentario sobre nuestros conocimientos presentes acerca del tema; los cuales, según yo sospechaba entonces, apoyarían mi posición tentativa. Han pasado dos años, y ahora he aquí mi respuesta.

Cornezuelo es el nombre castellano de un producto fúngico, el esclerocio de un hongo que los micólogos conocen como Claviceps purpurea (Fr.) Tul. Es un parásito del centeno y de otros cereales como la cebada v el trigo, así como de algunos pastos silvestres. Otras especies del género Claviceps, como C. paspali Stev. y Hall, C. iiigricans Tul. y C. glabra Langdon, entre otras, parasitai-i muchas clases y variedades de pasto. El cornezuelo mismo carece de una composición química uniforme: se presenta en razas "químicas" o "biológicas" que difieren entre sí sobre todo por la composición de los alcaloides que contienen. (Los químicos definen los alcaloides como sustancias alcalinas que contienen nitrógeno y que representan los principios activos, desde un punto de vista farmacológico, de numerosas plantas.) Así, en Suiza existen tres variedades de cornezuelo de] centeno:
1) En la planicie suiza una que contiene sobre todo el alcaloide ergotamina;
2) En el Valais una con alcaloides del grupo de la ergotoxina, y
3) En los Grisones una que no contiene alcaloides. Además, en otras clases de cornezuelo -del trigo, de la cebada, del mijo, de la cizaña, etcétera- existen grandes variaciones en cuanto a los alcaloides que contienen, a veces según la localización geográfica.

Con mucho, el más importante de todos los tipos de cornezuelo es eI del centeno, un cuerpo pardo-violáceo que aparece en las espigas y provoca la hipertrofia del grano. En inglés al cornezuelo del centeno se le llama horned rye, spiked rye, spurred rye, y más comúnmente ergot of rye, que es una traducción del término francés ergot de seigle (en la nomenclatura científica, Secale cornutum). La palabra ergot aparece definida en el Petit Larousse como "petit ongle pointu derriére le'pied du coq" ("pequeña uña puntiaguda en la parte posterior de la pata del gallo") mas la procedencia del término francés ergot es incierta. Otras designaciones francesas son blé cornu, seigle ergoté, seigle ivre. Parece ser que en alemán hay más variantes que en otras lenguas: Mutterkorn, Rockeiimutter, Afterkorn, Todtenkorn, Tollkorn y muchas más. En el folklore germano existía la creencia de que cuando el cereal ondulaba con el viento la madre de los granos (un demonio) pasaba por el campo; sus hijos eran los lobos del centeno (el cornezuelo). De acuerdo con nuestro argumento observamos que dos de los nombres mencionados, seigle ivre ("centeno embriagado") y Tollkoriz ("grano enloquecido") dejan ver un conocimiento de los efectos enteogénicos del cornezuelo. Esta conciencia popular de las secuelas del cornezuelo sobre la mente muestra un conocimiento íntimo de sus propiedades, al menos entre los herbolarios, profundamente arraigado en las tradiciones europeas.El cornezuelo de centeno tiene un pasado histórico. Otrora un veneno temible, ha llegado a convertirse en una rica fuente de valiosos productos farmacéuticos.

Durante la Edad Media hubo en Europa extrañas epidemias en que millares de personas perdieron la vida, provocadas por el pan elaborado con centeno contaminado por el cornezuelo. Dichas epidemias se presentaban en dos formas: el ergotismus convulsivus, caracterizado por síntomas epileptiformes y convulsiones nerviosas, y el ergotismus gangraenosus, en el que un rasgo dominante eran las manifestaciones gangrenosas que causaban la momificación de las extremidades. El ergotismo se conocía también como ignis sacer ("fuego sagrado") o como "fuego de San Antonio", porque San Antonio era el patrono de una orden religiosa fundada para prestar atención a las víctimas de dicha enfermedad. La causa de tales epidemias -pan contaminado con el cornezuelo- se descubrió apenas en el siglo XVII, y a partir de entonces los brotes de envenenamiento por el cornezuelo del centeno han sido sólo esporádicos.
El cornezuelo fue mencionado como un remedio por primera vez en 1582, por el médico alemán Adam Lonitzer, quien informó que las comadronas lo utilizaban para inducir los alumbramientos. La primera comunicación científica sobre las aplicaciones del cornezuelo como un agente uterotónico fue presentada en 1808 por el médico estadunidense John Stearns: "Account of the pulvis parturiens". Pero ya en 1824 el doctor David Hosack, también estadunidense, reconoció los peligros de utilizar el cornezuelo para apresurar los partos, y recomendó que la droga fuese empleada solamente para inhibir la hemorragia post partum. De esa fecha en adelante el cornezuelo ha sido usado en obstetrícia, sobre todo con dicho propósito.' (El tal doctor Hosack fue un hombre eminente. Era el médico de muchos de los neoyorquinos distinguidos de la época, y acompañó a Alexander Hamilton a Weehawken, en ocasión de su trágico duelo con Aaron Burr. Esto llegó a mi conocimiento al través de la admirable biografía de Hosack que escribió Christine Robbins.)
El último y el más importante capítulo en la historia del cornezuelo lo examina como una rica fuente de alcaloides con aplicaciones farmacológicas. Más de treinta alcaloides han sido aisla dos del cornezuelo y es improbable que puedan ser descubiertos muchos más. Cientos de modificaciones químicas de dichos alcaloides naturales han sido' preparadas e investigadas desde el punto de vista fármaco lógico. Hoy en día todos esos alcaloides también pueden ser obtenidos mediante síntesis total.
Los alcaloides con aplicaciones medicinales más importantes proceden del cornezuelo del centeno. El primero que tuvo un uso terapéutico amplio fue la ergotamina, que A. Stoll aisló en 1918. La ergotamina es el ingrediente esencial de preparados farmacéuticos como el Cafergot y el Bellergal, medicamentos que se utilizan contra la migraña y los trastornos nerviosos. Dos preparados modernos especialmente útiles son la Hydergina, desarrollada por A. Stoll y A. Hofmann en los laboratorios Sandoz, de Basilea, que contiene alcaloides de ergotoxina hidrogenados y se emplea en el tratamiento de algunas alteraciones geriátricas, y el Dihydergot, que contiene dihidroergotamina como ingrediente activo y se utiliza en la terapéutica de trastornos circulatorios.
Las investigaciones sobre el alcaloide ergonovina, que es el principio uterotónico específico del cornezuelo, soluble en agua, son de especial importancia para los asuntos que estamos tratando. En 1932 H. W. Dudlev y C. Moir descubrieron, en Inglaterra, que los extractos del cornezuelo hidrosolubles, que no contenían ninguno de los alcaloides insolubles en agua del tipo ergotamina-ergotoxina, inducían una intensa actividad uterotónica.
Esta observación llevó, tres años después, al aislamiento del alcaloide causante de dicha acción, en forma simultánea en cuatro diferentes laboratorios que lo llamaron "ergometrina", "ergobasina", "ergotocina" y "ergostetrina", respectivamente. La Comisión de la Farmacopea Internacional propuso un nombre que fuera aceptado internacionalmente para reemplazar a tales sinónimos: esto es, idergonovina".

En 1937, a partir de ácido lisérgico natural preparé la ergonovina, que por su composición química es la propanolamida del ácido lisérgico como se muestra en la imagen. El ácido lisérgico es el núcleo común de la mayoría de los alcaloides del cornezuelo. Se extrae de cultivos especiales de cornezuelo, y en la actualidad también sería posible prepararlo mediante una síntesis total, si no fuese porque tal procedimiento es demasiado caro. Yo utilicé el método desarrollado para la síntesis de la ergonovina con el objeto de preparar numerosas modificaciones químicas de dicha sustancia. Uno de estos derivados de la ergonovina, en parte sintéticos, fue la butanolamida del ácido lisérgico. Hoy en día se utiliza en obstetricia con el nombre comercial de Methergina para contener la hemorragia post partum y prácticamente ha reemplazado a la ergonovina.




Para saber más sobre Albert Hofmann ver también:

Albert Hofmann: forever young.

Para saber más sobre los misterios de Eleusis ver también:

El mensaje de los Misterios Eleusinos para el mundo de hoy.


viernes, 27 de junio de 2008

Sócrates: Conócete a Ti Mismo.

En alguna parte del templo de Delfos, dedicado al dios Apolo, se hallaba la inscripción "conócete a ti mismo", "γνῶθι σεαυτόν"(Gnothi seautón). Esta advertencia tenía por objeto incitar al hombre a reconocer los límites de su propia naturaleza y a no aspirar a lo que es propio de los dioses. El exceso, la desmesura, la "hybris" es castigada por los dioses como la más grave falta que el hombre pueda cometer. Apolo es el dios de los sueños y las profecías (el oráculo de Delfos era el más visitado de toda Grecia), el dios de la claridad y la belleza, y, sobre todo, el dios de la estabilidad, de la medida, de la forma, de lo limitado. Nada tiene de extraño que en el templo a él dedicado, se halle esta inscripción que nos invita a evitar los excesos reconociendo nuestros propios límites.
Sócrates, que puede ser considerado como el fundador de la ética, de la ciencia de la moral, se sirvió en sus enseñanzas de la inscripción délfica. El sentido que para él tiene este lema está en relación no sólo con el reconocimiento de nuestros límites, de nuestra ignorancia, sino también con su afirmación de que la virtud reside en el conocimiento. Vayamos por partes.

Sócrates nació en Atenas en el 470 o el 469 a.C., hijo de Sofronisco, de oficio cantero o escultor, y Fenáreta, comadrona. Que su madre tuviera por nombre Fenáreta y se dedicara a asistir en los partos es difícil de creer, pues Fenáreta significa "la que da a luz a la virtud", y sin embargo parece que era verdad. La atracción que Sócrates ejerció entre sus contemporáneos no se apoyaba, sin duda, en un físico agraciado. Muchas veces fue comparado con un sileno o un sátiro, por sus ojos saltones, nariz chata y respingona, labios gruesos y carnosos y una tripa considerable. Los antiguos narran una anécdota según la cual un adivino sirio, Zopiro, sin tener conocimiento de quién era Sócrates, le dijo que su rostro le denunciaba como estúpido y libidinoso; ante tal disparate los espectadores se rieron, pero Sócrates confesó que era verdad y que sólo la educación le había permitido superar estas malas inclinaciones. En este mismo sentido Platón lo comparaba con los silenos, por fuera grotescos y por dentro llenos de dioses.
La juventud de Sócrates coincide con el esplendor de la Atenas de Pericles, que finaliza con la guerra del Peloponeso (431 a.C.), originada por la rivalidad entre Corcira y Corinto, apoyadas, respectivamente, por Atenas y Esparta. La guerra se interrumpió y se reanudó por dos veces hasta acabar con el desastre de la escuadra ateniense en Egos Pótamos (404 a.C.), derrotada por Lisandro. Sócrates intervino en esta guerra y mereció grandes elogios por su valor y sangre fría.
La guerra le hizo perder toda su fortuna, que no era mucha pero le permitía vivir modestamente sin preocupaciones. De la necesidad hizo virtud: frente al lujo que permitía la prosperidad comercial de Atenas, él oponía el ejemplo de una vida austera. Viendo la abundancia de objetos que se exhibían en los comercios, exclamó: "¡Cuánto es lo que no necesito!". Vivía y vestía muy pobremente, no dando ninguna importancia a las apariencias (claro, que los que no le querían bien le llamaban "el que no se lava").
Casado con Xantipa, su vida conyugal no era un modelo de armonía. Nietzsche lo pone como ejemplo de la contradicción que se da entre los términos "filósofo" y "casado". Son numerosas las anécdotas que muestran a Xantipa haciendo la vida imposible a su marido, y éste, con pleno dominio de sí mismo, aguantándolo todo. Alcibíades le dijo que cómo soportaba a Xantipa siempre injuriándole; Sócrates le contestó: "Pues lo mismo que uno se acostumbra al ruido continuo de una polea de pozo, como tú aguantas el graznido de tus gansos"; "Pero -le interrumpió Alcibíades- me dan huevos y crían"; "También me da a mí Xantipa hijos -terminó el filósofo-".

El dominio de sí mismo, la doma de las pasiones, es uno de los grandes temas socráticos. "¿En qué se diferencia de una bestia el hombre sin dominio de sí e incontinente?", se pregunta Sócrates. Se trata de una idea que aparece por primera vez con él, pues en el mundo homérico los héroes dejan brotar sus pasiones e instintos violentos sin este control. Por el contrario, Sócrates incluso cuando bebía -no por afición sino por costumbre social- mantenía pleno autodominio. Se decía que bebiendo era capaz de tumbar a cualquiera, pero nadie le vio nunca borracho. Todos sus apetitos y pasiones los tenía bajo estricto control.

Aunque siempre vivió en Atenas, nunca aspiró a ningún cargo oficial en la ciudad. Rehusó tomar parte activa en la política. Sin embargo, los problemas a los que dedicó toda su atención fueron los que conciernen al hombre y a la ciudad: la cuestión de la virtud y de la justicia. Su respeto por la ley y su actitud crítica frente a lo que él consideraba injusto, le ocasionaron numerosas enemistades. Cuando se estableció la oligarquía de los Treinta tiranos, éstos, que ambicionaban las propiedades de algunos ricos ciudadanos, ordenaron a Sócrates y a otros cuatro más arrestar al rico León de Salamina, para ejecutarlo. Los otros obedecieron y León fue arrestado y muerto, pero Sócrates se negó a ser participe de semejante violencia y, simplemente, se fue a su casa. Nada le pasó gracias a la contrarrevolución que restauró la democracia en Atenas.
Sabido es, además, que gustaba del diálogo y la conversación, pero no sólo por pasar el rato, sino con intención de buscar la verdad, el bien y la justicia. Como un "tábano" picaba a sus conciudadanos para que abrieran los ojos ante la ignorancia, que es fuente de todos los males e injusticias.

La cuestión es que su actitud no gustaba a todos. Ya en democracia, en el año 400-399 a.C., el comerciante Ánito, el poeta Meletos y el orador Lycón presentaron ante el tribunal de los Quinientos una acusación contra Sócrates en la que le culpaban de impiedad. El texto de la acusación dice: "Esta acusación está presentada bajo juramento por Meleto, hijo de Meleto, del demo de Pito, contra Sócrates hijo de Sofronisco de Alópece. Sócrates es reo del delito de no reconocer a los dioses que el Estado reconoce y de introducir otras nuevas divinidades. Es también reo del delito de corromper a la juventud. El castigo que se pide es la muerte". También la postura política de Sócrates, crítica con respecto al régimen democrático, contribuyó a esta acusación, pero como la restaurada democracia había declarado una amnistía, no pudieron presentar cargos políticos contra él. En la segunda votación, Sócrates fue condenado a beber la cicuta por 368 votos frente a 141. Pudo haberse librado de la muerte con ayuda de sus amigos que le facilitaban la fuga, o aceptando una multa o el destierro, pero prefirió quedarse en Atenas y atenerse a la ley. Según la ley ateniense el mismo acusado podía proponer una pena menor y los jueces votaban de nuevo. Pero Sócrates no estaba dispuesto a considerarse culpable, y su contrapropuesta fue que ya que había contribuido al bien de la ciudad, se le deberían garantizar comida gratis en el Pritaneo, privilegio concedido sólo a los vencedores olímpicos y otros que habían honrado al Estado. Según Platón su contrapropuesta fue una multa de una mina. En cualquier caso, su actitud desdeñosa y altiva ante el tribunal contribuyó a aumentar el número de votos en su contra en esa segunda vuelta.

Su ejecución se retrasó un mes al coincidir con un momento en que las leyes religiosas prohibían matar a nadie. Había que esperar el retorno de la nave que había ido a las fiestas de Delos. Durante este período, Sócrates fue enviado a prisión; allí tienen lugar las conversaciones que Platón narra en el Critón y en el Fedón (el proceso seguido contra él lo recoge en la Apología de Sócrates). Su entereza y serenidad ante la muerte queda reflejada en esos textos y en otras muchas anécdotas a las que eran tan aficionados los antiguos. Una de ellas cuenta que cuando bajó del tribunal, ante el llanto de la gente, les dijo: "¿Por qué lloráis? ¿No sabéis que desde que nací estaba condenado por la naturaleza a muerte?". También se cuenta que un buen amigo -o su mujer Xantipa- le dijo: "Lo que más me duele es que mueras injustamente". El maestro replicó: "Preferirías que me hubiesen condenado a muerte por haberlo merecido". En el Fedón, después de narrar los últimos instantes de su maestro, Platón nos dice: "Esta fue la muerte de nuestro amigo, hombre del que podemos decir que fue el mejor de cuantos en su tiempo conocimos y además el más prudente y el más justo".

En cuanto al contenido de sus enseñanzas nada sabemos por él mismo, pues como es sabido Sócrates no dejó ninguna obra escrita. Todo lo que sabemos es lo que nos han transmitido Jenofonte, Platón, Aristóteles y el autor de comedias Aristófanes. Mientras que éste último ridiculiza al maestro caricaturizándole, los otros nos ofrecen una imagen elogiosa de él.

Es importante para comprender su mensaje tener presente la labor que en la misma época hacían los llamados sofistas, que eran maestros profesionales de retórica. Sócrates, aunque a veces fue confundido con uno de ellos, se opone a éstos al considerar que en sus enseñanzas no se preocupaban por la cuestión de la verdad y del bien, sino sólo del arte en el manejo de la palabra con el fin de persuadir. En contra de la pretendida sabiduría de los sofistas, él proclama la necesidad de conocerse a sí mismo y reconocer nuestra ignorancia. Su sabiduría, dice, no está en saber más cosas que los otros, sino en saber que no se sabe, frente a los que creen saber lo que no saben.

Esta conciencia de la propia ignorancia (condición primera e indispensable para que surja el deseo del verdadero conocimiento) quiere comunicarla a los demás para purificar sus almas del error, fuente de toda culpa. Por eso su enseñanza es un continuo examen de sus interlocutores, a los que asedia con preguntas, fingiendo querer aprender de ellos, pero convirtiéndose él auténticamente en su maestro.

«Pues la cosa es como sigue: ninguno de los dioses ama la sabiduría ni desea ser sabio, porque ya lo es, como tampoco ama la sabiduría cualquier otro que sea sabio. Por otro lado, los ignorantes ni aman la sabiduría ni desean hacerse sabios, pues en esto precisamente es la ignorancia una cosa molesta: en que quien no es ni bello, ni bueno, ni inteligente se crea a sí mismo que lo es suficientemente. Así, pues, el que no cree estar necesitado no desea tampoco lo que no cree necesitar». (Platón, Banquete, 203e-204a)

El método del que se sirve en su enseñanza tiene dos aspectos:
1) Negativo o crítico: la ironía, mediante la cual toma el discurso del otro y lo refuta, haciéndole tomar conciencia del vacío de su pretendido saber y purificando así su intelecto.
2) Positivo o constructivo: la mayeútica, o sea el arte (que él dice haber aprendido de su madre, partera o comadrona) de llevar la mente de sus interlocutores a dar a luz las ideas que subyacen en el fondo de la razón humana sin que ella se dé cuenta. Mediante el diálogo, mediante el método dialéctico de preguntas y respuestas en el que se contraponen razones o posiciones, se inicia la búsqueda común de la verdad.

«Muchos, en efecto, me reprochan que siempre pregunto a otros y yo mismo nunca doy una respuesta acerca de nada por mi falta de sabiduría, y es, efectivamente, un justo reproche. La causa de ello es que el dios me obliga a asistir a otros pero a mí me impide engendrar. Así es que no soy sabio en modo alguno, ni he logrado ningún descubrimiento que haya sido engendrado por mi propia alma. Sin embargo, los que tienen trato conmigo, aunque parecen algunos muy ignorantes al principio, en cuanto avanza nuestra relación, todos hacen admirables progresos (...). Y es evidente que no aprenden nunca nada de mí, pues son ellos mismos y por sí mismos los que descubre y engendran bellos pensamientos. No obstante, los responsables del parto somos el dios y yo». (Platón, Teeteto, 150c-e)

Lo que a Sócrates le interesa como maestro son los problemas éticos; las cuestiones físicas no son objeto de su investigación. Trata de establecer, en los asuntos morales, la esencia universal y permanente, pensando que no es posible poseer ciencia de lo mudable, sino sólo opinión engañosa. Por eso, con la inducción trata de obtener de los ejemplos particulares el concepto universal, en el cual se hallen comprendidos todos los casos particulares. Este concepto universal se expresa por medio de la definición. Sólo elevándonos desde lo particular (objeto de la sensibilidad) al concepto universal (objeto de la razón) es posible el verdadero diálogo, la verdadera ciencia.

El valor de esta ciencia de los conceptos está, para él, en el hecho de que la virtud se identifica con el conocimiento, con la ciencia. Aquel que se ha formado el hábito de conocer y evaluar el bien y el mal, en cada circunstancia busca el primero y huye del segundo. Nadie actúa mal voluntariamente, toda culpa proviene de la ignorancia, o sea, es fruto del error. Las confusiones son a la vez intelectuales y morales. Este intelectualismo moral es consecuencia de no ver en el alma (psyché) otra cosa que razón, desarrollada o no. La voluntad, entendida como facultad pasiva, requiere de la iluminación de la razón para actuar. Es decir, la voluntad no se decide sino por aquello que la razón, inspirada por el conocimiento, le señala. Por ello la educación debe tender a iluminar las mentes, purificándolas de los errores, porque cuando los hombres se hacen conscientes, se convierten también en virtuosos.

«Si entonces, dije yo, lo agradable es bueno, nadie que sepa y que crea que hay otras cosas mejores que las que hace, y posibles, va a realizar luego esas, si puede hacer las mejores. Y el dejarse someter a tal cosa no es más que ignorancia, y el superarlo, nada más que sabiduría. (...) ¿Qué entonces? ¿Ignorancia llamáis a esto: a tener una falsa opinión y estar engañados sobre asuntos de gran importancia? (...) Por tanto, dije yo, hacia los males nadie se dirige por su voluntad, ni hacia lo que cree que son males, ni cabe en la naturaleza humana, según parece, disponerse a ir hacia lo que cree ser males, en lugar de ir hacia los bienes». (Platón, Protágoras, 358b-d)

Además, para Sócrates, los virtuosos son también felices. El hacer el bien es también vivir bien; las leyes morales portan intrínsecamente una sanción natural, de modo que el bueno y justo es feliz y el malvado o injusto es infeliz. El bueno y justo no tiene en cuenta sólo el beneficio y la felicidad propia, sino que le mueve tanto el propio perfeccionamiento como el ajeno, y es esta conducta la que lo aproxima a lo divino. En cambio la injusticia representa el mal y la infelicidad mayores, porque no sólo convierte en peor al que la recibe, sino, más aún, porque corrompe el alma del que la comete. De aquí que sea peor cometer que recibir injusticia. Cometer injusticia, violar las leyes, es faltar a una especie de pacto que todo ciudadano ha contraído con las leyes de la ciudad; por ello Sócrates se empeña en mantener el respeto y la observancia de las leyes. A este principio se atiene cuando rechaza la posibilidad de escapar a la condena a muerte.

Es en el marco de esta concepción ética donde debemos situar, para comprenderlo, el precepto "conócete a ti mismo". Es posible que este precepto de la religión apolínea le impresionara a Sócrates en un viaje a Delfos, lo cual no es inverosímil si tenemos en cuenta que lo apolíneo le interesó siempre. Baste recordar que fue este oráculo de Delfos el que, interrogado por Querefonte, señaló a Sócrates como el hombre más sabio. Y de aquí nace la conciencia religiosa que él tenía de su misión. Muchas son, además, las referencias de Sócrates a su enigmático "daimon", especie de demonio o voz interior que le ponía en contacto con la divinidad, y que sería una forma de interiorización de la tradicional inspiración divina que se manifestaba en oráculos y otras formas de culto.

Pero volviendo a la interpretación del precepto, ya hemos señalado que para Sócrates la virtud reside en el conocimiento. Así, por ejemplo, para ser un buen zapatero es necesario, en primer lugar, conocer lo que es un zapato y su función. Por el mismo razonamiento, si nos preguntamos en qué consiste ser un hombre bueno, virtuoso, lo primero necesario es conocer en qué consiste eso de ser hombre. Nuestro primer deber, por lo tanto, es obedecer la orden délfica "conócete a ti mismo", porque, como dice el maestro, "una vez que nos conozcamos, podremos aprender a cuidar de nosotros, pero si no, nunca lo haremos".

Este cuidado de nosotros mismos no se refiere al cuerpo, sino al "alma" (psyché), pues es ésta la que utiliza y controla a aquél, es ella nuestro verdadero yo. Y ya que el alma (entendida sobre todo como "razón") debe ser quien nos dirija y regule, el conocerse a uno mismo implica también tener autocontrol, pues no podemos cuidar de nuestro verdadero yo si estamos sometidos a los deseos y pasiones que proceden de nuestra naturaleza corporal.

Dicho de otra manera, si conocer algo es conocer para qué sirve, el conocimiento de uno mismo parte de un descubrimiento básico: que nuestro yo real es el alma y que su función es gobernar, regir o controlar. Y esta función sólo puede ser bien ejercida si este gobierno esta asentado en la verdad. De aquí también que Sócrates no hable de una pluralidad de virtudes, sino de la unidad de la virtud: la sabiduría. El camino para encontrar esta sabiduría queda asimismo recogido en el precepto délfico: la búsqueda de la verdad es una búsqueda interior (eso sí, en diálogo con los otros), precedida e impulsada por el reconocimiento de la ignorancia.

La grandeza filosófica de Sócrates reside, entre otras cosas, en su descubrimiento de este yo real del hombre que debe gobernar en nosotros y de una moral de aspiración espiritual que ocupe el lugar de la moral entonces imperante, basada en la coacción social. Platón así lo reconoció al poner en boca de su maestro, en la Apología de Sócrates, las siguientes palabras:

«En efecto, voy por todas partes sin hacer otra cosa que intentar persuadiros, a jóvenes y a viejos, a no ocuparos ni de los cuerpos ni de los bienes antes que del alma ni con tanto afán, a fin de que ésta sea lo mejor posible, diciéndoos: "No sale de las riquezas la virtud para los hombres, sino de la virtud, las riquezas y todos los otros bienes, tanto los privados como los públicos". Si corrompo a los jóvenes al decir tales palabras, éstas serían dañinas. Pero si alguien afirma que yo digo otras cosas, no dice verdad. A esto yo añadiría: "Atenienses, haced caso o no a Ánito, dejadme o no en libertad, en la idea de que no voy a hacer otra cosa aunque hubiera de morir mil muertes"».



domingo, 22 de junio de 2008

Magia y religión.

¿Se puede hacer una clara distinción entre religión y Magia? Se han intentado muchas aproximaciones al problema, pero ninguna parece ser la correcta para los mismos autores. En general, podemos decir que se han discutido, en diversas obras, por diferentes estudiosos, cuatro posiciones fundamentales:

1. La magia se convierte en religión (K. T. Preuss).
2. La religión intenta reconciliar poderes personales después que la magia ha fallado (Sir James Frazer).
3. Religión y magia tienen raíces comunes (R. R. Marrett).
4. La magia es una forma degenerada de religión (P. Wilhem Schmidt).

Es bien sabido que una persona religiosa reza a unas divinidades de una forma humilde y sumisa, mientras que el mago obliga a esos mismos dioses por medio de amenazas. La persona religiosa confía en la bondad de los dioses, mientras que el mago utiliza algunos conocimientos especiales que le dan poder sobre ellos (algunas veces conoce el nombre secreto, al que responde un demonio). La religión, en cambio, se dirige a la divinidad mediante la plegaria, mientras la magia conmina a la divinidad a ayudarla. El sacerdote "ruega". El mago "impone", "ordena".

Aquél «sirve» a la divinidad, éste «se sirve» de la divinidad, pasando los límites de respeto, temor y consideración impuestos por la religión.

Estas premisas suelen o pueden ser generalmente verdad, e incluso encontramos un talante «religioso» en algunos textos mágicos, como vemos en Egipto en el Papiro Mágico de Leiden:

"Yo te invoco, tú que eres el más grande, que has creado todo, tú, el que se ha creado a sí mismo, que ves todas las cosas pero no puedes ser visto. Tu has dado al sol toda su gloria y poder, tú has situado a la luna en el cielo...
Todas las cosas están sujetas a ti y ninguno de los dioses puede ver tu verdadera forma. Tú puedes transformarte a ti mismo en todo lo que puede ser. Tú eres el invisible Aion de Aion".

El mago usa también rituales y liturgias como los que se utilizaban en las grandes religiones del pasado o del presente.
Lo que concierne y concernía al sacerdote y mago era lo mismo; salud, riqueza, amor, buenas miradas, protección contra peligros o desastres etc..

Apuleyo, en el siglo II d.C. define al mago como "aquél que por su capacidad de hablar con los dioses inmortales tiene poder en todo lo que quiere por la fuerza increíble de sus ensalmos".

Para el mago, sin embargo, hay algo como la "magia negra" (o "Goética", del griego goáo, γοἀω, γοώ: gemir), que persigue el mal de la persona a la que desea encantar (opuesta a la "magia blanca" que busca efectos extraordinarios sin hacer daño), considerando casi por definición que la religión por sí misma no puede hacer daño. Sin embargo, las amenazas de los dioses no son desconocidas en contexto religioso.
Y así, cuando Germánico, el hijo adoptivo del emperador Tiberio (no muy querido por su padre adoptivo), muere, las circunstancias no muy claras del hecho provocaron reacciones en el pueblo romano. Entre los años 69-73, el historiador Tácito no excluía que fuese causada por operaciones mágicas y cuando las gentes de Roma oyeron las noticias, irrumpieron en los templos y echaron las estatuas de los dioses a la calle a puntapiés.

De la misma forma, en tiempos más recientes, los pescadores italianos, trataban las estatuas de sus santos de la misma forma. Cuando tenían una buena pesca, ofrecían a los santos el típico incienso, flores y velas, pero cuando la pesca no era buena, maldecían y echaban a puntapiés a los santos de las iglesias.

La ley de la "simpatía" es, en efecto, como veremos más abajo, que si tú das puntapiés a la estatua de su santo o dios, él sentirá de alguna manera el dolor y reaccionará.

Por tanto, algunos estudiosos creen que no hay diferencia fundamental entre religión y magia.
Pero, según algunos autores, sí que puede haber alguna: rezar por algo, dar gracias por algo, es también concebible en magia, y algo natural en la religión, pero no existe en magia la conciencia de pecado y el rezar a los dioses pidiendo perdón.

El mago no reconoce el pecado. Él está, en cierto modo, por encima de la moralidad y de la ley, tiene una ley para sí mismo. En una sociedad en la que prácticamente todos creían en la magia y la practicaban de una forma u otra, este desprecio por la moralidad convencional y las leyes del Estado podía haber impulsado el comportamiento criminal, pero las razones por las que magos y astrólogos (incluso filósofos) eran periódicamente discriminados en el tiempo del Imperio eran, principalmente, de tipo político. En cuanto a la fe, recordemos lo que, hablando de la astrología en la antigüedad dice Cumont :

"Lo que hacía a la astrología invulnerable a los golpes que le daban la razón y el sentido común, es que era, a pesar del rigor aparente de sus cálculos y sus teoremas, una fe. No solamente implicaba una creencia en postulados indemostrables, sino que había nacido y crecido en los templos de los Caldeos, después en Egipto e incluso en Occidente y no olvidó jamás sus orígenes sacerdotales y solo se separó a medias de la religión que la había engendrado".

Y esta fe en los ritos mágicos, que encontramos no solamente en la Antigüedad sino también en nuestros días, es inherente al hombre cuando ejerce un rito, mágico o religioso. Y de «fe» se puede hablar, tanto en la religión cristiana como en cualquier religión, antigua o moderna. Siempre que una persona reza, implora, ora, ruega o intenta influir de alguna manera en las potencias divinas, es porque cree en ellas.

Aunque la magia se halla fundida y amalgamada con la religión en muchos países y edades, hay, según Frazer, fundamentos para pensar que esta fusión no es primitiva y que hubo un tiempo en el que el hombre recurrió a la magia sólo para satisfacer las necesidades que excedían a sus inmediatos deseos animales. La consideración de las nociones mágicas y religiosas fundamentales puede inclinarnos a deducir que la magia es más antigua que la religión en la historia de la humanidad. Para Frazer, «la magia no es más que la equivocada aplicación de los más simples y elementales procesos de la inteligencia, es decir, la asociación de ideas en virtud del parecido o la contigüidad, y la religión presupone la acción de agentes personales y conscientes, superiores al hombre, tras del telón visible de la naturaleza».

Tal vez, debido a la mayor complejidad del proceso religioso, según este autor, la magia pudo preceder a la religión en la evolución de nuestra raza y el hombre intentase sujetar la naturaleza a sus deseos por la fuerza cabal de sus conjuros y encantamientos antes de esforzarse en apaciguar a una divinidad por medio de oraciones y sacrificios.

Para Cumont, la magia y la astrología tuvieron un origen religioso, y la magia quedó siempre como una «hermana bastarda de la religión». Magia y astrología crecieron juntas en los templos de Oriente. Sus prácticas formaron parte del saber equívoco de los encantadores y fabricantes de amuletos que pretendían, por medio de ritos conocidos sólo por ellos, actuar sobre los espíritus que poblaban la naturaleza.

Entre otros autores actuales, Dupuis, piensa que, cuando se quiere hablar de la vida religiosa de las sociedades neolíticas, hay que evitar la confusión constante que se hace entre "religión" y "magia". Para este autor, los pueblos primitivos no tenían una clara noción de lo que nosotros llamamos religión. Para ellos, ésta no era más que una parte integrante de un saber total que no discriminaba lo que podríamos llamar "el complejo religión-magia-tecnología". En estas sociedades neolíticas, la religión se confundía con la magia. Y la magia era una parte esencial de la tecnología, que permitía ejercer una acción sobre el entorno.

Magia y medicina.

El pensamiento historicista de finales del pasado siglo XIX intentó ver el nacimiento de la medicina en los términos de una evolución en el sentido darwiniano. Según Hofschiaeger, la medicina nació del sentimiento instintivo del hombre a curarse. Y el hombre, una vez que estuvo ya en posesión de instrumentos, se serviría de los adecuados para evitarse el dolor de las heridas y sobre todo de las picaduras de insectos y reptiles y de las heridas producidas por ellos.

El hombre primitivo entendió la enfermedad como la introducción en el organismo de un cuerpo extraño, que puede extraerse, si es un ectoparásito, bien por succión, bien haciendo presión o con una sencilla operación, como puede ser una ligera incisión o levantar la costra con algo punzante.

Cuando la enfermedad es interna y se desconoce la naturaleza y la localización de ese cuerpo extraño, se hace lo mismo, pero de una manera simbólica, mediante un proceso mimético que representa plásticamente la extracción. De aquí arrancan las danzas y los cantos medicinales que son el más antiguo precedente del exorcismo.

Cuando del preanimismo se pasa al estadio animista, se identifica la enfermedad con un espíritu, al que se intenta expulsar por medio del exorcismo. Y este concebir los métodos terapéuticos como una acción expulsatoria es algo tan arraigado en la metalidad del hombre, que hasta la misma medicina hipocrática se basa en la creencia de que los agentes farmacopéuticos favorecen la expulsión de la materia peccans.

Para Ackernecht, de este modo se hace una historia de la medicina empírica químicamente pura, anterior en su origen y paralela en su evolución a la medicina sacra y a la medicina mágica.

Pero dejando aparte los diversos procedimientos de adivinación empleados para el diagnóstico de las enfermedades, los principios en que se basa la medicina de los pueblos primitivos están, como reconoce Ch. Coury, muy cerca de los principios mágicos. Antes de la fase animista, el hombre primitivo tiene una vaga noción de «fuerza», de carácter más o menos material (el «mana» al que nos referimos en otro lugar), que emana de las cosas de un modo espontáneo o provocado por la acción del mago. Estas fuerzas tienden a transmitirse por contacto y entran en relaciones mutuas de atracción y repelancia (similia similibus, contraria contrariis). De ahí la práctica de remedios homeopáticos y las curas por contrarios.

El contacto con estas fuerzas, algunas maléficas y opuestas a la naturaleza humana, produce la enfermedad, que puede lavarse y disolverse por medio de procedimientos purificatorios y elementos catárticos, como el agua. A veces se curan con plantas, de las que se tenía un conocimiento empírico, a cuyas virtudes se añadía el empleo de las palabras mágicas( "ἐπωδή, ῆς"; lat. incantum y "ἐζορκιομός, οῦ"; lat. exorcismus), sobre las que nos extenderemos más adelante).

La extracción de la enfermedad se hacía por vía de contagio a otra persona o a un animal (transferencia y sustitución). Como profilaxis se empleaban amuletos, talismanes y fetiches, que transmiten su fuerza a quienes los porta y rechazan la de la enfermedad.

Desde las épocas más remotas, junto a la medicina empírica en principio, luego técnicas, de carácter profano, hubo el otro tipo de medicina al que nos hemos referido, la ritual y mágica, ejercida por hombres de características muy complejas. Si en la prehistoria del pueblo griego cabe imaginar la existencia de herboristas, antecesores de los "ῥιζοτόμοι" o «corta-raíces» de la época histórica, como en otras sociedades primitivas, desde los documentos más antiguos se perfila en Grecia la figura del "ἰατρός, οῦ" o «curador». La mención más antigua de la profesión
médica corresponde a una tablilla de Pilos en la que aparece un "i-ja-te" en posesión de tierras, lo que demuestra no sólo su elevado status social, sino también la distinción de sus funciones con respecto a la de sacerdote "ἱερεθς, ἐος" y las de adivino, "μάυτ'ς, εως".
Desde la época micénica no se dieron en Grecia estas interferencias de atribuciones que había en Babilonia, donde los «conjuradores» (asipu o masmasu), aparte de sus demás cometidos rituales, se empleaban contra el demonio de la fiebre (Labartu) o en Egipto, donde la medicina fue competencia de la casta sacerdotal. Pero la medicina mágica fue ejercida por los denominados con el término esquileo de "ίατρό-μαυτις, εως", alusivo a su doble naturaleza y para la época tardía el de «hombres divinos» "θεουργός, ός", teurgos o "θεοι-αυδσες", curadores de almas por medio de la fuerza divina o «mana» que pasa a través de él. Estos continuaron actuando a lo largo de los siglos, con importancia social y personal variable, según las distintas épocas.

Inexistentes o silenciados en los momentos de ilustración, adquirieron un singular relieve en las épocas de angustia o crisis, cuando enfermos como Elio Arístides (siglo II d.C.) se sometían a tratamientos increíbles prefiriendo a la actuación racional del médico la acción directa en su persona de lo numinoso. Un Simón el Mago, un Apolonio de Tiana en el siglo I d.C. y un Alejandro de Abonutico en el siglo II d.C. son los más genuinos sucesores de los «chamanes» griegos de época arcaica.

Ahora bien, habida cuenta la similitud en las operaciones de quienes manipulaban las ciencias ocultas y las de los «hombres divinos», en la práctica era muy difícil trazar una división entre ambos. L. Gil señala cómo términos tan desagradables en su significación como "σοφιστής, οῦ," se revalorizan en los papiros mágicos en la acepción más elevada de «sabio» y a la inversa, cómo Platón utiliza irónicamente el término de "ἄνθρωπος θειος", que un epicúreo como Filodemo, emplea en su acepción más popular. Vemos pues que la gama de matices entre vidente, mago, profeta, sabio y portador de mana era tan sutil y vanada que a veces eran similares para el vulgo.

jueves, 19 de junio de 2008

Los fenómenos Mágicos.

El uso de la magia comprende diversos fenómenos mal determinados, ya que la extensión de la palabra magia es variable. En su empleo más restringido, desde el mundo clásico, significaría, como ya dijimos, la ciencia, la industria y la religión de los Magos, es decir, de los sacerdotes de la religión de Zoroastro importados a Grecia, que fue tenida en ciertos momentos de la Historia como la más preciosa de todas las artes y la reina de las ciencias.
Lo que pretende el mago, en términos generales, por medio de sus ensalmos y acciones rituales, es conocer, realizar y obtener aquello que por medios naturales no puede lograr un ser humano, porque lo impiden las leyes de la naturaleza. Por ello, su primer objetivo es superar esas leyes, para lo que sólo puede utilizar tres procedimientos:

I. Convertirse él mismo en un ser sobrenatural, tornándose inmortal, ya que solamente estos seres, de naturaleza extraordinaria, con poderes fuera de lo normal, pueden romper el orden natural. Esta inmortalización del mago consiste en su «solarización», es decir, en la unión (systasis) fortalecedora con la divinidad solar y otras veces toma el aspecto de una iniciación mistérica. Este es el caso de la «Liturgia de Mitra», con la que el mago se inicia en los misterios para convertirse en inmortal y, tras un viaje por el mundo cósmico, ya puede enfrentarse cara a cara con el dios supremo y allí aprender «su verdadero Nombre», el Nombre que no se puede pronunciar, es decir: alcanzar el conocimiento supremo y el poder supremo, puesto que conocer el nombre secreto de dios significa poder dominarle, llegar a destruirle y, por tanto, obligarle a actuar según convenga al mago.

II. Una segunda forma de romper las barreras de las fuerzas de la naturaleza es conseguir que un dios, de naturaleza superior, se ponga directamente al servicio del mago, ya sea indirectamente, a través de un ser intermedio, demon, ángel o arcángel. Ésto sólo puede conseguirse a través de la utilización de objetos o palabras mágicas que puedan obligar al dios a obedecer a un ser inferior.

III. Y, finalmente, el procedimiento más corriente suele ser el obligar a uno de estos seres intermedios inferiores, demon o ánima (a veces de un difunto muerto en circunstancias especialmente dramáticas), a que se ponga al servicio del mago. Ésto se consigue con la utilización de fórmulas mágicas, que aterrorizan a los demones o seres inferiores, ya que sus palabras les obligan inexorablemente, bajo terribles amenazas.

Rajan Sankaran: "La percepción de la realidad nos enferma"

Este prestigioso doctor indio asegura que si nuestros deseos e ilusiones no coinciden con la realidad que vivimos, nuestro cuerpo enferma.

--¿Por qué la homeopatía se respeta más en la India que en Catalunya?
--No tengo la respuesta a esa pregunta, pero apuntaré algunas opciones. Quizá se deba a que en la India no todo es blanco o negro y se aceptan varias posibilidades. Si tú no piensas lo mismo que yo, no voy a estar en contra de ti, porque puedes tener razón, y el otro también, y el de más allá. Las muchas religiones que conviven en nuestro país son una muestra de ello.

--Tienen tres medicinas oficiales.
--Sí. La llamada medicina convencional, el ayurveda y la homeopatía. La medicina homeopática tiene muchí- sima aceptación entre nuestra población. En estos momentos hay 300.000 estudiantes de homeopatía. Y, además, la homeopatía está incluida en la Seguridad Social.

--Como en Francia; pero aquí, no.
--Cada vez hay más países que la incluyen en la sanidad pública. En la India incluso tenemos universidad de médicos homeópatas.

--Pues aquí lo que tenemos, cada vez más, son especialistas que no paran de hacerte pruebas y que te envían a otros especialistas, que te harán más pruebas.
--Este tipo de medicina se especializa demasiado y se olvida de contemplar a la persona como un todo. La especialización se concentra en las pequeñas partes. Si me permite la broma, alguien va al doctor porque tiene un problema en la oreja derecha y este le dice: 'No, tiene que ir al especialista de la oreja izquierda'. Cuando el médico se ocupa de las partes pequeñas, se pierde el plano general. Y las enfermedades comienzan esencialmente en este llamado plano general y se manifiestan en partes concretas.

--¿Por qué enfermamos?
--Porque la percepción de nuestra realidad interna no se adecua a la realidad que vivimos. Es nuestra percepción de la realidad lo que nos enferma. Si nuestros anhelos e ilusiones no coinciden con lo que vivimos, podemos enfermar. Se establece una tensión entre la desilusión interna y la realidad externa.

--¿Y cómo se cura eso?
--Cuando alguien viene a mi consulta, lo primero que me interesa es su percepción de la realidad. Después vamos quitando capas, a través de la totalidad de signos y síntomas mentales y físicos, para saber cuál es el trastorno básico de la persona. Ese trastorno no pertenece a la mente ni al cuerpo: es algo más profundo, y a ese nivel la persona habla un lenguaje que es al mismo tiempo mental y físico.

--¿Qué es la realidad?
--La totalidad de la experiencia en este momento.

--¿Los sueños son realidad?
--Sí, claro. Hay diferentes niveles de experiencias: hechos, emociones, sueños, etcétera. Experimentamos la realidad a diferentes niveles en cada momento.

--¿Dios es real?
--Ni creo en él ni dejo de creer. Solo vivo y observo.

--¿Podemos estar enfermos sin tener ningún síntoma físico?
--Por supuesto que sí. Si no eliminamos la falsa percepción de la realidad que tenemos encerrada dentro de nosotros, tarde o temprano eso provocará una enfermedad. Por eso la homeopatía puede tratar al paciente sin que tenga síntomas evidentes.

--¿Cómo lo trata?
--Con cualquier sustancia de la naturaleza animal, mineral o vegetal que tenga la imagen exacta de lo que el paciente expresa.

--La homeopatía se basa en el principio de similitud.
--Sí. La misma sustancia que produce unos determinados síntomas en una persona sana es capaz de curarlos en una enferma. Es más fácil de entender si pensamos en el mecanismo de acción de las vacunas, en las que se administra al paciente la misma sustancia que provoca la enfermedad.

--¿Tiene efectos secundarios?
--No, si el tratamiento está bien llevado. No solo no tiene ningún efecto secundario, sino que es compatible con otros tratamientos.

--¿Por qué la homeopatía es tan lenta?
--Eso no es cierto. A veces actúa muy rápido. Lo que lleva tiempo es tratar enfermedades crónicas. La única limitación de la homeopatía es que depende mucho de las habilidades del médico para explorar y conocer a la persona. Conocer al paciente profundamente es una tarea que requiere tiempo.

--Ustedes los homeópatas son un poco psicólogos.
--En cierto modo vamos más allá de la psicología, porque, si nos limitamos a decirle al paciente que deje de preocuparse, no funciona. Nuestra percepción de la realidad no se puede cambiar solo con la voluntad. La homeopatía remueve esta percepción de la realidad, y esto hace que la enfermedad se disuelva.
Por Gaspar Hernández.

No se puede mostrar la imagen “http://www.elperiodico.com/img/interfaz/elPeriodicoCASsec.gif” porque contiene errores.

miércoles, 18 de junio de 2008

Universalidad de la Magia.

La magia la encontramos a lo largo de la Historia en todos los pueblos en los que la fe en los presagios y en las predicciones sobre el porvenir era general. El mundo primitivo que la vio nacer era el de las concepciones animistas, un mundo donde todos los seres animados e inanimados, hombres y dioses, estrellas, árboles, fuentes y roca se encerraban por igual un alma, un espíritu o, más exactamente, muchas almas. La creencia de nuestra civilización en la existencia en el hombre de una sola alma, de la unidad y permanencia del «yo», creencia que, desde luego, dista mucho de ser universal, nos hace difícil, a veces, entender la concepción animista que se halla en el origen de la magia.
La constatación de la diferencia radical entre una persona viva y muerta, la gran pregunta de qué es lo que un momento antes de la muerte «animaba» al cuerpo vivo, que le «abandona» en su último suspiro, las apariciones en sueños de las personas muertas a los vivos y el mismo cariño de los seres vivos que se niegan a dejar desaparecer de su mente y de su vida a las personas queridas, debió dar origen a unas creencias universales de la existencia en el Más Allá, al mismo tiempo que seguían queriendo ver en los objetos y lugares donde sus allegados habían vivido su presencia espiritual, recabando su intercesión y su ayuda ante las divinidades en el otro mundo.

Según Taylor, esta fe surgió debido al interés peculiar que sentía el hombre primitivo ante estos estados especiales que sentía de vez en cuando el mismo hombre y quienes le rodeaban: los estados de sueño, el desmayo, las alucinaciones y hasta la propia muerte.

Cuando los Egipcios, ya convertidos al cristianismo, hablan del alma, empleaban la palabra griega"Ψuχη, ηζ"(genio). Mostraban claramente con ello que ninguno de los términos empleados en su lengua se adaptaban claramente para definir sus creencias, sus nociones sobre la idea cristiana de alma.

En el más antiguo estadio de la Religión egipcia, que conservamos gracias a la compilación de los más antiguos textos religiosos egipcios, los llamados Textos de las Pirámides, había ya tantas almas como centros de actividad se percibían en el cuerpo humano:
a) El ka, en el que algunos han querido ver un reflejo inmaterial del cuerpo, el doble, que reproducía la imagen del cuerpo y que recobraba su vida propia al morir el cuerpo físico, pero no podía tener entidad propia sin la existencia del soporte físico, como la momia o la estatua del difunto y del que otros hablan como del genio protector que nacía con el hombre, que vivía con él y que cuidaba del hombre hasta su muerte.
b) el ba, o «alma-pájaro», que la muerte tiene aún en sus brazos en las pinturas funerarias, algunas veces en forma de pájaro con cabeza y brazos humanos y presentando a la momia una vela, jeroglífico del viento y el aliento. Es la parte espiritual del individuo que, después de la muerte, encuentra su individualidad y puede errar a su antojo. Que puede quedarse en la cámara funeraria, al lado de la momia, pero que prefiere, sobre todo, pasearse por el cielo y volver a los lugares donde el difunto vivía, siendo a su vez, el alma itinerante de un ser viviente, capaz de acción material.
c) Otros de sus principios espirituales era expresado por medio del ibis con cresta, era el akh, un principio inmortal, «el luminoso», de la misma esencia del fuego y los astros, que, al morir el cuerpo, iba hacia la región ígnea situada por encima del cielo.

El akh es un principio inmortal y a la misma raíz corresponden las palabras «brillar» y «ser eficaz». Y parece que hay que ver en el akh un poder invisible que puede prestar su eficacia a lo hombres y también a los dioses. En algunos contextos, akh se aplica a los «espíritus», genios
intermediarios entre los dioses y los humanos. Algunas veces, designa a los muertos privilegiados o tal vez a los fantasmas o aparecidos, entre los Coptos, los akhou, en otros tiempos seres prestigiosos, que se convierten en «demonios».

Al lado de estos principios, ka, ba y akh, que se unían al cuerpo para formar un ser completo, la personalidad de un egipcio contaba aún con otros elementos, como la sombra negra que salía por las noches de la tumba o «Khaibit», y el «nombre», la esencia misma de la persona, su fuerza, que se mantenía en secreto, del que nos ocuparemos más tarde.
Tal vez estos principios coinciden con la afirmación de Diógenes Laercio cuando dice:
«Todo el aire está lleno de almas, y éstas se consideran démones y héroes y por ellos les son enviados a los hombres los ensueños, las señales y las enfermedades, y no sólo a los hombres, sino a las ovejas y demás animales. Con respecto a ellos se han producido los ritos purificatorios
y apotropaicos, toda la mántica, los rumores y las cosas semejantes.

En la civilización egipcia, llena de creencias en las fuerzas sobrenaturales, la magia se distinguía mal, tanto de la práctica de la religión como de la ciencia o la medicina. Y no es en los templos o en sus representaciones donde se encuentran testimonios.

El culto oficial mencionaba, en ocasiones, la magia, como una ciencia legítima, enseñada y practicada por los dioses, pero no estaba fundamentada sobre ella. En la religión funeraria sucedía todo lo contrario. Su punto de partida estaba fundamentado sobre un conjunto de fórmulas y ritos mágicos compuestos por los sacerdotes de Heliópolis, que tendía a reformar el orden establecido en el otro mundo por medio de encantamientos irresistibles e incluso de amenazas. El procedimiento, heredado sin duda de usos prehistóricos, permaneció en las prácticas funerarias desarrolladas ulteriormente y su espíritu penetró usos que, como la momificación y las fórmulas funerarias, no habían sido mágicos en su origen.

En cuanto a la vida diaria, al lado de operaciones mágicas consideradas criminales, como la hechicería, se usaba sobre todo una magia profiláctica contra espíritus malignos, los animales dañinos, las enfermedades o el mal de ojo. Esta magia actuaba sobre todo por medio del recitado de fórmulas mágicas, por el poder de los nombres mágicos, por encantamientos, figuras y pinturas mágicas y por la posesión de amuletos que representaban dioses o sus emblemas, o por medio de la posesión de signos jeroglíficos que anotaban el nombre de los bienes cuya posesión se quería asegurar, todo acompañado de ceremonias y sobre todo de las poderosas palabras mágicas, que producen resultados sobrenaturales.

Related Posts with Thumbnails

Entradas recientes

ASHES AND SNOW
https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh2AEtRcD0kt7t77eXMBiEyTXlASOkctu5C2TRVhIDtnhgunHrAyHYL6Cg8gfhomGiOAhDjEl2iV_naAByZuaGRp2JHoBiTiBjKsxNYtfqdJ7bHb8-Vmpvt5sv9KCe2pfpMQg4WIuyp9haU/

Según Platón, el conocimiento es un subconjunto de lo que forma parte a la vez de la verdad y de la creencia.
Integral Philosopher Michel Bauwens "Vision"