domingo, 2 de enero de 2011

La Gorgona y su triple poder mágico - I

En el sentido estricto de la palabra el animismo es la teoría de las representaciones del alma; en el sentido amplio, la teoría de los seres espirituales en general. Distínguese, además, el animatismo, o sea la doctrina de la vivificación de la Naturaleza, que se nos muestra inanimada. A esta doctrina se enlazan, por último, el animalismo y el manismo. El término "animismo", que servía antiguamente para designar un sistema filosófico determinado, parece haber recibido su significación actual de E. B. Tylor. Lo que ha provocado la creación de todos estos términos es el conocimiento que hemos adquirido de la forma singularísima en que los pueblos primitivos desaparecidos o aún existentes concebían o conciben el mundo y la Naturaleza. Tales pueblos primitivos pueblan el mundo de un infinito número de seres espirituales, benéficos o maléficos, a los cuales atribuyen la causación de todos los fenómenos naturales y por los que creen animados no sólo el reino vegetal y el animal sino también el mineral, en apariencia inerte.

Las concepciones mágicas animistas aceptaban que todos los objetos contenían materia y espíritu. No hacían distinción entre la parte y el conjunto, lo visible y lo invisible, la imagen y el modelo. Por consiguiente, el mundo podía ser manipulado por los conceptos de contacto, similitud y contraste.

El "contacto" incluía el roce físico directo y la relación indirecta mediante la ingestión de hierbas en las que hubiese caído la sombra de la persona que hiciera al caso, el uso de talismanes, el mal de ojo y el consumo de partes y desperdicios del cuerpo.

La "similitud" era un concepto endémico en el pensamiento de la Antigüedad que aún encontramos en las prácticas mágicas actuales. Se utilizaba el principio de la semejanza, es decir, lo que se hacía a un determinado objeto se hacía recaer en la persona a la que hubiese pertenecido o cuya figura se hubiese hecho, a ser posible con algo de su propiedad. Así, era posible volver impotente a un hombre atando nudos en alguna prenda que le hubiese pertenecido, como los cordones de las sandalias.

Los "contrastes" se basaban en el concepto de antipatía. El mal podía neutralizarse por medio del mal. La mecánica de esta magia dependía de la utilización de los procedimientos correctos, ya que se creía que las palabras tenían sus poderes propios y de nada servían los ritos sin los conjuros correctos. Un ejemplo de la magia de contraste podemos verlo en los amuletos mágicos, que utilizan como protección figuras de seres mitológicos de formas irreales y monstruosas, demonios, figuras obscenas e incluso animales malignos, como la serpiente o el escorpión, de los que se cree que asustan a los malos espíritus, protegiendo con ellos a las personas y las propiedades. Uno de los numerosos seres míticos que han servido a menudo en la Antigüedad para proteger a los hombres con su figura, cuyos efectos benéficos contrastan evidentemente con la sensación que causa la visión directa de su figura monstruosa, es la Gorgona Medusa.

La gorgona. La protección mágica de su figura y el valor del número tres

La figura de Medusa, y sobre todo su cabeza, tenía una gran potencia preservadora, igual al poder de su fascinación. En Grecia se la situaba, por ejemplo, en el templo de Atenea Pollada de Atenas, y un cierto número de figuras parecidas estaban dispuestas alrededor del templo de Apolo en Delfos. La vemos también en los frontones de los templos, como en el Artemision de Corcira y otros. La fe en este talismán estaba tan enraizada y propagada por todo el mundo antiguo que se encuentra la efigie de Gorgona con el mismo significado al menos desde la Grecia arcaica, y tal vez antes, hasta el Bajo Imperio romano. Los antiguos, particularmente los militares, y sobre todo los emperadores romanos y sus soldados, estaban convencidos de que alejaba los peligros, por lo que sus representaciones son muy numerosas y variadas, formando parte de los adornos habituales en las prendas militares, pero sobre todo, como ya dijimos, en carros de guerra, corazas y escudos, como vemos en el de uno de los guerreros del carro de bronce de Monteleone, en el que figuran una máscara de felino y una Gorgona.
Al parecer se creía que cuanto más terrible fuese la expresión de la máscara representada, más grande era la energía protectora que de ella derivaba. Así, la hemos visto pintada, dibujada, esculpida o cincelada en toda clase de objetos: rostros exentos para colocar en los edificios, tumbas, sarcófagos, vestidos, armas, vasos, copas, monedas, paramentos, placas. También se llevaba colgada al cuello como amuleto y de la misma forma se entiende su presencia en las joyas, aunque un breve estudio tipológico diferencia enormemente las piezas griegas y etruscas, más antiguas, que buscan más la fealdad y el horror de la mueca que las piezas romanas, más modernas generalmente, cuyas representaciones de Gorgona parecen acentuar más el patetismo de su destino que el valor apotropaico de la máscara horrorosa y fiera del monstruo mitológico.
Pero más o menos bella, horrorosa o sólo simbólica, la cabeza de la Gorgona era, en la Antigüedad, un signo escatológico y apotropaico, un símbolo de inmortalidad y protección que se situaba en numerosos lugares, pero sobre todo en los sarcófagos y en las tumbas, como protección contra los peligros desconocidos del Más Allá. Además, según la leyenda ampliamente difundida en la Antigüedad, la cabeza de Gorgona daba la victoria a todo aquel que la poseía, como a Perseo, y, por extensión, a quien llevaba su representación. Tal vez por eso a veces la encontramos en el centro de la coraza de las estatuas. Y así, era la figura principal de la Égida de Minerva, base mágica de su poder y su fuerza, la que le permitió dar a Zeus la victoria sobre los Gigantes, devolviendo el orden al Olimpo amenazado. De la cabeza de Gorgona, pues, podemos decir que es un signo mágico por excelencia, pero no sólo en sí misma, por el terror que infunde en los enemigos de quien la lleva como protección, sino por la suma de los tres elementos mágicos fundamentales que la componen.
Estos elementos mágicos, aunados en la figura de Gorgona para hacer de ella un potente instrumento apotropaico, son:
1. Los ojos que fascinan.
2. Las serpientes que la acompañan y las que forman sus cabellos.
3. El nudo mágico, que se encuentra en sus representaciones bajo la barbilla o bajo el pecho.

Así pues, la máscara de Gorgona era un signo mágico «triple», unión de tres elementos poderosos que se juntaban para formar una figura horrible que fascinaba con la mirada y dejaba petrificados a quienes la miraban de frente, pero que a la vez protegía por el poder de la magia de las serpientes que componían su cabellera y por el poder mágico del nudo que formaban los cabellos recogidos bajo su barbilla o que cerraba su cinturón, a veces también hecho con serpientes, formando el nudo mágico, también llamado «nudo de Hércules» que a veces encontramos en diversas joyas, como collares o brazaletes.
Estas triples representaciones apotropaicas son frecuentes en la Antigüedad, puesto que el número 3 era cifra mágica por excelencia, como expresión al mismo tiempo de unidad y dualidad. Recordemos que la vida humana, según los matemáticos y sus doctrinas, posiblemente importadas por Pitágoras a Grecia desde Egipto, estaba dirigida por las cifras. Y que los números dos y tres no son, en realidad, números, sino los principios del Par y el Impar. Y veremos cómo, a lo largo de nuestro trabajo, el número tres, en los conjuros y en los actos de magia, aparece repetidamente, como si las acciones no estuviesen completas hasta ser realizadas por tres veces. Recordemos también que la gran diosa de la magia, Hécate, es representada en forma triple, por lo que su poder se multiplicaba por tres.

Fuentes:





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