Son clásicos los estudios de James Frazer sobre la magia (1890), a la que considera basada en dos principios fundamentales: 1º Lo semejante produce lo semejante y 2º las cosas que estuvieron en contacto actúan recíprocamente a distancia una sobre otra, aun después de haber sido cortado todo contacto físico. Podemos sintetizarlas así:
1. Ley de semejanza (magia imitativa u homeopática).
2. Ley de contacto o contagio (magia contaminante o contagiosa).
La magia, dice J.G Frazer, es para el primitivo un arte, no una ciencia. Le sirve para razonar a su manera lógicamente, pero igual que digiere sus alimentos, es decir ignorando por completo los procesos fisiológicos y mentales esenciales para una u otra operación. La lógica se basa en una simple o a veces complicada asociación de ideas, sea por semejanza, sea por contigüidad. Frazer comprende ambas formas de magia bajo la denominación general de magia simpática (Ley de simpatía). La Ley de simpatía que rige la magia, se compone de preceptos positivos y negativos. Los primeros son los encantamientos, los segundos son los tabús, las prohibiciones. "Haz esto para que acontezca esto otro", o bien, "No hagas esto para que no suceda esto otro". Son dos ideas contrapuestas: producir el acontecimiento que se desea o evitar el suceso que se teme.
El estudio de aquellas ceremonias, ritos y prácticas de nuestros antepasados, ejecutadas por medio de ritos mágicos, será el objeto de este trabajo, que procuraremos llevar a cabo con el mayor rigor posible, dado el recelo que estos estudios pueden (y suelen) suscitar, debido a la pretendida vulgarización y proliferación actual de los usos mágicos y astrológicos, aprovechándose los «magos» actuales de la eterna credulidad de la raza humana, siempre dispuesta a llenar con prodigios su imaginación y con una respuesta inmediata sus íntimos deseos. El ser humano permanece a través de los tiempos. Y con él, la imperiosa necesidad de protegerse contra las fuerzas maléficas y de atraerse las benéficas. Esta necesidad podría ser, en opinión de diversos autores, el origen de la magia. Pero, esta proliferación de «detestables charlatanes», como los define Cumont, no es nueva. Ya en el siglo II de nuestra Era, Vettius Valens se quejaba de los que se erigían en profetas, sin la larga preparación necesaria, convirtiendo en ridícula u odiosa la ciencia que osaban invocar.
Comenzaremos nuestro estudio por algunas cuestiones previas: Qué significa la palabra "Magia", qué se entiende por tal y algunas ciencias o disciplinas que tienen relación con ella, continuando por el análisis de las prácticas más comunes de magia y brujería que conocemos dentro del ámbito cronológico de la Historia Antigua, tales como la magia del nombre, el sonido, las ataduras, clavos y nudos mágicos, los espejos y la inversión de la imagen, las tabellae defixionum, etc..
Significado de la palabra Magia
Magia es una palabra griega: "μαγεία". Este substantivo viene del adjetivo "μἀγος, ου", que, en griego, reproducía un vocablo persa cuya consonancia era casi idéntica. El latín lo tradujo por magus y Cicerón la emplea para designar a los sabios persas.La raíz de esta palabra es "MAG", en hebreo. De una manera general, significa «formar» o «modelar», evocando también el sentido de «maceración». Esto hace pensar que tal vez los antiguos magos se dedicaban a amasar polvos o productos análogos a la harina de trigo, y también, sin duda, a la fabricación de drogas con productos macerados en los líquidos. En su empleo más restringido, en el mundo clásico, magia es la ciencia, la industria y la religión de los Magos, los sacerdotes de la secta de Zoroastro importados a Grecia.
Qué se entiende por Magia
Partimos de la base de que la magia es una ciencia. Ésta, al igual que la astrología, parte de la concepción fundamental de que existe en la naturaleza un orden y unas leyes y que la misma causa produce siempre el mismo efecto. El ser humano es religioso y mágico a la vez, en lo más profundo de sí mismo. Las ideas mágicas tienen su punto de partida en una serie ilimitada de observaciones exactas. En el estadio de vida primitiva, en la pesca y en la caza, el hombre estaba en un contacto más íntimo con la naturaleza que un hombre civilizado. Su atención, fija en un mismo punto, a veces durante largas horas de acecho, pudo conducirle a certidumbres, mil veces comprobadas, referentes a las fuerzas a las que obedecen los demás seres: el poder de la mirada que fascina, el del canto que apacigua a un toro, que duerme a un niño o que vuelve inofensiva a la serpiente. Llegando a la convicción de que existían en la naturaleza fuerzas escondidas, a las que se conocen por el nombre de «fluidos». Estos fluidos, según Piobb son de tres naturalezas:
— Magnética y puramente terrestre.
— Vital y principalmente humana.
— Esencial y generalmente cósmica.
A medida que iba evolucionando, la magia se ayudaba de técnicas cada vez más prácticas, de las que en realidad podía depender la eficacia de los ritos. Lo que son los fluidos magnéticos no necesita explicación aquí. La Física moderna se sirve de ellos de una forma mucho más completa de la que se podían servir los Magos de la India o de Persia. Y este es solo uno de los múltiples fenómenos de la naturaleza que los practicantes de la magia supieron aprovechar.— Vital y principalmente humana.
— Esencial y generalmente cósmica.
Los fluidos vitales son aquellos a los que hay que atribuir los fenómenos del psiquismo, es decir, las manifestaciones misteriosas e hiperfísicas del Ser, una fuerza vital del ser humano, más allá de las formas conocidas de energía, a la que Paracelso llamaba spiritus vitae. En cuanto a los fluidos esenciales o cósmicos, son de un orden más elevado y varían de nombre dependiendo de la forma en que los diferentes pueblos los han presentado, a menudo guardados por y para un pequeño número de iniciados y conservados casi secretos. La ceremonia oculta, que se realizaba con el mayor cuidado, debería tener siempre el resultado apetecido. Solo era necesario conocer la afinidades misteriosas que unían a todos los seres para poner en movimiento los mecanismos del universo.
Así pues, podemos decir que la magia utiliza fuerzas naturales, del propio hombre, de la naturaleza y los fluidos terrestres y estelares, dando lugar a la "Magia macrocósmica" y a la "Magia microcósmica", ejerciéndola de dos formas esenciales, la "personal", cuando el fenómeno se opera sin la ayuda de un rito exterior y la "ceremonial" cuando sí lo hace. Y será de este segundo modo como la Magia entre en el dominio de las religiones, hasta el punto de que la religión, en sus manifestaciones exteriores, no es muy diferente de la magia ceremonial.
Quien se pregunte qué es la magia, o mejor aún, qué se entiende por magia en las diferentes culturas, debe tener en cuenta varias ciencias, tanto la antropología cultural como la etnología, que tienen sobre el historiador la ventaja de la «presencia» actual del objeto de su estudio, el poder comparar entre sí series de mitos, ritos y usos, extraídos de las culturas actuales, estudiar sus variantes y buscar sus estructuras básicas. El historiador, en cambio, estudia una sociedad definida, encerrada en un ámbito espacio-temporal bien delimitado. Y debe tener en cuenta que dicha sociedad nunca es una sociedad cerrada, que las influencias exteriores deben ser identificadas y evaluadas constantemente, absorbidas y estratificadas. Y debe aprender el dinamismo concreto del mundo que estudia, preguntándose las causas y el por qué de ellas, así como los mecanismos internos. Todo esto sin olvidar que la magia es, en sí, un elemento profundamente conservador" y a lo largo de la Historia lo que ha cambiado es más el concepto que la sociedad tiene de la magia que las mismas prácticas mágicas. Así, mientras que en la Edad Media se era acusado de magia cuando se establecía una actuación por medios diabólicos, en el siglo xx, como dice Piobb uno se puede encontrar acusado de magia cuando se esfuerza, a través de medios llamados «sobrenaturales», en llegar a unos resultados imposibles de conseguir de otra forma.
Pero, a lo largo de los tiempos, la opinión sobre la Magia ha variado, y como hemos visto, también su definición. Para unos autores, Magia es la posibilidad de obrar por medio de ritos, cuya revelación, en la Antigüedad, era atribuida a los dioses, sobre los seres visibles o invisibles de la tierra y de las aguas, de los abismos y del cielo. Según algunos, la magia comprende todas las artes y ciencias ocultas, las supersticiones y el folklore. Otros, en fin, la definen como una técnica fundamentada en la creencia en unos poderes localizados en el alma humana y en el universo externo o interno, una técnica que tiende a imponer el deseo humano de dominar sobre la naturaleza o sobre los principios mismos del ser humano, utilizando poderes sobrenaturales. Pero también puede ser considerada como una creencia fundamentada en los ilimitados poderes del alma. La multitud de todos esos poderes, posiblemente, pueden reducirse a una única noción de "poder" o "mana". El equivalente, o los equivalentes griegos de esta palabra, hallado en textos helenísticos, puede ser dynamis, "poder", charis, "gracia", y arete, "eficacia". Este "mana" mágico se puede utilizar libremente. Necesita solo un "canal" y el verdadero mago es solo su médium, un transmisor, cuyas ropas o todo lo que toca pueden recibir y almacenar el "mana".
Para Bouché-Leclercq, la magia es distinta de la adivinación o mántica y es preciso separarlas, aunque a veces una esté ligada a la otra, ya que están estrechamente unidas en su principio. La adivinación es, para este autor, la penetración del pensamiento divino por la inteligencia humana, siendo su dominio todo lo que el espíritu humano no puede conocer por sus solas fuerzas, en primer lugar el porvenir, luego el pasado y también el presente. La magia es el arte de producir efectos contrarios a las leyes de la naturaleza.
Pero es bien sabido que un gran número de métodos adivinatorios consisten en la interpretación de efectos maravillosos producidos antes por recetas mágicas. Y es la magia la que proporciona el tema sobre el que se ejerce la penetración mántica. Pongamos como ejemplo el caso de la adivinación por medio de las piedras preciosas o "litomancia", que el mismo autor trata algo más adelante, o la "lecanomancia" o adivinación por medio de un espejo mágico.
Se puede decir, generalizando, que hay un elemento mágico en toda ceremonia o práctica destinada a preparar o producir un efecto adivinatorio. Y no queda a la adivinación propiamente dicha más que la observación de los signos fortuitos, sobre los que la voluntad humana no puede ejercer ninguna influencia. Como la magia sirve de auxiliar y de vehículo a la adivinación, ella, a su vez, aclara la magia y la ayuda a perfeccionar sus métodos. Y existe toda una rama de la adivinación, la «iatromántica» o mántica aplicada a la medicina, que no es otra cosa que una mezcla, en proporciones variables, de adivinación y magia. Los remedios descubiertos por esta adivinación eran verdaderas recetas mágicas, y los maestros en tal arte sabían que les estaba prohibido resucitar a los muertos, pero que no era para ellos una cosa imposible. Reinach, a su vez, definió la magia como la «estrategia del animismo».
Magia, en fin, es el medio por el que el ingenio humano se sirve para disponer, en la medida que lo permiten sus posibilidades, de las energías existentes, sea cual sea la forma en que estén en el Universo.