Pero, como llovida del cielo, una cosa oscura se abalanza de repente sobre el perrito. El desconocido sacude al perro y le grita: "¡Dime los nombres! ¿Cómo se llaman las jóvenes para que yo pueda conseguirlas?" Al desconocido no le interesa la doble naturaleza ni las mejores cualidades de la psique. Para él, lo femenino es una posesión que desea adquirir y nada más.
"Para Jung la psique, al igual que el cuerpo, es un sistema que se auto gobierna. Jung percibió esta actividad auto reguladora sobre todo en las reacciones del inconsciente a las unilateralidades de la conciencia. Estas reacciones mantienen la integridad de la estructura de la psique, y al mismo tiempo posibilitan trascender un punto de vista dado (cambio o transformación).
La función auto reguladora de la psique opera por medio de símbolos. Los símbolos son cortes de la experiencia humana: condensan sentido en gotas microscópicas y son los puntos focales del desarrollo humano. Los símbolos despliegan los temas vitales que originan nuestras dificultades, que son los mismos temas que guardan nuevas perspectivas. En consecuencia, los símbolos hacen visibles las maneras en que podemos crecer. Más aún, nos muestran nuestros problemas personales como típicamente humanos, algo que nos impresiona cuando descubrimos estos mismos símbolos en cuentos de hadas, mitos, literatura y obras de arte.
El hecho de que los símbolos tienen dimensiones tanto de inhibición como de desarrollo se hace claro cuando entendemos cómo los símbolos nos pueden ayudar a ver los complejos. Los complejos son constelaciones de recuerdos, experiencias y fantasías condensadas que se atraen entre sí en base a un tema dado y comparten una característica común de resonancia emocional. Los complejos influyen sobre
nuestra percepción del mundo, nuestros sentimientos, nuestras relaciones, en la formación de ideas y en los procesos somáticos.
Cuando nos tocan un complejo en nuestra vida cotidiana “sobre reaccionamos”. La emoción atada al complejo nos golpea como una ola gigante, y las fantasías que surgieron en la situación que está en la raíz del complejo distorsionan nuestra percepción de la situación actual.
La emoción que le da el poder al complejo contiene la energía que el complejo del ego necesita para lograr manejar ese problema. Pero hay una manera para hacer esta energía accesible: permitirle al complejo que se “imagine a sí mismo” en formas y figuras simbólicas.
En consecuencia, los símbolos son los talleres adonde se invitan los complejos en el aquí y el ahora. Los símbolos le conceden al ego el terreno donde pararse para confrontar los complejos. Esta confrontación tiene dos aspectos: uno mira hacia atrás y el otro mira hacia adelante. El símbolo permite el acceso tanto a
la memoria como a la expectativa. Nos conduce a los recuerdos personales de aquellas situaciones que nos han dejado marcas y cicatrices, y nos muestra la luz al final del estrecho túnel del complejo.
En el corazón de todo complejo hay un arquetipo. Los arquetipos son constantes antropológicas. Son los motivos siempre presentes detrás de toda experiencia, expresión, trabajo y comportamiento humanos. Le dan forma y figura al corazón de toda experiencia humana. Las ideas arquetipales canalizadas en un complejo personal adquieren una coloración personal. Los arquetipos están estructurados de tal modo que traspasan los límites de lo considerado físico y psicológico. Los complejos sirven de ropajes a los arquetipos.
De acuerdo a Jung, la predisposición inconsciente más importante es la fantasía creadora. Las imágenes primordiales o arquetipos se hacen visibles en los productos de la fantasía. Los complejos giran muy a menudo entorno a la manifestación de anima, principio contrasexual en la psique del hombre, y animus, principio contrasexual en la psique de la mujer y que están definidos por la cultura y la sociedad en un momento determinado. Son arquetipos enraizados en el inconsciente colectivo y actúan como conectores entre los ámbitos personales y transpersonales. Como arquetipos, sus dimensiones se manifiestan por medio de símbolos culturales. Los cuentos relatan patrones arquetipales enunciados en el lenguaje de la cultura. Nos hablan de las relaciones que existen entre los individuos de un pueblo y los arquetipos predominantes en un momento dado. Son, al igual que los sueños, fenómenos naturales del inconsciente colectivo: iluminan por un momento y de repente se desvanecen. Son el teatro de la naturaleza."
El desconocido puede ser una persona real del mundo exterior o un complejo negativo del interior. No importa lo que sea, pues el efecto devastador es el mismo. Esta vez el perro libra una batalla desenfrenada. Tanto si el sujeto es varón como si es mujer, eso es lo que ocurre en la vida exterior cuando un incidente, un error verbal o alguna cosa extraña se abalanza sobre nosotros y trata de hacernos olvidar quiénes somos. Siempre hay algo en la psique que trata de robarnos los nombres. En el mundo exterior también hay muchos ladrones de nombres.
En el cuento, el perrito lucha con denuedo. A veces, sólo aprendemos a aferrarnos a nuestro más profundo conocimiento porque un desconocido se nos echa encima. Entonces tenemos que luchar por lo que más queremos, por aquello que tenemos entre manos, por nuestro desarrollo más allá de nuestros motivos espirituales superficiales, lo que Robert Bly llama "el deseo de sentirnos maravillosamente", por mantenernos aferrados al conocimiento profundo, por terminar lo que hemos empezado.
El perrito lucha por conservar los nombres y, de esta manera, vence las repetidas caídas en el inconciente. Una vez terminada la batalla, comprobamos con asombro que el perro no ha perdido los nombres, pues la pelea era por eso, por el conocimiento de lo femenino salvaje. Quienquiera que lo posea tiene el mismo poder que la mujer. El perro ha luchado para entregarle este poder al hombre digno de él, Manawee. Ha luchado para impedir que el poder fuera a parar a un aspecto de la antigua naturaleza humana que lo utilizaría mal. La entrega del poder a unas manos adecuadas es tan importante como el descubrimiento de los nombres.
El heroico perro entrega los nombres a Manawee, el cual los ofrece al padre de las jóvenes. Las muchachas ya están preparadas para irse con Manawee. Han estado esperando desde el principio que Manawee descubriera y conservara el conocimiento conciente de sus naturalezas intrínsecas.
Vemos por tanto que las dos cosas que impiden el progreso en estas cuestiones son las distracciones del propio apetito y el oscuro desconocido, el cual puede ser un innato opresor del interior de la psique o una persona o situación del mundo exterior. En cualquier caso, el viajero sabe instintivamente cómo derrotar a estos saqueadores y merodeadores. Hay que conservar los nombres, los nombres lo son todo.
Fuentes:
Clarissa Pinkola Estés
"Mujeres que Corren con los Lobos"
"Mujeres que Corren con los Lobos"
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