"Cuando hayas atravesado la corriente, frontera de los dos continentes, sigue adelante hacia los encendidos levantes pisados por el sol, cruzando el rugiente mar, hasta que alcances la llanura gorgónea de Cístenes; allí se hallan tres hermanas aladas con cabellera de serpientes, las Gorgonas, aborrecidas de los hombres, a las que ningún mortal puede ver sin expirar. Tal es la advertencia que te hago..."
"Prometeo Encadenado", Esquilo
3. La serpiente protectora
Un rasgo adicional asemejaba a Gorgona con los guerreros que combatían, poseídos por la furia de la carnicería, es menós: la cabellera. El salvajismo del macho guerrero se expresaba en su cabellera, larga y agitada, semejante a la crin de un caballo. En la cabellera de Gorgona, el salvajismo se hace más acusado, ya que no se trata de cabellos normales, sino de serpientes, castigo de Atenea por su sacrilegio indirecto. Habitante del país de los muertos, cuya entrada cierra a los vivos, el papel de Gorgona era, según Hesíodo, simétrico al de Cerbero, que impide a los muertos volver a la vida. Aristófanes, al igual que Homero, sitúa en el Hades, junto a Cerbero, Estigia y Equidna, a las Gorgonas. También Apolodoro narra que cuando Heracles descendió al Hades todos huyeron de él, menos Meleagro y Medusa. Es, pues, natural, que un ser infernal estuviese acompañado por la serpiente, típico animal funerario, expresión de las fuerzas ctónicas y compañera habitual de las divinidades infernales como Perséfone o Proserpina o de los numerosos demonios del infierno etrusco. Pero, al igual que otros animales como el cocodrilo o el escorpión, como ya dijimos, la serpiente es representada a menudo como fuerza protectora, benéfica, porque con su figura se expresa la fuerza de los reyes y los héroes. Y también la fuerza destructora de los enemigos, lo que la convierte en un animal apotropaico por excelencia. Esta práctica o al menos la utilización de la serpiente como apotropaica está también atestiguada en Egipto, donde conocemos amuletos en forma de serpiente que a veces junta su magia con la del falo.
A veces, aun en nuestros días, para buscar la protección de la misma serpiente, la persona que la teme, incluso a su nombre, al oír que otro la nombra hace el gesto de los cuernos con la mano y tocando madera dice rápidamente "lagarto, lagarto, lagarto", tal vez porque este animal es el más parecido a la serpiente y se busca con él su protección, sin osar nombrarla, multiplicando por «tres» el efecto de su nombre, convirtiéndola así en protectora. En tiempos de Ezequías los israelitas daban culto a una "serpiente de bronce" llamada "Nehustan" (de nahash, serpiente y nejoset, bronce). La destruyó Ezequías. Y creían que era la utilizada por Moisés para curar a los israelitas. Esta palabra "nahash" es la más usada corrientemente en los textos bíblicos para "serpiente" y se deriva de la raíz nhs, "adivinar, pronosticar". En algunos dialectos bereberes, el término utilizado para "serpiente" deriva del verbo que significa "adivinar" o "tener un saber mágico". Esta afirmación tiene una justificación en el ambiente cultural y mítico mediterráneo, en el que la serpiente aparece en diversas tradiciones como depositarla y transmisora de poderes mágicos y sobrenaturales.
Así pues, la serpiente estuvo reputada desde la Antigüedad como un animal mágico y protector. Y ésta era una de sus características, entre otras que no ha perdido en la actualidad. Por eso se la utilizaba en la Antigüedad en la figura de Gorgona, añadiendo a su figura no sólo un aspecto más terrorífico, sino también la fuerza y protección de su magia.
4. Los nudos mágicos
Los nudos, que también vemos a menudo en las figuras de Gorgona, tienen una significación muy fácil de comprender. Su valor simbólico es comparable al de las operaciones mágicas imitativas que el mago llevaba a cabo para romper los encantamientos, comparando la mala suerte a los nudos que hay que deshacer para que la suerte vuelva o, al contrario, anudar hilos de lana para encadenar a los malos espíritus por medio del conjuro, como la lana ha sido anudada.
Cuando el profeta Mahoma fue encantado por las hijas del judío Lobeid Ben El Aram, que soplaron sobre unos nudos, el ángel Gabriel le reveló al Profeta la penúltima sura del Corán:
"Di: yo me refugio cerca del Señor del alba... contra la malignidad de las que soplan sobre los nudos".
Gabriel le indicó entonces que los nudos eran 10 y que habían sido arrojados a un pozo. Mahoma envió allí a Alí a buscarlos y recitó aquella sura, así como la siguiente, que le fue revelada al mismo tiempo. A cada versículo, un nudo se deshacía.
Existe cierta analogía entre estos ritos de magia en los que intervienen los nudos y el que se practica en los países árabes para conservar la virginidad: Se presentaba la muchacha a una mujer que fabricase tapices y que tuviese que acabar lo que estaba haciendo. Ésta cogía a la muchacha de la mano y la hacía pasar siete veces por debajo del telar, dándole en cada ocasión un escobazo en las posaderas. Al séptimo golpe decía la maestra: "Te he anudado con el telar y sólo serás desanudada por el telar" y, lógicamente, habrá que invertir el rito cuando la muchacha se casaba y debía romperse el encantamiento.
Al lado de los múltiples amuletos que protegen a las personas, hay otros que tienen por motivo principal el defender las casas y las propiedades. Un ejemplo sería el de los llamados "conos de fundación" mesopotámicos, en cobre, bronce o simplemente en tierra cocida, a menudo con cabeza plana, lo que hace de ellos una especie de "clavo", que enterraban antes de construir un edificio. A veces están acompañados de una tablilla con una inscripción, o a veces se grababa esta inscripción, muy corta, en los mismos conos. Otras veces la cabeza del clavo, al que se le atribuye el poder de cazar a los malos espíritus, se sustituye por figuras de animales o tienen forma de persona.
Esta teoría del valor apotropaíco de las puntas puede ponerse en relación con las puntas de coral que se llevan al cuello y con el valor mágico de los dedos proyectados hacía delante como protección contra el mal de ojo, aunque también los clavos se utilizan en ritos de magia para "fijar" el hechizo o clavando con puntas la figura de la persona a la que se quiere hacer daño o se desea encantar de alguna manera.
También en Egipto los collares y brazaletes actúan como ligaduras y a menudo contienen signos mágicos, como el "ojo". Entre los israelitas la magia de los nudos debió ser una práctica corriente. En el Deuteronomio se menciona a quienes los utilizaban como "magos anudadores de nudos" y se han descubierto en Palestina, 16 estatuillas rudimentarias, hechas de plomo, cuyos cuerpos, brazos, manos y piernas están anudados con "hilos del mismo metal".
Ya en otro ámbito y refiriéndose al dominio mágico del viento, se recoge el hecho de que, ya en época cristiana, durante el reinado de Constantino, un tal Sopater fue condenado a muerte en Constantinopla por el delito de "atar" los vientos con su magia. Aconteció que los vientos que llevaban grano desde Egipto y Siria fueron detenidos lejos de la costa por calmas o vientos contrarios, lo que causó la rabia del pueblo bizantino hambriento. También los hechiceros fineses solían vender vientos a los marineros detenidos en los puertos por la calma. El viento estaba encerrado en "tres nudos"; sí deshacían el primer nudo se levantaba un viento moderado, si deshacían el segundo, un ventarrón y si deshacían el tercer nudo se desataba un huracán.
Entre los tabúes romanos podemos hallar un ejemplo notable en las reglas de vida impuestas al Flamen Dialis, el Alto Sacerdote de Júpiter, al que se tenía como imagen viviente del mismo dios. Entre otras prohibiciones sufría la de llevar brazalete y tener un nudo en alguna parte de sus vestidos. Si metieran en su casa a un hombre maniatado, debían desatarle y tirar las cuerdas por un agujero del techo para que cayeran en la calle. Su mujer, la Flaminica, debía cumplir otra serie de prescripciones, entre las que figuraba la de llevar el cabello sin trenzar. Esto indica el temor a que el poderoso espíritu que se creía vivía en el sacerdote, pudiera ser entorpecido en sus entradas o salidas por los anillos o los nudos. Estas supersticiones aún existen. Asi, por ejemplo, para encontrar objetos extraviados se usa la magia del nudo, hecho en un pañuelo que "ata" el pene o los testículos de un santo. Al no poder orinar, se cree que el santo hará encontrar la cosa perdida tan pronto sienta esta necesidad fisiológica. Se trata, así, de un rito de magia mimética con un contenido fálico.
En los Papiros Mágicos Griegos se llama "Gran Serpiente" a Adonais y a Zeus. Hay divinidades que atan y desatan nudos, cuerdas, lazos, cinturones. Todas estas ataduras son sinónimo de enfermedades, muerte y encantamiento. En el mundo semita y en Mesopotamia en general, "os nudos y lazos" aparecen confundidos con la brujería y la medicina popular. Yahvé, "maestro terrible de los lazos", es descrito en el Antiguo Testamento con nudos en la mano, como arma para castigar a los culpables. En el mundo griego, Hefaisto se ayudaba de estas prácticas para obtener el éxito en aquellas empresas en las que le faltaba la fuerza o el ingenio. Sus lazos, como los que llevaba la trampa que preparó para sorprender la infidelidad de Venus y Marte, eran indisolubles.
Al utilizar el término "serpiente" como "lo que liga" se unen la magia del nudo y la derivada de la figura y de los poderes mágicos de la serpiente, con lo que la magia resultante será más poderosa. La serpiente se convierte así en una "cuerda viviente", un "vínculo viviente".
En la mitología india, los textos védicos presentan a Varuna como dios supremo que reina sobre el mundo, los dioses o devas, y los hombres, por tanto, rey universal y también mago. En su nombre encontramos la raíz indoeuropea uer: ligar. Señor y soberano terrible, verdadero dueño "de las ataduras", tiene el poder mágico de atar a distancia a sus víctimas, pero también el de desligarlas. Se le representa con una cuerda en la mano y en las ceremonias, todo lo que él ata, empezando por los nudos, se llama varúnico.
En relación con los nudos y las serpientes, los vemos también unidos en las imágenes que representan la cabeza de la Gorgona, que suele llevarlo bajo la barbilla o a veces de cinturón, hecho de serpientes enlazadas. Una vez más, vemos este poderoso elemento mágico en la figura de Gorgona. Su triple poder, como dijimos al principio, está demostrado: petrificado por la mirada que fascina, espantado por las serpientes y atado o ligado por los nudos mágicos, un simple mortal no puede desafiarla sin perecer en el intento. Sólo una magia más poderosa que la de Gorgona, la de los dioses que ayudaron a Teseo, pudo vencerla. Triste final el que la Mitología asigna a una persona, marcada por el Hado, por los Fata que clavaron su suerte como Átropos clava el clavo del Destino. Víctima de los dioses, condenada por Atenea debido a la violación por parte de Poseidón, sólo la magia del escudo-espejo de Atenea, de nuevo su enemiga y la de las sandalias de Ares que llevaba Perseo, pudieron vencerla. Pero aun muerta, cuenta la leyenda que no sólo seguía petrificando con su mirada, sino que también un solo rizo suyo servía para poner en fuga a un enemigo (¿una serpiente?) y que Asclepio, en cambio, como terrible paradoja, utilizando la sangre que salía por las venas de su lado derecho, devolvió la vida a los muertos.
Esta curiosa ambivalencia nos recuerda los métodos de la medicina homeopática y la utilización que se hace en medicina de algo tan mortal como el veneno de serpiente, sobre todo para curar eczemas, psoriasis y disminuir el tiempo de coagulación de la sangre o, modernamente, para curar el cáncer.
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