domingo, 28 de octubre de 2007

El arte del silencio interior.

Una de las cosas que nos ocurren es que nos estamos hablando continuamente acerca de las cosas. Acerca de nosotros, del mundo, de las personas. Entonces etiquetamos, ponemos distinciones, opinamos, generamos un juicio.

Podríamos decir que estoy continuamente describiendo y sosteniendo la realidad con un discurso propio.

Parecería entonces una utopía y que nos resulte imposible poner la mente en blanco con el objetivo de silenciarnos para captar lo que nos rodea sin las propias distorsiones.

Al intentar lograrlo generalmente tenemos fantasías de lo que es poner la mente en blanco.

Algunos imaginan literalmente pensar en el color blanco o intentar visualizar una pantalla de cine blanca, un paisaje nevado etc. Con estas fantasías de lo que es “poner la mente en blanco”, sigo metido y creando desde mi pensamiento.

Del mismo modo hago descripciones del mundo, situaciones y personas, calificando de lindo, feo, bueno, malo, agradable, desagradable, me conviene, no me conviene. Continúo así sosteniendo mi propio discurso, mis propias opiniones. También está lo que me describieron otros, algo que me contaron a mí de cómo deben ser las cosas. Yo sigo contándome esta realidad a mí mismo reacomodándola de acuerdo a mis gustos o disgustos. Genero así más y más ilusión sobre eso que está u ocurre allí con mis interpretaciones.

Con este modo de intentar comprender lo que pasa no produzco en mí la calidad de silencio necesario para observar, conectarme y palpar lo que realmente es.

Las disciplinas orientales nos dicen que nada de esto tiene que ver con la Realidad.
Este modo de funcionar y “leer” lo que pasa me aleja de ella, me impide ver escuchar o sentir lo que verdaderamente ES para luego poder tomar mis decisiones y actuar en forma acorde a lo que realmente está pasando.

Este diálogo interno o pensamiento cotidiano tiene un formato un modo y se puede mapear, puedo darme cuenta de cómo funciona.

Suelo estar imaginando como en película cosas, sucesos pasados o verme a mi misma actuando hablando y diciendo tal o cual cosa en el futuro. Puedo escuchar un discurso optimista o pesimista y esto parece venir de ciertos lugares del cuerpo o fuera de él. Esto es una forma de describir lo sucedido o lo que sucederá y obviamente es falso. Estaría interpretando, sobreinterpretando, imaginando.

Esto crea algunos problemas. Por ejemplo miro a alguna persona y me digo: - Esta persona se parece al tío Francisco. El tío Francisco puede haber sido buena o mala persona este recuerdo tiñe mi visión, mi escucha y mi sentir de este momento presente y a partir de mi descripción, bañada por el recuerdo, comienzo a conectarme desde un lugar irreal e inadecuado con este ser que tengo delante de mí. No lo observo a él, no escucho ya lo que dice ni presto atención a lo que hace. Está sobreimpuesta todo el tiempo ésta máscara que le impuse del tío Francisco.

Esto no solo lo hacemos con las personas, lo hacemos con los lugares, lo hacemos con las plantas, con los animales. A lo que son realmente le agregamos “lo nuestro”.

Si uno lograse, hacer un alto del tiempo y pudiera parar con esta narración del mundo, de etiquetar, de imaginar de rellenar, de charlar sobre él, este parar me permitiría realmente percibir lo que es.

¿Entonces cuándo pensar?

Cuando tengo que hacer un cambio, presentar un proyecto, armar un curso, pintar un cuadro, hacer un jardín, limpiar algo, cocinar.
Me conecto con la tarea busco información o lo que sea que necesite, lo hago, una vez que lo terminé ya está.

Si sigo opinando, agregando comentarios del tipo: podría haber sido mejor... me entristezco, me siento inconforme.

Si creo que ya se todo pararé de aprender.

Si sigo esa línea de rumiar los pensamientos dándole vueltas sobre algo que es positivo lo enredo.

Distinto es obviamente si evalúo con el objetivo de redireccionar algo, agregar o quitar elementos, pensar nuevas opciones, informarme, perfeccionarme en algo.

Si esto lo realizo sin pensamientos de culpa, baja estima, alta estima u orgullo herido, si evalúo desde esa otra calidad de pensar, podríamos decir natural, la actividad se transforma en es útil, ecológica y adecuada.

Se complica mas cuando es algo considerado negativo.

Cuando está conectado con mis miedos y me digo cosas como que es algo que no puedo, no me atrevo, no me tengo confianza, cuando tiene que ver con esas cosas que me bajan la autoestima como las opiniones de mí mismo.

Estos pensamientos me traen un malestar y sensación de ineficacia.

Entonces en esos momentos es válido parar con el diálogo interno y las descripciones de uno mismo.

Pregunta: ¿Qué hacemos diferente a pensar de ese modo en la vida cotidiana?

Respuestas: Estar, sentir, ver, escuchar, estar conectado directamente con una tarea, estar haciendo, estar en la acción y percibiendo, sin opinión, ni deseo. Estamos hablando de la acción con atención de otro tipo. Es un estado de atención diferente al que tenemos comúnmente.

Castañeda la llama “la otra atención”.

Aclaración: Por ejemplo si escuché algo que me dice alguien, no opino sobre ello, puedo repreguntar a ver si entendí lo que la persona me dijo pero no le agrego juicio o calificación, pensamientos de debería ser mas que, menos que, lo mejor sería tal o cual cosa.

Si hago esto, de agregar, comienzo a distorsionar la realidad de lo que me dijo la persona con mis opiniones y esto consume mucha energía.

Esto me desgasta aunque no lo declare en voz alta.

Además se entra automáticamente en una discusión y competencia de opiniones.

Nos apasionamos, sentimos cosas con fuerza y énfasis.

Esto es totalmente distinto de, por ejemplo, en una situación de trabajo, con los datos obtenidos llegar a una conclusión lo mas objetiva posible, para el mejor modo de realizar dicha tarea. Hay ausencia de pasión o emociones fuertes.

Hay una energía liviana y muy activa, que no nos cansa, que nos deja satisfechos y potenciados.

En lo referido a las plantas puede que estemos mirando una y comencemos con... que linda, me hace acordar a la que tenía mi abuela.

Pobrecita que solita, me la regaló la tía Rosa y entonces es mi preferida.

Cuando hay emoción nos olvidamos de que es lo que realmente necesita la planta (o animal). Que lugar para crecer mejor, que abonos o no. Cuanto sol o sombra. Desconocemos con que otras plantas se asocia mejor que con otras. Si la afecta el viento o el exceso de agua. Que tamaño desarrollará cuando crezca. Donde ubicarla de acuerdo a esto. Sus floraciones y como crear un paisaje con ellas conociendo sus necesidades. Respetando lo que realmente son.
Con los animales ocurre otro tanto. Les agregamos emociones y estados de ánimo nuestros. Los tratamos como humanos y nos perdemos la verdadera relación que podemos tener con ellos si los conociéramos más; evitando nuestras interpretaciones emocionales teñidas de nuestras carencias y creencia de necesidades.

El reino mineral es todo un tema. Recuerdo una película sobre las costumbres de los esquimales que puede ilustrar este punto. Ellos elegían durante su verano una piedra que “los llamara”. Se silenciaban internamente y trataban de tomar una con la que entraran en resonancia. Esa es la que elegían para en las largas noches dentro de su iglú sacarles lo que les sobraba para descubrir el espíritu escondido dentro de ellas. El resultado eran bellísimas esculturas, cargadas de presencia.

A cuantos de nosotros caminado al lado de los arroyos no nos gusta recoger piedras sin pensar, o caminar y mirar los paisajes rocosos. Simplemente estar en estos paisajes o tenemos sobre alguna mesa o en un estante piedras que nos son significativas y nos gusta simplemente observar. No nos cuestionamos nada, disfrutamos de estar con ellas o de tenerlas distribuidas por la casa.

Cuando logro esto aparece una dimensión mágica, la conexión se hace directa con la planta, el animal, el árbol, la nube, el sol, con el viento. Es un proceso que se realiza desde el sentir, desde el sentimiento, no desde el proceso intelectual. La Biodanza nos da una riqueza enorme en ese sentido. Es un sentir que viene desde abajo, o arriba, baja, sube recorre.
Esto ocurre cuando estoy conectado y no procesando pensamientos, transcurre en múltiples situaciones, al escribir, al leer, al pintar, al actuar, al cocinar, cuando estoy ayudando a otro. Actúo desde un lugar armónico y directo. El pensamiento está a mi servicio de otro modo muy liviano y activo, en una especie de trance: Pero no es un trance en el que perdí facultades de percepción sino que están amplificadas.

Esto me da la oportunidad de reinventarme a mí mismo. El famoso tema de reinventarse se logra cuando paro de describirme como era. Cuando paro de darle valor a todo lo que se opina u opino yo de mí. Cuando dejo de dar valor y prestar atención a aquello que se dice de mí, por muy bien intencionado que sea. Ya sea que estas opiniones provengan de padres, amigos hermanos, parejas. De todas aquellas personas a las que les di internamente el derecho de decirme quien soy yo y que opinan sobre que puedo hacer o no hacer. Estas personas se han encargado de decirme quien soy, lo cual no es cierto pues ellos me leen desde su realidad y descripción, desde sus creencias de lo adecuado e inadecuado.

Entonces estoy usando una descripción que me dieron otros acerca de alguien que no soy... agregándole, además, mis opiniones y discursos, justificaciones y explicaciones.
Uno puede librándose de este funcionamiento descubrir facetas ocultas del Ser esencial de uno. Poco a poco uno comienza a mirar sin opinión, comienza a ver y percibir las cosas sin etiquetarlas y sin comentarlas.

Fuentes:

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Cómo no pensar

Para no pensar hay que saber concentrarse. Pero la concentración merece una especial atención. Debes tener unas palabras que te faltan. Siempre nos faltan unas palabras, como al héroe Vainamoinen, del Kalevala.

Pues, ¿para que sirve el no pensar? Sirve para estar atento, para no consumir nuestra preciosa energía, sirve para saber. Los que saben, no piensan. ¿Y que es el “saber”? Saber es saber todo. No saber todo es no saber. Ya lo afirmaba Gurdieff, hace más de cinco decenios. Y para saber todo, antes hay que saber mucho. Para saber mucho, antes hay que saber muy poco. Parecen juegos de palabras pero es lógica pura, lógica óntica.

Hace poco, serian unos días, apareció en inglés un libro traducido del japonés por mi amigo William Scott Wilson, “El Sermón del Demonio sobre las Artes Marciales” (“The Demon’s Sermón on Martial Arts”, Kodansha International, Tokio), escrito por Issai Chozanshi, que vivió entre 1659 y 1741, en Japón. Los interesados en el arte del no pensar deberían pasearse un rato por las páginas de este libro. Muchos recordaran “El arte maravilloso de un Gato”: esta escrito por el mismo Chozanshi. Los estudiosos de la energía, sean ellos artistas marciales o no, encontraran materias de estudio de gran valor polimecánico y por ende, educativo, en este libro traducido con la modestia secreta de los que saben.

Meses atrás, he acompañado a Mr. Wilson en su viaje a Japón, y hemos subido juntos el Monte Kurama, el escenario mismo del libro.

Cada vez que Mr. Wilson me visita hoy, a mi casa, en Coconut Grove de Miami, bebemos te verde y guardamos silencio, sin pensar. No se si por ello mismo alcanzamos el saber, pero lo cierto es que luego de quedar de nuevo mirando el cielo desde mi jardín, el trino de los pájaros me dice algo.

Cada vez que un pensamiento se asoma, lo dejo pasar, no lo invito a quedarse, no lo acojo. Y a ratos, veo como los pensamientos me dejan tranquilo, en silencio, como si dijeran: “Este sujeto no esta pensando. Dejémoslo en paz. “.Cuando me siento asaltado por un verdadero ejercito de preocupaciones, repito las siguientes palabras: Yo, Ya, Eso, Así, Aquí.
Es como decir: “Yo soy Yo, Ya es ya, Eso es eso, Así es así, Aquí es aquí.

A lo mejor les pueda servir para algo esta técnica secreta que descubrí por mi mismo. Si desean saber más sobre la lógica óntica de esta técnica, pues he aquí, en un escrito, los detalles de la práctica y de la teoría. Hasta pronto…

Para más detalles sobre el tema: Manual de óntica.



sábado, 27 de octubre de 2007

Atoms

Tal vez en una época (s.V a.C) dónde casi todo era difuso y cambiante (la concepción del mundo, el conocimiento, las fronteras del propio país, siempre en guerra y expansión...) fue el ambiente idóneo para que surgieran las grandes preguntas sobre la realidad: si todo varía, muta, se convierte... ¿qué es real?

A esta pregunta se enfrentaban filósofos griegos desde diferentes posiciones:
- no hay una realidad fija puesto que todo está en continuo cambio, y, por tanto, la realidad no es más que un fluir continuo.
- A pesar de la continua metamorfosis que experimenta la realidad, hay unos principios esenciales que se mantienen invariables que consiguen que todo lo que perece vuelva a emerger de la misma manera.

De esta segunda consideración surgieron múltiples elementos que eran considerados, por unos y por otros, como el origen inalterable de todas las cosas (el llamado arché).

Demócrito de Abdera, junto a la misteriosa figura de Leucipo, desarrolló toda la teoría atómica que defendía a esas partículas diminutas (invisibles), e indivisibles, como origen de la realidad material. El átomo era para Demócrito, como una especie de mapa genético de la realidad, a partir del cual todo adquiría forma.

Esta teoría que en principio podía parecer una arché más en la ruta del conocimiento griego (como el fuego o el agua) plantea una serie de afirmaciones sobre la realidad y sus componentes que la distinguen del resto de ideas y la hacen objetivo de todas las críticas.

En primer lugar, atenta contra la idea aceptada de manera generalizada de la inexistencia del vacío, ya que este es tan imprescindible como el propio átomo para que la realidad se origine. Según Demócrito, esencialmente sólo existen los átomos y el vacío. Gracias a este vacío puede existir el movimiento de los átomos, que pasan a ocupar diferentes lugares, chocando con otros átomos, uniéndose en átomos más grandes y dando lugar así a los objetos como los conocemos hoy en día.

A consecuencia de esto se desprende la segunda aportación de la teoría atómica a la explicación de la realidad: la dicotomía entre lo variable y lo permanente no tiene sentido, porque ambas cosas se encuentran conjugadas en esta idea de los átomos. Es decir, aunque un ser pueda trasformarse e incluso perecer, su mapa genético (atómico) permanecerá inalterable, permitiendo que otro ser vuelva a generarse de la misma manera y por tanto se mantenga esta realidad estable, a pesar de su continuo cambio.

Esta teoría fue muy criticada en su época, y no llegó a desarrollarse hasta sus últimas consecuencias hasta el siglo XX. Posteriormente, y a raíz del descubrimientos de las radiaciones y el espectro electromagnético, se ha desarrollado la teoría del quantum, en la que se afirma la existencia de partículas subatómicas a partir de las cuales se pueden explicar fenómenos energéticos y de absorción de luz por los cuerpos negros. Más o menos perfecta, lo que es cierto es que esta reducción de toda la realidad a una única partícula originaria, entronca profundamente con la idea de digitalización y, en alguna medida, pudo servir como referente a la hora de sintetizar todo el conocimiento en unos y ceros (átomo y vacío).

Fuentes:
Irene Moreno.
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Recursos docents
per Xavier Berenguer


Realidad Simulada: ¿Vivimos en una simulación de ordenador?

¿Existe la posibilidad de simular universos tan detallados en que sus habitantes no puedan darse cuenta de que es una simulación? Te contamos de qué va la Hipótesis de Simulación y los diferentes argumentos a favor y en contra de la Realidad Simulada.

¿Estamos siendo simulados?

No debemos confundir la Realidad Simulada con la Realidad Virtual. La realidad virtual es una representación de la realidad que puede ser claramente diferenciada de la verdad por nosotros. Por el contrario, la Realidad Simulada refiere a una realidad perfecta y completa en la que el habitante no puede determinar su falsedad. Sí, estamos hablando de una Matrix, con la diferencia de que los argumentos de Realidad Simulada no consideran el dominio de las máquinas sobre el hombre, sino el simple interés del hombre de simular al hombre. La Hipótesis de Simulación considera que todos nosotros existimos en tal realidad y que hay otro mundo allí afuera que no podremos alcanzar.

Uno de los primeros defensores de la hipótesis de simulación es el filosofo Nick Bostrom. Los principios que establece Bostrom, se basan en un preconcepto de que una mente consciente puede ser implementada en un sustrato informático como procesadores de silicio. Según Bostrom, lo que nos permite tener experiencias conscientes no es la materia del cerebro sino su arquitectura computacional, y llegado a un nivel tecnológico suficiente, un ordenador poderoso podría recrear una mente humana.

Bostrom establece tres proposiciones (que pueden ver más ampliamente aquí). La primera premisa refiere a una incapacidad tecnológica, la segunda al desinterés de hacer simulaciones y la tercera a que estamos probablemente dentro de una simulación. Asumiendo que las dos primeras premisas son falsas, Bostrom concluye en que no sólo estamos dentro de una simulación sino que la cantidad de simulaciones llevadas por una civilización avanzada sería astronómica. Habría más mentes simuladas que mentes reales, por lo que, por un principio de indiferencia, es más probable que seamos mentes simuladas que reales.

Mientras el profesor Barry Dainton apoya el argumento de la simulación de Bostrom (haciendo hincapié en que existe la posibilidad de simular la conciencia humana en formas sencillas y complicadas), el físico Frank Tipler ofrece otra visión. Basado en una teoría de entropía que nos recuerda mucho al maestro Isaac Asimov, Tipler cree que la capacidad informática del Universo puede incrementarse a un ritmo suficiente para que la tasa de cómputos se acelere hiperbólicamente más rápido que lo que el tiempo se acaba. En su principio, una simulación que corra en este universo informático puede continuar por siempre en sus propios términos, aunque el universo externo sólo dure un tiempo finito. Robin Hanson incluso se aventuró a sugerir cómo vivir en una simulación, enumerando conceptos que hacen que la realidad simulada parezca más una nueva religión que una realidad.

Otra de las visiones que apoyan la hipótesis de simulación se basa en la consideración de los sueños. Cuando soñamos creemos que la realidad simulada (el sueño) es lo que realmente está sucediendo. Descartes fue uno de los primeros filósofos en cuestionar la distinción entre la realidad y los sueños, y puede verse el mismo argumento expuesto por Borges en su cuento "Las ruinas circulares" en que el soñante se da cuenta que es, a su vez, soñado por alguien más. Pero también es cierto que con cierta práctica, o por mera casualidad, una persona puede tener un "sueño lúcido", es decir, darse cuenta que está soñando. Aunque no podemos negar que los sueños nos demuestran que existe la posibilidad de que seamos incapaces de diferenciar la realidad de la simulación, el sentido común, consideraciones de simplicidad y análisis de todos los posibles mundos de los sueños, desmerecen cualquier apoyo sobre esta visión.

Nuestro lógica puede aceptar o no estas teorías, pero lo cierto es que no hay ningún tipo de prueba científica que les pueda dar validez. Los escépticos, debemos luchar contra el concepto de que tales pruebas no pueden ser halladas porque la simulación ha sido diseñada con las limitaciones esenciales necesarias para que no podamos encontrarlas. Por otro lado, Bostrom establece que la refutación decisiva de que existen las realidades simuladas sería encontrar alguna física no computable, pero al día de hoy, la física conocida se considera computable. Aún cuando pudiera establecerse que se debe desarrollar un número infinito de pasos en un tiempo finito, no se puede discernir si los ordenadores corriendo una simulación son capaces de hacer cosas que los ordenadores dentro de la simulación no pueden hacer. Pero aún podemos utilizar la lógica.

La teoría del computacionalismo establece que el cerebro humano es mejor concebido como un sistema de procesado muy similar a un ordenador. Y, aunque esta visión bien podría aceptar que una simulación podría tener sujetos conscientes, no se puede ignorar que la conciencia debería requerir un sustrato de física "real". De lo contrario, las personas simuladas, aunque se comportaran correctamente, serían zombies filosóficos.

Josh Kirschembaum propone una interesante mirada sobre el origen y construcción de la conciencia. En "¿Estamos viviendo en una realidad simulada?", Kirschembaum busca establecer el principio de la conciencia argumentando que no es un proceso formal de información sino una propiedad fundamental del universo que no puede ser simulada o sintetizada. Aún cuando una máquina pudiera aprender de sus propios resultados, esto no debería leerse como un proceso consciente. Kirschembaum contrasta esto con una persona privada de todos sus sentidos (vista, olfato, tacto, gusto, oído) que aún tiene un nivel de conciencia y aun puede tener pensamientos, sueños y alucinaciones. El teórico, se anima a ir más allá, argumentando que, incluso de remover todo el pensamiento, percepciones imaginarias y sueños, quedaría aun una vigilia desnuda consciente de sí misma. Esta sería una cognición básica que no requiere de ningún contenido para existir. Luego de un detallado análisis, Kirschembaum concluye que la conciencia es trascendental y no está contenida en ningún lado, y por ende no puede ser creada o cambiada. La conciencia se referencia a sí misma y puede ser descrita en términos de "tenerse a sí misma". No requiere nada más que ella para existir, por lo que es en realidad la naturaleza fundamental de la realidad en sí misma. Siendo así, es imposible simular un universo en un ordenador ya que la conciencia no está "en" el universo, sino que el universo está en la conciencia.

En la actualidad, los requerimientos informáticos para dinámica molecular son tales que lleva varios meses de tiempo de computo - en los ordenadores más rápidos del mundo - simular 1/10mo de segundo del plegado de una sola molécula de proteína. En respuesta a esta objeción, Bostrom calculó que la historia entera de la humanidad requeriría unos 1036 cálculos para simularla y que un ordenador del tamaño de un planeta, construido utilizando métodos nanotecnológicos conocidos, podría procesarlo.

Bien, asumamos que es posible alcanzar el nivel de cálculo para generar una simulación detallada de cada partícula, y que llegaremos a construir un ordenador del tamaño de un planeta. Asumamos que estamos dentro de una simulación de ordenador. ¿No debería haber errores, interferencias, fallos técnicos, vacíos en la estructura de la programación? ¿No sería posible descubrir alguno?

John D. Barrow asegura, en "Living in a Simulated Universe", que de vivir en una simulación veríamos fallos en las supuestas constantes y leyes naturales. Barrow comienza por establecer que los simuladores de una realidad tendrían que haber sido tentados a evitar la complejidad de las leyes naturales de sus mundos cuando pueden simplemente crear "efectos realistas". Pero incluso si se dieran a la tarea de simular cada ley natural, habría límites a lo que pueden hacer, porque no es posible tener un conocimiento completo de las leyes naturales. Los programadores podrían saber mucho sobre física y sobre la programación necesaria para simular un universo, pero habría huecos o errores en su conocimiento de leyes naturales. Aunque estas serían sutiles y podrían permitir el flujo normal de la simulación, gradualmente las fallas comenzarían a amontonarse creando una bola de nieve que cesaría el cómputo de estas realidades. Barrow dice que la única forma de solventar esto sería ir agregando parches en los problemas a medida que surgen. Algo que todas las personas que trabajamos con ordenadores conocemos a la perfección. Si los simuladores utilizaran un código de corrección de errores de ordenador contra las fallas de sus simulaciones, cada tanto ocurriría una corrección en el estado de las leyes gobernando la simulación. Los científicos y astrónomos simulados podrían observar y prevenir cambios repentinos en muy pequeñas leyes naturales y mostrar que las constantes de la naturaleza van cambiando lentamente.

Claro que es inevitable que surja la pregunta de si el conocimiento de errores o vacíos en una simulación lo suficientemente poderosa son instantáneamente borrados en el momento que son observados, ya que presumiblemente todos los pensamientos y experiencias en un mundo simulado pueden ser cuidadosamente monitoreados. Pero si se toma la posibilidad de que existan incontables simulaciones y que, por ende, las mentes simuladas excedan en gran número a las mentes orgánicas, sería impracticable el control de cada pensamiento virtual individual.

Por otro lado, como bien establece la Navaja de Occam "en igualdad de condiciones, la solución más sencilla es probablemente la correcta". Es más sencillo considerar que la realidad es lo que es, que evaluar las posibilidades de estar en una simulación. Pero dado que esto es una regla heurística y no un axioma, no es la verdad absoluta para refutar todas las hipótesis. Pero aun si nos atrevemos a considerar todo lo expuesto, comprobar la existencia de una realidad simulada es improbable en cualquier sentido concreto: cualquier evidencia que sea directamente observada sería otra simulación en si misma. No hay manera posible de estar seguros de que las personas que corren nuestra simulación no sean en si mismos una simulación de otro y así infinitamente. Dadas las premisas del argumento de simulación, cualquier realidad no tiene mejores o peores posibilidades de ser una simulación que cualquier otra.

Con todo dicho, ¿qué diferencia hace? Si estamos en una simulación como la expuesta por Bostrom, el Universo no es lo que creemos y no podemos salir de aquí. Sólo nos queda esperar que, en el próximo formateo, alguien se olvide de crear a Bill Gates.


Fuentes:
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El argumento de la simulación: por qué la probabilidad de que usted viva en una Matrix es bastante alta.

Matrix hizo que muchas mentes no tan filosóficas rumiaran acerca de la naturaleza de la realidad. Pero el escenario representado en la película es ridículo: cerebros humanos mantenidos en tanques por máquinas inteligentes sólo para producir energía.

Hay, sin embargo, un escenario relacionado que es más plausible y una línea seria de razonamiento que nos lleva desde la posibilidad de este escenario a una conclusión sorprendente acerca del mundo en el que vivimos. Yo lo llamo el argumento de la simulación. Quizá su más asombrosa lección es que hay una probabilidad significativa de que usted viva en un simulación de computadora. Literalmente hablando: si la hipótesis de la simulación es verdadera, usted existe en una realidad virtual simulada en una computadora construida por alguna civilización avanzada. Su cerebro, también, es simplemente una parte de esa simulación. ¿Qué argumentos podríamos tener para tomar en serio esta hipótesis? Antes de llegar a la esencia del argumento de la simulación, consideremos algunos de sus preliminares. Uno de éstos es la asunción de “independencia del substrato”. Ésta es la idea de que las mentes conscientes podrían en principio ser implementadas no sólo en neuronas biológicas basadas en carbono (como las que están en su cabeza) sino también en otro substrato computacional como los procesadores basados en silicón.

Por supuesto, las computadoras que tenemos hoy en día no son lo suficientemente poderosas para ejecutar los procesos computacionales que ocurren en su cerebro. Y aun si lo fueran, no sabríamos cómo programarlas para que lo hicieran. Pero, a fin de cuentas, lo que le permite tener experiencias conscientes no es el hecho de que su cerebro esté hecho de materia blanda, biológica, sino que implementa un cierta arquitectura computacional. Esta asunción es bastante aceptada ampliamente (aunque no universalmente) entre los científicos cognitivos y filósofos de la mente. Para los fines de este artículo, lo daremos por hecho.

Dada la independiencia de substrato, es posible en principio implementar una mente humana en una computadora lo suficientemente rápida. Esto requeriría de hardware muy poderoso con el que no contamos aún. Requeriría también de habilidades avanzadas de programación, o maneras sofisticadas de hacer una exploración detallada de un cerebro humano que pueda ser cargada en una computadora. Aunque nosotros no podamos hacer esto en el futuro cercano, la dificultad parece ser simplemente técnica. No hay ley física conocida o restricción material que impida a una civilización lo suficientemente avanzada tecnológicamente implementar mentes humanas en computadoras.

Nuestro segundo preliminar es que podemos estimar, más o menos, cuánto poder de cómputo tomaría implementar una mente humana junto con una realidad virtual que para esta mente se vería completamente realista, con la cual interactuar. Además, podemos establecer límites inferiores acerca de cuan poderosas podrían ser las computadoras de una civilización avanzada. Futuristas tecnológicos han producido ya diseños de computadoras físicamente posibles que podrían ser construidas usando tecnología de fabricación molecular avanzada. El resultado de tal análisis es que una civilización tecnológicamente madura que ha desarrollado al menos aquellas tecnologías que nosotros ya conocemos como físicamente posibles, podría ser capaz de construir computadoras lo suficientemente poderosas para ejecutar un número astronómico de mentes similares a las humanas, aun si sólo una pequeña fracción de sus recursos fuera utilizada para tal propósito.

Si usted es una de esas mentes simuladas, podría no haber manera de observación directa de saberlo; la realidad virtual en la que estaría viviendo se vería y sentiría perfectamente real. Pero todo lo que esto demuestra, hasta ahora, es que usted nunca podría estar completamente seguro de que no está viviendo en una simulación. Este resultado es sólo moderadamente interesante. Usted podría aún considerar la hipótesis de la simulación como demasiada improbable para ser tomada seriamente.

Ahora vamos al centro del argumento de la simulación. Esto no pretende demostrar que usted está en una simulación. En cambio, muestra que deberíamos aceptar como verdadera al menos una de las siguientes tres proposiciones:

(1) La probabilidad de que una especie con nuestro nivel actual de desarrollo pueda evitar extinguirse antes de convertirse en tecnológicamente madura es insignificatemente pequeña.

(2) Casi ninguna civilización tecnológicamente madura está interesada en correr simulaciones de computadora de mentes como las nuestras

(3) Usted está casi con seguridad en una simulación.

Cada una de estas tres proposiciones podrían ser prima facie inverosímiles; y aún así, si el argumento de la simulación es correcto, por lo menos una es verdadera (mas no nos dice cuál).

Mientras el argumento completo de la simulación emplea algo de teoría de la probabilidad y formalismos, su esencia puede ser entendida en términos intuitivos. Suponga que la proposición (1) es falsa. Entonces una fracción significativa de todas las especies con nuestro nivel de desarrollo eventualmente se volverán tecnológicamente maduras. Suponga, además, que (2) es falsa también. Entonces una fracción significativa de estas especies que se han vuelto tecnológicamente maduras usarán una porción de sus recursos computacionales para correr simulaciones de computadora de mentes como las nuestras. Pero, como vimos anteriormente, el número de mentes simuladas que cualquiera de tales civilizaciones tecnológicamente maduras podría correr es astronómicamente enorme.

Por lo tanto, si tanto (1) como (2) son falsas, habrá un número astronómicamente enorme de mentes simuladas como las nuestras. Si hacemos cuentas, encontramos que habrían muchísimas más mentes simuladas que mentes no simuladas corriendo en cerebros orgánicos. En otras palabras, casi todas las mentes como las suyas, teniendo los tipos de experiencias que usted tiene, serían simuladas en vez de biológicas. Por lo tanto, por un principio muy débil de indiferencia, tendría que pensar que usted es probablemente una de esas mentes simuladas en vez de una de las excepcionales que están corriendo en neuronas biológicas.

Así pues, si piensa que tanto (1) como (2) son falsas, debería aceptar (3). No es coherente rechazar las tres proposiciones. En realidad, no contamos con mucha información específica que nos diga cuál de las tres proposiciones podría ser verdad. En estas circunstancias, podría ser razonable distribuir nuestro crédito más o menos uniformemente entre las tres proposiciones, dando a cada una de ellas una probabilidad substancial.

Consideremos las opciones con un poco más de detalle. La posibilidad (1) es relativamente sencilla. Por ejemplo, quizá hay alguna tecnología altamente peligrosa que cada civilización lo suficientemente avanzada desarrolle, y que luego les destruya. Esperemos que éste no sea el caso.

La posibilidad (2) requiere que haya una fuerte convergencia entre todas las civilizaciones suficientemente avanzadas: casi ninguna de ellas está interesada en correr simulaciones de computadora de mentes como las nuestras, y casi ninguna de ella contiene individuos relativamente ricos que estén interesados en hacerlo y sean libres de actuar como deseen. Uno puede imaginar varias razones que puedan conducir a algunas civilizaciones a renunciar a correr simulaciones, pero para conseguir (2), virtualmente todas las civilizaciones tendrían que hacerlo. Si esto fuera verdad, constituiría una restricción interesante en la evolución futura de vida inteligente avanzada.

La tercera posibilidad es la más intrigante filosóficamente. si (3) es correcta, usted está casi con seguridad viviendo ahora en una simulación de computadora que fue creada por alguna civilización avanzada. ¿Qué tipo de implicaciones empíricas tendría esto? ¿Cómo cambiaría esto la manera en que vive su vida?

A primera vista podría pensar que si (3) es verdadera, entonces no hay más apuestas, y que uno estaría loco si pensara seriamente que está viviendo en una simulación.

Razonar así sería un error. Aun si estuviéramos en una simulación, la mejor manera de predecir qué pasaría después en nuestra simulación es todavía a través de métodos ordinarios – extrapolación de tendencias pasadas, modelación científica, sentido común common, etc. Si usted creyó estar en una simulación, debería continuar con su vida de la misma manera que si estuviera convencido que está viviendo en una vida no simulada en el nivel inferior de la realidad.

La hipótesis de la simulación, sin embargo, puede tener algunos efectos sutiles en el comportamiento racional cotidiano. Hasta el punto de que usted piense que entiende los motivos de los simuladores, puede usar este entendimiento para predecir lo que sucederá en el mundo simulado que ellos han creado. Si piensa que hay una oportunidad de que el simulador de este mundo fuera, digamos, un descendiente devoto de algún fundamentalista cristiano contemporáneo, podría conjeturar que ha configurado la simulación de tal manera que los seres simulados serán recompensados or castigados de acuerdo a un criterio moral cristiano. El más allá, por supuesto, una posibilidad real para una criatura simulada (que podría ser continuada en una simulación diferente después de su muerte o “cargada” en el universo del simulador y quizá ser proveída allá con una cuerpo artificial. Su destino en ese más allá podría estar adecuado para depender de la manera en que se comportó en su encarnación simulada presente. Otras razones posibles para correr simulaciones incluyen las razones artísticas, científicas o recreacionales. Ante la ausencia de bases para un tipo de simulación por sobre la otra, sin embargo, tenemos que regresar a los métodos empíricos ordinarios para conducirse en el mundo.

Si estamos en una simulación, ¿es posible saberlo con certeza? Si los simuladores no quieren que lo descubramos, probablemente jamás lo haremos. Pero si escogen mostrarse a sí mismos, podrían hacerlo ciertamente. Quizá una ventana informándole del hecho aparecería enfrente de usted, o quizá le “cargarían” en su mundo. Otro acontecimiento que nos permitiría concluir con un alto grado de confianza que estamos en una simulación es si llegamos algún día al punto de encender nuestras propias simulaciones. Si comenzamos a correr simulaciones, sería una evidencia fuerte en contra de (1) y (2). Lo que nos dejaría a (3) solamente.

Fuentes:
Nick Bostrom.
Times Higher Education Supplement, mayo 16, 2003
Nick Bostrom es un miembro postdoctoral de la Academia Británica en la facultad de filosofía en la Universidad de Oxford. Su argumento de la simulación es publicado en The Philosophical Quarterly. Un borrador del escrito original está disponible en http://www.simulation-argument.com/.

¿Vivimos en una simulación?

Desde pequeños, en la escuela, se nos enseña que nuestro mundo está regido por una serie de leyes, expresadas de forma más o menos compleja gracias al lenguaje universal de las matemáticas; a mí, y supongo que a la mayoría de ustedes, no se me ocurrió nunca preguntar porqué la realidad está regida por esas leyes y no otras, y si realmente esas leyes explican el porqué de las cosas. Consideremos que en ese entonces hubiéramos preguntado: ¿Por qué cae un balón al suelo? Hubiéramos recibido una de estas respuestas: a) porque la tierra lo atrae; b) la tierra ejerce una fuerza gravitatoria proporcional al recíproco del cuadrado de la distancia; c) nos hablarían de la teoría relativista de la gravedad y de cómo la tierra deforma el espacio- tiempo tetradimensional afectando a la trayectoria tetradimensional del balón. Sin embargo, ninguna de estas explicaciones aporta el más minimo elemento para responder la pregunta del porqué de dicha caída, simplemente la gravedad se comporta así.
A medida que los físicos han ido descubriendo las leyes que gobiernan el cosmos, se han planteado también la conjetura de cómo hubiera sido todo en caso de que las leyes que gobiernan el universo hubieran sido diferentes; pequeñísimas variaciones en las constantes físicas fundamentales hubieran dado lugar a universos completamente distintos, en los que la vida nunca hubiera existido. Éste es el punto central del muy controvertido principio antrópico. De acuerdo a este principio, las leyes y constantes de la física son tales que permiten el desarrollo de la vida. La refutación más actual a este principio es la teoría del multiverso: hay muchos universos diferentes, cada uno con su propia configuración inicial y, tal vez, con su propio conjunto de leyes. Solamente en pocos universos como el nuestro se desarrollarían seres inteligentes que harían la pregunta: ¿por qué es el universo como lo vemos? La teoría del multiverso no resuelve la pregunta de fondo acerca de la naturaleza de la realidad.
En los últimos años hemos visto llegar a nuestras pantallas películas como Matrix y Nivel 13, tratar de preguntarse, con mejor o peor fortuna, acerca de la verdadera naturaleza de la realidad. Es tan sólo un reflejo del avance científico del que somos testigos; a medida que nuestro conocimiento científico aumenta, tenemos una idea más completa de cómo funciona nuestro universo. La síntesis de estas películas consiste en una especie de realidad virtual en la que estaríamos inmersos, y por lo tanto lo que vemos, lo que tocamos, lo que sentimos, no sería exactamente real. En 2004, el físico Martin Rees y el matemático John Barrow, respetados científicos de la universidad de Cambridge, nos dijeron que lo que estamos viendo en estas películas no está tan desencaminado. Propusieron que habitamos en un universo simulado por una supercomputadora construida por una civilización muy avanzada fuera de nuestro universo. En una sociedad más completa, más desarrollada lógicamente a nivel informático que la nuestra, en lugar de simular lo que hacemos nosotros, como por ejemplo un clima, movimientos planetarios, y pequeños experimentos con vida artificial, ellos podrían ir más lejos y simular el surgimiento de estrellas o de sistemas planetarios, podrían establecer precisas reglas de bioquímica, y luego serían capaces de observar la evolución de la vida y de la consciencia en el universo. La teoría de la realidad como simulación va más allá del principio antrópico, ya que es compatible con la simulación de múltiples programas (universos) ejecutándose en paralelo en la mencionada supercomputadora, de forma que cada programa se inicialice con ciertos valores aleatorios en sus constantes fundamentales, es decir, no tiene porqué haber diseño inteligente. Esto lo saben muy bien los que trabajan en el campo de la computación evolutiva, una rama de la inteligencia artificial. El aspecto problemático de la teoría es la computabilidad del universo: ¿Entre un instante y otro existen infinitos instantes? ¿Entre un punto y otro existen infinitos puntos? ¿Es necesario ponernos de acuerdo en que el universo debe ser discreto en el espacio-tiempo para poder computarlo? ¿Es imposible hacer una simulación así porque necesitaríamos una supercomputadora tan grande que somos incapaces de concebirla? Si nuestra realidad fuera una simulación computada, el hardware en que se ejecuta la simulación estaría fuera de ella, es decir en la realidad superior. Como no tenemos idea de qué leyes puedan estar rigiendo esa otra realidad, no tenemos razones para suponer que ese hardware sea similar en algún sentido al que se necesitaría en nuestra realidad. He hablado de la “realidad superior”, aquí nos surgen más preguntas: ¿Por qué nuestro universo ha de ser una simulación en otro universo superior? ¿Y por qué no? ¿No puede existir simplemente, y ya está?
Existe una argumento de peso a la hora de demostrar si vivimos o no en una simulación: los individuos que pertenecen a un sistema no pueden conocerlo de forma directa.
Estamos hablando de sistemas de organización de orden superior, de pautas de orden superior. Los sistemas de orden inferior no pueden aprender enteramente el todo del que forman parte. Lo impide la lógica. Desde el punto de vista de la programación de software, el universo podría haber sido creado hace cinco minutos con la exacta configuración que tenía en ese momento (incluyendo todas nuestras memorias, y el estado de toda la materia y energía del universo), y nosotros no podríamos saberlo.
En definitiva, tenemos motivos para pensar que es posible que nuestra realidad sea una simulación, y tenemos el sentido común para pensar que parece improbable; lo más fascinante es que puede ser cierto, y nunca lo llegaremos a demostrar ni a refutar.

Tampoco hay que desesperarse por la naturaleza de nuestra realidad... después de todo, ¿qué diferencia habría entre el universo real y otro universo copia del primero? ¿qué diferencia habría entre materia e información? ¿no sería lo mismo tener una unidad mínima de materia en cierta posición, que tener "algo" que se comportase como si fuera una unidad mínima de materia, en la misma posición? Ciertamente, es difícil de ver la diferencia.

Fuentes:
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La doctrina de la unidad en el Zoroastrismo.

Toda verdadera religión erige uno de sus pilares en la metafísica, ciencia de las realidades divinas, la cual, sin duda, nada tiene que ver con el significado que los modernos asignan a esta palabra. Ha sido el francés René Guénon quien ha restituido para el Occidente la verdadera dimensión de este saber.

Así como la cosmología es una de las ciencias interpretativas que no pueden dejar de existir en toda forma tradicional, la metafísica cumple una labor primordial en tales ambientes. Ello por cuanto estudia las verdades primeras que atañen a los misterios del Ser divino, con medios diferentes a la dialéctica moderna, incorporando entre ellos el uso de la intuición, mecanismo directo de gnosis.

Jean Borella la define como "la ciencia de los grados de la realidad universal", señalando que además hay un sentido restringido de tal término, que define metafísica como todo aquello que está más allá de la manifestación creacional, incluidos los estados angélicos.2

Para Frithjof Schuon, la doctrina metafísica no es otra cosa, en el fondo, que la ciencia de la Realidad y la ilusión, y se presenta, a partir del estado terrenal —por tanto, con su extensión cosmológica—, como la ciencia de los grados existenciales o principiales según el caso: distingue de una parte entre el Principio y la Manifestación —o entre "Dios" y el "mundo"—, y de otra, en el Principio mismo, entre el Ser y el No-Ser, o, en otros términos, ente el Dios personal y la Divinidad impersonal; en la manifestación la metafísica —convertida entonces en cosmología— distinguirá entre lo informal y lo formal, dividiéndose a su vez lo formal en dos estados, sutil o anímico uno y burdo o corporal el otro.3

La doctrina de la Unidad —sabiduría que ve en la dualidad sólo un aspecto formal que debe trascenderse, pues podríamos decir que sólo atañe a la manifestación y no a los Principios— la hallamos expuesta de manera magistral en el hinduismo, a través de la escuela advaita (no dualidad), siendo Schankaracharya uno de sus mayores expositores. Pero también se ha desarrollado muy bien en ambientes como el judaísmo (la kabbalah), el cristianismo (Jakob Boehme4 y Meister Eckhart son algunos de los más notables en este sentido), el Islam (especialmente en algunos sufíes, como Mu-hiyuddin Ibn Arabi, quien en sus libros La sabiduría de los profetas5 y el Tratado de la unidad 6 demuestra su fina percepción en materias espirituales) y el taoísmo.

Ella consiste en la sapiencia que indagando los "principios primeros" de las cosas concluye que Dios es el ser Único (es por ello que los musulmanes recitan La ilaha illa-Llah, lo que quiere decir no hay divinidad sino la Divinidad), único conocedor, único sujeto y objeto, pleno, comprehensivo. Este ser incluso está más allá de las apariencias de contradicción, y de la manifestación o creación.

Sobre la Unidad conviene seguir los dichos de Titus Burckhardt, que nos parecen muy reveladores:

Lógicamente la Unidad es a la vez indiferenciada y principio de distinción. Como Unidad indivisible, en el sentido de al-Ahadiya, corresponde a lo que los hindúes designan por No-Dualidad (advaita); como Unicidad en el sentido de al-Wahidiyya, es el contenido positivo de cualquier distinción, pues es por su unicidad intrínseca por lo que cada ser se distingue de otro modo que por sus meras limitaciones.7


Pudiera ocurrir que la existencia de emanaciones divinas nos confunda, y así alguno pudiera creer que se trata de otros "dioses". Tal visión olvida que Dios es Uno y de quien surgen sus potencias; las que al ser partes de Él se hayan supeditadas en totalidad a su influencia.

Las narraciones indias nos dan prueba de este deseo divino de hacerse "otros", cuando al final es Él mismo, con sus otros rostros.

Así en el Maitri Upanishad, II.6. Tal documento A. K. Coo-maraswamy en un articulo inédito lo comenta de la siguiente manera: "Aquí la Persona inteligenciante (cf. II.2.7), el Progenitor (el Soplo, XI, 4.11), despertando como si fuera del sueño, se divide a sí mismo quíntuplemente".

No hay otro Dios, pues efectivo es que todo proviene de Él. Pero esto no impide que existan manifestaciones y estadios del Ser, cuestión que si logramos captar en su sutil implicancia es algo muy diferente. Así, por ejemplo, y con toda razón Meister Eckhart distinguía entre un Dios y la Divinidad; así Frithjof Schuon se ha permitido hablar de un Ser y un Sobre-Ser.

Esta Divinidad o Sobre-Ser toma en lenguaje islámico el nombre de Dat, en el taoísmo es "el Tao que no se menciona", en la kabbalah es En-Sof. En mazdeísmo es Vâj (vacío o abismo).

La metafísica zoroastriana ha querido explicar este tema diciéndonos que frente a Ormuzd (principio del Bien; el Ser) existe un "gemelo" llamado Ahrimán (principio del Mal). Pero que incluso a pesar de ellos hay un estadio divino que pocas veces es enunciado en los textos: Vâj (el vacío). Este primer rostro (invisible) de Dios es "intocable", si se nos permite la expresión, mientras que el mismo Ormuzd puede, sin embargo, ser entidad que se desarrolla en el tiempo y el espacio, y por tanto es capaz de devenir actuante, que puede triunfar e incluso por una era perder.9 En términos eckhardtianos Ormuzd es Dios, Vâj, en cambio, es la Divinidad. De Vâj surgirán Ormuzd y Ahrimán, pero no se confundirá con ellos. De allí que sea inalterable, pues Él es infinito y No-Manifestado.

El zoroastriano Shikand Gumâni Vazar,10 en su capítulo VIII, nos dice: "Una vez que (Ahrimán) ha alcanzado plena comprensión de lo que sufre a manos de la omnipotencia, el Creador lo pone fuera de acción y lo precipita al infinito Vacío". Aquí, Vâj es el Ungrund (lo indeterminado, el misterio, el abismo) de la teoría de Jakob Boehme, uno de los mejores filósofos herméticos.

Y en otra parte de dicho texto: "Entre ellos estaba el Vacío: algunos le llamaban Vâj, en el cual ambos Espíritus se mezclan".

Más allá del conflicto visible entre bien y mal —la dualidad visible— existe el Vacío que incluye y sobrepasa a ambos. Pero para que el hombre supere el mundo de las formas menester es llegar primero a Ormuzd. De ahí la insistencia del sacerdocio en cuanto a que los mazdayasnis sean rígidos en el cumplimiento de los ritos y de la tríada moral zoroastriana que es:

1.— Humata: Buenas intenciones (y pensamientos);
2.— Hukhta: Buenas palabras; y
3.— Hvarshta: Buenas obras.

Este Vacío ocupa el lugar de lo que René Guénon denomina "sí mismo", el que es conceptuado y caracterizado de la siguiente manera por el metafísico de Blois:

El "sí mismo" como tal, jamás es individualizado y no puede serlo pues, como siempre, ha de ser considerado desde el punto de vista de la eternidad y la inmutabilidad que son los atributos necesarios del ser puro, no es evidentemente susceptible de particularización alguna que lo haga ser distinto de "sí mismo". Inmutable en su propia naturaleza, desarrolla solamente las posibilidades indefinidas que comporta en "sí mismo" por el pasaje relativo de la potencia al acto a través de una infinidad de grados, y esto sin que por ello se vea afectada su permanencia esencial, precisamente porque este pasaje no es sino relativo, y porque dicho desarrollo es tal sólo cuando se lo considera desde el punto de vista de la manifestación, fuera de la cual no puede hablarse de sucesión alguna, sino solamente de una perfecta simultaneidad, de modo que lo mismo que es virtual en el ámbito de cierta relación no se encuentre por eso menos realizado en el "eterno presente". Con respecto a la manifestación, se puede decir que el "sí mismo" desarrolla sus posibilidades en todas las modalidades de realización, en una multitud indefinida que constituye para el ser integral otros tantos estados diferentes, estados de los cuales uno solo, sometido a condiciones de existencia muy especiales que lo definen, conforma la porción (o más bien la determinación particular) de este ser que es la individualidad humana. El "sí mismo" es entonces el principio por el cual existen, cada uno en su dominio propio, todos los estados del ser; y esto debe entenderse no solamente respecto de los estados manifestados de los cuales acabamos de hablar, individuales como el estado humano o supraindividuales, sino también, aunque la palabra "existir" se torne ahora impropia, del estado no manifestado, que comprende todas las posibilidades que no son susceptibles de ninguna manifestación al mismo tiempo que las posibilidades de manifestación misma en modo principal; pero este "sí mismo" no es sino en virtud de sí, puesto que no tiene ni puede tener, en la unidad total e indivisible de su naturaleza íntima, principio alguno que sea exterior a él.12


Sin duda, el zurvanismo, herejía zoroastriana que ve en Zurván (el genio del tiempo) al Supremo Ser, y por tanto, padre de Ormuzd y Ahrimán, tomó de la doctrina aquí expuesta un sustento; pero siempre se trata de una mala interpretación que ha llevado a los zurvanistas a considerar al tiempo como fin supremo y creador primero. La importancia dada a los ciclos por parte del mazdeísmo puro (con lo cual se funda la ciclología, verdadera ciencia tradicional), no puede hacernos creer como a los zurvanistas en la preeminencia en medio celestial del tiempo. Su divinización es por tanto una desviación, ya que hace del devenir lo superior, cuando precisamente lo es el No-Manifestado en quien mora toda paz, toda luz.

Vâj es el centro integrador e inmutable; diferente por tanto al Principio Creador u Ormuzd, y a su sombra (Ahrimán). El "tiempo", en cambio, es el "lugar" donde se concreta o materializa la batalla. Allí, Ormuzd y Ahrimán se encuentran —pero sólo durante algunos milenios, pues al fin del tiempo "histórico" vencerá Ormuzd—. Acerca de esto último, encontramos un simbolismo semejante en el Ying-Yang taoísta, en el Prakriti-Purusha hindú, o en el caduceo hermetista. En efecto, de lo que se trata es de los dos movimientos o fuerzas creacionales. Es el solve et coagula alquimista. Esta interacción —que es expresión de la tensión universal en la creación— llevará a la transmutación final, luego de las tres fases de la alquimia clásica, que han sido denominadas conforme a los distintos colores que van apareciendo en el transcurso de la Gran Obra: nigredo (etapa del negro, imperio de Ahrimán), albedo (el blanco purificador, intervención de Ormuzd) y rubedo (el rojo, instancia donde se concreta efectivamente la transmutación; triunfo de Ormuzd).

Henry Corbin se refiere a estas tres etapas: "En la mitohistoria del mazdeísmo puro, el tiempo cíclico aparece ritmado por tres grandes actos que se desarrollan a lo largo de doce milenarios que forman las edades del mundo".13 Tales actos son: creación, mezcla y separación final.












Pero no perdamos de vista que es Vâj quien comprende y supera a Ser y anti-Ser, dado que está más allá de toda contingencia, al ser el primer motor, o centro inmóvil.

De allí que en el libro de la Creación o Budahishn se diga: "Entre ellos (Ormuzd y Ahrimán)14 estaba el vacío: algunos le llaman Vâj, en el cual ambos Espíritus se mezclan".15

Siguiendo a Frithjof Schuon16 podemos distinguir cuatro grados esenciales en la "gran cadena del Ser":

1.— El Principio en sí;
2.— El Principio ya manifestado;
3.— El Principio reflejado en el orden creado; y
4.— La creación periférica o "manifestación en sí".

El "Principio en sí" en lógica mazdeísta será Vâj, Principio de No-Manifestación y de Manifestación; y el "Principio ya manifestado", será Ormuzd. Es a este último a quien los devotos oran, es Él el que puede mencionarse. Es Él, por tanto, el Dios personal.

Fuentes:
Sergio Fritz Roa.

La Gran Cadena del Ser. (5)

La visión transpersonal

Aunque es cierto que la holoarquía evolutiva constituye un paradigma unificador del pensamiento contemporáneo, desde la física a la biología, la psicologìa y la sociología, la mayor parte de las escuelas ortodoxas de investigación, sin embargo, sólo admiten la existencia de las dimensiones propias de la materia, el cuerpo y la mente. Las dimensiones superiores de alma y Espíritu todavía no han alcanzado el mismo estatus. De este modo, podemos afirmar que el Occidente contemporáneo todavía no ha alcanzado a reconocer sino las tres quintas partes de la gran cadena del ser.

Una vez que reconozcamos la existencia de todos los niveles y dimensiones de la gran cadena del ser, estaremos ciertamente en condiciones de disponer adecuadamente de todas las modalidades del conocimiento, no sólo del ojo de la carne, que nos permite acceder al mundo físico y sensorial; o del ojo de la mente, que nos revela el mundo lingüístico y lógico; sino también del ojo de la contemplación, que nos abre a las dimensiones del alma y del Espíritu. Cuando la psicología confía exclusivamente en el ojo de la carne, se ve abocada al conductismo, y si lo mismo ocurre en el campo de la filosofía, termina conduciéndonos al positivismo. Incluir al ojo de la mente supone, en psicologìa, abrir la puerta a las escuelas introspectivas, como el psicoanálisis, la gestalt, la existencial y la humanista; y en filosofía, retornar a la filosofía propiamente dicha, la fenomenología, la hermenéutica, el existencialismo y la teoría crítica.

También tenemos que dar un último paso y tener en cuenta al ojo de la contemplación que, como metodología científica y respetable, nos revela el alma y el espíritu. El resultado de este último paso nos conduce a la psicología y a la filosofía transpersonal. Y esta visión transpersonal es el punto definitivo de regreso, el punto del reencuentro del alma del hombre moderno con el alma de la humanidad, el verdadero significado del pluriculturalismo, donde, subidos a hombros de gigantes, trascendemos, pero incluímos, y esto significa respetar, su presencia siempre recurrente.

Fuentes:
Ken Wilber, "Trascender el Ego".







Artículos relacionados con el tema:
El Onto-ser y el Meta-ser.

La Gran Cadena del Ser. (4)

Los distintos niveles de la Gran Cadena del Ser

Podemos considerar ahora los distintos niveles reales de la holoarquía, de la gran cadena del ser, tal como aparece en las tres principales tradiciones de sabiduría más ampliamente practicadas: judeo-cristiana-islámica, budista e hinduísta, aunque cualquier religión madura podría servirnos para ello. Los términos cristianos son los más sencillos porque ya los conocemos: materia, cuerpo, mente, alma y espíritu.
La "materia" se refiere al universo físico y a nuestro cuerpo físico, es decir, a aquellos aspectos de la existencia que se rigen por las leyes de la física. En este caso, el "cuerpo" se refiere al cuerpo "animal": el sexo, el hambre, la vitalidad, la fuerza, etc.
La "mente" es la mente racional, argumentativa, lingüística e imaginativa, estudiada por la psicología.
El "alma" por su parte es la mente sutil o superior, la mente arquetípica, la mente intuitiva, la esencia de la indestructibilidad de nuestro ser, estudiada por la teología.
Y, finalmente, el Espíritu constituye la cúspide trascendental de nuestro ser, nuestra Divinidad, estudiada por el misticismo contemplativo.

Según el hinduísmo vedanta, la persona individual está compuesta de cinco "envolturas", niveles o dimensiones de ser, "koshas", a las que suele compararse con una cebolla. De este modo, cuantas más capas vayamos desprendiendo, más nos aproximaremos a la esencia.
El nivel inferior, el más externo, es denominado annamayakosha, que significa "la envoltura hecha de alimento", el cuerpo físico.
Después está el pranamayakosha, la capa hecha de prana, prana significa fuerza vital, energía , líbido, energía sexual-emocional en general, el cuerpo en el sentido definido anteriormente.
Luego está el manomayakosha, la capa compuesta de manas, o la mente, racional, abstracta, lingüística, etc.
Más allá de ésta se encuentra el vijnanamayakosha, la capa de la intuición, la mente superior, la mente sutil.
Y finalmente está el anandamayakosha, la capa hecha de ananda, la beatitud espiritual y trascendente.

Por último, y esto es muy importante, el vedanta agrupa estas cinco capas en tres estadios fundamentales: grosero, sutil y causal. La dimensión grosera constituye el nivel inferior de la holoarquía, el cuerpo físico (annamayakosha); la dimensión sutil consiste en los tres niveles intermedios: el cuerpo sexual-emocional (pranamayakosha), la mente (manomayakosha) y la mente superior o sutil (vijnanmayakosha); y la dimensión causal consiste en el nivel superior (anandamayakosha) el espíritu arquetípico del que, en ocasiones, también se dice que en su mayor parte, aunque no totalmente, es no manifestado y carece de forma. El vedanta correlaciona estas tres dimensiones principales del ser con los tres estadios fundamentales de consciencia: vigilia, sueño y dormir sin sueños. Más allá de estos tres estadios se encuentra el Espíritu absoluto, denominado turiya, el "cuarto estado" que se encuentra más allá, e incluye, los tres estadios manifestados. El cuarto estado trasciende e integra los niveles grosero, sutil y causal.

En la medida en que comprendamos que el "alma" no sólo es un ser superior o una identidad superior sino también una mente y una cognición superior y más sutil, la versión vedantina de las cinco envolturas es casi idéntica a la versión judeo-cristiana-musulmana de materia, cuerpo, mente, alma y espíritu. Por otra parte en todas las tradiciones místicas el "alma" es también un "nudo", una "contracción", lo que los hindúes y los budistas denominan "ahamkara", que debe ser desatada y disuelta antes de que pueda trascenderse a sí misma, morir para sí misma y reencontrar su identidad suprema con o como el Espíritu absoluto.

Así pues, el alma es, al mismo tiempo el nivel más elevado del proceso de desarrollo del individuo y también el obstáculo final, el último nudo que nos impide completar la iluminación, su identidad suprema, simplemente porque en tanto que testigo trascendental es inherente a todo aquello que testimonia. Sólo cuando vamos más allá de la posición del testigo, el alma o el testigo mismo termina disolviéndose y entonces sólo queda el juego de consciencia no dual, la consciencia que no observa a los objetos sino que se identifica completamente con todos ellos, según el zen "es como degustar el cielo". El abismo existente entre sujeto y objeto desaparece entonces, el alma se trasciende o se disuelve y aparece la consciencia pura , espiritual y no dual, una consciencia sencilla, evidente y clara. Entonces comprendemos que nuestro ser es la totalidad del espacio, vasto y abierto, y que todo lo que aparece lo hace espontáneamente, y como espíritu, en nosotros.

El modelo psicológico fundamental propio del budismo mahayana nos habla de ocho "vijnanas", ocho niveles de conciencia. Los primeros cinco niveles son los cinco sentidos, el siguiente es el "manovijnana", la mente que opera sobre la experiencia sensorial; luego viene el "manas", que se refiere tanto a la mente superior como al centro de la ilusión de la existencia de una identidad separada. Es el manas el que mira al "alayavijnana", el siguiente nivel superior, el de la consciencia supraindividual, y lo confunde con un ser separado o con un alma substancial, tal como la hemos definido. Y, más allá de estos ocho niveles, se halla su mismo sustrato y su fuente, el "alaya" puro o Espíritu puro.

No quisiera, sin embargo, minimizar algunas de las diferencias reales existentes entre estas tradiciones. Simplemente estoy señalando que todas ellas comparten ciertas similitudes estructurales profundas, lo cual testimonia elocuentemente la auténtica naturaleza universal de sus intuiciones.

Fuentes:
Ken Wilber, "Trascender el Ego".






La Gran Cadena del Ser. (3)

La naturaleza trascendente del Espíritu

Todas las grandes tradiciones de sabiduría del mundo son variaciones de la filosofía perenne, de la gran holoarquía del ser. En su libro "Forgotten Truth", Huston Smith resume las principales religiones del mundo en una sola frase: "Una jerarquía de ser y de conocimiento". Chogyam Trumgpa Rinpoché , por su parte, señalaba que la idea fundamental, el sustrato esencial que impregna y subyace a todas las religiones orientales , desde la India hasta el Tibet y China y desde el shintoísmo hasta el taoísmo, es "una jerarquía de tierra, ser humano, cielo", lo cual equivale a decir de "cuerpo, mente y espíritu".

Esto nos conduce a la paradoja más notable de la filosofía perenne. Hemos visto ya que las grandes tradiciones de sabiduría suscriben la noción de que la realidad se manifiesta a través de una serie de niveles , o dimensiones, y que las dimensiones superiores son más inclusivas y, por consiguiente, más "próximas" a la totalidad absoluta de la Divinidad o el Espíritu. En este sentido, y en la medida en que no tomemos la metáfora en un sentido literal, el Espíritu constituye la cúspide del ser, el peldaño superior de la “escalera” evolutiva. Pero también es cierto que el Espíritu es la madera de la que está hecha la escalera misma y cada uno de sus peldaños. El Espíritu es la talidad, la ipseidad, la esencia de todas y cada una de las cosas que existen.

El primer aspecto, el aspecto del peldaño superior, es la naturaleza trascendente del Espíritu que supera cualquier cosa creada, finita y "mundana". Toda la tierra, e incluso todo el universo, podría ser destruída y el Espíritu, no obstante, seguiría permaneciendo.
El segundo aspecto, el aspecto de la madera, es la naturaleza inmanente del Espíritu: el Espíritu se halla igual y totalmente presente, sin parcialidad alguna, en todas las cosas y eventos manifestados, en la naturaleza y en la cultura, en los cielos y en la tierra. Desde este punto de vista, ningún fenómeno se halla más próximo al Espíritu que otro porque todos ellos están "hechos" igualmente del mismo Espíritu. Así pues, el Espíritu es, al mismo tiempo, tanto el objetivo más elevado de todo desarrollo y evolución como el sustrato de toda la secuencia y se halla tan plenamente presente al comienzo como al final. El Espíritu es anterior, pero no ajeno, al mundo.

El fracaso en no tener en cuenta esta paradójica situación ha conducido históricamente a los seres humanos a visiones muy unilaterales, y políticamente muy peligrosas, del Espíritu. Tradicionalmente, las religiones patriarcales han tendido a subrayar la naturaleza trascendente del Espíritu y a condenar, en consecuencia, a la tierra, a la naturaleza, al cuerpo y a la mujer a un status inferior. Antes de eso, sin embargo, las religiones matriarcales tendían a subrayar la naturaleza inmanente del Espíritu y la visión del mundo panteísta resultante equiparaba a la tierra finita y creada con el Espíritu infinito y no creado.

Es así que tanto las religiones matriarcales como las patriarcales han sustentado visiones unilaterales del Espíritu que han tenido nefastas consecuencias históricas y que han conducido al ser humano a realizar brutales sacrificios masivos para propiciar la fertilidad de la Diosa Tierra o a emprender guerras santas en nombre del Dios Padre. Pero, en el mismo núcleo de todas estas deformaciones superficiales, la filosofía perenne, el núcleo esotérico interno de la sabiduría religiosa, ha soslayado siempre todas las dualidades, tierra o cielo, masculino o femenino, finito o infinito, ascesis o revelación, y se ha ocupado, por el contrario, de tratar de lograr su unión e integración, no "dualismo". Esta unión entre los cielos y la tierra, lo masculino y lo femenino, lo infinito y lo finito, terminó explicitándose en las enseñanzas "tántricas" de las diversas tradiciones de sabiduría , desde el gnosticismo occidental hasta el vajrayana oriental. Este es, en definitiva, el núcleo no dual de las tradiciones de sabiduría al que se aplica el término de filosofía perenne.

El hecho es que si intentamos pensar en el Espíritu en términos mentales, lo que necesariamente provoca ciertas distorsiones, puesto que los holones inferiores no pueden englobar totalmente a los holones superiores, deberíamos, al menos, tener en cuenta la paradoja entre trascendencia e inmanencia que hemos señalado. La paradoja es simplemente la forma que adopta la no dualidad cuando se la considera desde el nivel mental. El Espíritu, en sí mismo, no es paradójico porque, estrictamente hablando, no hay forma alguna de caracterizarlo.

Esto se aplica doblemente a la holoarquía. Ya hemos dicho que cuando el Espíritu trascendente se manifiesta lo hace a través de una serie de estadios o de niveles, la gran cadena del ser. Pero esto no significa que el Espíritu, o la Realidad, sea en sí mismo jerárquico. El Espíritu Absoluto, o la Realidad, no es en modo alguno calificable en términos mentales; que, a fin de cuentas, son holones inferiores; y, por consiguiente, es ajerárquico, es shunyata, nirguna, apofático, es decir, totalmente incalificable y totalmente limpio de rastro alguno de atributos concretos limitadores. Sin embargo, cuando se manifiesta lo hace gradualmente, en estratos, en dimensiones, en capas, en niveles o en grados, elijamos el término que prefiramos, y eso es precisamente la holoarquía. En el vedanta se habla de los koshas, las distintas envolturas o estratos que cubren a Brahman; en el budismo son los ocho vijnanas, los ocho niveles de conciencia, cada uno de los cuales es una versión descendente o más restrigida de las dimensiones mayores; en la kabbalah se les denomina los sephiroth, etc.

El hecho es que todos éstos son niveles que foman parte del mundo manifiesto, de maya. Cuando maya no se reconoce como el juego de lo Divino, no hay nada más que ilusión. Jerarquía es ilusión. De hecho, los únicos niveles que existen son niveles de ilusión, no niveles de realidad. Pero, según las tradiciones, la comprensión, y sólo la comprensión, de la naturaleza jerárquica del samsara nos permite realmente salir de él.

Fuentes:
Ken Wilber, "Trascender el Ego".







La Gran Cadena del Ser. (2)

La Holoarquía

La jerarquía es, pues, simplemente un ordenamiento creciente de holones y representa un aumento en la totalidad y en la capacidad integradora. Es por ello que el concepto de jerarquía es tan importante para la teoría de sistemas, la teoría de la totalidad u holismo, y también para la filosofía perenne. Cada paso adelante en la gran cadena del ser conlleva un incremento en la unidad y una ampliación de la identidad. De este modo tiene lugar un proceso que abarca desde la identidad aislada del cuerpo, pasando por la identidad social y comunitaria de la mente hasta llegar a la suprema identidad del espíritu, una identidad que literalmente abarca todo tipo de manifestación. Esta es la razón por la que la gran jerarquía del ser suele representarse como una serie de círculos concéntricos, de esferas "anidadas". Así pues, la crítica común de que toda jerarquía es "lineal" se halla completamente equivocada. En realidad, como señalaba Coomaraswamy, sólo podemos utilizar libremente la metáfora de los "niveles", los "escalones" o los "estratos", si nos tomamos la molestia de poner en marcha la mínima imaginación necesaria como para tratar de comprender aquello que realmente queremos decir.

Las secuencias de la evolución y del desarrollo proceden por jerarquización, o por órdenes de holismo creciente. Las moléculas, por ejemplo, se ordenan en células y éstas, a su vez, en órganos, organismos y sociedades de organismos. En el desarrollo cognitivo nos encontramos con que la consciencia se expande desde las imágenes simples, que representan a una sola cosa o evento, pasando por los símbolos y los conceptos, que representan grupos, o clases de cosas y eventos, hasta llegar a las reglas, que permiten integrar y organizar numerosas clases y grupos en verdaderas redes. En el desarrollo moral nos encontramos con un razonamiento que abarca desde el individuo aislado hasta el grupo, tribu, de individuos relacionados y, de ahí, a la red completa de grupos que se encuentra más allá de los individuos particulares. Así pues, los patrones más holistas aparecen posteriormente en el desarrollo porque su existencia requiere de la emergencia de las diferentes partes que terminarán integrándose o unificándose, del mismo modo que la frases completas sólo emergen después de que lo hayan hecho las palabras.

Tales jerarquías implican un tipo de redes de control donde los niveles inferiores; es decir, los niveles menos holistas; pueden influir sobre los niveles superiores, o más holistas, a través de lo que se denomina "causación ascendente". Pero, del mismo modo, los niveles superiores también pueden ejercer una poderosa influencia o control sobre los inferiores mediante la denominada “causación descendente”; cuando decidimos mover el brazo, por ejemplo, todos los átomos, moléculas y células del brazo se mueven con él.

En cualquier secuencia evolutiva de crecimiento, cuando emerge un estadio, u holón, más abarcador, termina incluyendo las capacidades, pautas y funciones propias del estadio anterior, es decir de los holones previos, y les agrega sus propias y más abarcadoras capacidades. En este sentido, y sólo en éste, los holones nuevos son más abarcadores, "más elevados" y "más amplios". Sea cual fuere la importancia del valor de los estadios previos, el nuevo estadio los engloba a todos pero también les añade un nuevo elemento, una capacidad más integradora, por ejemplo, y ese "algo más" es "un valor extra" relativo al estadio previo, y menos abarcador. Esta definición crucial de "estadio superior", que fue introducida por primera vez en Occidente por Aristóteles y en Oriente por Shankara, ha sido absolutamente central en la filosofía perenne desde entonces. Como dijo Hegel en primer lugar y han repetido después de él todos los evolucionistas, cada estadio es adecuado y válido, pero los estadios superiores son más adecuados y, sólo en ese sentido, más valiosos, lo cual siempre significa más holistas.

Es por este motivo que Koestler, después de haber advertido que todas las jerarquías están compuestas por holones, por órdenes de totalidad creciente, señaló que la palabra más adecuada para jerarquía es realmente "holoarquía" . En mi opinión Koestler da de lleno en el blanco y es por ello que, a partir de aquí, seguiremos refiriéndonos a la jerarquía, en general, y a la gran cadena, en particular, como holoarquía.

Una holoarquía normal o natural consiste en el desarrollo secuencial a través de estadios de redes más inclusivas de totalidad creciente, donde las totalidades más amplias, o más abarcantes, son capaces de influir sobre las totalidades infra-ordenadas. Esto es natural, deseable e inevitable y podemos comenzar a advertir ya la forma en que las holoarquías pueden operar patológicamente . Si los niveles superiores pueden ejercer un control sobre los inferiores también pueden sobredominarlos, reprimirlos e incluso alienarlos, lo cual abre la puerta a un mayor rango de dificultades y de patologìas, tanto individuales como sociales.

Es precisamente a causa de que el mundo está dispuesto holoarquícamente, es decir, que contiene campos dentro de campos que se hallan, a su vez, contenidos dentro de otros campos, que las cosas pueden funcionar tan mal en ocasiones y que una perturbación o una patología en un determinado campo puede reverberar y terminar afectando a todo el sistema. En todo caso, la "curación" de esta patología en cualquiera de los sistemas es esencialmente la misma: erradicar los holones patológicos para que la holoarquía pueda recuperar el equilibrio. Así pues, la curación no consiste como sostienen los reduccionistas, en desembarazarse de la holoarquía per se.
Esta es precisamente el tipo de "curación" que nos propone el psicoanálisis, cuando los holones de la sombra rechazan la integración; la teoría crítica social, cuando una ideología opaca usurpa la comunicación abierta; las revoluciones sociales democráticas, cuando los holones monárquicos o fascitas oprimen al cuerpo político; las intervenciones habituales de la ciencia médica, cuando los holones cancerosos invaden un sistema benigno; la crítica feminista radical, cuando los holones patriarcales dominan la esfera pública, etc. No se trata, pues, tanto de desembarazarse de la holoarquía per se sino de atajar e integrar a los holones, digamos, arrogantes.

Fuentes:
Ken Wilber, "Trascender el Ego".








jueves, 25 de octubre de 2007

La Gran Cadena del Ser. (1)

Introducción

La visión del mundo conocida como "filosofía perenne", por manifestarse de manera prácticamente idéntica a través de culturas y épocas, ha confirmado el núcleo no sólo de las grandes tradiciones de sabiduría del mundo entero, desde el budismo hasta el cristianismo, pasando por el taoísmo, sino también de los principales filósofos, científicos y psicólogos. La filosofía perenne se halla tan abrumadoramente difundida que, o bien se trata del mayor error intelectual de la historia de la humanidad, o bien constituye la reflexión más detallada sobre la naturaleza de la realidad que jamás se haya llevado a cabo.

Un aspecto fundamental en la filosofía perenne es la noción de “gran cadena del ser”. La idea en sí misma es muy sencilla. Desde el punto de vista de la filosofía perenne, la realidad no es unidimensional, no es un país plano y compuesto de una substancia uniforme sino que más bien está configurado por dimensiones diferentes pero continuas. Así, pues, la realidad manifiesta se halla constituida por grados o niveles que van desde el nivel inferior más denso y menos consciente hasta el nivel superior más sutil y más consciente. En un extremo de este continuo del ser, del espectro de la conciencia, se halla aquello que Occidente denomina “materia”, lo insensible, lo no consciente, mientras que en el otro extremo se halla el “espíritu”, la “divinidad”, lo “superconsciente”; que, como veremos, se dice que constituye el sustrato omnipenetrante que impregna todos los niveles. Entre ambos extremos se ordenan las otras dimensiones de ser en función de su grado individual:
1- Realidad (Platón),
2- Actualidad (Aristóteles),
3- Inclusividad (Hegel),
4- Consciencia (Aurobindo),
5- Claridad (Leibniz),
6- Valor (Whitehead) o
7- Conocimiento (Garab Dorje).

En ocasiones, la gran cadena se presenta como si estuviera compuesta por tres grandes niveles: materia, mente y espíritu; otras versiones hablan de cinco niveles: materia, cuerpo, mente, alma y espíritu, y ciertos sistemas yóguicos, por último, enumeran literalmente docenas de dimensiones discretas pero continuas. Para nuestro propósito, sin embargo, bastará con recurrir a una jerarquía de cinco niveles: materia, cuerpo, mente, alma y espíritu.

La afirmación fundamental de la filosofía perenne es que el ser humano puede crecer y desarrollarse o evolucionar a lo largo de esta cadena hasta llegar al Espíritu mismo y, de este modo, realizar la suprema identidad con la Divinidad, el ens perfectissimus que constituye el principal anhelo de todo nuestro crecimiento y evolución.

Pero adviértase que la gran cadena es, en realidad, una jeraquía y que éste, por otra parte, es un término que, en la actualidad, parece despertar rechazo. El término jerarquía, introducido originalmente por el gran místico cristiano San Dionisio, significa esencialmente "gobernar la propia vida en base a principios espirituales": hiero significa sagrado o santo y archi significa gobierno o regla. Pero apenas se trasladó al campo del poder político y militar, el "gobierno del espíritu" pronto se transformó en el "gobierno de la Iglesia católica". De este modo, un principio espiritual mal entendido terminó convirtiéndose en un sinónimo de despotismo.

Sin embargo, para la filosofía perenne, y en realidad, para toda la psicología moderna, la teoría evolucionista y la teoría de sistemas, la jerarquía consiste simplemente en un ordenamiento de acontecimientos en función de su capacidad "holística". En cualquier secuencia evolutiva aquello que abarca la totalidad de un estadio deviene meramente una parte de la totalidad mayor propia del estadio subsiguiente. Una letra, por ejemplo, forma parte de una palabra, la cual se halla integrada en una frase que, a su vez, forma parte de un párrafo, etc. Arthur Koestler acuñó el término "holón" para referirse a estos elementos que, siendo un todo en un determinado estadio, constituyen un simple elemento compositivo de la totalidad superior propia de un estadio posterior.

Fuentes:
Ken Wilber, "Trascender el Ego".








Filosofía Perenne

La filosofía perenne se ocupa fundamentalmente de las estructuras profundas del encuentro humano con lo Divino, porque aquellas verdades en las que concuerdan plenamente los hindúes, los cristianos, los budistas, los taoístas y los sufíes suelen referirse a algo profundamente importante, a algo que nos habla de verdades universales y de significados últimos, a algo que toca la esencia fundamental de la condición humana.

La Filosofía Perenne es esa visión del mundo que comparte la mayoría de los principales maestros espirituales, filósofos, pensadores e incluso científicos del mundo entero. Se le denomina “perenne” o “universal” , porque aparece implícitamente en todas las culturas del planeta y en todas las épocas. Lo mismo la encontramos en India, México, China, Japón y Mesopotamia, como en Egipto, el Tíbet, Alemania o Grecia. Y dondequiera que la hallemos , presenta siempre los mismos rasgos fundamentales: es un acuerdo universal en lo esencial.

Para nosotros, los seres humanos contemporáneos, que somos prácticamente incapaces de ponernos de acuerdo en nada, esto es algo que se nos hace difícil de creer. Como lo resumió Alan Watts: “Apenas somos conscientes de la extraordinaria singularidad de nuestra propia postura, de modo que nos resulta muy difícil de admitir el hecho evidente de que haya existido un consenso filosófico único, de amplitud universal, sostenido por muchos (hombres y mujeres) , quienes han compartido las mismas experiencias y han transmitido esencialmente las mismas enseñanzas, hoy o hace seis mil años, y desde Nuevo México , en el Lejano Oeste , hasta Japón , en el Lejano Oriente”.

Esto es realmente muy notable. Creo que estas verdades de naturaleza universal constituyen fundamentalmente el legado de la experiencia universal del conjunto de la humanidad, que en todo tiempo y lugar ha llegado a un acuerdo sobre ciertas verdades profundas referidas a la condición humana y sobre cómo acceder a lo Trascendente . Esta es una forma de describir la Philosophia perennis .


Estructuras Profundas Superficiales

TK: Dices que la filosofía perenne es esencialmente la misma en culturas muy diversas. Pero , en la actualidad, se afirma que es el lenguaje y la cultura lo que modela todo nuestro conocimiento. Desde este punto de vista , no existe una condición humana, como tal, sino tan sólo historia humana; y esa historia es muy diferente en cada caso ¿Qué opinas respecto de toda esta noción de relatividad cultural?

KW: Hay mucha verdad en ello. Existe , sin duda, una diversidad de culturas que poseen un “conocimiento local” diferente , y la investigación de esas diferencias constituye una actividad muy interesante. Pero si bien es cierta la existencia de una relatividad cultural, ello no es toda la verdad.

Además de las diferencias culturales evidentes, como el tipo de alimentación, las estructuras lingüísticas o las costumbres de apareamiento, por ejemplo, existen también muchos otros fenómenos en la existencia humana que son, en gran medida, universales o colectivos. El cuerpo human o tiene , por ejemplo , doscientos ocho huesos, un corazón y dos riñones, tanto si se trata de un habitante de Nueva York como de Mozambique, y tanto hoy en día como hace miles de años. Estas características universales constituyen lo que se denomina “estructuras profundas” , porque son esencialmente las mismas en todas partes.

Sin embargo, puede que las diversas culturas utilicen esas estructuras profundas de manera muy diversa , como los chinos , que vendaban los pies de sus mujeres , o los de Ubangi , que estiraban sus labios, o bien el uso de tatuajes y de prendas de vestir , los juegos, el sexo y el parto, todo lo cual varía considerablemente de una cultura a otra. Todas estas variables reciben el nombre de “estructuras superficiales”, porque son locales en vez de universales.

Lo mismo ocurre también en el ámbito de la mente humana. Ésta posee estructuras superficiales , que varían entre las distintas culturas ; y estructuras profundas , que permanecen esencialmente idénticas independientemente de la cultura considerada. Las estructuras mentales superficiales varían considerablemente entre sí, y las estructuras mentales profundas son, por su parte, extraordinariamente similares.

La filosofía perenne se ocupa fundamentalmente de las estructuras profundas del encuentro humano con lo Divino, porque aquellas verdades en las que concuerdan plenamente los hindúes, los cristianos, los budistas, los taoístas y los sufíes suelen referirse a algo profundamente importante , a algo que nos habla de verdades universales y de significados últimos, a algo que toca la esencia fundamental de la condición humana.

Siete Principios Fundamentales

TK: A primera vista, resulta difícil ver en qué podrían estar de acuerdo el budismo y el cristianismo. ¿Cuáles son, pues, los principios fundamentales de la filosofía perenne? ¿Podrías postular sus tópicos fundamentales? ¿Cuántas son esas verdades profundas y esos puntos de acuerdo fundamentales?

KW: Son muchos, pero veamos los siete que considero más importantes:
1- El Espíritu existe.
2- El Espíritu está dentro de nosotros.
3- A pesar de ello, la mayor parte de nosotros vive en un mundo de ignorancia, separación y dualidad, en un estado de caída ilusorio, y no nos percatamos de ese Espíritu interno.
4- Hay una salida para ese estado de caída, de error o de ilusión; hay un Camino que conduce a la liberación.
5- Si seguimos ese camino hasta el final , llegaremos a un Renacimiento, a una Liberación Suprema.
6- Esa experiencia marca el final de la ignorancia básica y el sufrimiento.
7- El final del sufrimiento conduce a una acción social amorosa y compasiva hacia todos los seres sensibles.

TK: ¡Has dicho muchas cosas! Vayamos paso a paso. Dices que el espíritu existe.

KW: El Espíritu existe, Dios existe, existe una Realidad Suprema, ya sea que se le dé el nombre de Brahman, Dharmakaya, Yahwel, Atón, Kether, Tao, Allah, Shiva: “Muchos son los nombres que recibe lo Uno”.

TK: Pero , ¿ cómo sabes que el Espíritu existe? Los místicos dicen que existe , pero ¿en qué basan esa afirmación?

KW: En la experiencia directa. Sus afirmaciones no se basan en meras creencias, ideas, teorías o dogmas, sino en la experiencia directa, en la experiencia espiritual real.
Esto es lo que diferencia a los verdaderos místicos de los religiosos dogmáticos.

TK: Pero ¿qué hay del argumento de que la experiencia mística no es un conocimiento válido , porque es inefable y , por consiguiente , incomunicable?

KW: Ciertamente , la experiencia mística es inefable y no puede traducirse enteramente en palabras, pero lo mismo ocurre con cualquier otra experiencia, ya se trate de una puesta de sol, el sabor de un trozo de torta o la armonía de una fuga de Bach.

En cualquiera de estos casos , debemos haber tenido la experiencia real para saber de qué se trata. Pero no por ello se debe concluir que la puesta de sol, la torta o la música no existen o son experiencias no válidas. Además, aunque la experiencia mística sea, en gran medida, inefable, igualmente puede ser comunicada o transmitida. Así, por ejemplo, de la misma manera que la danza se puede enseñar aunque no se pueda transmitir con palabras, también es posible aprender una determinada práctica espiritual bajo la tutela de un determinado maestro espiritual.

Conocimiento Empírico

TK: Pero esa experiencia mística que le parece tan verdadera al místico bien podría estar equivocada. Los místicos pueden afirmar que están fundiéndose con Dios , pero ésa no es ninguna garantía de que lo que dicen es lo que ocurre en realidad. Ningún conocimiento es absolutamente seguro.

KW: Estoy de acuerdo en que la experiencia mística no es más cierta que cualquier otra experiencia directa. Pero ese argumento, lejos de echar por tierra las afirmaciones de los místicos, las eleva, en realidad, al mismo nivel que yo acepto definitivamente . En otras palabras, el mismo argumento que se puede aducir en contra del conocimiento místico , puede aplicarse, en la práctica , a cualquier otra forma de conocimiento basado en la experiencia evidente, incluida la experiencia empírica. Creo que estoy mirando la luna, pero bien pudiera estar errado; los físicos creen en la existencia de los electrones, pero podrían estar equivocados; los críticos consideran que Hamlet fue escrito por un personaje histórico llamado Shakespeare, pero podrían estar en un error, etc.

¿Cómo podemos estar seguros de la veracidad de nuestras afirmaciones? Mediante más experiencias.

Pues bien, eso es precisamente lo que han estado haciendo históricamente los místicos a lo largo de décadas, siglos y milenios: comprobar y refinar sus experiencias, un logro de constancia histórica que hace palidecer incluso a la ciencia moderna. El hecho de que este argumento, lejos de echar por tierra las afirmaciones de los místicos, les confiere, de una manera sumamente adecuada, a mi juicio, el nivel de auténticos expertos e informados sobre su especialidad , los convierte, por lo tanto, en los únicos verdaderamente capacitados para establecer aseveraciones al respecto.

TK: Una última objeción, ¿No es posible acaso que la noción de “ser uno con el espíritu” no sea más que un mecanismo de defensa regresivo para proteger a una persona contra el pánico ante la muerte y lo temporal?

KW: La experiencia de unidad atemporal con el Espíritu no es una idea o un deseo; es una aprehensión directa. Y sólo podemos considerar esa experiencia directa de tres maneras diferentes: afirmar que se trata de una alucinación, a lo cual acabo de responder; asegurar que es un error, cosa que también he rebatido, o aceptarla como lo que dice ser: una experiencia directa de nuestro Ser Espiritual.

TK: Por lo que dices, el misticismo genuino, a diferencia de la religión dogmática, es científico, porque se basa en la evidencia y en la comprobación experimental directa , ¿ no es cierto ?

KW: Efectivamente. Los místicos te piden que no creas absolutamente en nada y te ofrecen un conjunto de experimentos para que los verifiques en tu propia conciencia.

El laboratorio del místico es su propia mente y el experimento es la meditación.

Tú mismo puedes verificar y comparar los resultados de tu experiencia con los resultados de otros que también hayan llevado a cabo el mismo experimento.

A partir de ese conjunto de conocimiento experimental, consensualmente validado, llegas a ciertas leyes del espíritu, o a ciertas “verdades profundas” si prefieres llamarlas así.

TK: Y esto nos lleva de nuevo a la filosofía perenne, a la filosofía mística y a sus siete grandes principios. El segundo principio era: el espíritu está dentro de ti.

KW: El espíritu está dentro de ti, hay todo un universo en tu interior. El asombroso mensaje de los místicos es que en el centro mismo de tu ser, tú vives la divinidad. Estrictamente hablando, Dios no está dentro ni fuera, ya que el Espíritu trasciende toda dualidad, pero uno lo descubre buscando fuertemente adentro, hasta que ese “adentro” termina convirtiéndose en “más allá”.

Mundo Interior

TK: Pero , entonces ¿por qué no hay más gente que sea consciente de eso? Si el Espíritu está realmente en nuestro interior , ¿por qué no es evidente para todo el mundo?

KW: Muy bien. Entremos ahora en el tercer punto. Si realmente soy uno con Dios , ¿por qué no me doy cuenta? Algo me está separando del Espíritu ¿Por qué esta Caída? ¿Cuál ha sido el error?

Las diferentes tradiciones dan diferentes respuestas a este asunto, pero todas ellas concluyen fundamentalmente en lo siguiente: “no puedo percibir mi Verdadera Identidad, mi unión con el Espíritu, porque mi conciencia está obnubilada y obstruida por alguna actividad . Aunque recibe muchos nombres diferentes, es simplemente la actividad de contraer y centrar la conciencia en mi yo individual, en mi ego personal. Mi conciencia no está abierta, relajada y centrada en Dios, sino cerrada, contraída y centrada en mí mismo. Y es precisamente la identificación con esa contracción en mí mismo y la consiguiente exclusión de todo lo demás lo que me impide encontrar o descubrir mi identidad interior , mi verdadera identidad con el Todo”.

TK: Esta situación suele llamarse “dualismo” , ¿no es cierto ?

KW: Así es. Me divido a mí mismo en un “sujeto” separado del mundo de los “objetos” ubicados ahí fuera y, a partir de ese dualismo original, sigo dividiendo el mundo en todo tipo de opuestos en conflicto: placer y dolor, bien y mal, verdad y mentira, etc. Según la filosofía perenne, la conciencia dominada por el dualismo sujeto- objeto no puede percibir la realidad tal como es, la realidad en su totalidad, la realidad como Identidad Suprema. En otras palabras: el error es la contracción de uno mismo, la sensación de identidad separada, el ego. El error no descansa en algo que hace el pequeño yo, sino en algo que es. Como dijo Gautama el Buda: para poner fin al sufrimiento , debes abandonar al pequeño yo o ego; pues ambas cosas nacen y mueren al mismo tiempo.

TK: Así que la trascendencia del “pequeño yo” conduce al descubrimiento del “gran Yo”.

KW: En efecto. En sánscrito, este “pequeño yo” o alma individual se denomina ahamkara , que significa “nudo” o “contracción”; y es este ahamkara, esta contracción dualista o egocéntrica de la conciencia, lo que constituye la raíz misma del estado de caída.

Llegamos así al cuarto gran principio de la filosofía perenne: hay una forma de superar la Caída, una forma de cambiar este estado de cosas, una forma de desatar el nudo de la ilusión y el error básico.

TK: Botar a la basura al ego individualista.

KW: (risas). Así es. Rendirse o morir a esa sensación de ser una identidad separada, al pequeño yo, a la contracción sobre uno mismo. Si queremos descubrir nuestra identidad con el Todo , debemos abandonar nuestra identificación errónea con el ego aislado. Pero , esta Caída se puede revertir instantáneamente al comprender que, en realidad, nunca ha existido , ya que sólo existe Dios y, por consiguiente, el yo separado nunca ha sido más que una ilusión. Sin embargo, para la mayor parte de nosotros, esa situación debe ser superada gradualmente , paso a paso.

En otras palabras, el cuarto principio de la filosofía perenne afirma que existe un Camino y que, si lo seguimos hasta el final, terminará conduciéndonos desde el estado de caída hasta el estado de iluminación, desde el Samsara hasta el Nirvana, desde el Infierno hasta el Cielo.

El Camino del Conocimiento y el de la Devoción

TK: ¿Es la meditación ese Camino?

KW: Bien , podríamos decir que hay diversos “caminos” que constituyen lo que estoy llamando genéricamente “ el Camino ” y nuevamente se trata de diferentes estructuras superficiales que comparten todas ellas la misma estructura profunda. En el hinduísmo, por ejemplo, se dice que hay cinco grandes caminos o yogas. Yoga significa sencillamente “unión”, la unión del alma con la Divinidad.

Pero quizá podamos simplificar todo esto diciendo que todos esos caminos, ya sean hinduístas o provenientes de cualquier otra tradición de sabiduría, se dividen en dos grandes caminos : el primero es una vía de conocimiento , mientras que el segundo , por el contrario, es una vía devocional. Un Jnani (sabio hindú) dice: “Yo soy Dios, la Verdad universal”. Un Devoto, por su parte, dice: “Yo no soy nada ¡Oh Dios! Tú lo eres todo”. En ambos casos , desaparece la sensación de identidad separada”.

La clave del asunto está también en que en cualquiera de estos dos casos el individuo que recorre el Camino trasciende o muere al pequeño yo y redescubre, o resucita, a su Identidad Suprema con el Espíritu universal. Y eso nos lleva al quinto gran principio de la filosofía perenne, es decir, el del Renacimiento, la Resurrección o la Iluminación. El pequeño yo debe morir , para que dentro de nuestro ser pueda resucitar el gran Yo.

Las distintas tradiciones describen esa muerte y nuevo renacimiento con nombres muy diversos.

Iluminación

TK: ¿La iluminación se experimenta realmente como una muerte real o esto no es más que una metáfora?

KW: En realidad , esto se refiere a la muerte del ego individualista.

Los relatos de esa experiencia, que pueden ser muy dramáticos , pero también muy sencillos y nada espectaculares , afirman claramente que de repente te despiertas y descubres que, entre otras cosas, y por más extraño que pueda parecer, tu verdadero ser es todo lo que has estado mirando hasta ese momento. Descubres que literalmente eres uno con todo lo manifestado, uno con el universo y que, en realidad, no te vuelves uno con Dios y el todo, sino que entonces tomas conciencia de que eternamente has sido esa unidad sin haberte percatado antes de ello. Pero junto a ese sentimiento, junto al descubrimiento del Ser que todo lo impregna, se experimenta también la sensación muy concreta de que tu pequeño ego ha muerto, que ha muerto de verdad.

TK: Al trascenderse el pequeño ego , ¿se descubre la eternidad?

KW (Larga pausa). Sí, siempre que no consideremos que la eternidad es un tiempo que no acaba nunca , sino un momento sin tiempo, el presente eterno, el ahora atemporal.

El Espíritu, el Ser, está presente en el sentido de ser Pura Presencia, no en el de estar en un ahora interminable que es una noción más bien espantosa.

En cualquiera de los casos, el sexto gran principio fundamental de la filosofía perenne afirma que la iluminación o liberación pone fin al sufrimiento.

Lo que causa el sufrimiento es el apego y el deseo de nuestra identidad separada; y lo que pone fin al sufrimiento es el camino meditativo que trasciende al pequeño yo, al deseo y al apego. El sufrimiento es inherente a ese nudo o contracción llamado ego y la única forma de acabar con el sufrimiento es trascender el ego.

No se trata de que después de la iluminación, o después de la práctica espiritual en general, ya no sientas dolor, angustia, miedo o daño. Todavía sientes eso. Lo que simplemente ocurre es que esos sentimientos ya no amenazan tu existencia y, por lo tanto, dejan de constituir un problema para ti. Ya no te identificas con ellos, ya no los dramatizas, ya no tienen energía, ya no te resultan amenazadores. Por una parte, ya no hay ningún ego fragmentado que pueda sentirse amenazado y, por otra, nada puede amenazar a ese gran Yo del Ser original y auténtico, puesto que, siendo el Todo, no hay nada ajeno a él que pueda hacerle daño. Esta situación produce una profunda relajación y distensión del corazón. Por más sufrimiento que experimente ahora el individuo, su verdadero Yo no se siente amenazado. El sufrimiento puede presentarse y puede desaparecer, pero ahora la persona está firmemente asentada y segura en “la paz que sobrepasa el entendimiento”.

El sabio experimenta el sufrimiento, pero éste no le hace “daño”.

Y como es consciente del sufrimiento, se siente motivado por la compasión y el deseo de ayudar a quienes sufren y creen en la realidad del sufrimiento.

TK: Lo cual nos lleva al séptimo punto, la motivación del iluminado.

KW: Sí . Se dice que la verdadera iluminación deriva en una acción social inspirada por la misericordia y la compasión, en un intento de ayudar a todos los seres humanos a alcanzar la Liberación Suprema. La actividad iluminada no es más que un servicio desinteresado. Como todos somos uno en el mismo Ser, entonces, al servir a los demás estoy sirviendo a mi propio Ser.

Fuentes:
Extracto de una entrevista de Terry Killam (futura esposa de Wilber) a Ken Wilber.
Textos de "Gracia y Coraje" por Ken Wilber.

No se puede mostrar la imagen “http://www.mundonuevo.cl/areas/Revista/noviembre_2005/imagen_superior_home_nov05.jpg” porque contiene errores.


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Según Platón, el conocimiento es un subconjunto de lo que forma parte a la vez de la verdad y de la creencia.
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